Walter Benjamin y el capitalismo
como religión
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Hay signos de los tiempos que, aunque
obvios, los hombres, que escrutan las señales en los cielos, no llegan a
percibir
1. Hay signos de los tiempos que, aunque
obvios, los hombres, que escrutan las señales en los cielos, no llegan a
percibir. Cristalizan en eventos que anuncian y definen la época, es decir,
eventos que pueden pasar inadvertidos y no alterar en nada, o casi nada, la
realidad en la que encajan y que, sin embargo, y precisamente por esto tienen
valor de signo, de indicio histórico: semeia ton kairon. Uno de estos eventos
tuvo lugar el 15 de agosto de 1971, cuando el gobierno de EE.UU., bajo la
presidencia de Richard Nixon declaró que la convertibilidad del dólar quedaba
suspendida. Si bien esta afirmación ponía fin, de hecho, a un sistema que
había vinculado durante mucho tiempo el valor de la moneda a una base áurea,
la noticia, que saltó en plenas vacaciones de verano, provocó menos debate
del que era razonable esperar.
Sin embargo, desde ese momento, la
inscripción que todavía se puede leer en muchos billetes de banco (por
ejemplo, en los de la libra esterlina o la rupia, pero no en los del euro):
Me comprometo a pagar al portador la suma de ... refrendada por el gobernador
del banco central, perdió definitivamente su sentido. Esta frase pasó a
significar que a partir de ese momento a cambio del billete el banco central
correspondiente haría entrega a quien lo solicitara (si alguien era lo
suficientemente tonto como para hacerlo) no una cierta cantidad de oro (para
el dólar, 1/35 de onza) sino un billete exactamente igual. El dinero había
quedado desprovisto de cualquier valor que no fuera el puramente
autorreferencial. Tanto más sorprendente fue la facilidad con
que fue aceptado el acto del soberano estadounidense, que equivalía a
cancelar el patrimonio de oro del dueño del dinero. Y si, como se ha
sugerido, el ejercicio de la soberanía monetaria de un Estado consiste en su
capacidad para inducir a los participantes del mercado a emplear sus
obligaciones como dinero, en ese momento las obligaciones perdieron toda
consistencia real, se habían convertido en puro papel.
El proceso de desmaterialización de
la moneda se había iniciado muchos siglos antes, cuando las
necesidades del mercado llevaron a añadir a la moneda metálica,
necesariamente escasa y engorrosa, letras de cambio, billetes bancarios, juros
, goldsmith s notes, etcétera. Todas estas monedas de papel son en realidad
títulos de crédito, por cuya razón se conoce como moneda fiduciaria. La
moneda metálica, en cambio, valía o hubiera debido valer su contenido de
metales preciosos (cuestión, como se sabe, insegura: el caso extremo fue el
de las monedas de plata acuñadas por Federico II, que apenas usadas dejaban a
la vista el rojo de cobre). Sin embargo, Schumpeter (1883,1950, que vivió, es
cierto, en un momento en el papel moneda había desbordado la moneda
metálica), pudo afirmar no sin razón que, en última instancia, todo el dinero es sólo
crédito. Después del 15 de agosto de 1971, habría que añadir que el dinero es
un crédito basado sólo en sí mismo y que no refleja nada más que a sí mismo.
2.- El capitalismo como religión es el título de uno
de los más penetrantes fragmentos póstumos de Walter Benjamin.
Que el socialismo era algo parecido a una
religión fue observado con frecuencia (entre otros por Schmitt: El socialismo
pretende dar vida a una nueva religión que para los hombres de los siglos XIX
y XX tuvo el mismo significado que el cristianismo para los hombres de hace
dos mil años. ) Según Benjamin, el capitalismo no es sólo, como afirma Weber,
una secularización de la fe protestante, sino que él mismo es esencialmente
un fenómeno religioso, que se desarrolla como parásito a partir del
cristianismo. Como tal, como religión de la modernidad, se define por tres
características:
-- Es una religión de culto, tal vez la
más extrema y absoluta que ha existido jamás. Todo en ella tiene significado
sólo con referencia al cumplimiento de un culto, no con un dogma o una idea;
-- Es un culto permanente, es la
celebración de un culto sans trève et sans merci. No es posible aquí
distinguir entre días festivos y días laborables, sólo hay un único e
ininterrumpido día de fiesta-trabajo en el que el trabajo coincide con la
celebración del culto;
-- El culto capitalista no remite a la
redención o la expiación de la culpa, sino a la culpa misma: El capitalismo
es quizás el único caso de un culto no expiatorio sino culpabilizador Una
monstruosa conciencia culpable que no conoce la redención se convierte en
culto, no para expiar en éste su culpa sino para hacerla universal ... y para
atrapar al final a Dios mismo en la culpa ... Dios no ha muerto, sino que se
ha incorporado al destino del hombre.
