Leo Zuckermann
“El sufrimiento innecesario que las autoridades, y parte
de la sociedad causó a miles de personas por su origen étnico, es
injustificable”.
El presidente Xi Jinping ya se fue de México sin haber escuchado algún tipo de perdón. Lástima. Como decía el artículo de Nexos, hubiera sido una extraordinaria ocasión para reconocer un lastimoso error de nuestra historia nacional. ¿A qué me refiero?
A finales del siglo XIX llegaron muchos chinos a México buscando trabajo, sobre todo en las construcciones de ferrocarriles en ambos lados del Río Bravo. Desgraciadamente fueron objeto de racismo y discriminación por parte de la población local, en particular en el noroeste del país. Uno de los académicos que ha tratado este tema es José Antonio Aguilar, profesor del CIDE. El blog de Nexos cita su fantástico libro El sonido y la furia: crítica de la persuasión multicultural.
“De acuerdo con Craib, no todos los argumentos en contra de los chinos fueron de naturaleza económica. A los chinos también se les describía como sucios y anti higiénicos. Así, con excusas sanitarias se justificó la discriminación. Se les culpaba de las epidemias y brotes de enfermedad que azotaban a la población mexicana. Confinar a los chinos se volvió un objetivo de salud pública. Esto se tradujo en un llamado a establecer ghettos: ‘el pueblo en masa debería de protestar contra la presencia de los chinos confundidos entre nosotros, y pedir su inmediata remoción a un barrio donde la niñez esté exenta del contagio de sus costumbres’.”
Otro de los textos que cita el blog de Nexos es un artículo reciente de Héctor de Mauleón en esa misma revista en la que se describe cómo las propias autoridades gubernamentales fomentaron el racismo y discriminación de los chinos en México:
“En la década de 1920 el gobierno mexicano prohibió la entrada al país de trabajadores chinos, un senador (Andrés Magallón) propuso que los que ya vivían en México fueran confinados en barrios especiales, y el presidente Álvaro Obregón expidió un decreto que les prohibía vender comestibles, entrar a los restaurantes, casarse con mujeres mexicanas, tener acceso a los puestos públicos y salir de sus barrios luego de las 12 de la noche. El ex presidente y ex gobernador de Sonora, Adolfo de la Huerta, los había acusado de transmitir la sarna, la lepra, el tracoma y la tuberculosis. Una historia que el país ha tratado meticulosamente de olvidar”.
Tengo la impresión de que en México persiste el racismo y discriminación contra los chinos. Tanto los nacionales como los extranjeros. A los que ya son mexicanos y tienen apellidos orientales, o conservan sus características fenotípicas como los ojos rasgados, se les considera como forasteros. Recuerdo, por ejemplo, que a Zhenli Ye Gon, cuando descubrieron que tenía presuntos vínculos con el narcotráfico y le encontraron más de 200 millones de dólares en efectivo en su casa, todo mundo se refería a él como “el chino” siendo que era mexicano. Incluso el entonces presidente Calderón lo llamaba así de manera vergonzosa.
Por todo esto suscribo la conclusión del blog de Nexos: “México tiene una deuda con el pueblo chino y en particular con los mexicanos de origen chino. El sufrimiento innecesario que las autoridades, y parte de la sociedad causó a miles de personas por su origen étnico, es injustificable. Una forma de evitar que vuelva a suceder algo parecido en el futuro es, no sólo narrando lo que sucedió, sino explícitamente reconociendo que estuvo mal.”
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