Capitalismo global y anarquía: Caída del Estado-nación y surgimiento del Estado-empresa
Escrito e ilustrado por Enrique Fonseca. Una primicia para Anarquista 101, archivo completo aquí en PDF.
Mi artículo sobre globalización y anarcocapitalismo. En realidad es un trabajo de clase que me gustó como quedó. Cada vez que lo leo le encuentro más erratas y algún día me gustaría revisarlo y ampliarlo. No obstante tiene cosas curiosas y, sobretodo, creo que da una visión bastante original no solo para los estudiosos de geografía política que no hayan oído hablar de anarcocapitalismo sino también para los anarcocapitalistas que no hayan leído nada sobre geopolítica.
Pienso que este ensayo literario será especialmente útil -si se lee de principio a fin sus breves 22 páginas con ilustraciones – para aquellos cuya formación no esté muy familiarizada con el lenguaje de abogados, economistas y filosofos, como pueden ser periodistas, artistas, técnicos y comerciales.
He subtitulado a Capitalismo global y anarquía con provocación con aquello de los “Estados”, el por qué de esto lo aclaro en el transcurso del texto. Señalo las oportunidades favorables que da la globalización al anarquismo, como son las formas avanzadas de organización en empresas que apuntan hacia nuevas formas de gobierno sin estado y sociedades con leyes privadas acordadas entre sus socios.
Un sol de estos que pican en la nuca. El paisaje de una película del Oeste, atravesado por una carretera infinita por donde pasaban coches viejos. Delante de mí, un cartel de Marlboro. A mi derecha un poste de Texaco. Estaba en un pueblo de mala muerte en Túnez. Era verano del 2005 y me tomaba una Coca-Cola en lo más parecido que hay al culo del mundo. Ahí fue donde me di cuenta de lo que realmente significaba el capitalismo global.
Era un bar cutre de carretera situado en el Túnez profundo donde probablemente su clientela habitual fueran musulmanes de los de toda la vida. De los de cinco oraciones diarias, no beber alcohol y cagarse en la puta que parió a los Estados Unidos. Sin embargo, todos ellos fumaban Marlboro y vestían polos de Benneton. Me sentía como en casa. Porque realmente mi cultura no es la del Cid Campeador ni Santiago-y-cierra-España. Ni siquiera me afecta si Benedicto XVI dice esto o lo otro. A decir verdad, la cultura que consumo a diario tiene más que ver con “Welcome to Marloboro Country” que con todo lo antes citado. Así que no es raro que me sintiera tan identificado con Salif, tunecino con el que me trincaba la Coca-Cola y compartía un truja –alguien llamaría a esto un intercambio cultural- mientras charlábamos sobre David Linch, Madonna y lo buenísima que está Aria Giovanni. Hablábamos el mismo idioma (y por idioma no me refiero a lenguaje). Porque ambos somos hijos de una cultura global.
En nuestra conversación no hubo tiempo para hablar sobre el estado tunecino. Ni sobre su opinión acerca de George Bush. Y muchísimo menos tocamos el tema de las relaciones entre España y Túnez. Es más, estoy seguro de que no había ningún acuerdo entre nuestros dos estados que hiciera posible mi entendimiento con Salif. La cultura que compartíamos venía única y exclusivamente de que ambos habíamos elegido, libremente, consumir los mismos productos. Ambos éramos clientes de las mismas empresas. Empresas transnacionales cuyos servicios satisfacen nuestras necesidades sin importarnos su nacionalidad. Benneton, Coca-Cola o Ikea, sólo importa lo competitivas que pueden ser en un mercado global, sin fronteras físicas ni virtuales. Por supuesto, Salif y yo teníamos nuestras diferencias culturales. Pero no eran fruto de una simple circunstancia nata sino de nuestras propias preferencias. Porque hoy día, citando a Thomas Friedman, “la tierra se ha aplanado y las fronteras han desaparecido”
Pero este proceso no es nada de hace dos días. Últimamente se ha puesto de moda la palabra “globalización”. Suena genial para los periodistas y gente por el estilo a la que le gusta ponerle nombre a las cosas. Da la impresión de que es un fenómeno que ha empezado recientemente debido a equis razones. Tal vez sirva para escribir bonitos libros de autoayuda pero es una falacia. Por eso a lo largo de este trabajo intentaré evitar utilizarlo y lo sustituiré por otro más acertado; “capitalismo global”. Me gusta más porque no se refiere a un hecho pasajero sino a un sistema, en general, que ha ido evolucionando acorde a unos principios básicos. Aún así, sigo pensando que la palabra ideal sería simplemente “capitalismo”. En el concepto “capitalismo”, entendiendo por esto un sistema de economía libre, va implícita la idea de que las empresas se expanden y abren nuevos mercados. Y no lo digo yo. Lo decía Adam Smith mucho antes de que naciera el primer plumilla que escribió en una cuartilla la palabra “globalización”. Los empresarios son los que están interesados en aplanar los obstáculos entre los países y aplanar el mundo.
Y precisamente en este mundo plano, los estados tienen muy poco que decir. Es un juego únicamente de empresas. El mundo (civilizado, se entiende) se basa en intercambios libres y voluntarios; mercado. Y este es precisamente, el tema del que trata este pequeño ensayo. A través de sus páginas iré explicando cómo, hablar de gobiernos hoy en día, es hablar el lenguaje del pasado.
Un día, el profesor Jesús Huerta de Soto, famoso economista español, dijo que “El siglo XXI será el de la desaparición del Estado”. No le faltaba razón.
El Estado se alimenta de las guerras
El Estado se alimenta de las guerras
Por James Meyol
Las guerras son el segundo peor mal que las sociedades humanas pueden cometer (el primer gran mal de la humanidad es la dictadura, la esclavitud de sus propios ciudadanos, que es la causa de las guerras). Las intervenciones militares de los países occidentales, o cualquier otro, contra países que nos los han atacado supone un atentado contra la civilización. De nuevo, la miseria de la humanidad vuelve en forma de matanza supuestamente justificada por las barbaries que comete el dictador de turno.
Así de clara era la filósofa Ayn Rand: “El estatismo es un sistema de violencia institucionalizada y guerra civil perpetua”. Ayn Rand, Las Raíces de la Guerra, 1966. No hablamos aquí de respetar la “soberanía nacional” ni de “pacifismo” sino de repensar quien realmente se hace responsable de una guerra, quien la costea y a quien beneficia, y de cómo estas sirven para legitimar y empoderar más aun a los Estados. Hablamos de que ser antiestado es ser antiguerra, que no es lo mismo que ser pacifista (no responder a la violencia) sino pro-autodefensa (violencia sólo en respuesta).
La única guerra justa para un libertario -determinada apriori, por principio- es aquella que se hace en legítima defensa, luego de un ataque o ante la amenaza iminente de ser atacado, de la misma forma en que en el mundo moderno la ley civil autoriza la autodefensa a un individuo. Y esa defensa ha de ser por sus propios medios o de aquellos de quien quisiese ayudarlo, y no con medios ajenos o contra la voluntad de otros individuos ajenos al problema.
Las Naciones Unidas (ONU), o, el timo del club mundial de Estados
Las Naciones Unidas representan la desmoralización, el cinismo, la amargura, la desesperanza, el miedo y la culpa sin nombre que se está tragando el mundo occidental. El objetivo de las Naciones Unidas no es más que el “aparentar” la paz y la armonía, cuando su objetivo más bien es buscar enemigos y en declararles la guerra. Primera falacia de la ONU: “Todos los países son iguales”. Falso, ¿acaso un país democrático es igual a un país dictatorial?. Segunda falacia (para entender la primera): de 192 países miembros de la ONU, ¿por qué hay alrededor de 80 que son países dictatoriales con grandes matanzas a sus espaldas?.
Y así osan vendernos la idea de que la ONU es una institución mesiánica que resuelve problemas de la humanidad e inclusive que esparce la democracia en la Tierra y que persigue dictadores. La ONU nos vende el timo de que tiene el poder de designar a su libre arbitrio -determinada aposteriori, por conveniencia- cuando las guerras son legales o ilegales. Cuando la realidad es que los “salvadores”, que dicen defendernos de los males que ellos mismos han creado o fomentado, llevaron muchas al poder a esos mismos dictadores o los protegieron.
¿Qué supone para el capitalismo una guerra?
El capitalismo laissez-faire es el único sistema social basado en el reconocimiento de los derechos individuales y, por tanto, el único sistema que tiene la prohibición de la fuerza de las relaciones sociales. Por la naturaleza de sus principios básicos y los intereses, es el único sistema fundamentalmente opuesto a la guerra. Irónicamente, la gente asocia capitalismo con “guerras”, “venta de armas” y “invasión de Irak, Afganistán, etc.”. Evidentemente, esto es totalmente lo opuesto al sistema capitalista.