Precisamente porque tiende con todas sus
fuerzas no a la redención sino a la culpa, no a la esperanza sino a la
desesperación, el capitalismo como religión no tiende a la transformación del
mundo sino a su destrucción. Y su dominio es en nuestro tiempo tan completo
que los tres grandes profetas de la modernidad (Nietzsche, Marx y Freud)
conspiran, según Benjamin, con él, son solidarios, de alguna manera, con la
religión de la desesperanza. Este paso del planeta hombre por la casa de la
desesperación, en la soledad absoluta de su recorrido es el ethos que define
Nietzsche. Este hombre es el superhombre, es decir el primer hombre que
comienza a darse cuenta conscientemente de la religión capitalista. Pero
también la teoría freudiana pertenece al sacerdocio del culto capitalista: Lo
reprimido, la representación pecaminosa ... es el capital, sobre el cual el
infierno del inconsciente paga intereses. Y, en Marx, el capitalismo con los
intereses simples y compuestos, que son función de la culpa ... se transforma
inmediatamente en socialismo.
3. Vamos a tratar de tomar en serio y
desarrollar la hipótesis de Benjamín. Si el capitalismo es una religión,
¿cómo podemos definirlo en términos de fe?, ¿en qué cree el capitalismo? ¿qué
implica, en lo que respecta a esta fe, la decisión de Nixon?
David Flüsser, gran estudioso de la
ciencia de las religiones hay también una disciplina con este extraño nombre
estaba trabajando sobre la palabra pistis , palabra griega que Jesús y los apóstoles
utilizaban para fe . Un día se encontraba en una plaza de
Atenas y en un momento dado, al levantar los ojos, vio escrito en grandes
caracteres ante él Trapeza
tes pisteos. Aturdido por la coincidencia, miró mejor y después
de unos segundos se dio cuenta de que simplemente estaba ante un banco: trapeza tes pisteos
significa en griego banco de crédito. He aquí el significado de
la palabra pistis, que llevaba meses tratando de averiguar: pistis , fe no es
más que el crédito de que gozamos ante Dios y del que la palabra de Dios goza
en nosotros desde el momento en que creemos en él. Por esta razón Pablo puede
afirmar en una famosa definición que la fe es la sustancia de las cosas
esperadas: es lo que da credibilidad a la realidad y a lo que no existe
todavía, pero en lo que creemos y tenemos fe, en lo que hemos puesto en juego
nuestro crédito y nuestra palabra. Creditum es el participio pasado del verbo latino
credere: es aquello en lo que creemos, en lo que ponemos
nuestra fe, cuando establecemos una relación de confianza con alguien
tomándolo bajo nuestra protección o prestándoles dinero, confiándonos a su
protección o tomando dinero prestado. En la pistis paulina pervive, es decir,
la antiquísima institución indoeuropea que Benveniste ha reconstruido, la
fidelidad personal: El que detiene la fides puesta en él por un hombre tiene
en su poder a este hombre... En su forma primitiva, esta relación implica una
reciprocidad: poner nuestra fides en alguien procuraba, a su vez, su garantía
y su ayuda.
Si esto es cierto, entonces la hipótesis de
Benjamin de una estrecha relación entre capitalismo y cristianismo
recibe una confirmación ulterior: el capitalismo es una religión basada
enteramente en la fe, una religión cuyos seguidores viven sola fide (sólo por
medio de la fe). Y como, según Benjamin, el capitalismo es una religión en la
que el culto se ha emancipado de todo objeto y la culpa de todo pecado y, por
lo tanto, de toda posible redención, así, desde el punto de vista de la fe,
el capitalismo no tiene objeto: cree en el hecho puro de creer, en el puro
crédito (believes in pure belief ), es decir: en el dinero. El
capitalismo es, por ello, una religión en la cual la fe en el crédito ha
sustituido a Dios. En otras palabras, en tanto que la forma pura del crédito
es dinero, es una religión cuyo dios es el dinero.
Esto significa que el banco,
que no es más que una máquina de fabricar y manejar crédito, ha tomado el lugar de
la iglesia y, mediante la regulación del crédito, manipula y
administra la fe, la escasa e incierta confianza que nuestro tiempo todavía
tiene en sí mismo.
