El lucro y la educación
(Puede verse también ¿La hora de las trincheras? por Mario Vargas Llosa sobre un debate similar en Chile)
No es mi propósito en estas líneas
criticar la educación estatal sino criticar la intromisión del Estado en la
educación privada con ánimo de lucro y criticar a aquellos que quieren
abolirla.
Pocos atributos humanos reciben
tanta mala (e injustificada) propaganda como el ánimo de lucro. Y los epítetos
aumentan cuando se asocia el lucro con actividades como la educación. Es común
la posición de que la educación no debería ser privada, ni estar sujeta al
ánimo de lucro.
Para refutar esta posición voy a
presentar tres argumentos. En primer lugar, los principales responsables de la
educación de los hijos son los propios padres. Deben ser los padres quienes
decidan cómo y dónde educar a sus hijos. Cuando el Estado prohíbe la educación
privada les quita potestad a los padres. De hecho los regímenes autoritarios
(cuya característica común es intentar controlar el pensamiento y la
información) prohíben o controlan la educación privada.
En segundo lugar, si el Estado en
una sociedad multicultural está dispuesto a abolir la educación privada, ¿va a
establecer escuelas para cristianos, musulmanes, judíos, ateos, budistas, etc.?
Este no es un punto de poca importancia. Un sistema educativo privado permite
que los ciudadanos se organicen de acuerdo a sus necesidades y creencias
propias, en cambio los sistemas estatales son centralizados y homogéneos.
El tercer argumento es económico. Es
un hecho que la competencia en un mercado libre mejora la calidad y baja los
precios. Lo mismo sucede en la educación.
Argüir que existen escuelas privadas
de mala calidad no es suficiente, por dos motivos. 1ro.- porque la educación
estatal en promedio es peor que la privada. Basándonos en la calidad, sería el
sistema estatal el que debería cerrarse. 2do.- porque el padre no está obligado
a inscribir a sus hijos a un colegio que considera de mala calidad y si la
educación privada no es de su agrado, tiene la opción de inscribirlos en
escuelas públicas.
Otro argumento frecuente es el de
los que cuestionan que algunos, por su capacidad económica, puedan adquirir una
educación mejor a la de otros. Este es el argumento de la envidia, de los que
proponen igualar para abajo. Con los envidiosos y resentidos no vale la pena
discutir, ellos no utilizan la razón, la lógica, ni forman sus opiniones de
acuerdo a argumentos y refutaciones, sino que son guiados por la maldad y la
envidia de ver a otros en mejor situación que ellos.
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