¿No que había
llegado el momento de enfrentar a los poderes fácticos? ¿No que ahora
sí –en el contexto del Pacto– la clase política iba a formar un frente
común para fortalecer la capacidad regulatoria del Estado? ¿No que por
fin se iban a recuperar los territorios políticos y económicos
colonizados por las televisoras? Pues la posposición del llamado "apagón
analógico" en Tijuana en días recientes demuestra todo lo contrario.
Demuestra el doblegamiento. Evidencia la evasión. Subraya la
claudicación. Sugiere que el Gobierno de Enrique Peña Nieto, en lugar de
apretar el puño, acabó doblando las manos.
Porque resulta insólito –como lo ha sugerido la experta en
telecomunicaciones Irene Levy– que se haya pospuesto una medida
modernizadora prevista, tan sólo para defender a los 14 mil hogares que
se quedaron sin televisión. La respuesta está en otra parte. Tiene que
ver con el Instituto Electoral de Baja California que, sospechosamente,
involucra al Instituto Federal Electoral pidiendo que se suspenda el
apagón hasta después de la jornada electoral que se avecina. Tiene que
ver con la sumisión de la Cofetel que acepta la petición. Tiene que ver
con un Instituto Federal Electoral dividido y débil. Tiene que ver –en
el fondo– con televisoras que todavía logran doblegar, chantajear,
posponer, manipular. Con la anuencia del Presidente.
Ese mismo Presidente que en un excelente discurso pronunciado ante la
Canitec habló de eficiencia, productividad, regulación asimétrica y
competencia en el sector de las telecomunicaciones y la televisión.
Aplaudió el apagón analógico y la transición a la televisión digital en
Tijuana. Celebró que los tijuanenses disfrutaran ahora de una mejor
alternativa en su servicio de televisión. Prometió la instalación de una
ventanilla de atención para el 7 por ciento de la población que no
contaba aún con un decodificador para disfrutar los beneficios del
apagón analógico. Todo bien hasta allí.
Hasta que las televisoras comenzaron a denostar el apagón analógico y se
erigieron en "defensoras heroicas" de los 14 mil hogares que se
quedaron fuera de la transición programada. Hasta que el Secretario de
Comunicaciones y Transportes –siguiendo órdenes del Presidente,
presumiblemente– pidió a la Cofetel postergar el apagón en Tijuana hasta
después de las elecciones. Hasta que la Cofetel obedeció la orden.
Hasta que el propio IFE se hizo cómplice del proceso. Hasta que quedó
claro quién en realidad mandaba.
Las televisoras que no quieren enfrentar las dos cadenas de televisión
digital en puerta, que implicarán mayor competencia por la publicidad.
No quieren enfrentar la inversión extranjera que la digitalización
traerá consigo. No quieren aceptar el hecho de que con la reforma
aprobada, habrá mayor penetración de Internet y menor atención dedicada a
la televisión. En pocas palabras, el tema principal es el mantenimiento
del negocio, la prolongación de las ganancias, la perpetuación de la
situación privilegiada que poseen, ad infinitum. El objetivo es frenar,
parar, descarrilar.
Y el asunto del apagón analógico en Tijuana es poca cosa en relación al
objetivo mayor. Primordial. Crucial. Asegurar que la reforma
constitucional en el tema de las comunicaciones no sea instrumentada tal
y como ha sido concebida. Que la competencia real con beneficios para
el consumidor y el ciudadano no ocurra. Que la estrategia de
telecomunicaciones y televisión la siga dictando el despacho jurídico de
Televisa y sus voceros. El affair Tijuana es apenas el preludio de lo
que vendrá; de todo aquello que las televisoras estarán dispuestas a
hacer para mantener su tajada del pastel, su cacho de las concesiones,
la política de privilegios que gobierno tras gobierno les ha concedido.
Por ello no sorprende que el presidente del PAN critique la posposición
del apagón analógico, que cuestione al IFE, que ponga en tela de juicio a
la Cofetel. Tiene razón cuando dice que estas instituciones "toman
demasiado en cuenta la opinión de las televisoras en casi todas sus
decisiones". Y el PAN y el PRD quedan atrapados entre las pinzas de un
Pacto que comienza a desvirtuarse, que empieza a desmoronarse, que ya
releva sus límites y están en Avenida Chapultepec y el Camino al Ajusco.
Allí donde se toman las decisiones diarias sobre qué, cómo, a qué hora y
en beneficio de quién se usa y se comercializa y se manipula un bien
público que es el espectro radioeléctrico.
Y el responsable de que ello siga ocurriendo tiene nombre y apellido. Se
llama Enrique Peña Nieto. Un Presidente que tan sólo el día anterior
había declarado que el inicio de la televisión digital no tenía "marcha
atrás". El que aceptó la petición del Instituto Electoral de Tijuana, y
la conminación de la SCT a la Cofetel, y la anuencia del IFE. El que
sucumbió a la presión de las televisoras. Con ello está demostrando algo
muy preocupante: a las televisoras se les toca con la redacción de un
documento pero no con la instrumentación de una reforma. Y ellas, por su
parte, están dispuestos a decir "sí" pero jamás aceptarán "cuándo". |
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