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Siempre he
insistido que en América Latina los gobiernos de izquierda son
claramente los más proclives a caer en la corrupción. Extendida, además.
Los hechos parecerían ciertamente estar dándome la razón. Los graves
casos de corrupción que hoy afectan a la Argentina, al Brasil y a Chile
se han sumado a los más notorios de: Bolivia, Ecuador y Venezuela,
colonizados por el marxismo.
El siempre peculiar -e ineficiente- ex presidente uruguayo, José
Mujica, sigue siendo popular, aunque ahora esté enfermo de una infección
frecuente. La de la verborragia. Tan es así, que -quizás
inadvertidamente- Mujica acaba de saltar, él mismo, al ruedo de los
acusadores. Con estrépito.
Quizás sea por esa imprudente inclinación -siempre peligrosa- que
ahora Mujica parece tener un vértigo que lo impulsa a hablar sin parar. Y
a “mandarse la parte”. Lo que supone naturalmente el riesgo de hablar
de más, tanto respecto de propios, como de ajenos. Sea sobre su país o
sobre el mundo, en general. “Filosofando”, presuntamente. Lo que, en el
caso de Mujica, incluye divagues de todo tipo que suelen sumarse a sus
mensajes.
Durante la presentación de un libro de corte biográfico sobre él
mismo, con un título llamativo: “Una oveja negra al poder”, escrito por
dos periodistas orientales: Andrés Danza y Ernesto Tulbovitz, Mujica
incriminó directamente a “Lula” con la corrupción que existe en el
gobierno de Brasil. Sin rodeos. Afirmando -muy suelto de cuerpo- que el
propio “Lula” le habría dicho que, en Brasil, “la única manera de
gobernar” es sobornando a los legisladores para que voten los proyectos
de ley. Práctica corrupta extendida, conocida despectivamente como
“mensalao”, que ya ha enviado a la cárcel a varios ex funcionarios,
políticos y empresarios brasileños. Y que ha llenado de serias sospechas
al propio ex presidente “Lula” y a la actual presidente de Brasil,
Dilma Rousseff.
Su osado e imprudente comentario provocó, como era de suponer, una
reacción en Brasil, donde ya se pide que se convoque a “Lula” a ser
investigado. Sin más demoras. Como debiera ser.
Visiblemente afligido por su tremenda “metida de pata”, Mujica está
tratando de “desdecirse”. Lo que nunca es fácil. Pero el daño ya está
hecho, confirmando las sospechas de muchos respecto de la conducta de
“Lula”, que evidentemente conocía los pagos ilegales que se hicieron
durante su gestión con la participación de algunas figuras centrales de
su propio partido político. Y continuó, de paso, tirando barro “al
voleo”. Como cuando, refiriéndose a José Dirceu, señaló “para mí no es
un delincuente. Estará condenado, pero es un formidable luchador”. A lo
que -contradictorio- agregó, cual insólito juez: “”Lula” no es un
corrupto”.
Lo cierto es que la inesperada “bomba” que arrojó el ex presidente
oriental ya explotó. Quizás Mujica haya sido incauto. Quizás haya
simplemente “hablado de más”. Pero lo dicho es historia. La acusación es
quizás algo indirecta, pero es de una pesada y enorme gravedad. Y hasta
supone una traición a la confianza que en él había depositado
–equivocadamente- “Lula”. Para peor, Mujica ha dicho además que las
afirmaciones de “Lula” se hicieron también en presencia de Danilo
Astori.
La imagen de “Lula”, que estaba golpeada y desteñida, acaba de
recibir un verdadero piedraza de proporciones, curiosamente lanzado por
un presunto “amigo” y correligionario en la izquierda regional. Para
muchos, un “héroe”. Para otros, un hombre que -a su manera- logró
impunidad total respecto de los crímenes (de lesa humanidad) en los que,
desde la guerrilla, Mujica pudo haber participado de alguna manera
durante el “conflicto armado interno” que afectara al Uruguay en la
década de los 70.
La lengua suelta, queda visto, es un arma que puede ser letal.
Particularmente cuando está en manos de aquellos que, como Mujica,
añorando el poder que ya perdieron, buscan mantener algún protagonismo
público.
Ocurre que Mujica, increíblemente, mantiene su ambición de poder
regresar a la presidencia del Uruguay, después de completado que sea el
nuevo mandato presidencial de Tabaré Vázquez. Cuando haya cumplido nada
menos que 85 años. Parece una ilusión. Pero es, en rigor, una ambición
tan desubicada como peligrosa. En muchos sentidos.
Gracias a Dios, Mujica esta vez no justificó a “Lula” repitiendo la
tan difundida como desgraciada frase, que ha sido la “menos uruguaya”
(porque el Uruguay es un país generalmente reconocido como muy
respetuoso del derecho) jamás pronunciada por un presidente oriental. Me
refiero a aquello de que: “lo político tiene preeminencia sobre lo
jurídico”. Pero, seamos sinceros, ella está de alguna manera implícita
en sus extraños e imprudentes dichos.
Emilio J. Cárdenas
Ex Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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