Ambos están a
seis meses de haber arrancado, ambos generaron grandes expectativas,
Enrique Peña Nieto por el regreso del "oficio" a Los Pinos, Miguel Ángel
Mancera por su enorme margen de triunfo; ambos exhiben los primeros
síntomas de que su luna de miel ha quedado atrás (no entre ellos, aunque
más de algún lector suspicaz así podría pensarlo). ¿Hasta qué punto
sería justo decir que comienzan los primeros síntomas de un Presidente y
un Jefe de Gobierno en proceso de convertirse en decepción?
De los dos, me parece que Mancera es el que ha enseñado el cobre más
pronto. Entre otras razones porque a diferencia de Peña Nieto no ha
sabido aglutinar a las distintas fracciones de su partido. Más bien todo
lo contrario. Hizo una alianza precaria con Los Chuchos, (Jesús
Zambrano y Jesús Ortega) quienes controlan la dirigencia del PRD, pero
se alejó del resto de las fuerzas de la izquierda, comenzando con el
propio Marcelo Ebrard.
Para ser justos con Mancera habría que reconocer que nunca fue el
candidato de Ebrard, quien de manera obtusa insistió en encumbrar a su
tesorero Mario Delgado. Sin embargo, una vez en el poder Mancera tenía
todo a su favor para restañar heridas y hacer mancuerna con su ex jefe.
Después de todo, fue Ebrard quien lo promovió a la primera línea de su
gabinete. Pero Mancera hizo todo lo contrario: dio la espalda a los
equipos de Marcelo y se echó en brazos de Peña Nieto. Por otro lado, se
enfrentó a René Bejarano por el control de la Asamblea, y aunque logró
imponerse en una victoria pírrica, acabó más aislado que nunca.
El principal error de Mancera es haber entregado su manejo de
comunicación social a una fracción periodística que está reñida con
buena parte de los medios de información de la ciudad. El Jefe de
Gobierno se echó en las espaldas rencillas viejas entre periodistas y
medios de comunicación, que le resultaban ajenas, pero que le han
cargado la factura.
Hasta hace algunas semanas su equipo ignoraba estas señales cegados por
el buen comportamiento de su jefe en las encuestas de popularidad. Pero
en la primera crisis de información real, la desaparición de los jóvenes
de Tepito en el Heaven de la Zona Rosa, la figura de Mancera se ha
desmoronado. Las pésimas relaciones de su gente de comunicación con
muchos medios y los errores en el manejo de la crisis han puesto en
verdadero aprieto al Alcalde de la Ciudad de México. Indeciso,
mentiroso, débil, carente de oficio, son algunos de los apelativos que
han circulado profusamente en columnas y noticieros en los últimos días.
El tema va más allá de una crisis momentánea. El telón de fondo tienen
que ver la enorme batalla que se avecina entre el PRD y el PRI por la
Ciudad de México. El tricolor no esconde su intención (y está en todo su
derecho, como partido político que es) de recuperar el control de este
bastión que se encuentra en manos de la izquierda desde 1997. Sin
proponérselo, Mancera está siendo el mejor cómplice de esta estrategia
del PRI.
Hasta ahora el PRD había mantenido el control de la capital gracias a
que Andrés Manuel López Obrador (2000-2006) y Marcelo Ebrard (2006-2012)
lograron convertirse en aglutinadores y jefes de facto de las fuerzas
políticas de la izquierda en la capital, pese a la ferocidad de las
tribus internas. De alguna forma encontraron la manera de respetar la
diversidad y generar los acuerdos para convivir bajo un liderazgo común.
Y no se trató sólo de una estrategia política para impedir la
infiltración de las bases priistas en el tejido de organizaciones
metropolitanas. Fue la parte medular para lograr un gobierno
relativamente eficaz durante cerca de 15 años. La recuperación del
Centro Histórico, por ejemplo, es impensable sin la capacidad para
negociar con las organizaciones de vendedores ambulantes, por ejemplo.
El pésimo manejo de la tragedia del Heaven no es un evento aislado;
refleja el inicio de una fractura con aliados que resultan vitales (en
este caso Tepito) para el buen gobierno de la ciudad.
Mancera no sólo está en camino de convertirse en una decepción. Podría
ser al caballo de Troya, voluntario o involuntario, para la recuperación
por parte del PRI de la Ciudad de México. El trabajo de zapa ya ha
comenzado.
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