10 marzo, 2008

En Cuba la nueva revolución será digital

Por James C. McKinley Jr.
El Universo

Una creciente red clandestina de jóvenes armados con memorias portátiles (memory sticks) de computadora, cámaras digitales y enlaces clandestinos a internet ha estado montando algunos desafíos al Gobierno cubano en meses recientes, diseminando las noticias que los medios de comunicación oficiales intentan suprimir.

El mes pasado, estudiantes de la prestigiosa Universidad de las Ciencias Informáticas filmaron un desagradable enfrentamiento que tuvieron con Ricardo Alarcón, el presidente de la Asamblea Nacional. Alarcón, todo parece indicar, quedó perplejo cuando los estudiantes lo cuestionaron respecto a por qué ellos no podían viajar al extranjero, hospedarse en hoteles, percibir mejores ingresos o usar motores de búsqueda como Google. La filmación se propagó como un incendio descontrolado a lo largo de La Habana, pasando de persona en persona, y dañando seriamente la reputación de Alarcón en algunos círculos.

Algo similar ocurrió a fines de enero, cuando algunos funcionarios intentaron imponer un impuesto a las propinas y salarios de empleados de empresas extranjeras. Los trabajadores estallaron con expresiones de rechazo y gritos cuando les informaron sobre el nuevo impuesto, momento captado en la cámara de un teléfono celular y transmitido de persona en persona a través de memory sticks.

“Pasa de disco portátil a disco portátil”, dijo Ariel, de 33 años, programador de computadoras, quien, al igual que casi todos los demás entrevistados para este artículo, pidió que su nombre no fuera publicado por temor a ser objeto de una persecución política. “Esto se va a salir de las manos del Gobierno, ya que la tecnología está avanzando con demasiada rapidez”.

Funcionarios cubanos han limitado desde hace ya largo tiempo el acceso del pueblo a internet y videos digitales, derribando antenas parabólicas que no cuentan con autorización y manteniendo bajo el número de cafés internet abiertos a los cubanos. Solamente un café internet sigue abierto en la Vieja Habana, en comparación con los tres que había unos cuantos años atrás.

Oculto en una pequeña habitación en las profundidades del edificio del Capitolio, el café internet, perteneciente al Estado, cobra un tercio del salario mensual del cubano promedio –aproximadamente 5 dólares– por el uso de una computadora durante una hora. Los otros dos ex cafés internet en el centro de La Habana han sido convertidos en “servicios postales”, los cuales permiten a los cubanos enviar mensajes de correo electrónico a través de una red cerrada en la isla que no tiene vínculos con internet. “Es algo similar a un servicio telegráfico”, dijo un hombre joven, encogiendo los hombros al tiempo que esperaba en una fila para usar las computadoras en un local que era un café internet de la calle O’Reilly.

No obstante, los esfuerzos del Gobierno por controlar el acceso cada vez surten menos efecto. Los jóvenes del país destacan la existencia de un próspero mercado negro que les proporciona una conexión clandestina al mundo fuera del país comunista a miles de personas.

Quienes han metido de contrabando antenas parabólicas suministran conexiones ilegales a internet por una cuota o descargan películas que venden en discos. Otros explotan las conexiones a la red con negocios del extranjero y empresas paraestatales. Los empleados con la capacidad de conectarse a internet a menudo venden sus claves y números de identificación para su uso en la madrugada.

Los hoteles que dan servicio al turismo suministran servicios de internet, y los cubanos también explotan esos conductos a la red.

Incluso la principal escuela de computación en el país, la Universidad de las Ciencias Informáticas, fundada en un campus otrora usado por los servicios de espionaje cubanos, se ha convertido en un hervidero de “ciberrebeldes”. Los estudiantes descargan de todo, desde los programas más recientes de la televisión estadounidense hasta artículos y videos que critican al régimen, y los hacen circular rápidamente por la isla.

“Existe todo un mercado subterráneo de esto”, dijo Ariel.
El video del choque de Alarcón con los estudiantes fue filtrado a las cadenas británica BBC y la estadounidense CNN, dándole al mundo un inusual atisbo de la inconformidad de los jóvenes hacia el sistema.
Sus respuestas a las preguntas dieron la impresión de ser evasivas.
Cuando le preguntaron acerca de la prohibición sobre los viajes, Alarcón sugirió que si todo aquel que lo quisiera tuviera autorización para viajar, no habría suficiente espacio aéreo para los aviones.

Otro suceso que mucha gente presenció a través de la clandestinidad digital fue la llegada de Carlos Otero a Estados Unidos, popular personalidad de la televisión y humorista en Cuba que desertó en diciembre, mientras estaba de viaje en Toronto.

Antenas ilegales captaron señales de televisoras de Miami, las que los jóvenes convirtieron en videos digitales para compartirlas más tarde. Si bien el evento tenía más bien un aire de noticia de la sección de espectáculos que de corte político, nunca habría sido transmitido en los medios de comunicación oficiales.

Pedro, funcionario de nivel medio que trabaja en una dependencia gubernamental, señaló que con frecuencia él navegaba por los sitios de internet como la BBC y el diario The Miami Herald cuando estaba en el trabajo, en busca de otra opinión sobre las noticias aparte de la presentada en los medios controlados por el Estado. Asimismo, pronosticó que los 10.000 alumnos que estudian internet y programación en la Universidad de las Ciencias Informáticas transformarían el país con el paso del tiempo, abriendo cada vez más avenidas de información.

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