17 marzo, 2008

La conexión mexicana

por Juan Gabriel Valencia

El grave incidente entre Colombia y Ecuador repercute, vaya uno a saber hasta dónde y con qué consecuencias, en nuestro país.

La cacería de Luis Edgar Devia, alias Raúl Reyes, segundo en la estructura de mando de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), puso a la vista de la opinión pública internacional la complejidad de un fenómeno que trasciende el maniqueísmo y la obviedad.

El ataque aéreo y posteriormente en tierra que el ejército colombiano realizó en espacio soberano de Ecuador constituyó una grave violación al derecho internacional. Eso todo mundo lo reconoce, empezando por el propio gobierno colombiano. Se está ante un conflicto guerrillero con casi 50 años de longevidad; el gobierno de Colombia enfrenta a una fuerza armada que fluctúa entre los ocho mil y los diez mil hombres con santuarios y refugios, probados, en territorio de Ecuador y Venezuela; es un movimiento subversivo cuyos vínculos con la producción y tráfico de cocaína están fuera de discusión; las FARC constituyen un eslabón fundamental en el comercio ilegal de armas mundial; tiene secuestrados a más de 800 rehenes civiles, algunos desde hace más de diez años, incluida una ex candidata a la presidencia de Colombia cuyo estado de salud es grave.

Raúl Reyes, muerto en el ataque, era una pieza clave de la guerrilla, del control sobre los rehenes y, sobre todo, en los vínculos internacionales de las FARC.

La información que surge derivada de la operación colombiana, aun cuando todavía no es suficientemente precisa, no deja lugar a dudas sobre algunos hechos en los que el gobierno y la sociedad mexicana debemos reflexionar. Existen pruebas de embarques de cocaína provenientes de las farc a territorio nacional, a cambio de armamento que pasaría por la misma ruta, pero en sentido inverso. Hablamos de la operación de cárteles nacionales e internacionales en México no sólo de drogas, sino también de armamento pesado. Ya existen elementos suficientes para afirmar que en el ataque murieron mexicanos —y resultó herida otra de la misma nacionalidad— provenientes de algunos "colectivos" de la unam, que recibían adiestramiento en el campamento atacado, campamento permanente, no provisional, instalado con la anuencia, la negligencia y la complicidad del gobierno de Ecuador.

Según información periodística mexicana, la estudiante herida pertenecía a la Coordinadora Continental Bolivariana, léase los fondos del gobierno de Venezuela y de su presidente Hugo Chávez, financiamiento que llega a diversos grupos estudiantiles en la unam que mantienen dentro de su campus espacios "autónomos" prohijados durante la rectoría color de rosa de Juan Ramón de la Fuente.

Afirman compañeros de la mexicana herida que hacía investigación social. Sus padres dicen lo mismo. Se entiende que unos quieran encubrirla, por cómplices, y los otros protegerla, por afecto. Pero conociendo la historia y la peligrosidad de las farc, ese alegato equivaldría a que cualquier investigador social en México se vaya a vivir un tiempo con los Zetas para una debida comprensión de su problemática.

Estamos ante una descarada intervención subversiva en México de las FARC, y lo que es más grave, del gobierno bolivariano junto con sus adláteres impresentables como los presidentes de Ecuador y de Nicaragua, Rafael Correa y Daniel Ortega.

Saldrá más información. Y si este grupo con conexiones de altísimo nivel con las farc tenía en México su centro de operaciones en el campus de la unam, en el DF, ¿no habrá un hilo conductor desde los hechos de Tláhuac hasta el incidente en Ecuador? Sería bueno que el ex secretario de Seguridad Pública del DF, Marcelo Ebrard, respondiera.

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