11 mayo, 2015

EMILIO J. CÁRDENAS. José Mujica pone en aprietos a "Lula"

 
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Durante la presentación de un libro de corte biográfico sobre él mismo, con un título llamativo: "Una oveja negra al poder", escrito por dos periodistas orientales: Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, Mujica incriminó directamente a "Lula" con la corrupción que existe en el gobierno de Brasil.   
 
Siempre he insistido que en América Latina los gobiernos de izquierda son claramente los más proclives a caer en la corrupción. Extendida, además. Los hechos parecerían ciertamente estar dándome la razón. Los graves casos de corrupción que hoy afectan a la Argentina, al Brasil y a Chile se han sumado a los más notorios de: Bolivia, Ecuador y Venezuela, colonizados por el marxismo.
 
El siempre peculiar -e ineficiente- ex presidente uruguayo, José Mujica, sigue siendo popular, aunque ahora esté enfermo de una infección frecuente. La de la verborragia. Tan es así, que -quizás inadvertidamente- Mujica acaba de saltar, él mismo, al ruedo de los acusadores. Con estrépito.
 
Quizás sea por esa imprudente inclinación -siempre peligrosa- que ahora Mujica parece tener un vértigo que lo impulsa a hablar sin parar. Y a “mandarse la parte”. Lo que supone naturalmente el riesgo de hablar de más, tanto respecto de propios, como de ajenos. Sea sobre su país o sobre el mundo, en general. “Filosofando”, presuntamente. Lo que, en el caso de Mujica, incluye divagues de todo tipo que suelen sumarse a sus mensajes.
 
Durante la presentación de un libro de corte biográfico sobre él mismo, con un título llamativo: “Una oveja negra al poder”, escrito por dos periodistas orientales: Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, Mujica incriminó directamente a “Lula” con la corrupción que existe en el gobierno de Brasil. Sin rodeos. Afirmando -muy suelto de cuerpo- que el propio “Lula” le habría dicho que, en Brasil, “la única manera de gobernar” es sobornando a los legisladores para que voten los proyectos de ley. Práctica corrupta extendida, conocida despectivamente como “mensalao”, que ya ha enviado a la cárcel a varios ex funcionarios, políticos y empresarios brasileños. Y que ha llenado de serias sospechas al propio ex presidente “Lula” y a la actual presidente de Brasil, Dilma Rousseff.
 
Su osado e imprudente comentario provocó, como era de suponer, una reacción en Brasil, donde ya se pide que se convoque a “Lula” a ser investigado. Sin más demoras. Como debiera ser.
 
Visiblemente afligido por su tremenda “metida de pata”, Mujica está tratando de “desdecirse”. Lo que nunca es fácil. Pero el daño ya está hecho, confirmando las sospechas de muchos respecto de la conducta de “Lula”, que evidentemente conocía los pagos ilegales que se hicieron durante su gestión con la participación de algunas figuras centrales de su propio partido político. Y continuó, de paso, tirando barro “al voleo”. Como cuando, refiriéndose a José Dirceu, señaló “para mí no es un delincuente. Estará condenado, pero es un formidable luchador”. A lo que -contradictorio- agregó, cual insólito juez: “”Lula” no es un corrupto”.
 
Lo cierto es que la inesperada “bomba” que arrojó el ex presidente oriental ya explotó. Quizás Mujica haya sido incauto. Quizás haya simplemente “hablado de más”. Pero lo dicho es historia. La acusación es quizás algo indirecta, pero es de una pesada y enorme gravedad. Y hasta supone una traición a la confianza que en él había depositado –equivocadamente- “Lula”. Para peor, Mujica ha dicho además que las afirmaciones de “Lula” se hicieron también en presencia de Danilo Astori.
 
La imagen de “Lula”, que estaba golpeada y desteñida, acaba de recibir un verdadero piedraza de proporciones, curiosamente lanzado por un presunto “amigo” y correligionario en la izquierda regional. Para muchos, un “héroe”. Para otros, un hombre que -a su manera- logró impunidad total respecto de los crímenes (de lesa humanidad) en los que, desde la guerrilla, Mujica pudo haber participado de alguna manera durante el “conflicto armado interno” que afectara al Uruguay en la década de los 70.
 
La lengua suelta, queda visto, es un arma que puede ser letal. Particularmente cuando está en manos de aquellos que, como Mujica, añorando el poder que ya perdieron, buscan mantener algún protagonismo público.
 
Ocurre que Mujica, increíblemente, mantiene su ambición de poder regresar a la presidencia del Uruguay, después de completado que sea el nuevo mandato presidencial de Tabaré Vázquez. Cuando haya cumplido nada menos que 85 años. Parece una ilusión. Pero es, en rigor, una ambición tan desubicada como peligrosa. En muchos sentidos.
 
Gracias a Dios, Mujica esta vez no justificó a “Lula” repitiendo la tan difundida como desgraciada frase, que ha sido la “menos uruguaya” (porque el Uruguay es un país generalmente reconocido como muy respetuoso del derecho) jamás pronunciada por un presidente oriental. Me refiero a aquello de que: “lo político tiene preeminencia sobre lo jurídico”. Pero, seamos sinceros, ella está de alguna manera implícita en sus extraños e imprudentes dichos.  
 
Emilio J. Cárdenas  
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas. 

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