La Casa Blanca reconoce posibilidad de una recesión
Los peores temores de los consumidores, los inversionistas y los funcionarios de Washington se confirmaron el viernes, en momentos en que la creciente parálisis en Wall Street enfrentaba nueva evidencia de una caída en el empleo y un aposible recesión.
En un informe que fue mucho peor de lo que esperaba la mayoría de los diseñadores, el Departamnto del Trabajo estimó que el país perdió 63,000 empleos en febrero.
Aun antes de que surgieran las malas noticias sobre los empleos, la Reserva Federal se apresuraba a aliviar la última crisis en los mercados de crédito, donde empresas que parecían sólidas han sufrido pérdidas debido a que los mercados están devaluando el colateral que habían dedicado a respaldar miles de millones de dólares en préstamos.
Gran parte de ese colateral consta de hipotecas.
Aunque los datos mensuales sobre el empleo son muy volátiles y sujetos a revisión, el informe al respecto fue tan tétrico que muchos de los optimistas que quedaban en Wall Street tiraron la toalla y aceptaron que Estados Unidos ya se encuentra en una recesión.
Los malos datos, no sólo de empleo, sino de las manufacturas, el deprimido sector inmobiliario y la confianza del consumidor, han llevado a muchos analistas a afirmar que Estados Unidos ya sufre una contracción económica.
Hasta ahora el Ejecutivo parecía impermeable a estos análisis, pero hoy cedió ante la avalancha de informaciones luctuosas.
''Tendremos un trimestre de crecimiento débil, pero si esto puede llamarse una recesión o no, es algo que no sabremos durante meses'', dijo Edward Lazear, el principal asesor económico de Bush.
Puede parecer una declaración vaga, pero la Casa Blanca y el Departamento del Tesoro siempre habían descartado la posibilidad de una contracción del Producto Interno Bruto (PIB).
Bush, por su parte, dijo en su breve declaración que "está claro que la economía se ha desacelerado''.
La Casa Blanca organizó su intervención en el último minuto, después de que se divulgara el informe laboral que indicó que en enero se perdieron 63.000 empleos en Estados Unidos, una cifra mucho peor que la prevista por los analistas.
El Gobierno redujo además su cálculo de empleo preliminar de diciembre y enero en otros 46.000 puestos de trabajo.
''Es un momento difícil para la economía, pero hemos reconocido el problema de forma temprana y hemos aplicado una inyección de estímulo'', dijo Bush.
Esa inyección consiste en el envío de cheques a más de 130 millones de hogares, así como incentivos para que las empresas inviertan más, lo que le costará al erario público 152.000 millones de dólares.
''Cuando el dinero llegue a los estadounidenses, prevemos que aumentará el gasto de los consumidores'', afirmó Bush. El Tesoro comenzará a poner los cheques en el correo en mayo.
Lazear, cuyo cargo oficial es presidente del Consejo de Asesores Económicos de la Casa Blanca, dijo en una rueda de prensa que prevé que el trimestre actual sea el más débil del año y que la economía repuntará en la segunda mitad.
Sin embargo, los malos datos han aumentado la presión sobre el Gobierno para que haga más para estimular la economía, especialmente dado que se trata de un año electoral.
''Es necesario más que unos reembolsos tributarios para evitar un bajón económico profundo'', dijo hoy la senadora Hillary Clinton, que se disputa la candidatura demócrata a la presidencia con su colega Barack Obama.
''Tenemos que extender inmediatamente el seguro de desempleo e invertir por lo menos 5.000 millones de dólares ahora mismo en trabajos en la industria de energías alternativas'', añadió.
Los demócratas quisieron meter una ampliación del seguro de desempleo en el programa de estímulo propuesto por la Casa Blanca, pero el Gobierno lo rechazó.
Los legisladores Barbara Lee y James McGovern han rescatado esa idea, como parte de un paquete de entre 40.000 y 50.000 millones de dólares que también incluiría inversiones en infraestructuras, más ayudas de alimentación para los pobres y asistencia a los estados para el pago de los gastos de salud.
Bush mantiene que hay que dejar que el plan actual entre en vigor, antes de pensar en cualquier otra medida.
El futuro candidato de su partido a la presidencia, el senador John McCain, tampoco está a favor de más gasto público.
Desde Atlanta, el senador pidió al Congreso que haga permanentes las rebajas fiscales impulsadas por Bush, pese a que esa medida no proporcionarían ningún tipo de estímulo a la economía, pues sólo vencen en 2010.
También dijo que es necesario dar más formación a los desempleados.
En privado, McCain debe rezar para que el repunte económico se materialice antes de las elecciones de noviembre y que los votantes no le castiguen por los resultados económicos obtenidos por una Casa Blanca republicana.
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