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Avanzamos... y se siente bien
Hace poco fui con un grupo de amigos a un restaurante en Guadalajara, de
repente noté movimientos de guaruras y vi que de una camionetota se bajó un
ex Gobernador y entró con otras dos personas.
Cuando llegó, el restaurante ya estaba lleno y había gente esperando
afuera, pero el político habló con la recepcionista, el dueño del lugar
salió a recibirlo y de inmediato trajeron una mesa que el capitán de
meseros quiso meter en medio de las otras, que ya de por sí estaban muy
pegadas.
Los meseros nos pidieron que nos recorriéramos un poco, para meter la mesa
entre todos. Y pasó el milagro. Uno de mis amigos, en voz bastante alta,
para que lo oyeran todos, dijo: "Yo no me muevo para que entre un
corrupto aquí. Y si para atenderlo, se saltan a los que ya estaban
esperando, denme mi cuenta, no se me antoja comer en un lugar así".
El estupor de todos fue interrumpido por la voz de una señora de otra mesa
que dijo, también en voz bastante alta: "A mí también denme mi cuenta,
no sé por qué aquí aceptan a gente así".
De repente todos los comensales empezaron a pedir sus cuentas y a gritarle
¡fuera, fuera! al corrupto político. El tipo se puso rojo, no sé si de
vergüenza o de coraje -no creo que de vergüenza, porque eso tipos no la
tienen-, pero dio media vuelta y se retiró con todo y acompañantes. A su
salida, todo mundo aplaudió.
Y yo me sentí muy, pero muy bien.
En el DF, durante el vergonzoso episodio del que fue protagonista la
nefasta y arrogante hijita del titular de la Profeco, cuando llegaron los
inspectores a clausurar el lugar todos los comensales se opusieron y
sacaron, a fuerza de videos de celulares, gritos y reclamos, a los
prepotentes funcionarios.
Si yo hubiera estado allí, también me hubiera sentido muy, pero muy bien.
Hace pocos días, en la sede del Club de Industriales, en Guadalajara, un
grupo de vecinos afectados en sus propiedades por la construcción indebida
de un edificio, prohibida por el Ayuntamiento y autorizada por conocido
Magistrado del Tribunal Administrativo (que se ha denunciado en prensa,
radio y televisión, y a quien no le han hecho nada), reclamaron ante todos
los medios las transas y corruptelas de ese tribunal y de sus Magistrados,
y exigieron sus renuncias.
Cuando me enteré me sentí muy, pero muy bien.
En la UNAM, un grupo de estudiantes verdaderos, libros en mano y credencial
por delante, fueron a reclamarle a los cinco delincuentes encapuchados que
tenían tomada la Rectoría y a exigirles que desalojaran la sede de la
máxima casa de estudios de nuestro País. Desgraciadamente las autoridades
universitarias y gubernamentales no los apoyaron, por pura y simple
cobardía.
También me enteré que hay un banco que prohíbe a sus ejecutivos abrirles
cuentas a quienes han sido políticos corruptos. Esos estudiantes que
reclamaron, y ese banco, me hicieron sentir muy, pero muy bien.
O sea que los ciudadanos ya estamos reaccionando. Todavía no son muchos,
pero ya se ven luces al final del túnel. Ya hay quien no acepta a los
políticos ladrones ni les rinde pleitesía. Ya hay un Papa que se revela
contra los prelados prepotentes. Ya hay valientes que se enfrentan a los
poderosos. Ya hay mexicanos que no se quedan callados.
El día que nadie salude a estos tipos en el club, que cuando lleguen a un
restaurante todo el mundo pida la cuenta y se vaya, que no los acepten en
los círculos sociales y que sean rechazados por todos, podremos saber que,
por lo menos, ya estamos avanzando.
Por lo pronto, todo eso que ha pasado me hace sentir muy, pero muy bien.
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