¿Llegó el fin del primer mundo?
BUENOS AIRES, Argentina
ANDRES OPPENHEIMER
Cuando llegué a este país la semana pasada en medio de la crisis financiera de Estados Unidos, pensé que encontraría al gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner profundamente preocupado por el posible impacto en Argentina del caos reinante en los mercados mundiales. ¡Me equivoqué de cabo a rabo!
Al igual que el presidente venezolano Hugo Chávez, la presidenta Fernández y sus seguidores --que, por cierto, son más difíciles de encontrar ahora que la última vez que estuve aquí en enero-- reaccionaron con poca disimulada satisfacción ante lo que consideran el colapso de Estados Unidos, y como una reivindicación de su decisión de rechazar las políticas de libre mercado recomendadas por el gobierno norteamericano.
Estamos viendo como ese primer mundo, que nos habían pintado en algún momento como una Meca a la que de-
bíamos llegar, se derrumba como una burbuja (SIC), dijo la presidenta Fernández. No-
sotros con nuestro proyecto de construir con nuestros propios esfuerzos aquí estamos en medio de la marejada, firmes, reconstruídos y dispuestos a enfrentar el presente y el futuro.
Más tarde, esa misma semana, Fernández sugirió que, contrariamente a lo que alegan quienes afirman que Argentina debe insertarse en la economía global, el estatus del país como paria de los mercados financieros internacionales era en realidad algo positivo, que lo protegerá de los shocks financieros externos. Argentina entro en default de su deuda externa en el 2001, y depende de Chávez para obtener préstamos a una tasa de interés más alta que la usual.
Fernández citó informes de prensa estadounidenses sobre la masiva intervención estatal de las instituciones financieras como prueba de que Argentina había estado en lo correcto con sus recientes nacionalizaciones. Y en un exabrupto de orgullo nacionalista --o megalomanía pueblerina-- sostuvo que Walt Disney había copiado Disneylandia de La Ciudad de los Niños, un parque de diversiones de la ciudad de La Plata, insinuando que Argentina ha estado muchas veces a la vanguardia de Estados Unidos y el resto del mundo.
En la misma tónica, el periódico oficialista Página 12 encabezó su portada del 18 de septiembre con el título: La decadencia del imperio americano.
Aunque muchos argentinos creen genuinamente que Estados Unidos ha colapsado como potencia mundial, algunos de los principales columnistas argentinos criticaron de inmediato los comentarios de la Presidenta.
Joaquín Morales Sola, del diario La Nación, escribió que la afirmación hecha por Fernández respecto al desmoronamiento del primer mundo y la supuesta fortaleza de Argentina era prematura y errónea. A Argentina le resultará más difícil acceder a préstamos bancarios a medida que los inversores se marchen en busca de mercados más seguros, y el precio de la soja --la principal exportación del país-- probablemente caiga en medio de una resesión económica mundial, señaló.
Eduardo van der Kooy, del diario Clarín, calificó de frívolas las declaraciones de la Presidenta.
Otros analistas políticos me dijeron que la retórica deFernández puede ser un intento de tapar los crecientes problemas que enfrenta su gobierno. La economía se está desacelerando, un juicio en Miami está produciendo revelaciones diarias sobre el envío del gobierno de Chávez de, por lo menos, $800,000 en efectivo a la Argentina que según algunos testigos estaban destinados a la campaña presidencial de Fernández, y los diarios informan que la mandataria y su esposo han registrado recientemente una nueva empresa --una consultora financiera llamada El Chapel-- que se es la última adición de lo que, según afirman, es ya una cuantiosa fortuna familiar. No resulta sorprendente que la popularidad de Fernández se haya desmoronado en los últimos meses.
Mi opinión: No creo que Estados Unidos se ''derrumbe como una burbuja'', para usar la confusa metáfora de la Presidenta. En algún momento ocurrirá eso, como ha ocurrido con todas las superpotencias de la historia, pero no creo que ocurra ahora.
En primer lugar, el sistema bancario estadounidense está más regulado que otros, y muchos bancos europeos y asiáticos simplemente están postergando el sinceramiento que han hecho los bancos de Wall Street.
Segundo, tal como me dijo Bill Gates en una entrevista reciente, las universidades norteamericanas todavía están produciendo las innovaciones más redituables del mundo, y lo seguirán haciendo al menos durante dos décadas. Así como las universidades estadounidenses importaron las mejores mentes europeas en la época de la Segunda Guerra Mundial, ahora están atrayendo los mayores talentos de China y de India.
En tercer lugar, y más importante, es probable que Estados Unidos siga siendo un refugio seguro para los inversores de todo el mundo.
En medio del tsunami financiero de Wall Street la semana pasada, los argentinos no salieron corriendo a comprar bolívares venezolanos, ni yuanes chinos, y ni siquiera euros. Corrieron a comprar dólares estadounidenses, llevando el cambio del mercado negro de 3.10 pesos a 3.25 pesos. Eso resulta muy revelador.
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