4. ¿Qué ha significado para esta religión
la decisión de suspender la convertibilidad en oro? Ciertamente, algo así
como una aclaración de su propio contenido teológico, comparable a la
destrucción mosaica del becerro de oro o al establecimiento de un dogma
conciliar. En cualquier caso, un paso decisivo hacia la purificación y
cristalización de su propia fe. Ésta en forma de dinero y crédito se emancipa
ahora de todo referente externo, cancela su nexo de idolatría con el oro y se
afirma en su carácter absoluto. El crédito es un ser puramente inmaterial, la
parodia más perfecta de esa pistis , que no es sino la sustancia de lo que se
espera. La fe así rezaba la famosa definición de la Carta a los Hebreos es
sustancia ousia , término técnico por excelencia de la ontología griega de lo
que se espera. Lo que Pablo quiso decir es que el que tiene fe, el que ha
puesto su pistis en Cristo, toma la palabra de Cristo como si se tratara de
la cosa, el ser, la sustancia. Pero es precisamente este "como si"
lo que la parodia de la religión capitalista elimina. El dinero, el nuevo
pistis , es ahora, inmediatamente y sin residuos, sustancia. El carácter
destructivo de la religión capitalista, de la que hablaba Benjamin, aparece
aquí en plena evidencia. La cosa esperada, ya no existe, ha sido destruida, y
tiene que serlo porque el dinero es la esencia misma de la cosa, su ousia en
el sentido técnico. Y, de esta manera, se quita de en medio el último
obstáculo a la creación de un mercado de la moneda, a la transformación
integral del dinero en mercancía.
5. Una sociedad cuya religión es el crédito, que sólo
cree en el crédito, está condenada a vivir a crédito. Robert
Kurz explicó la transformación del capitalismo del siglo XIX, todavía basado
en la solvencia y la desconfianza respecto al crédito, en el capitalismo
financiero contemporáneo. Para el capital privado del siglo XIX, con sus
propietarios personales y sus respectivos clanes familiares, eran todavía
válidos los principios de honorabilidad y solvencia, a la luz de los cuales
el incremento del uso del crédito era casi obsceno, como un comienzo del fin.
Las novelas por entregas de la época están llenas de historias donde las
familias numerosas se arruinan a causa de su dependencia; en algunos pasajes
de Los Buddenbrook , Thomas Mann llegó a crear un tema de Premio Nobel. El
capital productivo sujeto al pago de intereses era, por supuesto, esencial
para el sistema desde el primer momento de su formación, pero todavía no
tenía un papel decisivo en la reproducción capitalista global. Los negocios
de capital ficticio se consideraban típicos de los ambientes de estafadores y
personas deshonestas, al margen del capitalismo real ... Incluso Henry Ford
se negó durante mucho tiempo al uso del crédito bancario, obstinándose en su
decisión de financiar sus inversiones sólo con su propio capital. (R.Kurz, El
fin de la política y la apoteosis de dinero , Roma, 1997; Die Himmelfahrt des
Geldes , en Krisis , 1995).
Durante el siglo XIX, esta concepción
patriarcal se disolvió completamente y el capital empresarial recurrió cada
vez más al capital monetario, tomado del sistema bancario. Esto significa que
las empresas, con el fin de seguir produciendo, deben, por así decirlo,
hipotecar por anticipado cantidades crecientes de trabajo y de futura
producción. El capital productor de mercancías se alimenta ficticiamente de
su propio futuro. La religión capitalista, de acuerdo con la tesis de
Benjamin, vive de un endeudamiento permanente, que no puede ni debe
extinguirse. Pero no son sólo las empresas las que viven, en este sentido,
sola fide, a crédito (o a débito). También los individuos y las familias, que
recurren cada vez más al mismo, están análogamente tan implicados en este
continuo y generalizado este acto de fe en el futuro. Y la Banca es el sumo
sacerdote que administra a los fieles el único sacramento de la religión
capitalista: el crédito-débito.
(*) Filósofo italiano. Se
doctoró en la Universidad de Roma con una tesis sobre el pensamiento político
de Simone Weil. Fue alumno de
Martin Heidegger entre
1966 y 1968. Es profesor de Filosofía en la
Universidad de Verona, Italia, en el Collège
International de Philosophie de París y en la Universidad de
Macerata en Italia; enseña asimismo Iconografía en el
Instituto universitario de Venecia. En "Bitácora"
de Uruguay.
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