Enrique,
Gregorio y Luis apenas cupieron en el más profundo de los sótanos de la
torre B-2 de Pemex cuando entraron a ajustar los pilotes que previenen
que el gigantesco edificio se incline.
Para cualquier observador el sitio era inhóspito, de techo bajo, mínimo
para no golpearse la cabeza, profundamente oscuro y con paredes lisas de
cemento, pero para los tres trabajadores de Conservación de Pilotes de
Control S.A. (Copicosa) era su lugar habitual de trabajo.
De acuerdo con el peritaje oficial de la tragedia que mató a 37
personas, en ese sótano se había acumulado gas por fugas en la tubería
que daba servicio a la torre B-2 del complejo de Petróleos Mexicanos
sobre la avenida Marina Nacional de la Ciudad de México (hay varios
edificios de Pemex en la zona, muchos de ellos interconectados por un
subsuelo que –vaya ironía– hace décadas solía albergar una empresa
gasera).
El dictamen oficial donde se compendian las opiniones nacionales e
internacionales de quienes analizaron la zona siniestrada concluye que
alguno de los tres trabajadores de Copicosa encendió un cigarrillo o
hizo alguna conexión eléctrica que generó una chispa. Esa chispa se
encontró con la cantidad de gas acumulada y voló tres pisos del
edificio. Murieron los tres.
La investigación marca que Copicosa omitió medir los niveles de gas en
el sótano, cosa que se debe hacer siempre como medida básica de
seguridad industrial. Nadie sabía que aquel sótano se había convertido
en una potencial arma destructora.
Una doble negligencia –la fuga y la chispa– que el 31 de enero de este
año, faltando aproximadamente 15 minutos para las cuatro de la tarde,
derivó en el fallecimiento de 37 y dejó heridas en más de 100 personas.
Desde un inicio, peritos de las secretarías de la Defensa Nacional,
Marina y Seguridad Pública, así como de la Procuraduría General de la
República analizaron la tragedia. La indagatoria se la quedó la PGR,
primero en manos del entonces subprocurador Alfredo Castillo (hoy
titular de la Profeco) y luego recayó en personas de la mayor confianza
del procurador Jesús Murillo Karam.
En la víspera de la visita de Barack Obama a México, el prestigiado The
New York Times publicó que miembros de la Agencia para el control del
Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en
inglés) fueron segregados de la investigación oficial mexicana cuando
abanderaron la hipótesis de que la explosión era un bombazo. En la PGR
desestimaron la publicación argumentando que la ATF, en contra de todos
los demás peritos nacionales y extranjeros, quiso "empujar" lo del
atentado porque eso convenía a sus intereses injerencistas.
Saciamorbos
Retraso sorprendente, inusual, en la emisión del calendario escolar del
ciclo entrante, 2013-2014. Quizá tenga que ver con que, por vez primera
en muchos años, vendrá firmado sólo por el titular de la Secretaría sin
la rúbrica de la máxima autoridad sindical al lado. Prometen que en dos
semanas se divulga. |
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