29 marzo, 2011

El euro, una moneda politizada

por Steve Hanke

Steve H. Hanke es profesor de economía aplicada en la Universidad Johns Hopkins y Senior Fellow del Cato Institute.

Desde su creación en junio de 1998, el Banco Central Europeo (BCE) ha sido proclive al error. Un defecto inicial y considerable en su diseño se mostró cuando el BCE se apegó a la moda del día: regímenes de metas de inflación. Como resultado de esto, el BCE ha mostrado una tendencia a apretar o relajar la política monetaria precisamente en los momentos equivocados.

Uno de esos episodios desfavorables ocurrió durante el verano de 2008, cuando el BCE elevó las tasas de interés. Al aferrarse ciegamente al régimen de metas de inflación, el BCE aumentó considerablemente las tasas de interés, a pesar de que Europa había estado en medio de una recesión por dos trimestres. Todavía peor es que la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión se estaba gestando —un hecho que había salido a flote en el verano de 2007, cuando el mercado interbancario europeo se congeló.

En lugar de diagnosticar correctamente el mal funcionamiento del mercado interbancario europeo como un síntoma de bancos insolventes, el BCE y las élites políticas de Europa creyeron que el problema era “una deficiencia de liquidez”. Esto colocó al euro en el centro del escenario y desvió la atención del público de la fuente del problema: demasiada deuda e insolvencias asociadas. El corazón del problema lo conforman simplemente demasiados préstamos que nunca podrán ser cancelados bajo los términos acordados —no es un problema del euro en sí.

El mejor antídoto para el exceso del sobreendeudamiento es que los acreedores asuman una buena pérdida. esto no está dentro de las opciones políticamente tolerables. En cambio, el BCE se ha transformado en el “banco malo” de la Eurozona, asumiendo tantos créditos cuestionables como para hundir a un barco de combate.

El euro continúa siendo una criatura de la política, no de la economía y las finanzas. De hecho, gran parte de los argumentos económicos —tanto a favor como en contra— han sido, y continúan siendo, equivocados o irrelevantes. Las características de este proyecto han sido más politización, más centralización y más “harmonización”.

¿Qué le espera en el futuro al euro? Si la historia sirve de guía, los franceses proveerán la dirección y los alemanes pagarán la cuenta. Pero la historia no es una guía infalible. Todo depende de los políticos de Europa, cuyas prioridades son desconocidas. Hay buenas razones para que los escépticos sigan siendo, bueno, escépticos.

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