14 junio, 2013

¿Verdad que ya empezó a desaparecer la euforia por la visita de Xi Jinping? No duró ni la víspera

Ángel Verdugo
La realidad de nuestra economía hace ver mal a “la grandeza mexicana”. 
¿Verdad que ya empezó a desaparecer la euforia por la visita de Xi Jinping? No duró ni la víspera
He comentado, en no pocas ocasiones, aquí como en Dinero, la inutilidad de querer desaparecer o modificar la realidad con el viejo y desgastado recurso del voluntarismo y los buenos deseos.
La realidad (“Cómo jode esa señora”, dijo alguien por ahí), en un país con tantos problemas estructurales como México, es imposible desaparecerla o modificarla así; si bien las reformas estructurales son obligadas e impostergables diría Gurría, solas no bastan. Hay que hacer muchas cosas más para que rindan al máximo y con base en ello, construir un mejor país.
La visita de Xi Jinping, generó un gran interés dirían los cursis; sin embargo, pocos días después la visita de aquél pasó al olvido. Fue, para utilizar la expresión coloquial, mucho ruido y no hubo nueces. Sin embargo, si usted revisó los tres o cuatro periódicos que marcan pauta en la opinión que cuenta en el mundo, los reflectores estuvieron centrados en la reunión que los presidentes Barack Obama y Xi Jinping sostuvieron en un rancho en California.

Los temas discutidos, y el carácter franco y directo que a las conversaciones sostenidas les imprimieron ambos, dieron “la nota”; la visita a México, Costa Rica y a Trinidad y Tobago fue, como dicen, sólo para aprovechar el viaje. La visita a Estados Unidos “fue la visita”; lo otro, relleno.
Si usted es de los que lee The Economist, Fortune y Time entre otras revistas, pudo encontrar en sus últimos ejemplares notas y análisis muy completos acerca de la República Popular China. Lo que ahí se plantea, duele decirlo pero es verdad, no incluye a México.
En pocas palabras, la realidad de nuestra economía hace ver mal a “la grandeza mexicana”; la realidad, es muy diferente a la que pretendemos vender aquí.
Tenemos poco más de un cuarto de siglo de apertura económica, y prácticamente 20 de la entrada en vigor del TLCAN; luego entonces, ¿por qué nuestro peso específico en la arena internacional es, si no nulo, casi nulo? ¿Qué dejamos de hacer bien, o qué no hemos hecho bien pues lo seguimos haciendo mal? ¿Cómo es posible que desde la debacle que casi nos cuesta el país en el lustro 1982-1987, no hayamos podido responder clara y objetivamente esas preguntas?
¿Qué es, dado el atraso evidente no pocas veces ofensivo, que hace que los partidos sigan designando como sus candidatos al Congreso de la Unión y a los congresos locales, personas cuyo rasgo distintivo es la ignorancia supina acerca de los cambios registrados en el mundo desde hace casi 60 años?
¿Cómo esperar que los que todo ignoran de los grandes procesos transformadores en el mundo, propongan cambios legislativos que nos harían avanzar y modernizarnos para detener el crecimiento de la brecha que nos separa de aquellos que sí empezaron a cambiar desde los años 60 del siglo pasado?
Por favor, dejemos de lado la ingenuidad y las ilusiones juveniles; entendamos y aceptemos que con ese material humano en el Poder Legislativo, muy difícilmente algo bueno podrá salir. Si tanta admiración les causó el visitante chino y los avances que su país ha logrado en poco más de 30 años, ¿por qué no investigan qué fue lo que debieron hacer para ello?
Por desgracia, es la norma, en México todo es efímero; prácticamente nada rebasa las 72 horas de atención. Hoy, la preocupación no es cómo vamos a exportar a China Popular diez veces más que en el 2012, sino algo más importante: ¿Calificará la selección nacional de football?

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