Por Ewald Scharfenberg *
¿Por qué Chávez se metió en un conflicto ajeno?
AÚN ENCERRADO EN UNA TORRE DE CRISTAL LEVANTADA POR LA ADULACIÓN Y LOS DELIRIOS MESIÁNICOS, TRAS CASI DIEZ AÑOS DE EJERCICIO EN EL PODER, CHÁVEZ PUEDE ESTAR PERCIBIENDO LA DESNUDEZ PROPIA DEL REY. |
"El imperio tiene el perfil psicológico de todos nosotros”, dijo el presidente Hugo Chávez en una rueda de prensa ofrecida el miércoles en la noche en el Palacio de Miraflores de Caracas, junto a su par ecuatoriano, Rafael Correa.
En el momento, no quedó claro si la primera persona del singular incluía sólo a su colega presente, o si Chávez aludía también al público congregado en la Sala de Prensa “Simón Bolívar” del palacio presidencial, donde se reunían a esa hora, once de la noche local, los miembros del gabinete ejecutivo, representantes del alto mando militar venezolano, y los mosqueteros oficialistas que esta vez servían de público de galería para un puñado de corresponsales extranjeros autorizados a hacer preguntas.
Fuera de toda duda quedó, en cambio, la referencia que con ese “todos nosotros” hacía sobre Álvaro Uribe, a quien acababa de calificar como “psicótico” y “obsesivo” durante la alocución, transmitida en cadena nacional a todo el país. De acuerdo con el líder de la autodenominada revolución bolivariana, los cuerpos de inteligencia de Estados Unidos se habrían valido de esa condición atribuida a Uribe para manipularlo y llevarlo a asumir el rol de ejecutor de las políticas del imperio en la región andina.
Así fue como el discurso de Chávez desembocó en un reto insólito: si Uribe accedía, ambos mandatarios podrían acudir a enfrentar un examen psicológico para determinar la salud mental de cada uno y “ver quién de los dos la pasa”.
Insólitas, irrespetuosas, o descarnadamente francas, en cualquier caso, las expresiones de Chávez muestran lo importante que desde hace tiempo se ha tornado, si no la psicología, al menos sí la jerga psicológica para recoger e interpretar la diatriba política venezolana.
“¿Por qué lo hizo?”, la pregunta sin respuesta que atormenta a los deudos de un suicida, al cónyuge abandonado y a cualquier otro al que se ha dejado en abandono, es la que desde el domingo pasado acucia a buena parte de la sociedad venezolana, aunque no refiera en esta ocasión a un ausente: “¿Por qué el presidente Chávez se entrometió de esa manera en el incordio que enfrenta a Colombia y Ecuador?”.
A juzgar por la rueda de prensa de anoche, más parecida a la puesta en escena de un happening o a una junta de condominio donde los participantes se afanan en hablar mal del vecino que dejó de asistir, de nuevo los venezolanos deberán explorar en los confines del alma –tanto la presidencial como la colectiva- para conseguir una explicación para el súbito escenario bélico que se dibujó frente a sus narices.
Quijote en Miraflores
“Chávez es un gran administrador de fracasos, asegura para Semana.com un general retirado del ejército que estuvo a cargo de altas posiciones en el gobierno del ex teniente coronel. Parece como si tratar con problemas y reveses lo entusiasmara”.
En respaldo del testimonio acude el propio historial de Chávez, que recoge los prodigios con que el presidente de Venezuela pudo, por ejemplo, en 1992, transformar una rendición militar durante su intentona de golpe, en una victoria política.
Aunque esa faceta del ex comandante acaso refleja su tendencia a huir hacia delante, no tanto por audacia, sino como método de evasión de la realidad. “En el gobierno todo era improvisación, sigue el oficial en situación de retiro, que prefiere mantener su nombre en reserva. Yo me enteré de que había sido nombrado en un cargo porque el presidente se lo anunció al público en una visita que hacía a Ciudad Bolívar (localidad al sureste de Venezuela, a orillas del río Orinoco); ni siquiera me lo había consultado”.
Desde esta perspectiva, Chávez se sentiría tan atraído por lo épico como repelido por gerenciar la rutina, una labor que exige constancia y suele poner de relieve la carencia de capacidades organizativas o de planificación.
Esta visión coincide en ciertos puntos con la imagen evocada por Axel Capriles, un respetado psicólogo junguiano, en entrevista que ofreció ayer al circuito Unión Radio de Caracas. “Cuando veo a Chávez me viene a la mente El Quijote, explicaba, ese personaje que quedó atrapado en sus fantasías de caballería y que luchaba contra molinos de viento o se metía en una pelea en una taberna porque creía que la gente allí estaba contra él”.
A Chávez se le vio el domingo, cuando pidió en vivo la movilización de diez batallones de blindados a la frontera oeste del país, “una reacción afectiva” que, según Capriles, tendería a dar sustento a quienes piensan que existen afinidades programáticas y espirituales entre el presidente de Venezuela y las Farc. “Lucía tocado por algo muy cercano. Esta crisis no se debe a un problema de dimensiones nacionales, sino simplemente a la reacción de un hombre el presidente Chávez ”.
Otro general retirado, que ocupó un puesto en el gabinete ministerial de Chávez, asegura por su parte: “Ese es el problema del Presidente, que dice todo lo que siente", algo que podría constituirse en una virtud de no ser porque mal se aviene con la diplomacia.
