Ecuador: Nuevas leyes y nuevos conflictos
por Carlos Alberto Montaner
Carlos Alberto Montaner es periodista cubano residenciado en Madrid.
Es muy probable que los ecuatorianos aprueben una nueva constitución el 28 de septiembre próximo. Será la número veinte de la accidentada historia del país. Como buenos latinoamericanos, tienen la curiosa manía de redactar constituciones que luego nadie obedece. Para llegar al nuevo texto, el presidente Rafael Correa, auxiliado por sus compañeros, violó numerosas veces las leyes con las que habían sido electos. Nada nuevo en el país. Casi todos los anteriores gobernantes habían hecho cosas parecidas. En América Latina no se entiende que un Estado de derecho sólo puede funcionar adecuadamente y dar sus mejores frutos si todos se colocan bajo el imperio de la ley. El éxito de los países depende de la calidad cívica de los ciudadanos, no de la constitución bajo la que teóricamente deciden cobijarse.
El presidente Rafael Correa ha puesto todo su empeño en ganar ese referéndum. Ha pactado a derecha e izquierda, ha repartido cuantiosos subsidios, y no ha dudado en enfrentarse a la Iglesia para lograr sus designios. ¿Por qué? Obvio: se propone reforzar su poder. Está convencido de que es el hombre providencial que salvará a Ecuador del permanente desorden institucional, la corrupción, la pobreza relativa y la dependencia del exterior. Es un líder seguro de sí mismo. Desconoce el miedo y la duda. ¿Cómo va a salvar a Ecuador? Quiere la reelección inmediata, controlar el Banco Central, que es autónomo, y poder gobernar por decreto si los legisladores no lo obedecen con diligencia. Entre sus nuevas facultades estará la de disolver el Parlamento. Aspira a ser un presidente centralista, fuerte, que someterá a la autoridad de Quito los poderes regionales. Su bestia parda es Jaime Nebot, el muy popular alcalde de Guayaquil, única zona del país donde la Constitución tal vez sea rechazada, lo que seguramente dará pie a un peligroso conflicto.
Las probabilidades de que los planes de Correa salgan bien son muy remotas. Uno de los mayores problemas de Ecuador es la pésima gestión del sector público. Mientras más recursos y responsabilidades le entreguen al Estado, peores serán los resultados, más intensa la corrupción y más acelerado el retraso tecnológico. Tampoco parece una buena idea retomar las viejas supersticiones cepalianas del proteccionismo arancelario, la sustitución de importaciones y la utilización del gasto público para estimular el crecimiento o para generar equidad mediante la entrega de subsidios. Ese ''desarrollismo'' fracasó hace casi medio siglo y ya ni la CEPAL ni nadie medianamente informado lo defiende.
Pero tal vez donde más se equivoca el presidente Correa es en la elección de amigos y enemigos. Alinearse tras la bandera del chavismo es un disparate. Chávez es un trágico payaso, repleto de petrodólares, que está haciendo algo tan peligroso como tratar de revivir el espíritu de la guerra fría incitando a rusos e iraníes al enfrentamiento con Estados Unidos y Occidente en suelo latinoamericano. ¿Qué beneficio puede sacar Ecuador de ese conflicto?
Tampoco tiene sentido la hostilidad contra Colombia. Lo que le conviene a Ecuador es la derrota de las FARC, el ELN, los paramilitares y los carteles de la droga. El presidente Uribe está llevando a cabo esa ingrata tarea. Si fracasa, los ecuatorianos y toda la región acabarán pagando las consecuencias. ¿En qué cabeza cabe que Ecuador puede ser neutral es un pleito cuyo desenlace le afectará profundamente? ¿No es evidente que lo que le debe interesar a Ecuador es que su vecino más próximo esté en paz para que los narcoguerrilleros no crucen la frontera, y Colombia sea un país próspero y en calma para que los campesinos no tengan que emigrar?
En todo caso, ¿qué sucederá tras la aprobación de la nueva constitución? El presidente Correa seguramente interpretará esos resultados como una especie de aprobación general de sus ideas y el país sufrirá las consecuencias. En el terreno económico veremos fuga de capitales, parálisis en las inversiones y mayor desempleo. Como en la nueva constitución todos los resortes económicos están en las manos del ejecutivo, la crisis será el momento de plantear la desdolarización y volver a un nuevo y débil sucre, pero gloriosamente nacionalista. En el ámbito político, se agudizarán los choques entre Guayaquil, que demanda autonomía, y Correa, que se la negará. En el campo internacional, más roces con Estados Unidos y Colombia, y menos inversiones extranjeras.
En suma, el viejo objetivo de la democracia pluripartidista —elegir gobernantes para que resuelvan problemas— otra vez va a resultar burlado. El señor Correa está decidido a crearlos. Tiene un talento especial para desatar tormentas.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario