09 junio, 2013

Mancera y Peña Nieto, ¿inicia la decepción?

O P I N I Ó N 
J O R G E   Z E P E D A   P A T T E R S O N 
Mancera y Peña Nieto, ¿inicia la decepción?


Ambos están a seis meses de haber arrancado, ambos generaron grandes expectativas, Enrique Peña Nieto por el regreso del "oficio" a Los Pinos, Miguel Ángel Mancera por su enorme margen de triunfo; ambos exhiben los primeros síntomas de que su luna de miel ha quedado atrás (no entre ellos, aunque más de algún lector suspicaz así podría pensarlo). ¿Hasta qué punto sería justo decir que comienzan los primeros síntomas de un Presidente y un Jefe de Gobierno en proceso de convertirse en decepción?

De los dos, me parece que Mancera es el que ha enseñado el cobre más pronto. Entre otras razones porque a diferencia de Peña Nieto no ha sabido aglutinar a las distintas fracciones de su partido. Más bien todo lo contrario. Hizo una alianza precaria con Los Chuchos, (Jesús Zambrano y Jesús Ortega) quienes controlan la dirigencia del PRD, pero se alejó del resto de las fuerzas de la izquierda, comenzando con el propio Marcelo Ebrard.

Para ser justos con Mancera habría que reconocer que nunca fue el candidato de Ebrard, quien de manera obtusa insistió en encumbrar a su tesorero Mario Delgado. Sin embargo, una vez en el poder Mancera tenía todo a su favor para restañar heridas y hacer mancuerna con su ex jefe. Después de todo, fue Ebrard quien lo promovió a la primera línea de su gabinete. Pero Mancera hizo todo lo contrario: dio la espalda a los equipos de Marcelo y se echó en brazos de Peña Nieto. Por otro lado, se enfrentó a René Bejarano por el control de la Asamblea, y aunque logró imponerse en una victoria pírrica, acabó más aislado que nunca.

El principal error de Mancera es haber entregado su manejo de comunicación social a una fracción periodística que está reñida con buena parte de los medios de información de la ciudad. El Jefe de Gobierno se echó en las espaldas rencillas viejas entre periodistas y medios de comunicación, que le resultaban ajenas, pero que le han cargado la factura.

Hasta hace algunas semanas su equipo ignoraba estas señales cegados por el buen comportamiento de su jefe en las encuestas de popularidad. Pero en la primera crisis de información real, la desaparición de los jóvenes de Tepito en el Heaven de la Zona Rosa, la figura de Mancera se ha desmoronado. Las pésimas relaciones de su gente de comunicación con muchos medios y los errores en el manejo de la crisis han puesto en verdadero aprieto al Alcalde de la Ciudad de México. Indeciso, mentiroso, débil, carente de oficio, son algunos de los apelativos que han circulado profusamente en columnas y noticieros en los últimos días.

El tema va más allá de una crisis momentánea. El telón de fondo tienen que ver la enorme batalla que se avecina entre el PRD y el PRI por la Ciudad de México. El tricolor no esconde su intención (y está en todo su derecho, como partido político que es) de recuperar el control de este bastión que se encuentra en manos de la izquierda desde 1997. Sin proponérselo, Mancera está siendo el mejor cómplice de esta estrategia del PRI.

Hasta ahora el PRD había mantenido el control de la capital gracias a que Andrés Manuel López Obrador (2000-2006) y Marcelo Ebrard (2006-2012) lograron convertirse en aglutinadores y jefes de facto de las fuerzas políticas de la izquierda en la capital, pese a la ferocidad de las tribus internas. De alguna forma encontraron la manera de respetar la diversidad y generar los acuerdos para convivir bajo un liderazgo común. Y no se trató sólo de una estrategia política para impedir la infiltración de las bases priistas en el tejido de organizaciones metropolitanas. Fue la parte medular para lograr un gobierno relativamente eficaz durante cerca de 15 años. La recuperación del Centro Histórico, por ejemplo, es impensable sin la capacidad para negociar con las organizaciones de vendedores ambulantes, por ejemplo.

El pésimo manejo de la tragedia del Heaven no es un evento aislado; refleja el inicio de una fractura con aliados que resultan vitales (en este caso Tepito) para el buen gobierno de la ciudad.

Mancera no sólo está en camino de convertirse en una decepción. Podría ser al caballo de Troya, voluntario o involuntario, para la recuperación por parte del PRI de la Ciudad de México. El trabajo de zapa ya ha comenzado.

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