Vivimos
tiempos fascinantes, de cambios acelerados, de ruptura de equilibrios,
de sorpresas. Se podría contra argumentar que esos cambios siempre han
estado presentes en la historia de la humanidad. De Alejandro Magno o el
ascenso y colapso de Roma, o la Serenísima República de Venecia, a la
Italia Renacentista o al ascenso de España o Portugal o los Países Bajos
como potencias marítimas, o la expansión inimaginable del Reino Unido a
latitudes remotas. Es cierto, como lo han demostrado muchos autores
entre ellos Paul Kennedy en Ascenso y caída de las grandes potencias, la
dinámica de cambios muy profundos siempre ha estado allí. La gran
diferencia en Siglo 21 es que el conocimiento del ser humano se ha
ampliado, hasta antes del Siglo 20 las cifras globales eran muy escasas.
Hoy no intuimos, podemos saber por dónde van esos cambios.
Agnus Madisson, el gran economista británico fallecido en 2010, elaboró
las que quizá sean las series estadísticas de mayor alcance temporal que
existen. Madisson demostró como el PIB mundial tuvo un crecimiento muy
lento hasta el Siglo 19 y a partir de allí es que asciende de forma
extraordinaria sobre todo en el 20. La riqueza generada por el ser
humano es muy reciente. Fueron las revoluciones industriales las que
sacudieron al mundo. En 1820 alrededor del 95 por ciento de la energía
utilizada por el ser humano provenía de la madera. Para 1920 casi el 80
por ciento provenía del carbón. Para 2020, ahora lo sabemos, después del
auge del petróleo, el carbón sólo abastecerá poco más del 15 por ciento
y el petróleo ya en caída alrededor del 25 por ciento siendo sustituido
por el gas y otras fuentes.
Hoy sabemos que para 2050 India será la nación más poblada con alrededor
de 1650 millones, seguida China con 1400, y que países como Indonesia o
Nigeria se acercarán a los 300 millones. Sabemos que el 60 por ciento
de la población del orbe vivirá en Asia, que África será el segundo
continente más poblado con más del 20 por ciento y que Europa y todo el
continente americano seguirán decreciendo en proporción con el 8 por
ciento y 10 por ciento respectivamente. A pesar de las crisis económicas
de Europa y Estados Unidos, el PIB mundial sigue creciendo más del 2
por ciento. Crece gracias a las fantásticas tasas de las economías
emergentes de Asia, de la que hablamos mucho, pero también de África,
continente del cual casi nunca hablamos: Ghana 14 por ciento; Liberia y
Zimbawe 9.4 por ciento; Eritrea, Ruanda, Nigeria, Etiopía y Mozambique
por arriba del 7 por ciento.
Hoy sabemos que -de seguir con las actuales tasas de crecimiento y dado
el tamaño de su población- China regresará a ser la primera potencia
mundial como lo fue hasta el Siglo 18. Autores como Kishore Mahbubani
han sostenido que el desplazamiento de China es un periodo de excepción.
¿Cuándo ocurrirá el simbólico cambio entre el primer y el segundo lugar
que ya ocupa China? Podría ser en menos de 15 años. Ese es el nuevo
mundo en el que México tendrá que desenvolverse. Ser el tercer socio
comercial de la primera potencia del mundo es una condición pasajera.
Pero la cuestión es aún más urgente. Contra todos lo vaticinios de los
pesimistas, el TLC con Estados Unidos ha sido un éxito no sólo en
términos del fuerte superávit que tenemos de cerca de 60 mil millones de
dólares. Pero resulta que con China tenemos un déficit de alrededor de
50 mil millones de dólares, si le sumamos el déficit con Japón el asunto
es muy grave.
México tiene que aprender a penetrar los mercados asiáticos. Ese es el
próximo paso obligado del cual dependerá en buena medida el bienestar de
las futuras generaciones. El reto es mayúsculo pues comienza, en
algunos casos, por establecer vínculos diplomáticos con países que están
lejanos, no sólo geográficamente sino de nuestra agenda. Después está
el reto de atraer a inversiones que se están instalando en China y otros
países. La Inversión Extranjera Directa en México se ha desplomado de
más de 22 mil millones de dólares, a menos de 13 mil en 2012. El asunto
por supuesto pasa por la competitividad industrial en la cual ONUDI
otorga a China una calificación de 0.557 sobre uno y a México de 0.286.
México sólo será exitoso en la Alianza del Pacífico y el TPP -que podría
ser el mayor mercado global- si incrementamos la competitividad. Y que
decir de la productividad en la cual hemos perdido -de 1960 a 2005- 50
por ciento frente a EE.UU. Pero la comparación se vuelve dramática si
observamos como China -en el mismo periodo- ha ganado más de 220 por
ciento. Ellos van para adelante y nosotros para atrás. De ahí la
importancia de la instalación del Comité Nacional de Productividad y de
la visita del Presidente Chino Xi Jinping.
En México la prospectiva, los asuntos de largo plazo no son populares.
La visita y la instalación del Comité son de largo plazo. Pero México no
será una de las principales potencias del mundo, no disminuiremos la
pobreza ni incrementaremos el bienestar general, si no incrementamos la
productividad y si no penetramos Asia, comenzando por China. Las futuras
generaciones nunca nos perdonarían la miopía, en el Siglo 21 no se
vale. |
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