11 junio, 2013

Desmontando el estado totalitario

Desmontando el estado totalitario

 

El gobernante cubano Raúl Castro (izq.) y el vicepresidente, Miguel Díaz Canel, en una reunión de la Asamblea Nacional en La Habana, el pasado febrero.
El gobernante cubano Raúl Castro (izq.) y el vicepresidente, Miguel Díaz Canel, en una reunión de la Asamblea Nacional en La Habana, el pasado febrero.
MARCELINO VAZQUEZ HERNANDEZ / AFP/Getty Images
Cada vez se hace más difícil saber si se debe ser optimista o pesimista con respecto a Cuba, lo cual es bueno.
Por muchos años la mayoría de los exiliados han mantenido una sola visión de la isla: la cosa andaba mal y se ponía peor. El resto del mundo observaba con ojos nublados y veía lo que quería ver: una ciudad en ruinas pero hermosa –todo siempre gira en torno a La Habana– que resistía el embate del mar y del poderoso enemigo del norte con dignidad y rumba o rumba y dignidad, dependiendo del punto de vista.
Pero la narrativa ha cambiado.

El los últimos meses, se ha permitido a los disidentes y a voces independientes de la isla viajar y regresar, al parecer sin consecuencias ni actos de repudio. Pero algunos no pueden salir, ya sea porque el gobierno cubano no se los permite o porque el gobierno norteamericano no les da visa.
Como dijo el profesor de Harvard Jorge Domínguez la semana pasada en una charla en Nueva York: “Ambos gobiernos nunca han perdido la oportunidad de perder una oportunidad”.
El servicio de Internet empezó el martes, y los cubanos ahora pueden visitar más de 100 centros de computadoras en el país para entrar en la web, pero a un costo muy alto. En un país donde el salario promedio es $20 al mes, la mayoría no puede pagar $5 por una hora de acceso a Internet.
La población de la isla se reduce y envejece. La gente no se reproduce. En parte, dijo Domínguez, porque los cubanos están preocupados por sus circunstancias económicas y por el futuro. Varios estudios indican que uno de cada cinco cubanos vive en la pobreza, y eso es según una definición de pobreza que la mayoría de nosotros consideraría extrema (personas que ganan menos de $4 al mes, no cultivan lo que comen, no reciben almuerzo gratis en el trabajo y no reciben remesas del exterior).
Por otra parte, unos 400,000 cubanos tienen licencias para tener negocio propio. Suponiendo que contraten a otros, Domínguez calcula que unos 2 millones de cubanos trabajan por cuenta propia en empresas pequeñas y medianas financiadas, mayormente, por los exiliados (las remesas siguen siendo la tercera fuente de ingresos más importante para la economía cubana, después del ingreso por la exportación de servicios, como médicos, y los dólares que dejan 2.5 millones de turistas al año).
Pero no todo el que quiere trabajar por cuenta propia consigue una licencia. El gobierno ha sido muy específico sobre las 178 categorías permitidas. Por ejemplo, los maestros no están en la lista, pero los tutores sí; los carpinteros pueden reparar muebles pero no pueden hacerlos porque no hay madera.
Aunque Domínguez dijo que Raúl Castro está desmontando el estado totalitario poco a poco, la realidad es que el Estado mantiene el control. Hay un solo partido, no hay una oposición reconocida, no hay libertad de expresión ni de reunión, ni ninguna señal de que la isla se esté moviendo hacia la democracia.
No obstante, los homosexuales por fin han sido aceptados (hasta Fidel ha pedido perdón por haber perseguido a los homosexuales) y Raúl ha abolido el temido trabajo “voluntario”.
Estados Unidos y Cuba siguen cooperando amistosamente de diversas maneras, a pesar de la retórica de ambos países. Tres de cada cuatro pollos que se consumen en la isla vienen de Estados Unidos, dijo Domínguez, gracias a una excepción del embargo que permite las exportaciones agrícolas a Cuba. Es un negocio perfecto para los norteamericanos: Cuba paga en efectivo.
Cuba está en la lista de países que apoyan a los terroristas, pero los dos países cooperan en diversos asuntos de seguridad, principalmente la inmigración. Los balseros atrapados en el mar suelen ser devueltos a la isla.
El cambio más importante, por supuesto, es que los hermanos Castro han cedido poder o han anunciado que así lo harán. Fidel cedió el poder a Raúl, y Raúl ha nombrado a su sucesor, Miguel Díaz Canel. Esta ecuación es problemática. Los líderes modernos y progresistas permiten que su pueblo tome estas decisiones. Los pueblos modernos y progresistas exigen su derecho a ello.
Y he aquí donde se cuela mi pesimismo.
Desde los viejos tiempos del capitalismo y la corrupción, el país pasó a ser un estado exaltado de comunismo despiadado, sólo para llegar al territorio más familiar de las repúblicas bananeras –pero sin las bananas– donde una oligarquía implacable controla a una población mayormente empobrecida y culpa de sus fracasos a Estados Unidos.
Cuando la bloguera cubana Yoani Sánchez estuvo en Nueva York hace casi tres meses, habló mucho sobre pasar por la rendija de la puerta que el gobierno había comenzado a abrir. Esta semana pasada, Domínguez usó la misma analogía. ¿Podrá él, es decir, Raúl Castro, abrir más esta puerta y también las ventanas?
Nadie lo sabe. Pero es importante el hecho de que personas inteligentes que estudian a Cuba estén haciendo la pregunta. Significa que hay esperanza. Significa que la suerte del país sigue en estado de cambio, y el cambio es mejor que quedarse estático en estos tiempos confusos en los que hay señales que apuntan al futuro y otras directo al pasado.

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