10 junio, 2013

¿Seguirá ardiendo el infierno turco?


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Tras un fin de semana con Turquía empantanada, el lunes es una prueba de evaluación de la furia ciudadana. "Es época de exámenes. Los universitarios irán corriendo a acabar los suyos en el menor tiempo posible y volverán a Taksim para proteger el parque Gezi", aseguraba Kivanç la madrugada del lunes. A esa hora, un grupo de manifestantes se retiraba de las barricadas: «Vamos a descansar para tomar el próximo relevo».

Durante la noche del domingo el 'hashtag' #genelgrevedavet (Invitación a la Huelga General) coronaba la lista de 'trending topics' turcos en Twitter. En Turquía, un país en el que las huelgas generales no están permitidas, un hecho así supondría un desafío ciudadano sin precedentes en la historia. Quieran o no, con el centro de Estambul inhabilitado para el transporte, el lunes será más difícil de lo habitual llegar al trabajo.

En Ankara, la capital del país, no están las cosas más tranquilas. Las virulentas cargas del domingo, que dejaron decenas de heridos, han enfurecido a los manifestantes. Kizilay, la plaza central de la ciudad, fue campo de batalla hasta altas horas de la noche. Sus fatales consecuencias tampoco hacen presagiar que, en el tuétano de la República de Turquía, las cosas vuelvan a su cauce con la vuelta a la semana laboral.

El centro de Estambul está cerrado a cal y canto. Decenas de barricadas pertrechadas con vallas, postes, jardineras y hasta vehículos destrozados dibujan un paisaje jamás visto allí en la historia. En el barrio de Besiktas, más de 500 policías tuvieron que emplearse a fondo para avanzar posiciones y llegar al estadio de fútbol. Tras ellos, las excavadoras trabajaban a destajo para desmontar las defensas de los manifestantes.

En Taksim, numerosos vehículos policiales yacen bocabajo o carbonizados. Los manifestantes acusan a agentes infiltrados de incendiar los coches. "Esto no son más que provocaciones", lamenta un joven participante en las protestas. Provocación. Es la palabra más oída después de «dimisión». La segunda no está en la cabeza del Primer Ministro Erdogan; la primera, dicen los indignados turcos, es constante en su boca.

Tras ningunear a los manifestantes durante 36 horas, el primer ministro tomó la palabra el sábado para acusarles de estar manipulados por extremistas. El domingo, con las calles de Ankara, Estambul y Esmirna ungidas en fuego, el ‘premier’ confirmó, en una entrevista televisiva, que su plan seguía siendo destruir el parque de Gezi, el bosquecito de tres hectáreas cuya protección derivó en los disturbios.

Provocaciones de Erdogan

Según reflejaba la agenda del gobierno de Marruecos, Rabat espera para el lunes la visita del primer ministro de Turquía. Tayyip Erdogan, cuyo nombre aparece hoy en miles de paredes del país acompañado de la palabra "istifa" (dimite), subiría un grado más su desconsideración con los manifestantes. Esto sería lo contrario del sosiego y la moderación solicitados por su colega, el presidente Abdullá Gul.

La ristra de provocaciones de Erdogan, según entienden los manifestantes, ha contribuido a extender las protestas. Sumadas a la brutales cargas policiales sufridas, han contribuido a que el magma social siga saliendo a borbotones del volcán. "Sólo Dios sabe cómo va a acabar. Nosotros seguiremos luchando", aseguraba el domingo Sait, miembro del Çarsi, la afición más radical del equipo de fútbol del Besiktas.

"Hoy no podemos ver cómo acabará esto, pero lo ocurrido ya es un hito para la política doméstica turca", razona Güven Gürkan Öztan, profesor de Relaciones Internacionales de la Universidad de Estambul. "A partir de hoy a Erdogan le va a ser imposible mantener la tendencia política exhibida hasta la fecha", asegura, recordando cruzadas recientes contra el alcohol, el derecho al aborto o las 'actitudes públicas indecorosas'.

El estilo autoritario e islamista del líder turco tiene para él y su formación política, el Partido para la Justicia y el Desarrollo (AKP) una justificación democrática: gobierna con el 49’83% de los votos y 327 de 550 escaños en el Parlamento. "Pero la oposición se ha unido y heterogeneizado", advierte el profesor Gürkan Öztan. Y esta unión es un 50’17%.

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