Tercer oro y nuevo récord mundial para Michael Phelps
Lo peor quedó atrás para Michael Phelps y sólo un milagro, o Ian Crocker, podrían romperle su sueño de ocho oros olímpicos en los Juegos de Pekín.
Phelps ganó con facilidad los 200 metros estilo libre con un tiempo de 1:42.96, nuevo récord mundial por casi un segundo, que le da su tercera medalla de oro en esta cita y la novena presea de ese color en su carera para empatar como el segundo mejor ganador en la notación junto con Mark Spitz y Matt Biondi.
De modo que ya van tres récords y tres oros en tres pruebas, pero ese no es el número que le interesa a Phelps.
El ocho es casi sagrado para los Chinos y no por gusto la ceremonia de inauguración de estos Juegos comenzó un día ocho del mes ocho del 2008, ¿pero podrá el estadounidense sumarse a este dígito de la buena suerte.
Tras el triunfo en los 400 estilos, el relevo 4x100 libre y el 200 libre -unas pruebas que tradicionalmente las más duras para él-, Phelps entra en la parte más amable su plan personal hacia la gloria total.
Sólo parece que el único gran escollo que le queda es Crocker, su compatriota y rival en los 100 mariposa. El resto son pruebas que ha dominado a su antojo, como si él fuera el único en la piscina.
Phelps casi nunca habla de Mark Spitz y menos de sus siete oros en una misma olimpiada, pero todos saben que sueña con esa marca desde que se dio a conocer como un fenómeno en Sidney 2000, cuando con 15 años le robó el espectáculo al héroe local Ian Thorpe.
No por gusto en Pekín Phelps se inscribió en ocho eventos, ocho exactos, ni más ni menos que habrán de convertirlo en ciudadano de su propio planeta si es que gana las pruebas que le faltan.
Ocho días, 15 viajes a la piscina entre clasificaciones y finales, el más ambicioso programa que un nadador haya experimentado en toda la historia de este deporte, una verdadera hazaña
Pero Phelps es el Michael Jordan de la natación, y si en Sidney dio la clarinada, los seis oros en Atenas 2004 ya le habían abierto las puertas de los inmortales y atraído la atención del mundo.
Después de tantas medallas y atenciones, Phelps no ha perdido la imagen de joven despreocupado y bonachón que toda madre desearía tener como hijo, hasta que su cuerpo hace contacto con el agua.
Entonces se convierte en una corriente incesante.
"Siempre antes de entrar al agua limpio mi mente de cualquier pensamiento'', afirmó el estadounidense. "Esto es algo que he hecho desde hace mucho tiempo y hasta ahora me ha dado resultado. Sólo siento la adrenalina que me recorre de arriba a abajo''.
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