08 mayo, 2013

Vino, platicó a solas con el presidente Peña y se fue. Toda una “visita de trabajo”

Ángel Verdugo
Eso es lo que debemos conocer porque, no todos nos podemos ir a vivir a Estados Unidos; es más, algunos no desean irse. 
Vino, platicó a solas con el presidente Peña y se fue. Toda una “visita de trabajo”
El presidente Barack Obama vino, platicó con su homólogo, se despachó “un tequilita” y una vez cumplido el objetivo de la visita, siguió a Centroamérica. Aquí, la gran pregunta que no pocos ociosos plantearon —“¿A qué vino Obama?”—, quedó sin respuesta.
Otros, no pocos, que gustan de obtener todo “digeridito” pues le huyen a la búsqueda de datos y al análisis de los mismos para elaborar la información necesaria que les habría permitido responder, sin ayuda de “especialistas” a la pregunta aquella, se molestaron porque la respuesta anhelada, nadie se las proporcionó.


Espero que la experiencia de esta visita les sirva, no para convertirse en especialistas en las relaciones entre Estados Unidos y México sino para entender, que no es en las colaboraciones periodísticas —dadas sus limitaciones obvias—, donde van a encontrar las respuestas a preguntas ociosas y vagas como aquélla.
Por otra parte, si quisiéremos hablar de las relaciones de México con el resto del mundo, obligadamente deberíamos colocar en primer lugar la que tenemos con Estados Unidos. La que tenemos con este país es, con mucho, la más importante de todas; entender este hecho, es fundamental para las decisiones que debemos tomar en una gama amplia de temas.
De ahí la obligación de conocer las especificidades de la misma; la relación con Estados Unidos, va más allá de saber dónde está su Embajada y de cuáles son los trámites para obtener la visa que nos permitiría visitar aquel país.
El impacto que la realidad de Estados Unidos ha tenido, tiene y tendrá en México, es de una profundidad que en modo alguno debe pasar inadvertida; estudios de opinión elaborados de tiempo en tiempo, ratifican el atractivo que la vida de ese país tiene en sectores amplios de nuestra sociedad.
No me refiero con esto último, solamente, al consabido y obligado viaje de los chamacos a Disneyland o a Disneyworld; me refiero a toda una forma de vida, a todo un conjunto de aspiraciones en el ser y el hacer de muchísimos mexicanos.
El querer ser y comportarse como ellos, en modo alguno pienso que sea criticable; la libertad individual y las decisiones de cada uno como reflejo de ella, deben ser sagradas. Lo que pretendo señalar es, simplemente, la necesidad de ir más allá de la superficie para tratar de entender por qué son así, qué han hecho para llegar a donde están y sobre todo, cómo lo hicieron.
Sus avances, no son gratuitos o automáticos; hay factores —algunos fáciles de entender— que los explican. Eso es lo que debemos conocer porque, no todos nos podemos ir a vivir a Estados Unidos; es más, algunos no desean irse. Luego entonces, ¿cómo podríamos lograr esa calidad de vida que seduce a miles de millones en el mundo?
Por eso insisto en la necesidad de conocer bien a ese país y el primer paso sería, obligadamente, conocer los datos duros de la relación que tenemos. Hay que buscar y analizar para entender el proceso que han seguido desde, al menos, los principios del siglo XX o fines del XIX.
De ahí que me sorprenda la molestia de algunos, al no encontrar en los párrafos escritos el viernes los datos duros acerca de los cuales pregunté. Insisto pues, si alguien quiere conocerlos, debe él mismo buscarlos y realizar el análisis correspondiente.
Hemos sido educados para no buscar, para recibir todo “digeridito”; aquí, al menos, nada de eso recibirán. En consecuencia, si quieren la respuesta a la pregunta del viernes, búsquenla.

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