por Roberto Salinas León
Roberto Salinas León es presidente del Mexico Business Forum.
Una fábula sobre el comercio exterior resulta importante, e ilustrativa,
para no perder la cabeza en tiempos donde la contracción y la crisis
han sido brutales. ¿Qué pasaría si, en plena angustia
generalizada, aparece un joven empresario, con una gran invención:
una máquina que recibe trigo, café, maíz, flores y frutas,
y otras cosas, por un lado; y que con ello logra producir una derrama de bienes
tecnológicos, servicios especializados, bienes que no tenemos, de mayor
calidad y de mejor precio, por el otro lado?
Sería, sin duda, condecorado como genio espectacular, una muestra
que, tanto aquí como en East Rutheford, sí se puede—con
o sin crisis. Sin embargo, después de un reportaje de investigación,
un curioso analista revela que este joven patriota sólo toma los insumos
de la supuesta máquina para venderlos en el mercado internacional,
y con esos recursos comprar los bienes que pone a la venta a los consumidores
de la economía interna. ¡Vaya traición a la soberanía
nacional! Un neoliberal salvaje, que además contribuye a una balanza
de pagos desfavorable.
Sin embargo, en el fondo, el proceso de comerciar a nivel internacional es,
ni más ni menos, una máquina que transforma lo que exportamos
en lo que importamos. Y por ello, sería un error capital confundir
causas con consecuencias, o magnesia con mayonesa, al colocar el comercio
exterior como el salvavidas ante la crisis, a pesar de sufrir una caída
tan violenta.
El comercio exterior, como se ha explicado desde David Hume hasta Frederic
Bastiat, y más recientemente economistas tan opuestos como Greg Mankiew
y Paul Krugam, beneficia a las economías porque genera la capacidad
de transformar lo que uno hace (producción) en lo que uno quiere (consumo).
Hoy en día, ante la crisis del comercio internacional, ha resurgido
un consenso entre empresarios, y algunos analistas, que debemos privilegiar
la sustitución de las importaciones—quizás, por ejemplo,
con una política cambiaria de tipo de cambio sub-valuado. Ello, ni
generaría los empleos postulados, ni mejoraría la competitividad
del sector externo. Es el equivalente al proteccionismo cambiario, financiado
a costas del salario real del trabajador mexicano.
Por cierto, a título de ilustración: el simpático índice
Big Mac de The Economist dice que el peso se encuentra “subvaluado,”
al nivel actual, ¡en casi 35%! ¿Acaso nos ha hecho más
competitivos?
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