Venezuela: una economía estancada
Por Domingo Alberto Rangel
2001
Venezuela vive desde 1999 un auge económico permanente, o mejor, un auge sin alteraciones ni caídas. Jamás, desde 1914, cuando se perforó el pozo Zumaque Nº 1 en Mene Grande, con el cual empezó la industria petrolera, se registró en nuestro país una situación más próspera. Hubo en el pasado momentos de cúspide económica más aguda, pero fueron efímeros. Los precios del petróleo entre 1979 y 1980 fueron más altos que los de hoy en términos de poder adquisitivo, o, en otras palabras, los términos del intercambio fueron más altos que los de hoy. Pero tal situación duró un año o un poco más.
En cambio, los precios del crudo desde 1999 marcan niveles sin precedentes casi, y mantienen o han mantenido tal característica por cerca de una década. Dentro de menos de un año el señor Chávez cumplirá diez en el poder. La economía venezolana es cada vez más monoproductora y más monoexportadora que nunca. Jamás fue Venezuela, como ahora lo es, un emirato petrolero más completo. Como un vulgar Kuwait apenas producimos petróleo. Nuestros generales que ahora se parecen a los portugueses porque gestionan un vasto automercado llamado Mercal surcan los aires, atraviesan océanos en busca de unos cartones de leche líquida o unas latas de leche en polvo. Los mismos generales, sin sentido del ridículo, hablan de soberanía alimentaria en un país que hoy no es autosuficiente sino en yuca. Hasta los plátanos vienen ya en gran parte de más allá de la frontera occidental. Y, en cuanto a los artículos manufacturados, las fábricas que los producían operan ahora en Sao Paulo o en Medellín.
En otros tiempos bajo la tiranía de Pérez Jiménez y bajo la democracia de Punto Fijo, y pongo dos regímenes de los cuales fui víctima sufriendo carcelazos y exilios, los auges petroleros dejaban algo a favor de lo que se ha conocido como “sembrar el petróleo”. Hoy, cuando cese el auge, que cesará algún día, seremos más monoproductores que nunca y con una industria petrolera envejecida, obsoleta y penetrada por una corrupción sin precedentes. El régimen bolivariano será o aparecerá entonces como el gran enterrador de la comarca. Habrá enterrado el señor Chávez, con las falanges de aduladores que lo rodean, civiles y militares, la última esperanza de construir un país de economía diversificada y de vida honesta. No quiero estar entre los vivos el día en que nos toque rendir cuentas de las inmensas riquezas que hemos dilapidado.
Pérez Jiménez, Betancourt o Caldera, al comparecer ante el Supremo Hacedor, si es que éste existe, presentará cada uno de ellos alguna realización concreta. Chávez comparecerá al estrado del Juicio Final, con las manos vacías. No habrá aportado nada a la diversificación económica, ni habrá facilitado la creación de alguna nueva riqueza. Un gigantesco cero será su signo o, mejor, el signo que lo abrumará. Un torrente de palabras vacías, de discursos mediocres, de arengas hipócritas, ese será su balance. La posteridad no lo perdonará.
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