Los hombres que son libres de producir, no tienen incentivos para saquear, no tienen nada que ganar con la guerra y mucho que perder. Ideológicamente, el principio de los derechos individuales no permite a un hombre a buscar su propio sustento a punta de pistola, dentro o fuera de su país. Económicamente, las guerras cuestan dinero, en una economía libre, donde la riqueza está en manos privadas, los costos de la guerra salen de la renta de los particulares, no hay tesorería exagerada pública para ocultar ese hecho y un ciudadano no puede aspirar a recuperar sus propias pérdidas financieras (tales como los impuestos o dislocaciones de negocios o de destrucción de la propiedad) al ganar la guerra. Por lo tanto sus propios intereses económicos están en el lado de la paz.
La Razón de Estado y sus intereses en la guerra
En una economía estatista, donde la riqueza es “propiedad pública”, un ciudadano no tiene intereses económicos para proteger el mantenimiento de la paz. Ideológicamente, significa que está entrenado para lo que se refiere Ayn Rand como “los hombres como animales de sacrificio”.
El comerciante y el guerrero han sido los antagonistas fundamentales a lo largo de la historia. El comercio no florece en los campos de batalla, las fábricas no producen en los bombardeos, los beneficios no crecen en los escombros. El capitalismo es una sociedad de comerciantes (por lo que ha sido denunciado por todos los aspirantes a John Wayne como “egoísta” y la conquista en plan “Western” como algo “noble”.
Hay que observar que durante el capitalismo se le ha dado a la humanidad el más largo período de paz en la historia -un período durante el cual no hubo guerras notables en todo el mundo civilizado (periodo comprendido desde el final de las guerras napoleónicas en 1815 hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial I en 1914).
Estatismo = Razón de Estado = El Estado controla y vela por sus intereses
El estatismo es de hecho la regla de las pandillas. Una dictadura es una banda dedicada al saqueo del esfuerzo productivo de los ciudadanos de su propio país. Cuando un gobernante estatal agota la economía de su propio país, ataca a sus vecinos. Es su único medio de posponer el colapso interno y la prolongación de su mandato. Un país que viola los derechos de sus propios ciudadanos, no respetar los derechos de sus vecinos. Los que no reconocen los derechos individuales, no se reconocen los derechos de las naciones: una nación es sólo un número de individuos. El estatismo necesita de la guerra, un país libre no lo hace. El estatismo sobrevive saqueando; un país libre sobrevive por la producción.
Obsérvese que las grandes guerras de la historia fueron iniciadas por las economías más controladas de la época frente a aquellas más libres. Por ejemplo, la Primera Guerra Mundial fue iniciada por monárquicos de Alemania y de la Rusia zarista, que arrastraron finalmente a sus aliados (países más libres). La Segunda Guerra Mundial se inició por la alianza de la Alemania nazi con la Rusia soviética y su ataque en conjunto contra Polonia.
Observe que en la Segunda Guerra Mundial, Alemania y Rusia tomaron y desmantelaron fábricas enteras en los países conquistados, para expoliarlos, mientras países más libres (las economías mixtas, los Estados Unidos, semi-capitalista), enviaron miles de millones de los antiguos dólares en préstamos y propiedades, incluyendo fábricas enteras, con sus aliados.
Alemania y Rusia necesitaban la guerra, los Estados Unidos no lo hicieron y no ganaron nada. (De hecho, los Estados Unidos perdieron, económicamente, a pesar de que ganó la guerra. Que se quedó con una enorme deuda nacional, aumentada por la política grotescamente inútil de apoyar a los antiguos aliados y enemigos). Con la Guerra de Vietnam y la de Iraq, de nuevo, los EEUU salieron muy mal parados y con la deuda nacional que se tardaría siglos para poder devolverla los ciudadanos (que es así como se financian las guerras, con el dinero de todos).
¿Blair o Zapatero?
REINO UNIDO
La incógnita Cameron: ¿Blair o Zapatero?
Por Domingo Soriano
Queda poco más de un mes para que David Cameron cumpla un año como primer ministro del Reino Unido. El líder tory puso fin a 13 años de dominio laborista en la política británica con una idea tan imaginativa como arriesgada, aunque también casi forzada por las circunstancias (electorales): un Gobierno de coalición con los liberal-demócratas de Nick Clegg. |
La cohabitación de dos formaciones en el Ejecutivo es una fórmula que las Islas no veían desde hace siete décadas.
