03 junio, 2008

Suecia y la libertad para elegir

por Gabriela Calderón

Gabriela Calderón es editora de ElCato.org y columnista de El Universo (Ecuador).

Nueva York, NY—“Cuando llegué a Suecia en 1974 era impensable que los ciudadanos pudiesen elegir la escuela para sus hijos o el centro médico en el cual ser atendidos, y lo mismo se podía decir sobre toda esa amplia gama de servicios que brindaba el sector público”, dice Mauricio Rojas, autor de Reinventar el Estado de Bienestar: La experiencia de Suecia.1

Hoy, según Rojas, los suecos pueden “con creciente libertad” sobre toda esa amplia gama de servicios públicos.2

Los principales ejes del cambio fueron las reformas: educacional, de seguridad social y la laboral. Se trató de eliminar los monopolios estatales por sobre la prestación de servicios sociales y esto se pudo hacer debido a la naturaleza descentralizada del Estado sueco. Ese Estado descentralizado permitió una especie de laboratorio para realizar las reformas a nivel local, que luego fueron voluntariamente copiadas y adecuadas por otros gobiernos municipales.

La revolución en la educación: En 1990 prácticamente no existían las escuelas independientes—propiedad de una fundación privada, para el año lectivo 2006-2007 habían casi 900 escuelas básicas y secundarias independientes, que les daban educación a unos 135.000 niños y jóvenes. Antes, solamente aquellas familias que tenían suficientes ingresos discrecionales después de cubrir todas las cargas sociales podían mandar a sus hijos a una escuela independiente escogida por ellos. Ahora, con el sistema de vales escolares, todos los padres pueden escoger la escuela para sus hijos. El Estado sigue garantizando una educación, pero ya renunció a su monopolio para producirla. Esto sería algo saludable en nuestro país en donde los hijos de la familias de bajos ingresos “le pertenecen” a las escuelas públicas—controladas desde hace décadas por un partido político.

Lo mismo ha sucedido con otros servicios sociales como el cuidado de niños o ancianos y la atención médica. A través de los vales escolares o de salud, se ha sometido a las entidades públicas a una dosis saludable de competencia. Los hospitales, escuelas y demás instituciones estatales compiten bajo las mismas reglas con sus contrapartes privadas para obtener la mayor cantidad posible de clientes.

La revolución en la seguridad social: Se creó un sistema mixto de reparto y capitalización en el que casi todos los ahorros siguen yendo al fondo común (que ahora tiene un componente no despreciable de capitalización), pero ahora también se permite que una porción de los ahorros vayan a las cuentas individuales de ahorro. El trabajador decide con toda libertad en qué fondos privados deposita estos ahorros entre un total de más de 700 opciones autorizadas. También es importante mencionar que se separó totalmente el sistema de pensiones del presupuesto fiscal.

La revolución laboral: Suecia todavía es un país con altos costos de contratación—estos constituyen 33% del salario bruto del trabajador—pero se eliminaron o redujeron parcialmente estos costos para facilitar el empleo de los grupos más vulnerables del país. También se redujeron los impuestos al trabajo, logrando darle a cada trabajador unos 110 euros más al mes. Para 2007 se logró aumentar la tasa de empleo a los niveles pre-1990 (pre-crisis).

La idea detrás de estas reformas era convertir al Estado en un instrumento “para ayudar al individuo a realizar su voluntad y no para imponerle decisiones colectivas”, dice Rojas.3

Lo que los ecuatorianos debemos entender es que si hasta la supuesta “utopía socialista” del mundo (1) elimina monopolios estatales, (2) tiene un estado descentralizado y (3) rebaja impuestos, algo está verdaderamente mal con el socialismo colectivista y centralista que ha existido en nuestro país y que amenaza con radicalizarse.

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