por Gabriela Calderón de Burgos
Gabriela Calderón es editora de ElCato.org, investigadora del Cato Institute y columnista de El Universo (Ecuador).
En 2010 Martin Sorell de la empresa WPP presagiaba que la década
2010-2020 sería “La década de América Latina”. Había un optimismo
exagerado acerca de la región. Antes de cumplirse los primeros cuatro
años de esta década, los titulares han abandonado su optimismo y en mayo
vimos los siguientes: “La bonanza latinoamericana empieza a
desaparecer” (Wall Street Journal),1 “Latinoamérica decepciona luego de desperdiciar bonanza de productos primarios” (Bloomberg),2 “Surgen dudas acerca de ‘La década de América Latina’” (Financial Times),3
entre otros. No sería la primera vez que los países latinoamericanos
parecen estar listos para despegar hacia el desarrollo y colapsan junto
con los precios de los productos primarios.
La baja productividad es una de las principales trabas que la región
tiene que superar para lograr el desarrollo. Un reporte del Banco
Interamericano de Desarrollo de 2010 indicaba que si la productividad en
Latinoamérica hubiese aumentado como lo hizo en el resto del mundo
entre 1960 y principios de los 2000, la misma acumulación de recursos
hubiese generado en la región un PIB per cápita promedio un 47% mayor.4
Lamentablemente, a pesar de recibir importantes recursos durante los
últimos años, la región experimentó una caída de 0,3% en su
productividad total de los factores (PTF) entre 2006 y 2010.5
Durante la última década mucho se ha dicho acerca de cómo modelos con
una amplia intervención del Estado en la economía podían generar un
crecimiento alto y el ejemplo favorito para ilustrar esto era Brasil. A
principios de este año empezaron a surgir noticias de decepción respecto
de Brasil. El Financial Times explicaba en abril que “la bonanza ha llegado a su pico, perjudicando a empresas que gozaban del respaldo del Estado”.6 Durante el primer trimestre de 2013 creció al 1,9%, muy por debajo de lo que se esperaba (2,4%).
La política monetaria de la Reserva Federal en EE.UU. ha venido
inundando los mercados globales con dólares, lo cual ha derivado en
tasas de interés inusualmente bajas. Esto provocó que los
estadounidenses y europeos demanden más productos de consumo, lo cual
resultó en un incremento de la demanda de exportaciones de estos,
particularmente de la China. Fue por esta razón que China desarrolló un
apetito voraz por materias primas y los precios de estas subieron, he
allí el “maná caído del cielo” para Latinoamérica.7
Una señal preocupante es que aún sin que la Fed deje de lanzar
dólares al mercado, los rendimientos que esperan los compradores de los
bonos del Tesoro de EE.UU. subieron en mayo de 1,6 a 2,2%. Si esto sigue
así, subirán las tasas de interés en los países ricos, sus ciudadanos
demandarán menos exportaciones de China y esta demandará menos productos
primarios de América Latina. Otra consecuencia es que todos los
inversores que metieron su dinero en mercados emergentes como Brasil, lo
sacarán tan pronto les sean más rentables los bonos de EE.UU.
Los países que siguen teniendo una alta dependencia de la exportación
de productos primarios serán los más afectados, aunque aquellos que han
venido ahorrando para “épocas de vacas flacas”, que han tenido
políticas fiscales prudentes y que han hecho reformas para mejorar la
productividad en sus economías estarán preparados para amortiguar el
golpe.
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