25 marzo, 2008

El enfrentamiento de Gran Bretaña con la ley islámica

por Daniel Pipes

Bajo la superficie engañosamente tranquila de la vida cotidiana, la población británica se encuentra inmersa en un enfrentamiento trascendental con el islam. Tres sucesos de la pasada semana, poniendo el colofón cada uno de ellos a una tendencia que viene de años – y no solamente algún suceso casual -- ejemplifican los cambios que hay en marcha.

En primer lugar, el gobierno del Reino Unido ha decidido que el terrorismo cometido por musulmanes en nombre del islam en realidad no guarda ninguna relación con el islam, o incluso es anti islámico. Esta noción echó raíces en el 2006 cuando la Oficina de Exteriores, temerosa de que el término "guerra contra el terror" pudiera desatar las pasiones de los musulmanes británicos, buscó un lenguaje que "respete los valores compartidos como medio de hacer frente a los terroristas". A principios de 2007, la Unión Europea difundía un manual clasificado que prohibía jihad, islámico, y fundamentalista en referencia al terrorismo, ofreciendo en su lugar algunos términos "no ofensivos". El pasado verano, el Primer Ministro Gordon Brown prohibía a sus ministros utilizar la palabra musulmán en relación con el terrorismo. En enero, la Secretario de Interior Jacqui Smith iba más lejos, describiendo en la práctica el terrorismo como "anti islámico". Y la semana pasada, la Oficina de Interior remataba la confusión difundiendo un manual de términos de contraterrorismo que da órdenes a los funcionarios de aludir exclusivamente a extremismo violento y criminales asesinos, no a extremismo islamista o fundamentalistas jihadistas.

En segundo lugar, y de nuevo coronando varios años de evolución, el gobierno británico reconoce ya los matrimonios polígamos. Alteró las leyes en "Regulaciones en las Reducciones Fiscales (Matrimonios Polígamos) 2003": previamente, solamente una esposa podía heredar los bienes del marido fallecido libres de impuestos; esta legislación permite que múltiples esposas hereden sin pagar impuestos mientras el matrimonio haya sido contraído donde la poligamia sea legal, como en Nigeria, Pakistán o la India. En un asunto relacionado, el Departamento de Trabajo y Pensiones comenzaba a extender pensiones extra a los harenes en concepto de prestaciones sociales como compensaciones por desempleo, subvenciones a la vivienda o ayudas fiscales a la propiedad. La semana pasada llegaban noticias de que, después de un cuidadoso examen de un año de duración, cuatro ministerios del gobierno (Trabajo y Pensiones, Hacienda, Aduanas y Recaudación y el de Interior) concluían que el reconocimiento formal de la poligamia es "la mejor opción posible" para el Gobierno de Su Majestad.

En tercero, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, daba el visto bueno a aplicar secciones de la ley islámica (la Shari'a) en Gran Bretaña. Adoptar sus elementos civiles, explicaba, "parece inevitable" porque no todos los musulmanes británicos sienten apego al sistema legal en vigor y aplicar la Shari'a ayudará a su integración social. Cuando los musulmanes puedan acudir a un tribunal islámico civil no necesitarán enfrentarse a "las difíciles elecciones entre lealtad cultural o lealtad al estado". Prolongar "el monopolio legal" del Derecho común británico en lugar de autorizar la Shari'a, advertía Williams, supondría "un cierto peligro" para el país.

El Primer Ministro Brown daba carpetazo inmediatamente a la sugerencia de Williams: la ley Shari'a, anunciaba su oficina, "no puede ser utilizada como justificación para cometer violaciones del Derecho británico, ni los principios de la ley Shari'a pueden ser utilizados ante un tribunal civil... el Primer Ministro cree que el Derecho británico debe aplicarse en este país, según los valores británicos". La crítica a Williams llegaba además desde todos los frentes del espectro político - desde Sayeeda Warsi, la ministra sin cartera Tory (musulmana) para cohesión comunitaria y acción social; Nick Clegg, líder de los Demócratas Liberales; y Gerald Batten, del Partido de la Independencia del Reino Unido. Colectivos seculares y cristianos se oponían a Williams. También Trevor Phillips, presidente de la Comisión de igualdad. La Iglesia anglicana de Australia denunciaba su propuesta, junto a prominentes miembros de su propia iglesia, incluyendo a su predecesor, Lord Carey. Melanie Phillips llamaba a su argumento "incoherente de manera sobresaliente, absurdo y equivocado". El rotativo The Sun editorializaba que "Es fácil despreciar al arzobispo de Canterbury Rowan Williams como una antigualla senil. En la práctica es una peligrosa amenaza para nuestra nación". Concluye ácidamente diciendo que "El arzobispo de Canterbury se ha equivocado de religión".

Aunque denunciado por doquier (y en peligro de perder su trabajo), Williams podría estar acertando en que la Shari'a es inevitable, dado que ya se está asentando en Occidente. Un ministro holandés de justicia anunciaba que "si los dos tercios de la población de Holanda quisieran introducir en vigor la Shari'a mañana, entonces la posibilidad tendría que existir". Una juez alemana se basaba en el Corán para dictar sentencia en un caso rutinario de divorcio. Ya existe un sistema de justicia paralelo somalí en Gran Bretaña.

Estos sucesos sugieren que el apaciguamiento británico en lo referente a la guerra contra el terror, la naturaleza de la familia, y el estado de derecho, forma parte de un patrón más general. Amenaza para la seguridad aún mayor que la planteada por la violencia islamista, estas tendencias son desafiantes y quizá alteren la naturaleza misma de la vida cotidiana occidental.

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