Ex miembros de las FARC ayudan al gobierno a debilitar la guerrilla
Raúl Agudelo era un temido comandante de la mayor organización rebelde de Colombia, que asesinó, secuestró y extorsionó durante más de 20 años. Era la única vida que conocía. Pero ahora se niega a regresar a esa vida.
En lugar de eso, Agudelo, con corte de cabello militar y que habla en voz alta y efusiva, se ha unido a un creciente movimiento de ex rebeldes que denuncian a la guerrilla desde la cárcel, con lo que plantean un reto más a las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), que durante mucho tiempo han confiado en sus combatientes detenidos para que los ayuden a planear secuestros, asesinatos y operaciones de contrabando de armas.
"Las FARC quieren combatientes instruidos y disciplinados, que conozcan de explosivos y tengan pericia técnica sobre el combate y las actividades urbanas'', declaró Agudelo, sentado en un patio de la cárcel La Picota de Bogotá junto a otros cuatro veteranos de la guerrilla. "Las FARC tienen gran parte de sus fuerzas en la cárcel y quieren reactivar a 1,000 combatientes calificados''.
"Nosotros le estamos diciendo: ‘No queremos' ''.
Más de 1,700 rebeldes, entre soldados y oficiales, están presos en las cárceles de Colombia. Muchos de ellos, fieles al compromiso de pertenecer a la organización de por vida, esperan ser liberados para reintegrarse a los rebeldes. De hecho, una de las mayores obsesiones de la hermética organización guerrillera ha sido cambiar a algunos de sus rehenes por esos rebeldes, muchos de ellos experimentados jefes versados en el arte de la guerra.
Pero a medida que la campaña militar del gobierno del presidente Alvaro Uribe debilita cada vez más al movimiento rebelde, creado hace 44 años, las FARC tienen poco peso en las negociaciones de canje de prisioneros.
El grupo enfrenta un movimiento de unos mil disidentes encarcelados. En lugar de mantenerse fieles a las FARC, Agudelo y los otros rebeldes presos quieren usar su movimiento, llamado Manos por la Paz, para ayudar al Estado a debilitar a la organización.
A cambio, el gobierno les permite beneficiarse de ciertos procesos judiciales creados para alentar a sus enemigos mortales, los grupos paramilitares de derecha, a abandonar las armas. Según un reciente decreto del gobierno, los rebeldes podrían ser liberados o se les podría reducir la condena, si denuncian su participación en crímenes no resueltos y compensan de algún modo a sus víctimas.
El fiscal general Mario Iguarán dijo que los miembros de las FARC encarcelados tienen que ayudar a los investigadores a desmantelar unidades rebeldes en operación, localizar rehenes e identificar los recursos mal habidos de las FARC. "Aunque los hayan condenado, pueden demostrar su deseo de desmovilizarse'', explicó Iguarán en una entrevista. "Tenemos que ver cuánto dicen, cuántas cosas admiten, cuánto denuncian''.
Hasta el momento, el Ministerio de Justicia ha procesado 244 solicitudes de rebeldes encarcelados, de las han aprobado 168.
No obstante, la nueva política del gobierno ha causado confusión y, en algunos casos, ira entre algunos colombianos, así como grupos de derechos humanos que cuestionan las razones por las que se concede beneficios a guerrilleros capturados en combate. Algunos de los rebeldes, como el caso de Agudelo, recibieron condenas de 30 o 40 años por su participación en crímenes horrendos como asesinatos, secuestros en masa y atentados con bombas.
Human Rights Watch, grupo de derechos humanos con sede en Nueva York, afirma que la indulgencia hacia los rebeldes que ya han sido condenados por delitos de lesa humanidad es una burla a la justicia.
"El punto clave es que nunca fueron parte de un proceso de desmovilización, nunca decidieron entregar las armas'', opinó José Miguel Vivanco, director del grupo en las Américas. "No son desertores una vez que las fuerzas de seguridad los capturan. Tienen que cumplir su castigo. Esa es la esencia del Estado de Derecho''.
Los promotores de la política del gobierno aseguran que los rebeldes, aunque estén presos, nunca habían renunciado a sus lazos con las FARC y, en algunos casos, siguen colaborando con la guerrilla. Afirman que estimular a estos rebeldes por renunciar a las FARC --y brindar información sobre el grupo y sus operaciones contra las fuerzas armadas-- es una medida inteligente que ayudará a aislar aún más a un movimiento guerrillero en decadencia.
Liduine Zumpolle, activista holandés de derechos humanos que ayudó a crear Manos por la Paz y es el representante más notorio del grupo en Bogotá, dijo que los guerrilleros disidentes son los voceros más efectivos contra las FARC porque tienen conocimiento de primera mano sobre la forma en que la guerrilla opera. Cientos de rebeldes encarcelados han firmado una declaración renunciando a sus lazos con las FARC.
"Es una gran amenaza para las FARC porque es un movimiento completamente pacífico, sin malgastar un tiro, sin malgastar una vida humana'', aseguró Zumpolle. "Y está minando desde adentro el movimiento rebelde''.
Agudelo, el guerrillero preso, dijo que él y otros están listos para "revelar información muy confidencial'' sobre la estructura interna de las FARC, sus lazos con empresarios y políticos e incluso funcionarios de gobiernos latinoamericanos.
El y otros rebeldes disidentes que cumplen sentencia en La Picota no doran la píldora sobre su vida en las FARC.
Omar Mosquera era experto en explosivos y estratega militar. Wilson Barragán trabajaba en logística e inteligencia. Sergio Luis Oviedo se entrenó para las unidades de élite.
Mosquera, de 35 años, recordó cómo la necesidad lo obligó a unirse a las FARC a los 12 años y que luego recibió clases de marxismo y capacitación en explosivos con un vietnamita. "Ellos nos enseñaron todas las tácticas que usaban en Vietnam'', dijo.
Los guerrilleros, entrevistados en días recientes, afirmaron que incluso antes que fuesen capturados habían llegado a la conclusión de que las FARC no les habían dado una visión alternativa de cómo se debería gobernar Colombia, alegando que se desilusionaron ante la descomposición de la guerrilla y sus actividades criminales.
Agudelo dijo que una vez que los rebeldes encarcelados reciban condenas menos duras a cambio de información, otros presos de las FARC de línea más dura se unirán a Manos por la Paz. Eso podría hacer mucho más daño a las FARC, que pierde cientos de guerrilleros todos los meses tanto en combate como a causa de deserciones.
"Esta guerra se tiene que acabar'', afirmó Agudelo. "Si no hay hombres en armas, la guerra se tiene que acabar''.
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