Bendita “máquina de impedir”
Ricardo Medina Macias
La ley, en los países en los que la ley se respeta, es odiosa para quienes aspiran a ser déspotas. Es, para aquellos con vocación irrefrenable de poder omnímodo y absoluto, una formidable “máquina de impedir”.
He entrecomillado la frase “máquina de impedir” porque fue precisamente la frase que utilizó Néstor Kirchner, el poder tras la presidenta argentina, Cristina Fernández, quien “casualmente” es su esposa, para lamentar que él y su cónyuge no pueden hacer lo que quieren al no contar con una mayoría absoluta y dócil a sus caprichos y ocurrencias en el legislativo y en el poder judicial.
Fue el 19 de diciembre pasado cuando Kirchner recurrió a la metáfora de la “máquina de impedir” sin el menor empacho, en un discurso que merece figurar en una antología del populismo cursi y arrogante que caracteriza en Argentina a ese envilecimiento de la institucionalidad democrática que se conoce como “peronismo”. Y cito al propio Kirchner:
“Si ahora triunfa la máquina de impedir se nos cae el trabajo y volvemos a situaciones espantosas como las que vivimos en 2001”.
Y otro párrafo de antología de la perorata del horror populista de Néstor Kirchner:
“Queridos, es difícil. Un día como hoy con el corazón en la mano les dije que no iba a dejar las convicciones y las ideas en la puerta de la Casa Rosada. Creo haberlo hecho, con fuerza y con pasión. Me tocó una Argentina que estaba en llamas. Quiero agradecer dos cosas: una a mis pibes, siempre ahí soportando el agravio y el insulto. Y a mi compañera, la presidenta coraje”.
El matrimonio Kirchner acababa entonces de dar otra muestra de por qué odia la “máquina de impedir”: Con total desprecio de la ley y de las instituciones democráticas, la presidenta decorativa (es el “adorno conyugal” tras el cual Néstor manda sin freno) pretendió el 14 de diciembre que el banco central de Argentina usase más de 6 mil millones de dólares de las reservas para pagar deudas del gobierno cuya vencimiento es inminente. Por supuesto, el presidente del banco central autónomo, Martín Redrado, se negó. Simplemente porque la ley – sí, esa formidable “máquina de impedir”- le prohíbe a Redrado complacer tales deseos disparatados del gobierno. No es un asunto de diferencia de pareceres políticos o de simpatías o antipatías ideológicas o partidistas. Es un asunto de respetar la ley o de burlarse de ella. Redrado la respeta. El matrimonio Kirchner, la burla.
Por fortuna no sólo el presidente del banco central argentino honró su juramento de cumplir y hacer cumplir la ley, también lo hizo el poder judicial: Ayer viernes 8 de enero, María José Sarmiento, jueza federal en lo contencioso administrativo, frenó la pretensión de los Kirchner de disponer de las reservas. Y recordó otro precepto legal, que el matrimonio Kirchner desdeña y pretende burlar escandalosamente: La Constitución argentina señala que el Poder Ejecutivo Nacional no podrá “en ningún caso, bajo pena de nulidad absoluta e insanable, emitir disposiciones de carácter legislativo”. Eso es precisamente lo que hizo la presidenta Cristina Kirchner al pretender “legislar” qué uso se le debe dar a las reservas del banco central.
Si la ley es vista por los tiranuelos como una odiosa “máquina de impedir”, ¡bendita máquina de impedir, que nos protege de los déspotas!
Por eso, se dice que hay dos grandes realidades que dan fundamento a la democracia y que ambas se escriben con la letra inicial “L”: Libertad y Ley.
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