19 octubre, 2008

REFLEXIONES LIBERTARIAS

¿GRAN DEPRESIÓN?

Ricardo Valenzuela


Con motivo de la encrucijada financiera en la que el mundo entero se encuentra en estos momentos, hace unos días uno de los miembros del consejo editorial del Wall St. Journal llevó a cabo una entrevista con la legendaria economista Anna Schwartz. La Dr. Schwartz a sus 91 años de edad permanece tan lúcida como cuando, durante los años 60, en sociedad con Milton Friedman escribiera la magna obra; Historia Monetaria de los EU.


Después de llevar a cabo un brillante análisis de las diferentes causas que nos llevaron a esta vorágine, la Dra. Schwartz identifica una en especial: el pánico que ha invadido a los participantes del mercado en general y, en especial, a inversionistas tradicionales y a las fuentes de financiamiento personales y corporativas que son la sangre en la economía mundial. Siendo este fenómeno algo de trascendencia global y los EU siguen siendo quienes todavía marcan el ritmo de la danza en los mercados mundiales, es importante identificar qué pasa en este país.


Estados Unidos se encuentra en medio de fenómeno económico que nadie parece capaz de entender, mucho menos rastrear sus causas. Después de casi 20 años de agresivo crecimiento sólo interrumpido por una leve recesión que le costó la Presidencia a Bush I, el país inició otra mucho más larga y severa la segunda parte del año 2000, es decir, Bush II la heredó. Pero esto se complicó aún más con los ataques terroristas, la guerra con Irak y finalmente con la burbuja inmobiliaria. En estos momentos los economistas se jalan los cabellos tratando de encontrar explicaciones cuando el termómetro más popular para medir el pulso de la economía, el mercado de valores, se encuentra como Mike Tyson después de su última pelea.


Al inicio de un día normal luego de leer los diarios, visitar los canales de TV especialistas en asuntos financieros, los portales de los economistas más prestigiados del mundo, terminamos más confundidos y afectados. Es un hecho el que la economía número uno del mundo vivió primero un proceso deflacionario por varios años seguido por agresivas inyecciones de dinero de parte del FED, y ahora los economistas no se ponen de acuerdo al identificar las raíces de esta masacre financiera. Sin embargo, hay una nueva corriente de pensamiento que ha agregado un interesante ingrediente a este potaje de confusión: Depresión; y no, no hablamos de la gran Depresión de 1929, hablamos de la gran depresión mental y emocional que sufren los actores en los mercados americanos.


Importantes organizaciones de salud y de negocios han alzado ya la voz de alarma, afirmando el que la depresión generalizada de la fuerza de trabajo está causando un serio impacto en la productividad de la economía americana. En esta nueva economía de servicios, de información alimentada basándose en creatividad en al cual se requiere a sus participantes estar alerta, enérgicos y motivados para responder ágilmente a los estímulos; el estado de salud mental es de importancia fundamental. Novedosas investigaciones nos indican que el costo de la depresión a la economía es de más de 200 billones de dólares al año. Pero otras aun más recientes y sofisticadas nos informan que las pérdidas producidas por empleados “trabajando deprimidos,” pueden ser 10 veces mayor que el ausentismo.


Cuando tuve acceso a esta información, de inmediato vino a mi mente el título de la obra magna de ese gran economista Von Mises; “La Acción Humana.” Me parece que entre las olas de tecnología, movilización instantánea de capitales, sofisticación de los instrumentos financieros cuando se habla ya de finanzas nucleares, hemos olvidado el que finalmente lo que cincela las economías del mundo es eso: La Acción Humana.


En las inversiones que hacen empresas y países en el capital humano, parece que hemos olvidado que el activo más importante de la gente es su sanidad mental. Larry Kudlow, un prestigiado economista afirma el que la economía ya ha recibido los estímulos monetarios y fiscales requeridos, lo que ahora demanda el mercado es que el Presidente Bush “de la cara más seguido asegurando que todo estará bien.”


Hace casi 200 años Henry David Thoreau escribió: “La mayoría de los hombres viven vidas de silenciosa desesperación.” Pero nunca imaginó que hacia una importante afirmación económica. Esa callada desesperación que domina a mucha gente actúa como una grieta en la estructura de un barco que lentamente lo inunda y lo hará naufragar; es como una pequeña herida que poco a poco desangra a quien la sufre para finalmente provocarle la muerte. Pero algo aun más grave es el que personas que ocupan importantes posiciones de liderazgo, sufren de esa silenciosa depresión cuando desarrollan sus responsabilidades contagiando a sus tropas.


Los periodos de comportamiento económico más negativos de los EU han sido aquellos en los cuales los Presidentes eran hombres que sufrían de profundas depresiones: Lyndon Jhonson (1963-1968), Richard Nixon (1968-1974), Jimmy Carter (1976-1980) siendo este último quien en uno de sus estados depresivos condenó al país a la negra Malasie que él veía, e invitaba a los americanos a prepararse para una vida de privaciones y decadencia. Fue tal el periodo depresivo de Carter que los EU fueron sentenciados por el mundo entero a iniciar una caída similar a la del Imperio Romano.


Cuando una sociedad es atrapada en lo que Keynes llamaba olas de pesimismo, entramos al laberinto de las expectativas racionales en la cual esa conciencia colectiva de la sociedad provoca suceda lo mismo que tanto teme. Cuando la gente “piensa” se encamina hacia una recesión, no gasta, no viaja, no consume lo normal. Las empresas no invierten, reducen sus inventarios, despiden gente y de esa forma que ellos mismos provocan lo que tanto han temido. Pero además, el ser humano en ese tipo de situaciones de forma natural busca la protección del más fuerte, y es cuando el estado se extiende de forma gigantesca.


Es por ello que hace un par de años la rama de la economía del comportamiento humano otorgó el premio Nobel a la figura no de un economista sino de un psicólogo, precisamente por sus aportaciones de las diferentes conductas humanas a los procesos económicos. El mundo entero en estos momentos es cubierto por una ola de pesimismo afirma la Dra. Schwartz y mi buen amigo, Carlos Alberto Montaner, conociendo bien lo depresivo del tirano de Venezuela, sugiere que Hugo Chávez cambie su grito de batalla a: “Prozac o muerte.”

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