08 junio, 2013

Los hermanos Tsarnaev son "perdedores", no "enemigos combatientes"

Los hermanos Tsarnaev son "perdedores", no "enemigos combatientes"

Printer-friendly versionSend to friendpor Gene Healy
Gene Healy es Vice Presidente de Cato Institute.
Desde la twitósfera hasta CNN, la ansiosa teorización de mediados de abril acerca de las bombas en la Maratón de Boston constituyó una lección oportuna acerca de los peligros de la especulación prematura.
Pero hay una explicación de Tamerlan y Dzhokhar para la cual ya tenemos suficiente información. Y esa es la que ha dado su tío, Ruslan Tsarni, quien, cuando se le preguntó qué motivó a sus sobrinos para que cometieran tal atrocidad, contestó “siendo perdedores, [llenos de] odio hacia aquellos que eran capaces de asimilarse”.

Contraste la breve desestimación del tío Reslan con la actual obsesión del Partido Republicano de declarar a EE.UU. como un “territorio de batalla” y demandar que Dzhokhar Tsarnaev, un ciudadano estadounidense naturalizado, sea detenido como un “enemigo combatiente”.
Esa propuesta, emitida por los senadores Lindsey Graham (Republicano de Carolina del Sur), John McCain (Republicano de Arizona), entre otros, es ilegal, innecesaria e insensata.
Como el juez Antonin Scalia enfatizó en un caso anterior acerca de enemigos combatientes, “donde el Estado acusa a un ciudadano de librar una guerra en contra suyo, nuestra tradición constitucional ha sido la de procesarlo en la corte federal”.
Y como Benjamin Wittes de Brookings Institute explica, “la excepción de seguridad pública a los derechos de Miranda significa que el FBI tiene un amplio grado de flexibilidad” al cuestionar a Tsarnaev para explorar cualquier conexión con el terrorismo extranjero.
El fervor de los legisladores republicanos para que haya una designación de “enemigo combatiente” los ubica a la derecha del juez Scalia e incluso del presidente Nixon, quien, luego de firmar la Ley de No-Detención de 1971 (que estipulaba que “ningún ciudadano será encarcelado o detenido de otra forma por EE.UU. excepto en virtud de una ley del congreso”), enfatizó que “nuestra democracia está construida sobre la garantía constitucional de que a cada ciudadano se le asegurará un debido proceso de la ley”.
No deberíamos permitir que tácticas terroristas nos asusten hasta el punto de socavar esa garantía. Hay una buena razón por la que el terrorismo es muchas veces denominado “el arma de los débiles”. En el siglo veinte, a lo largo de todo el mundo “menos de 20 ataques terroristas mataron más de cien personas”, indica Dan Gardner en su libro La ciencia del miedo (The Science of Fear).
Las probabilidades de los estadounidenses de morir en un ataque terrorista son de alrededor de 1 en 20 millones, lo cual, como Micah Zenko señaló recientemente, significa que tenemos la misma probabilidad de “morir aplastados por nuestra televisión o nuestros muebles” en cualquier año.
Cuando inflamos el riesgo del terrorismo, le hacemos el trabajo a los terroristas. “Para destruir EE.UU. no necesitamos dar un gran golpe”, decía la revista en Internet de al Qaeda, Inspire, en 2010, “Es una muy buena ganga para nosotros esparcir el miedo entre el enemigo y mantenerlo alerta a cambio de unos cuantos meses de trabajo y unos cuantos miles de dólares”.
En cambio, deberíamos mantenernos calmados y seguir con nuestros asuntos —con mucha mayor razón que otros pueblos en otras épocas, dado que no estamos enfrentándonos a una guerra relámpago de los Nazis.
En tiempos igual de ansiosos en 2003, el juez federal que condenó al potencial “terrorista del zapato” Richard Reid a cadena perpetua, dio una declaración que merece ser citada:
“Aquí se está hablando mucho de guerra”, dijo el juez William Young, “Aquí en esta corte donde lidiamos con individuos como individuos…Usted no es un enemigo combatiente. Usted es un terrorista. Usted no es un soldado en alguna guerra…Para darle esa referencia, llamarlo soldado le da a usted demasiada importancia…Usted es un terrorista. Una especie de criminal culpable del intento de múltiples asesinatos.
“En un sentido muy real el soldado Santiago tenía razón cuando al inicio usted fue sacado de ese avión y puesto en custodia y usted se preguntó donde estaba la prensa y los equipos de televisión y dijo que usted no era la gran cosa. Usted no es la gran cosa”.
Las palabras del tío Reslan tocaron un nervio en los estadounidenses, porque en medio de la histeria, ubicó a los terroristas en su lugar adecuado: “perdedores”, no “enemigos combatientes”.

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