por Gerald P. O'Driscoll Jr.
Gerald P. O'Driscoll es ex-vicepresidente del Banco de la Reserva Federal en Dallas y académico asociado del Cato Institute.
En diciembre de 2009, la Reserva Federal llevó la
tasa de los fondos federales de un día para otro a casi cero. En marzo
de 2009, anunció un programa agresivo para comprar títulos respaldados
con hipotecas.
Estas medidas fueron seguidas de rondas consecutivas de flexibilización
monetaria, cuyo tamaño y envergadura no tienen precedente. Los
economistas han predicho un brote de inflación. ¿Estaban equivocados?
Los críticos dicen que la ausencia de inflación demuestra que las
previsiones apocalípticas estaban equivocadas. Algunos críticos, como Paul Krugman,
argumentan que se necesita todavía más estímulo monetario. Ellos
señalan la inflación en los precios al consumidor, que fue de 1,1%
durante los últimos doce meses hasta abril, para argumentar que hay un
espacio amplio para todavía más flexibilización monetaria.
Aún así el testimonio ante el congreso de la semana pasada de Bernanke,
gobernador de la Reserva Federal, sugiere que la Fed está empezando a
dudar de la conveniencia de continuar su actual política de
flexibilización monetaria.
La realidad es que los precios están subiendo más rápido que lo que sugiere el Índice de Precios al Consumidor (IPC).
La inflación se define como un incremento generalizado en los precios,
pero los aumentos no necesitan darse de manera simultánea, ni
normalmente sucede así. Pero primero, consideremos lo que está causando
la aparente ausencia de inflación (incluso una sensación de deflación).
Milton Friedman nos enseñó que la inflación es siempre y
en todas partes una fenómeno monetario. Mucho dinero ha sido creado y,
si los demás factores se mantienen constantes, ya debería haber una
inflación considerable.
Los demás factores han estado lejos de permanecer constantes.
El apalancamiento sin precedentes de los balances contables de los
propietarios de vivienda, de los consumidores y, sobre todo, de las
empresas financieras fomentó una burbuja de bienes raíces. Cuando la
burbuja reventó, los prestamistas y sus prestatarios se encontraron
demasiado endeudados en relación al valor reducido de los activos
subyacentes.
Todos los jugadores se esforzaron, al mismo tiempo, para reducir el
peso de su deuda. Toda una estructura crediticia colapsó. Este proceso
ha estado desarrollándose por lo menos desde el colapso de Lehman
Brothers en el otoño de 2008. La reducción del peso de la deuda tiene
muchas consecuencias, una de las cuales es la búsqueda de efectivo y
otras formas de liquidez.
Si los bancos tienen efectivo (reservas), no quieren prestarlas y
especialmente no se las quieren prestar a otros bancos. Cada banco asume
racionalmente que otros bancos están en tan mala condición como ellos.
Eso provoca una crisis en el mercado de préstamos interbancarios, que en
tiempos normales financia los préstamos. El proceso es a la vez una
búsqueda de liquidez y un esfuerzo para recapitalizar las instituciones
cuyos balances contables se han visto perjudicados.
La flexibilización cuantitativa fue diseñada para
detener el colapso de la estructura crediticia. Las tasas de préstamos
de un día para otro fueron llevadas a casi cero. Y las reservas
bancarias en la Fed se dispararon.
Las reservas en exceso, aquellas que se encuentran por encima del mínimo
que los bancos son obligados a mantener, fueron de esencialmente cero a
casi $1,8 billones hoy.
Las reservas son la base sobre la cual se erigen las estructuras del
dinero y el crédito. Es ese crecimiento explosivo en las reservas que
constituyó el fundamento de muchas predicciones de inflación de precios
durante los últimos cuatro años.
El proceso de creación de reservas debería haber conducido a un
crecimiento rápido del dinero y luego a una inflación de precios, en
tiempos normales. Basadas en la historia y en la teoría, las
predicciones eran válidas.
El proceso de reducción del peso de la deuda echó un jarro de agua fría a la creación de dinero. La velocidad del dinero,
el número de veces que un dólar es gastado en un año, colapsó.
Dependiendo de la medida de dinero utilizada (amplia o más restringida),
la velocidad del dinero ha disminuido a niveles históricamente lentos o
a un nivel de hace décadas atrás.
Ha habido un crecimiento del dinero. La tasa de crecimiento de 12 meses
hasta abril de 2013 para M1, una medida más restringida del dinero, fue
de alrededor de 12%; la tasa de crecimiento de 12 meses para M2, una
medida más amplia, fue de 7%. Los efectos de estimulación del
crecimiento del dinero han sido opacados por el declive en su velocidad
(que es un aumento en la demanda del dinero).
Y si ha habido inflación de precios, aquí y alrededor del mundo. Un
índice de precios al consumidor mide únicamente un segmento de todos los
precios.
Los precios de los productos de consumo para los estadounidenses se han
mantenido bajos por décadas debido al ingreso de China e India a la
economía global. Ese proceso continúa conforme otras economías de
salarios bajos exportan más y más productos al mundo.
La lista incluye países como Vietnam y, como se nos recordó
recientemente, Bangladesh. Consecuentemente, el IPC (o medidas
alternativas de precios al consumidor) no han sido calibradores precisos
del estímulo monetario desde hace décadas.
El dinero tiene muchos canales por los cuales fluye en la economía global.
Como aprendimos en los 2000, una política que resulta en tasas de
interés reales bajas (incluso negativas) afecta los precios de activos
duraderos de manera desproporcionada y antes de impactar los precios al
consumidor. En un episodio inflacionario, los precios de los productos
suelen aumentar de manera secuencial, y no en conjunto.
La secuencia de incrementos en los precios fue comprendida por economistas con opiniones tan distintas como Keynes y Hayek.
El proceso involucra cambios en los precios relativos y en la asignación
de los recursos, y fue explicado por primera vez en el siglo dieciocho
por el economista irlandés Richard Cantillon.
Los precios de las viviendas una vez más están subiendo y ya veremos
si la Fed está ayudando a inflar otra burbuja de bienes raíces.
Si una burbuja se define convencionalmente como un
incremento insostenible en los precios, los precios de los bonos son una
burbuja desde cualquier perspectiva histórica. Los lectores pueden
ejercitar su propio juicio para determinar si también lo son los precios
de las acciones.
El dólar es la moneda global dominante y su cantidad afecta los precios a
nivel global. Ese canal es más aparente para los países que atan o
anclan sus monedas al dólar. Esa lista incluye países como Hong Kong,
Singapur e incluso China.
La creación descontrolada de dólares del gobernador Bernanke ayudó a
fomentar burbujas de bienes raíces en Hong Kong y en Singapur mientras
que el mercado de bienes raíces en EE.UU. permanecía deprimido.
Países como Brasil están experimentando una inflación de precios
sustancial para su productos de consumo. Hasta abril de 2013, la tasa de
inflación anual allí era de 6,5%.
En resumen, si usted quiere encontrar la inflación, mire más allá de los
precios al consumidor en EE.UU. y observe lo que ocurre alrededor del
mundo. La expansión monetaria ha tenido efectos más
allá de los precios al consumidor estadounidense. No hay presunción de
que una política monetaria expansiva afecte a los precios al consumidor
en primer lugar.
La inflación ya está aquí, y más de esta llegará a su barrio pronto.
Si el pasado sirve como prólogo, la Fed esperará demasiado antes de
reaccionar a la inflación.
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