Desde aquel 10 de mayo de 2010, he hablado en varias ocasiones con personas conocedoras de la política británica sobre Cameron. Y casi todas ellas me han transmitido la misma sensación: es una incógnita. Ninguno ha querido darme un juicio categórico. Es como si no supieran a qué carta quedarse: ven apuntes interesantes en sus políticas, pero también detalles populistas. Quizá lo más curioso es que esas personas me pusieron dos buenos ejemplos que a mí me parecían contrapuestos sobre lo que podía significar la figura de Cameron.
Uno de ellos me dijo: "Va a ser el Tony Blair de los conservadores", es decir, el político sensato e inteligente capaz de construir una mayoría sólida en torno a un discurso renovado y el dominio de los medios de comunicación; y de hacerlo sin renunciar a aspectos fundamentales de su programa y aceptando lo mejor de sus predecesores en Downing Street. Así, Blair fue en muchos aspectos el mejor discípulo de Margaret Thatcher.
En cambio, mi otro interlocutor definió al primer ministro británico como "el Zapatero de los tories". Si su intuición es correcta, estaríamos ante un político sin sustancia, que tras su aspecto insulso esconde una curiosa capacidad para conectar con el electorado a base de frases huecas, a juego con sus convicciones nada sólidas, un poco de demagogia y muchísima flexibilidad, pues lo que verdaderamente le interesa es aferrarse el poder.
A intentar resolver esta incógnita se dedica, en éste su primer libro, Alfredo Crespo Alcázar, analista de la política británica. Es indudable que Crespo elegiría la primera de las dos opciones si se le plantease la pregunta que encabeza este artículo. De hecho, el subtítulo de su trabajo: "Tras la senda de Churchill y Thatcher", apunta mucho más alto, pues vincula a Cameron no con Blair sino con los dos premiers más conocidos del siglo XX, que además son dos fijos en casi todo ránking de políticos imprescindibles que se precie. Parece algo osada la comparación de Crespo, pues la de Cameron es una figura que no ha hecho sino comenzar a perfilarse.
Crespo analiza las causas de la caída y posterior ascensión del conservadurismo en los últimos lustros, explicando por qué Cameron ha triunfado allí donde fracasaron los líderes tories posteriores a Thatcher. Deja que se expliquen las personalidades que por aquí desfilan, para que sus palabras lleguen nítidas al lector. Su profundo trabajo de investigación tiene su reflejo en las más de 250 citas (la inmensa mayoría, extraídas de discursos o de entrevistas) que reproduce. Además, incluye dos anexos (en inglés) que recogen el acuerdo de gobierno entre Cameron y Clegg y un resumen del pensamiento político del primero tomando por criterio "sus propias palabras".
Con todo esta documentación, Crespo invita al lector a que saque sus propias conclusiones, si bien no oculta –reparen de nuevo en el subtítulo– que siente simpatía por el personaje. Al lector liberal le harán tilín pasajes como aquel en que Cameron pide "dar posibilidades de elección a los padres y libertad a las escuelas", o ese otro en que asegura que se unió a los conservadores porque ama la libertad, o cuando acentúa la importancia de la sociedad frente al Estado.
El problema es que se le encenderán las alarmas cuando le oiga hablar de un "nuevo conservadurismo compasivo, moderno y progresista", que se asiente en tres pilares: "Una sociedad justa, una sociedad segura y ecológica y la igualdad de oportunidades".
De aquí podemos extraer la imagen de un político capaz, sensato, moderno en el mejor sentido de la palabra y con sólidas convicciones; o la de un charlatán demagógico dispuesto a cambiar de ideas en función de por dónde sople el viento electoral. Es difícil que Cameron alcance la grandeza de una Thatcher o un Churchill, pero Blair sí podría ser un objetivo factible. Aunque debe cuidarse, porque Zapatero aparece entre las sombras como el peor de los contraejemplos.
Yo aún no sé a qué atenerme.
Demócratas, demonios con máscaras de ángeles
Jorge Valin
Siempre que veo una tertulia televisiva acabo horrorizado. Derechistas e izquierdistas debaten sobre temas que nos afectan a todos con la misma fórmula, la intervención estatal en la vida de las personas.
Los socialistas defienden el salario mínimo por razones emotivistas cuando éste no es más que un robo a la producción y al capital de otros trabajadores.
Defienden el subsidio estatal de desempleo cuando solo crea más desempleo, patrocina el hedonismo y parasitismo teniendo sus bases en el robo masivo al ciudadano y el fraude.
Tras el continuo y reiterado fracaso de las pensiones públicas recurren a argumentos emotivistas para que el Estado gestione nuestra vejez, cuando ha sido gracias a él que un anciano retirado no cobre más de 700 euros al mes o tengamos que trabajar hasta los 67, siendo totalmente consciente de que el sistema es insostenible por su propia estructura piramidal y que con el tiempo, el Gobierno irá restando años a nuestra futura jubilación. El sistema no es sostenible mientras esté en manos del Estado y sus corruptos burócratas. La privatización no es su solución, sino su abolición.
Los socialistas se proclaman dictadores de nuestra moral con las prohibiciones al tabaco, a la velocidad, a lo políticamente correcto. Es mayor el castigo cuando un ciudadano ataca a un animal que a cuando un villano agrede a una persona. Cuán degenerado está el sistema.
Consideran adecuado etiquetar la educación pública de "buena" y necesaria para todos; cuando ésta, no es más que la adoctrinación del Poder sobre los más débiles intelectualmente, nuestros hijos. Financiada además por el robo de los impuestos. Consideran que la omnipotencia estatal es tan divina que no puede existir educación sin ella. Comenten el mayor de los absurdos: creen que los padres son menos responsables que los corruptos políticos que escándalo tras escándalo mantienen el cargo, sueldos y dietas. Sus incentivos consisten en satisfacer a los lobbies, principalmente los sindicatos de la educación y no a los niños. La educación estatal solo ha conseguido en este país que tengamos uno de los niveles más bajos del mundo en conocimiento mientras sus profesores disfrutan de altos sueldos y largas vacaciones.
Alaban las subvenciones estatales como instrumento de misericordia y bondad, cuando sus únicos resultados son la codicia de una clase parasitaria que vive a expensas de una clase productiva, mientras impulsa la cultura del hedonismo, la irresponsabilidad y la baja producción. Tan absurdo sistema solo se financia por medio del robo y la extorsión al ciudadano. Por los impuestos y el déficit público.
Los conservadores también se proclaman dictadores de la moral. Dan lecciones de humanidad cuando denuncian las "aberraciones" del islam mientras callan las abominaciones que comenten algunos representantes de la Iglesia violando niños.
Denuncian los atropellos del Gobierno de Palestina, pero defienden el que el debe ser el único Gobierno "bueno" del mundo, el de Israel que comente los mismos atropellos que el Estado de Palestina o cualquier otro país que no respete los derechos humanos de sus ciudadanos.
Por razones "económicas" aplauden cualquier medida racista contra minorías convirtiéndolas en el chivo expiatorio de todas las desgracias. Fernandez Díaz, del Partido Popular, ha llegado a proponer recientemente que la Guardia Urbana vigile el discurso de los imanes en las mezquitas. ¿Sacar un policía de la calle para ponerlo en una mezquita donde no hablan ni castellano servirá de algo? Los mayores criminales no están en las mezquitas, sino en el Ayuntamiento de Barcelona donde está el propio Fernandez Díaz.
Nos dicen que nuestro cuerpo no es nuestro, sino de ellos. De su corrompida ley. No podemos disponer de él en temas como el aborto y la eutanasia. A esta ilegítima prohibición le llaman "canto a la vida", pero no es más que un asesinato a nuestra libertad para disponer de nuestro cuerpo y mente.
Conservadores, y ahora también socialistas, llaman a la guerra y exterminio misiones de paz o resoluciones de la ONU. Con nuestro dinero y sin nuestro consentimiento nos ponen en peligro y matan a gente. La guerra, ya sea en Irak, Vietnam, Afganistán o Libia no es un acto de humanidad y caridad; es una atrocidad. Siempre.
Toda esta hipocresía moral a–punta–de–pistola, vestida con las sedas de la bondad, humanidad y democracia, incrementa exponencialmente esa injusticia contra la que los demócratas pretenden luchar. El robo es malo para todos, pero para la izquierda es bueno cuando se trata de dar subvenciones. La vida es importante en temas como la eutanasia o aborto, pero es un valor fútil cuando nuestro Gobierno comente asesinatos en masa en el extranjero o ayuda a otras potencias a tal fin.
Esto es la democracia: el uso de la fuerza de una moral sobre la otra para conseguir la dominación absoluta sobre el grupo rival. Siempre por nuestro bien, por la "libertad", igualdad y dignidad de la moral agresora. Un acto moral deja de tener dignidad cuando se aplica por el uso fuerza centralizada y sistemática. La imposición de la moral, ya sea socialista, conservadora o religiosa, no es ningún acto de bondad ni misericordia, es un atropello contra el espíritu y dignidad humana. Los demócratas no son más que charlatanes engañados o incoherentes, consentidos y arrogantes tiranos que resuelven los conflictos humanos desde un bar, plató de televisión o parlamento sin tener el más mínimo sentido de la empatía y respeto al prójimo.
No hay discurso más humanista y bondadoso que el del liberalismo radical. El que se basa en el Principio de la No Agresión. No agresión a nadie. Las agresiones solo son legítimas en caso de defender nuestra libertad, vida y propiedad, no las creencias o intereses particulares de cada uno. Si la injusticia es la principal lacra de nuestros tiempos, el primer paso será ilegalizar la principal enfermedad que la causa: el Estado y el Gobierno
Poder Malvado contra el Periodismo
Los periodistas tenemos que tener cuidado de no cruzar la línea entre el deber de informar y convertirnos en propagandistas del crimen, haciendo apología al delito.
Por Raúl Benoit
El secuestro y asesinato de José Luis Cerda, un divertido animador de Televisa Monterrey, su primo y un estudiante de periodismo, ocurrido el viernes 25 de marzo pasado, aunque pudiera parecer un caso aislado, oculta una respuesta brutal del crimen organizado a los medios de comunicación mexicanos.
El día anterior, 600 emisoras, 92 periódicos, 23 revistas, una decena de canales de televisión y varios portales de la Internet, firmaron un acuerdo excepcional, donde se comprometen a aplicar una nueva ética a las noticias que difunden. Los contenidos sobre violencia tendrán un control meticuloso.
Algunos apartes del convenio dicen: “Bajo ninguna circunstancia, los medios deben justificar acciones y argumentos del crimen organizado y evitar el lenguaje empleado por los delincuentes”. “Establecer criterios para no exagerar la difusión; resguardar la identidad de las víctimas y de los menores; los medios deben manejar siempre la presunción de inocencia y exigirán información sobre las detenciones".
Todas estas ideas son un recordatorio de obligaciones diarias: informar conresponsabilidad y ética social y humana.
Algunos espectadores de la cotidianidad, ven este convenio como autocensura. Dicen que podría convertir a los periodistas en encubridores de la realidad. Es como quien barre la sala de la casa y mete debajo del sofá la mugre que reunió con la escoba. Tarde o temprano la suciedad reaparece aumentada.
Los periodistas tenemos que tener cuidado de no cruzar la línea entre el deber de informar y convertirnos en propagandistas del crimen, haciendo apología al delito.
Quizás lo que nos lleve a no escatimar esfuerzos para buscar y transmitir noticias sea la competitividad.
Lamentablemente también, a veces, es la complicidad de algunos reporteros deshonestos o, algo común en el periodismo de hoy, el miedo ante las amenazas que rodean a quienes ejercemos este oficio. No obstante, en la mayoría de casos, tiene un sentido de compromiso con los ciudadanos para que estén bien informados.
Ahora que veo las novelas colombianas “El Capo”, “Sin Tetas no hay Paraíso” y tantas otras que muestran a las mujeres ambiciosas y degradadas y a los hombres despiadados y ávidos de poder, me pregunto: ¿no hacen más alabanza al delito que las noticias? Estos programas también deberían ser parte de este compromiso acordado.
El periodismo no debe urdir concesiones a los delincuentes, a los políticos corruptos, ni a favor ni en contra. Un periodista responsable debe informar con libertad, pero conducente con el público al cual transmite la noticia. Debemos defender la visión fiscalizadora de la sociedad. La prensa son los ojos y los oídos de la conciencia ciudadana.
El convenio de los medios mexicanos, aunque estará regulado, podría malinterpretarse. Pienso que causará más daño que beneficio, porque al controlar la noticia se despertará la ira de los mafiosos, como efectivamente ocurrió con el asesinato del presentador Cerda en Monterrey.
La actitud es valiente, pero los mexicanos, incluyendo los periodistas del pacto, se deben preparar para una arremetida sanguinaria. Los carteles usarán su poder malvado para hacerse notar.
Va pa'tras
Por Denise Dresser
Ciudad de México, México
Basta con ver la cara de los priistas en cualquier acto público. Basta con advertir las sonrisas
compartidas, los rostros complacidos, los abrazos entusiastas. Están felices y se les nota; están rebosantes y no lo pueden ni lo quieren ocultar. Saben que vienen de vuelta, saben que están de regreso, saben que encuesta tras encuesta los coloca en el primer lugar de las preferencias en las elecciones estatales y cada vez más cerca de recuperar el control del gobierno federal.
El PRI resurge, el PRI revive, el PRI resucita. Beneficiario del panismo incompetente y del perredismo auto-destructivo, el Revolucionario Institucional está a un paso de alcanzar el picaporte de Los Pinos tan sólo dos sexenios después de haber sido expulsado de allí.
Para muchos mexicanos esta posibilidad no es motivo de insomnio ni de preocupación. Hablan del retorno del PRI como si fuera un síntoma más de la normalidad democrática. Un indicio más de la alternancia aplaudible.
Un indicador positivo de la modernización que México ha alcanzado y que ya sería imposible revertir. "El país ya no es el mismo que el de 1988", advierten quienes no se sienten alarmados por la resurrección priista.
"El PRI no podría gobernar de manera autoritaria como lo hizo alguna vez", sugieren quienes celebran los logros de la consolidación democrática. "Los priistas se verían obligados a instrumentar las reformas que hasta ahora han rechazado", auguran los oráculos del optimismo.
Y ojalá tuvieran razón las voces de aquellos a quienes no les quita el sueño la posibilidad de Enrique Peña Nieto en Los Pinos, Manlio Fabio Beltrones en la Secretaría de Gobernación, Beatriz Paredes en cualquier puesto del gabinete, y Emilio Gamboa en la presidencia del PRI.
Ojalá fuera cierto que una nueva era de presidencias priistas sería señal de alternancia saludable y no de regresión lamentable. Ojalá fuera verdad que tanto el país como el PRI han cambiado lo suficiente como para prevenir el resurgimiento de las peores prácticas del pasado.
Pero cualquier análisis del priismo actual contradice ese pronóstico, basado más en lo que sus proponentes quisieran ver que en la realidad circundante. Como lo escribe el columnista Tom Friedman en The New York Times, en México hoy coexisten tres grupos:
"Los Narcos, los No's y los NAFTA's": los capos, los beneficiarios del statu quo y los grupos sociales que anhelan el progreso y la modernización. Y hoy el PRI es, por definición, "El Partido del No". El que se opone a las reformas necesarias por los intereses rentistas que protege; el que rechaza las candidaturas ciudadanas por la rotación de élites que defiende; el que rehúye la modernización sindical por los "derechos adquiridos" que consagró; el que no quiere tocar a los monopolios porque fue responsable de su construcción.
El PRI y sus bases son los "No's" porque constituyen la principal oposición a cualquier cambio que entrañaría abrir, privatizar, sacudir, confrontar, airear o remodelar el sistema que los priistas concibieron y del cual viven.
A quien no crea que esto es así, le sugiero que lea los discursos atávicos de Beatriz Paredes, que examine la oposición pueril de Enrique Peña Nieto a la reelección, que reflexione sobre los intereses cuestionables de Manlio Fabio Beltrones, que estudie los negocios multimillonarios de Emilio Gamboa, nuevo dirigente de la CNOP y próximo presidente del partido.
Allí está el PRI clientelar, el PRI corporativo, el PRI corrupto, el PRI que realmente no cree en la participación ciudadana o en los contrapesos o en la rendición de cuentas o en la apertura de la vida sindical al escrutinio público.
Si la biografía es micro-historia, entonces se vuelve indispensable desmenuzar la de Emilio Gamboa ya que su selección reciente para una de las posiciones más importantes del priismo revela mucho sobre el ideario, los principios y el modus operandi de la organización.
Emilio Gamboa, descrito en el libro coordinado por Jorge Zepeda Patterson, Los intocables, como el broker emblemático de la política mexicana; el intermediario entre el dinero y el poder político. Vinculado al Pemexgate, al quebranto patrimonial en Fonatur, al crimen organizado vía su relación con Marcela Bodenstedt y el Cártel del Golfo, a las redes de pederastia, al tráfico de influencias. De nuevo en la punta del poder dentro de su propio partido.
Ése es el PRI del 2010, y si no lo fuera, su dirigencia ya habría denunciado a Emilio Gamboa junto a tantos que se le parecen. Pero no es así. El PRI nuevo milenio y el que se apresta a gobernar a la República sigue siendo un club transexenal de corruptos acusados y corruptos exonerados; de cotos construidos sobre la intersección de la política y los negocios; de redes tejidas sobre el constante intercambio de favores y posiciones, negociadas a oscuras.
En una conversación telefónica grabada y ampliamente diseminada -que a pesar de ello no ha hecho mella en su carrera política- Emilio Gamboa le dice a Kamel Nacif: "va p'a tras". Y ése es el mismo mensaje que el PRI envía sobre el país bajo su mando.
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Si te gustan y si estas de acuerdo con mis planteamientos, te agradecería que los reenviaras a tus amigos, parientes y contactos, en el entendido de que trato de hacer conciencia y ciudadanos críticos y participativos. México lo hacemos todos los días ¡todos!
¡Gracias!
'Va pa' tras'
Por Denise Dresser
¿Servir en el Ejército? Un honor
Román Revueltas Retes
¿Me podrían dar ustedes una razón por la cual los jóvenes desempleados no deberían de alistarse en el Ejército mexicano? ¿Es algo indecente, deshonroso, deshonesto o denigrante?
¿Además, qué inconveniente tendría la carrera de las armas, en sí misma, como para que la propuesta del gobernador Duarte deba ser posteriormente aclarada y resultar en algo así como un apostolado de tiernos voluntarios encargados de llevar socorro a las víctimas de las hecatombes naturales?
¿No es acaso un honor llevar el uniforme de los que han jurado defender a la patria? ¿No es un orgullo exhibir unos galones ganados trabajosamente a lo largo de años de durezas y desvelos?
¿Y por qué no debieran afrontar, justamente quienes no estudian ni trabajan, la severidad de la disciplina militar? ¿No es formativa y saludable?
¿No son mejores mujeres y hombres quienes saben respetar las jerarquías, acatar el principio de autoridad, aguantar las penurias físicas, soportar estoicamente la adversidad, aceptar la cultura del esfuerzo, demorar las gratificaciones y, todo esto, hacerlo para servir a los demás?
¿Cuándo dejó de ser el sacrificio individual algo encomiable y se volvió motivo de crítica y escarnio?
Yo a los militares los admiro y a los soldados los respeto. No me gusta la violencia y la fuerza bruta me resulta aterradora. La guerra es abominable. Pero mientras los seres humanos sigamos siendo bestias llevadas por los instintos más primitivos no hay otra manera de defender la civilización que poner su salvaguarda en manos de los guerreros profesionales.
Su tarea es ingrata y, en este país, poco reconocida. Tenemos, en este sentido, una gran asignatura pendiente como sociedad. No otorgamos a nuestros combatientes el lugar que merecen.
Y son precisamente ellos, los miembros del Ejército y la Marina, quienes están dando la cara en estos duros momentos y quienes están poniendo su cuota diaria de sangre y sufrimiento.
El llamado a servir en las filas de las fuerzas armadas es una altísima distinción.
A ver si nos enteramos.
Las escuelas privadas son públicas
Luis Pazos
Uno de mis maestros, el Dr. Alberto Benegas Lynch, argentino, me recordó que dividir la educación en pública y privada es un error, pues las llamadas escuelas privadas también son públicas. El público es quien al inscribir a sus hijos libremente y pagando en una escuela privada, les da un voto de confianza y las hace rentables. Si queremos utilizar una división, tendríamos que hablar de educación gubernamental o estatal y educación ciudadana, pues una es la brindada por el Estado y otra por los ciudadanos o sociedad civil.
Mi maestro, Carlos Llano, quien recientemente falleció, dejando un hueco difícil de llenar en la educación en México, decía que las empresas llamadas privadas son más públicas que muchas de las llamadas públicas, pues la mayoría de éstas últimas funcionan con subsidios y muchas veces el público no queda satisfecho con su servicio, pero no tiene alternativas, porque son monopolios.
Las llamadas empresas privadas, que funcionan en un entorno de competencia, decía Carlos Llano, dependen del público, pues con su preferencia las mantienen, por ello tienen que servirle mejor, si quieren sobrevivir y ganar dinero.
En un país democrático y moderno, la función del Estado no es reservarse privilegios ni subsidios con la excusa de que una empresa o institución educativa es pública. Deben crear un ambiente de competencia donde los ciudadanos, quienes a través de impuestos o cuotas pagan la educación gubernamental y la ciudadana, tengan la libertad de decidir entre diversas escuelas y universidades para obtener una mejor educación. Ese objetivo puede alcanzarse con el llamado “bono educativo”, que deben tomar en cuenta autoridades y legisladores si quieren optimizar los recursos destinados a la educación.
1 comentario:
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