01 mayo, 2013

Vivir con acento

Vivir con acento

Por Jorge Ramos
El acento es una belleza y una brújula. Dice inmediatamente de dónde venimos, el tiempo que llevamos en Estados Unidos, con quien nos juntamos, qué hacemos y qué buscamos. Es, oralmente, como una huella digital. El acento se puede tratar de ocultar pero, como el césped que rompe el cemento, siempre sale con una palabra inesperada. (OMG ¿cómo diablos se pronuncia eso?) 
 
Los hispanos, con una fuerza superior a los 52 millones, estamos cambiando la forma en que suena este país. En las calles de todas las grandes ciudades se escucha el español. Varios de los programas más vistos de la televisión en Los Angeles, Houston, Miami, Chicago y Nueva York son en español. Hace poco Univision, que transmite en español, se convirtió en la cuarta cadena de Estados Unidos en los niveles de audiencia, pasando al quinto lugar a la cadena NBC.
Si tu lengua materna es el español es muy probable que tengas un acento al hablar inglés. Uno de cada dos adultos hispanos nació en el extranjero y, por lo tanto, aprendió el español antes que el inglés. Eso se nota.
Hoy es cool el tener un acento al hablar inglés. Eso lo ha demostrado la actriz colombiana Sofía Vergara. Es más, a veces hasta da la impresión que lo exagera. Hay la sospecha de que en la vida real tiene menos acento que el de su personaje, Gloria, en la divertidísima comedia de televisión Modern Family.
Todo comenzó con el músico y actor cubano Desi Arnaz en la serie de televisión I Love Lucy. De 1951 a 1957 los norteamericanos se acostumbraron a oírlo y a reírse a pesar de su fuerte acento. El actor español Antonio Banderas, a principios de los 90, memorizaba fonéticamente los guiones en inglés y fue aceptado como parte del clan de las estrellas. Más tarde Salma Hayek, Penélope Cruz, Javier Bardem, Damián Bichir y muchos latinos más, tuvieron éxito en el cine y televisión norteamericanos a pesar de su acento. Su talento supera cualquier preocupación fonética.
Hoy es normal en los medios de comunicación lo que antes era la excepción. Arnold Schwarzenegger y Henry Kissinger lograron que sus ideas, y no su acento, fueran lo importante.
Para el año 2050 seremos más de 150 millones de hispanos en Estados Unidos, según cálculos del Pew Research Center. Uno de cada tres habitantes será latino. Dentro de solo cuatro décadas, decidiremos desde presidentes hasta alcaldes y tendremos un impacto enorme en la forma de comer, consumir, trabajar, bailar y hablar en este país.
Y California está marcando el rumbo. Los hispanos están a punto de convertirse en el grupo étnico más grande de ese estado. Eso implica que nuestro inglés, cargado de palabras en español y de espanglish, ha dejado la marginalidad de los barrios latinos y ya no es mal visto (o, más bien, mal oído).
Lo importante, sin embargo, no es que se escuche nuestro acento sino que nuestras voces se oigan. El actual debate sobre la reforma migratoria es resultado de muchas voces con muchos acentos haciendo mucho ruido en las calles, en los lugares de votación, en los partidos políticos, en el Congreso y en la Casa Blanca. Hoy, aunque a veces les cueste trabajo entendernos, nos escuchan porque saben que en el 2016 habrá 16 millones de votantes hispanos. Y esos son muchos acentos y muchos votos.
Estados Unidos por fin se ha dado cuenta que es un país de muchos acentos y ha quedado atrás la época en que había que ocultarlos. Yo llegué a los 24 años a Estados Unidos y todavía hoy en día mis dos hijos frecuentemente me corrigen la pronunciación y la gramática en inglés. No importa cuántos años pasen, cuántos libros lea y cuántas clases tome, siempre se notará que aprendí el inglés tarde en mi vida.
Pero lo que sí he notado en mis tres décadas de vida en Estados Unidos es una creciente tolerancia a acentos que vienen de fuera del país. Recuerdo claramente a principios de los años 80 cuando una estación local de televisión en Los Angeles contrató a la primera reportera que tenía un acento en inglés. Parecía entonces un gesto verdaderamente revolucionario o, por lo menos, muy arriesgado. Hoy, en cambio, hay tantos apellidos hispanos en los noticieros de la televisión norteamericana que es imposible siquiera hacer una lista más o menos fidedigna. Es lo normal.
A pesar de los Joe Arpaios de Estados Unidos, de las leyes antiinmigrantes desde Alabama hasta Arizona y de los ataques cíclicos en contra de los extranjeros, en esta nación sigue prevaleciendo una enorme tolerancia a la diversidad y una sana apertura hacia los que vienen de fuera. Estados Unidos es el país de todos los acentos en un solo idioma.

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