27 mayo, 2012

¿Murió el viejo?


¿Murió el viejo?

- Peña Nieto anuncia el nacimiento de un nuevo PRI bajo su tutela.
- La restauración del viejo régimen, con AMLO, no con el tricolor.

Ricardo Alemán
 
Si hacemos caso al discurso pronunciado por Enrique Peña Nieto en la sede nacional del PRI, podríamos decir que no sólo el viejo partido tricolor ha muerto, sino que estaríamos ante el inicio de la cuarta etapa del tricolor.

Sin embargo, una cultura política como la del PRI —que no sólo vive en sus gobiernos, sino que se metió en la médula de toda la clase política— no se acabará por decreto, tampoco por un deseo y, menos, por un discurso como el de Peña Nieto.

En realidad, el discurso debe ser entendido como un buen intento por responder —y contener— a la ola de críticas respecto del eventual regreso del viejo régimen autoritario, corrupto, antidemocrático y depredador.


Y es que seguramente muchos ciudadanos —sobre todo de a pie—, han escuchado la consigna de que Peña Nieto significa “la restauración” del viejo régimen. Y a esa acusación parece responder con un discurso que pudiera ser el más importante de su campaña. ¿Pero qué fue lo que dijo? Lo resumimos en siete puntos.


El mensaje


1.- Peña Nieto dijo que en el proyecto que encabeza “no hay lugar para la corrupción, el encubrimiento y mucho menos para la impunidad”.

2.- Pidió a gobernadores, alcaldes y legisladores del PRI “desempeñarse honestamente y practicar con el ejemplo”.

3.- Y advirtió: “les digo muy claro, tienen una enorme responsabilidad y no le podemos fallar a los mexicanos”.

4.- Pero fue más allá. “A todos los que ejercen un cargo público les pido responsabilidad, honestidad, transparencia y resultados”.

5.- El proyecto del PRI —que encabeza Peña Nieto— “no debe estar inspirado en la nostalgia del ayer”.

6.- “Y quien no lo asuma así, quien no esté dispuesto a comprometerse con la democracia, la libertad y la transparencia, simplemente no tiene cabida en este proyecto”.

7.- “Este es el tiempo de comprometernos de frente y para siempre con los principios esenciales de nuestra democracia, en un compromiso firme con las libertades de los mexicanos”.


¿Cómo debemos entender el mensaje de Peña Nieto?


¿Nace el nuevo PRI?


Está claro que para los malquerientes —y para la señora Josefina y el señor Andrés— no se trata más que de un discurso retórico, ejemplo de la demagogia del viejo PRI. Sin embargo, está claro que presenciamos un conjunto de mensajes que van tanto al interior del partido tricolor como a distintos destinatarios localizados entre los potenciales votantes.


Primero, y acaso el mensaje más importante —en nuestra opinión— es que ante el priismo en pleno, Peña Nieto no sólo se asumió como el ganador de la contienda presidencial, sino como el jefe real del PRI y del gobierno por venir. Es decir, que el candidato del tricolor advirtió a gobernadores, alcaldes y jefes del Congreso sobre el fin de los feudos, cacicazgos y territorios exclusivos. ¿Podrá Peña Nieto contra 20 gobernadores y contra los poderosos jefes del Congreso?


Segundo, que el PRI bajo el liderazgo de Peña, y el eventual gobierno bajo su responsabilidad, no darán la cara por ningún pillo del pasado priista. En otras palabras, que el gobierno federal y la sociedad, en general, podrán perseguir a cualquiera de los gobernadores o ex priistas destacados, porque el PRI de Peña Nieto no meterá las manos al fuego por ellos.


Esa parte del discurso tiene líneas de convergencia con el legendario mensaje de Luis Donaldo Colosio, pronunciado días antes de su muerte. En los dos casos, los presidenciales ofrecen, ante el PRI y ante la sociedad en general, un cambio radical del partido tricolor. Colosio no logró llegar siquiera al final de la campaña. Peña Nieto es el muy probable ganador.


Tercero, que luego de “pintar su raya” frente al PRI, Peña manda el mensaje a la sociedad en general y, en particular, a los potenciales votantes, de que él no piensa encarnar “la restauración del viejo régimen”.


El mensaje va directo a los malquerientes de Peña Nieto y a los grupos a los que se les ha vendido la idea de que el mexiquense es la representación del diablo.


Según el candidato tricolor, el suyo sería —de resultar ganador— un gobierno democrático. Y lo cierto es que los sembradores de odio pueden morderse la lengua —“y el dedo chiquito”, si así les place—, pero de resultar ganador —el 1 de julio—, el PRI habrá recorrido toda la ruta democrática para acceder al poder. Y por tanto, puede acreditar que es un partido democrático.


Pero el asunto va mucho más allá. Resulta que en sus procesos internos de selección de candidatos, hoy el PRI es más democrático que, por ejemplo, algunas de las groseras empresas familiares que apoyan a AMLO. En efecto, si lo analizan con seriedad, sin pasión y dejando los insultos de lado, verán que es más democrático el PRI nacional que el PRD, el PT y Movimiento Ciudadano.


¿Retórica o buenas intenciones?


Y cuarto punto, que el mensaje de Peña Nieto es una vacuna contra los escándalos por venir. De ahora en adelante, cualquier otro gobernador tricolor que sea encontrado culpable de tal o cual ratería, será tirado en el camino, ya que el PRI de Peña Nieto, según el propio candidato presidencial, nada tiene que ver con los pillos del pasado.


Pero más allá de filias y fobias de priistas y antipriistas, lo cierto es que ante un mensaje como el de Peña Nieto los ciudadanos no tienen mucho para dónde moverse. Es decir, confían y le dan el beneficio de la duda —con el altísimo riesgo de ser engañados y resultar decepcionados—, o de plano no le creen y votan por otra alternativa.


En todo caso, el tiempo dirá si Peña era un estadista y un demócrata o si, en el ejercicio del gobierno, termina como uno más de los grandes farsantes de la historia electoral mexicana. Al final, lo importante es que de eso se tratan los procesos electorales: de confiar, o no, a partir de las evidencias públicas.


Ciudadanos, dueños de su futuro


Sin embargo, y más allá de lo que al final de cuentas haga Peña, lo cierto es que es un despropósito, una verdadera “jalada de los pelos”, suponer que el triunfo de Peña Nieto es sinónimo de la restauración del viejo régimen. Suponer esa estupidez sería igual, por ejemplo, a creer que la sociedad mexicana, los potenciales votantes y electores, son los mismos de hace diez, 15 o 20 años.


Sería como creer que las instituciones, las mentalidades, la experiencia electoral y la práctica democráticas no le han servido de nada a ciudadanos y electores. Y les guste o no a los que alucinan al PRI, la sociedad mexicana tiene la madurez suficiente como para impedir el regreso del viejo régimen; regreso que, por cierto, no está en el triunfo de Peña Nieto, sino en la potencial victoria de López Obrador

No hay comentarios.: