11 enero, 2010

Y mientras tanto, ¿qué?

Y mientras tanto, ¿qué?
Día con día
Héctor Aguilar Camín

El argumento vuelve una y otra vez: la única forma de acabar con el narcotráfico es legalizando las drogas que hoy se persiguen.

Con solvencia y pulcritud ha insistido en ello Mario Vargas Llosa ayer en su artículo quincenal de El País (“El otro Estado”, 10/1/10). La guerra está perdida de antemano, sugiere Vargas Llosa y en la certidumbre de esta derrota subyace la constatación recurrente de los altos costos de la estrategia seguida.

Hay infinidad de cónclaves públicos sobre cómo combatir el narcotráfico, pero no han empezado, dice Vargas Llosa, reuniones para discutir en serio las consecuencias que tendría la legalización.

En el mundo intelectual y académico, en los medios liberales, encabezados por la influyente The Economist, ha ido imponiéndose lo que desde hace 20 años, entonces escandalosamente, propuso Milton Friedman: legalicen ese mercado, suspendan los altos márgenes de ganancia que le otorga la prohibición y que la sociedad decida libremente cuántas drogas y cuáles quiere consumir.

No hay duda racional alguna, al menos no la hay para mí, de que la legalización sería la salida eficaz al sangriento crucigrama de violencia que la persecución del tráfico ha traído a países productores y distribuidores, sin disminuir, al contrario, la demanda de países consumidores.

Cada vez más muertos y cada vez más consumo. Así podrían resumirse las ineficacias de 30 años de persecución violenta de productores y traficantes de drogas.

El hecho trágico, sin embargo, es que la solución de legalizar no está realmente al alcance de la mano. No ha empezado a ser planteada por ningún gobierno, por ningún político en funciones, ni siquiera por algún político en campaña con posibilidades de triunfo, en ningún país del mundo.

El creciente acuerdo intelectual y mediático, en ciertos círculos y en ciertos medios de resonancia global, anuncia quizá el camino que la respuesta al problema tendrá en los años por venir.

Pero mientras eso llega y la legalización es posible, ¿qué hacer? ¿Suspender la guerra? ¿Entregar el campo a productores y distribuidores? ¿Hacer como que todo eso es legal? ¿Volver el narco parte abiertamente tolerada de la economía, de la sociedad, del Estado?

No creo que ningún gobernante en su sano juicio, y para el caso ningún escritor, ni ningún partidario de la legalización, pueda responder a esto afirmativamente.

Mientras no haya legalización de las drogas no puede haber sino complicidad o guerra con el narco. La guerra es cara, y más cara entre mayor complicidad acumulada debe revertir.

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