De allí que el militar se sume a una hipótesis que gana adeptos en medios venezolanos: la operación contra Raúl Reyes y el campamento guerrillero apuntaba, en realidad, contra Chávez. “No debe haber sido la primera vez que localizaban a Reyes en territorio colombiano, dijo el ex general en conversación con Semana.com, y aunque la cabeza de Reyes ya era un trofeo suficientemente importante, lo que se ejecutó debe estar en la planificación de una estrategia mayor cuyos resultados, de ser positivos, prometían ser tan buenos que valía la pena correr con algunos costos”.
El carácter mercurial de Chávez, fuente de algunas de sus posturas más sorprendentes, se habría constituido en una variable predecible a estas alturas. Y no se trata de una exclusiva de sus adversarios o detractores, pues hasta en el “chavismo” se acepta.
Manuel Antéliz, quien se identifica como periodista y es uno de los colaboradores habituales que publican notas en Aporrea.org –sitio web oficioso de la revolución y voz del ala izquierda del chavismo-, por ejemplo, escribía hace unos días que “El comandante Chávez cayó en el anzuelo, la carnada nada más y nada menos fue la muerte de Raúl Reyes, la caña de pescar fue Colombia y el pescador el departamento de Estado de los EEUU”. La conspiración tendría por objetivo “pescar a Hugo Chávez y lo lograron”. Como se ve, no haría falta ser un analista de contrainteligencia para adivinar con qué viene Chávez frente a determinados estímulos.
Espesando con algo más de sofisticación y agudeza esta línea de pensamiento, Colette Capriles, psicóloga social, filósofa y profesora universitaria, le daba ayer vueltas a una idea en su columna del diario El Nacional de Caracas: “El gobierno colombiano decidió crear una crisis para desplegar en todo su esplendor el papel del gobierno de Chávez en los distintos escenarios domésticos de los países vecinos. (…) Colombia tratará de demostrar que, precisamente, lo que no hay aquí es ni política ni ideología, ni buenas intenciones, ni socialismo: lo que hay aquí es mercaderes que trafican con drogas, con personas, con ideas, con esperanzas”.
Rey desnudo
Cabría esperar que, aún encerrado en una torre de cristal levantada por la adulación y los delirios mesiánicos, tras casi diez años de ejercicio del poder Chávez estaría en condiciones de percibir la desnudez propia del rey. Si se expuso el domingo pasado a ordenar en público el despliegue de fuerzas disuasivas, igual como corrían en cueros los streakers de los años 70, habría un muy convincente motivo, mucho más tangible, para hacerlo.
El más evidente es el efecto de cortina de humo para una realidad que ahora el Presidente descubre en sus propias preocupaciones casi 80 años después de que el presidente Eleazar López Contreras sentenciara que “Venezuela es como un cuero seco, que si lo pisas por un lado, se levanta por el otro”.
Tras la derrota electoral del 2 de diciembre –primera sufrida por el líder en las urnas, mismas que, por cierto, todavía no arrojan un resultado final de los comicios, tres meses después de realizados- en la consulta para la Reforma Constitucional que propuso, Chávez lidia por estos días con la grave crisis de escasez de productos alimentarios, las querellas fraticidas en el partido único de la revolución, y las denuncias cruzadas de corrupción en su gobierno -en primer lugar, el Caso Antonini que se ventila en Miami-.
Maniobra de distracción o de evasión, la finalidad del dispositivo aparecido resumida a cabalidad en una viñeta de Pedro León Zapata, el caricaturista venezolano por excelencia, publicada el pasado martes: “Mambrú se fue a la guerra, decía la caricatura, infestada de moscas en goloso vuelo, y dejó la casa hecha un chiquero”.
De Galtieri a Durán Ballén, una guerrita fronteriza siempre ha tenido el efecto del viagra para las popularidades alicaídas en América Latina y el resto del mundo.
Algunos observadores han reparado, sin embargo, en la obviedad de esta hipótesis, prefiriendo por lo tanto buscar en otros móviles, aunque no en otra parte, el detonante de la desproporcionada reacción venezolana. La intemperancia de Chávez no les ha ahorrado hallazgos a quienes hacen notar que el sábado 1 de marzo, día de la operación militar colombiana contra la base de Raúl Reyes, la reacción inicial de Chávez fue del tenor siguiente: “En caso de que a Colombia se le ocurriera hacer lo mismo en la frontera con nuestro país”, sería una “causus belli” –un yerro que no escapó a Alexis Márquez Rodríguez, un periodista y escritor que por años ha sido el cazador de gazapos en la prensa venezolana, que replicó entonces en su columna del diario TalCual de Caracas: “La expresión usual en Derecho Internacional no es ‘causus belli’, sino ‘casus belli’ (…) Por otra parte, en el supuesto negado de que la frase dicha por Chávez fuese válida, no sería ‘causus belli’, sino ‘causa belli’. El suyo fue, pues, un doble disparate”.
¿O triple, quizás? Es más que una sospecha, según observadores. Pues, sostienen, acaso contemplar como repetible esa circunstancia, ¿no equivale a admitir la posibilidad de que haya asentamientos guerrilleros en Venezuela? Una inferencia no muy complicada y que en nada ayudaron a contrarrestar las palabras del ministro de Defensa, general Gustavo Rangel Briceño, quien el miércoles volvió a insistir en que las fuerzas colombianas “dirigidas por agentes del imperio estadounidense” podrían incursionar en territorio patrio con la excusa de ajusticiar a algún líder guerrillero alojado en Venezuela. “¿Es posible que ocurra en nuestro país un evento como el que ocurrió en Ecuador, se preguntaba como recurso retóricó. La más elemental reflexión permite decir que sí”.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario