El burro hablando de orejas
Tabasco es una tierra de políticos
bragados, rebeldes y reformistas que han dejado huella. Herederos de Tomás
Garrido Canabal, uno de los políticos más controvertidos en la historia de
México, es cuna de hombres icónicos como Enrique González Pedrero, y de
personalidades indómitas como Carlos A. Madrazo y Andrés Manuel López
Obrador.
Por ese pasado, la comedia que se
libra actualmente en ese estado en torno al presunto desfalco de mil 900
millones de pesos en el gobierno de Andrés Granier, que ha puesto a sus
principales protagonistas en el terreno de la caricatura, es un despropósito.
Las imágenes de Xavier Olea, abogado
del ex tesorero de Granier, José Manuel Saiz Pineda, y de su colaboradora
Marlis Cupil López, al tratar infructuosamente de comparecer en su nombre en la
Procuraduría General de Justicia del Estado, son elocuentes.
Olea, abogado de casos de alto impacto
-como la defensa de la activista Lydia Cacho contra los poderosos a los que
acusó de pornografía infantil, y la demanda contra el ex obispo Onésimo Cepeda
por presunto lavado de dinero y fraude procesal-, se presentó como si fuera a
una fiesta playera y montó una escena melodramática. “Sobre mi cadáver”,
respondió a la prensa cuando le preguntaron cuándo iría Saiz y Cupil a
comparecer.
La procuraduría estatal difundió un
comunicado acusándolo de litigar en los medios. Como dice el dicho, “el burro hablando de orejas”, pues fue el gobierno de
Tabasco el que comenzó este circo mediático.
Una denuncia del gobernador Arturo
Núñez por el presunto desvío millonario en la administración de Granier, se
convirtió en una charada dominada por el manejo
de percepciones y la lucha por la mente de los ciudadanos. La
querella fue seguida de una creciente ola de declaraciones de Núñez,
crecientemente incendiario y beligerante,
que se mutó del político serio y responsable que es, a juez que dictaminó de
manera sumaria que Granier y compañía eran corruptos.
La puesta en escena continuó con la
procuraduría mostrándole a la prensa torres de billetes que llegaron a sumar
casi 80 millones de pesos, arrumbados en un depósito que afirmaron pertenecía a
Saiz y habían salido del erario.
Pidieron a los medios un acto de fe,
pero al no aportar detalles que mostraran de qué
partidas habían salido esos dineros, generó suspicacia de la solidez
de la acusación. La contraofensiva del gobierno de Núñez fue poner a los medios
en la ruta del dinero que, en el contexto que lo ubicó, bañó de corrupción a
los funcionarios de Granier.
La verdad jurídica dejó de ser el eje
de la acusación, subordinada por la verdad
mediática.
La batalla fue a golpe de propiedades
en México y Estados Unidos, de vestuario y zapatos adquiridos en Rodeo Drive y
Ferraris, como parte de un reguilete de imputaciones que no se sabe si
pertenecen a la denuncia original, si son reales, invenciones, o si en efecto
se compraron con dinero de contribuyentes o, como dice Olea, con dinero de
fortunas amasadas previamente a sus cargos. Las dos partes se quejan
de usar a los medios y ambas lo hacen.
En la construcción de las ideas, el
líder nacional del PRI, César Camacho, ya le cortó la cabeza a Granier, y sólo
falta que se concrete su expulsión del partido, antes
de esperar a que el ministerio público empiece siquiera las diligencias.
El PRI entró en una espiral de pérdida de credibilidad alimentada por los propios
priistas, y el gobernador se ha desdibujado.
Si Granier es culpable o no, tampoco
importa ya. Meterlo en la cárcel sería un trámite político, a menos que la
justicia popular sea revertida por la justicia jurídica -sin ser un pleonasmo-,
y que se revierta la condena pública contra Núñez, el PRI y el gobierno federal
que viajan en la misma barca.
En un primer balance, la justicia explotó en Tabasco y su clase política,
avergüenza su pasado. Pero eso sí, cómo nos estamos divirtiendo los
medios con este manjar periodístico con olor a estiércol.
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