El dólar vuela sobre la crisis financiera global, pero ¿cuánta gasolina le queda?
Por Joanna Slater
Estados Unidos enfrenta la peor crisis financiera desde la Gran Depresión de los años 30, pero al parecer nadie se tomó la molestia de avisarle al dólar.
En vez de hundirse bajo el peso del rescate del sector financiero, la divisa se ha disparado, para sorpresa de muchos observadores que esperaban que el mayor gasto fiscal y los problemas de la economía estadounidense le pasaran factura.
En cambio, el dólar se ha beneficiado de la huida de los inversionistas de los activos riesgosos así como de la descarga de apuestas que se hicieron con dinero prestado. La magnitud de la crisis también ha ayudado puesto que es claro que los problemas de la banca no se limitan a EE.UU.
"La fortaleza del dólar me ha sorprendido", reconoce Barry Eichengreen, economista de la Universidad de California en Berkeley. "En este momento no hay muchas alternativas más atractivas".
Desde inicios de septiembre, el dólar se ha fortalecido un 8% contra una canasta compuesta por las monedas de 26 socios comerciales, según un índice de la Reserva Federal de Estados Unidos. El indicador se ubica en sus niveles de febrero de 2007, borrando la caída del dólar durante el colapso de Bear Stearns y una serie de recortes en las tasas de interés llevado a cabo por el banco central.
El alza del dólar ha sido tan vertiginosa que los inversionistas advierten que pronto habrá una pausa. Así como la moneda estadounidense se ha beneficiado de las turbulencias en los mercados globales, un período de estabilización podría perjudicarla.
La salud del dólar a largo plazo depende del apetito mundial por los activos estadounidenses, que podría ser puesto a prueba en momentos en que la economía se debilita y crece el gasto fiscal. Hasta ahora, el dólar ha resistido todos los embates, dándole la razón a quienes piensan que su prolongado descenso ya tocó fondo.
El reciente repunte de la divisa verde es parte de una gigantesca marcha atrás en las tendencias de inversión, como la compra de acciones en mercados emergentes y las apuestas al alza en los precios de las materias primas. Cuando los inversionistas se repliegan de tales inversiones, a menudo las venden a cambio de dólares.
Después de pasar varios años enviando dinero a otros países, los inversionistas estadounidenses ahora están repatriando esos fondos. En julio y agosto, los últimos meses de los que hay datos disponibles, los inversionistas estadounidenses vendieron US$57.000 millones más en acciones y bonos de otros países que los que compraron, la mayor repatriación de fondos de la historia.
El dólar también ha sido impulsado porque los bancos de todo el mundo, desde Corea del Sur a Suiza, luchan por obtener dólares luego de que los préstamos interbancarios prácticamente se paralizaron en el último mes. La moneda estadounidense sigue siendo la favorita de los bancos centrales y representa un 55% de sus activos y pasivos en moneda extranjera, según el Banco Internacional de Pagos, el banco central de los bancos centrales.
Algunos inversionistas dicen que el apetito por dólares es similar a aquel por el yen japonés, una moneda que es la única excepción a la tendencia de fortalecimiento de la divisa estadounidense. El yen a menudo tiene su mejor desempeño durante tiempos de agitación debido a que cuando los cielos económicos están despejados los inversionistas toman prestado en yenes para aprovechar las tasas de interés ultra bajas de Japón.
En medio de los trastornos del mercado, los inversionistas también se han abalanzado sobre los bonos del Tesoro estadounidense, al que consideran un refugio seguro.
La demanda de los bancos centrales del mundo es determinante porque constituyen los principales clientes de la deuda estadounidense. Un indicador de esa demanda es el monto de bonos del Tesoro que la Fed tiene a nombre de otros bancos centrales. Las últimas cifras señalan que tales activos aumentaron en US$100.000 millones en las últimas cuatro semanas.
Esta se trata de una señal de confianza de los inversionistas internacionales que es vital para el sistema financiero de EE.UU. Si los inversionistas extranjeros dejan de comprar activos estadounidenses o comienzan a venderlos, el dólar se desplomaría y las tasas de interés se dispararían, dándole un golpe a una economía que ya se encuentra en cuidados intensivos.
A algunos inversionistas les preocupa que el costo fiscal de rescatar el sistema financiero estadounidense perjudique el dólar, pero los economistas advierten que es algo muy difícil de determinar.
La deuda neta del gobierno estadounidense como porcentaje del Producto Interno Bruto es moderada, si se compara con países como Japón e Italia, y un poco más baja que la de Alemania. "En términos empíricos, cuesta mucho demostrar un efecto importante de los déficit fiscales sobre el tipo de cambio", afirma Kenneth Rogoff, profesor de Economía de la Universidad de Harvard. En teoría, el efecto mayor es sobre las tasas de interés, subraya.
En los últimos años, un mayor déficit fiscal ha ido de la mano de un debilitamiento del dólar, pero en los años 80 se presentó el caso opuesto: el creciente déficit fiscal fue acompañado de un fortalecimiento del dólar, en particular en medio de tasas de interés altas.
Algo mucho más importante para la salud del dólar, según los economistas, es el déficit en cuenta corriente. Este indicador, que a grandes rasgos mide la diferencia entre las importaciones y las exportaciones de un país, ha mejorado en el último tiempo, pero aún tiene mucho por mejorar. El Fondo Monetario Internacional estima que el déficit en cuenta corriente de EE.UU. se reducirá a un 3,3% del PIB el próximo año, tras haber alcanzado aproximadamente un 6% del PIB en 2006.
Una vez que los mercados se estabilicen, los inversionistas podrían volcar su atención en las perspectivas de crecimiento de la economía de EE.UU. y las de sus principales rivales.
Al contrario de lo que ha ocurrido con otros bancos centrales, la Fed empezó a bajar las tasas de interés hace más de un año, lo que castigó al dólar.
Eso ahora podría favorecer a EE.UU. en momentos en que otros bancos centrales recién comienzan a recortar las tasas. En EE.UU. "ya se ha hecho la mayor parte del trabajo", dice Stephen Jen, director global de estrategia cambiaria de Morgan Stanley. "No se puede decir lo mismo de Europa".
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