Dormidos ante la crisis de desempleo de Estados Unidos
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En la primera conferencia de prensa de la historia ofrecida por el presidente de la Reserva Federal de EEUU, Ben Bernanke, la cuestión fue relegada a una sesión de preguntas y respuestas, en lugar de quedar expuesta de manera prominente en la declaración de apertura.
Dicha cuestión es el problema del paro en Estados Unidos, esto es, la magnitud y la composición del desempleo -un mal que todavía no ha sido reconocido como corresponde por su impacto cada vez más perjudicial en el tejido social del país, su potencial económico y su posición fiscal y dinámica de deuda, ya bastante frágil-.
Es algo que muchos en Washington D.C. están deseosos por descartar como transitorio, a pesar de la evidencia visible que indica todo lo contrario. Además, resulta extremadamente vulnerable a los elevados precios del petróleo y los alimentos. Y socava las presunciones operacionales que apun- talan la caracterización, de larga tradición, de la economía estadounidense como vibrante y receptiva.
Empecemos por los datos:
- La tasa de desempleo estadounidense sigue tenaz e inusualmente alta casi tres años después del estallido de la crisis financiera global: un 9 por ciento.
- En lugar de reflejar una creación de empleos, gran parte de las mejoras de los últimos meses (con respecto al 9,8 por ciento en noviembre del año pasado) se deben a los trabajadores que salieron de la fuerza laboral, lo que llevó la participación de ésta a un mínimo del 64,2 por ciento que no se registraba desde hacía muchos años.
- Si se incluyen los empleados a tiempo parcial ansiosos por trabajar la jornada completa, casi uno de cada seis trabajadores en EEUU está subempleado o directamente parado.
- Más de seis millones de trabajadores han estado desempleados durante más de medio año y cuatro millones, por más de un año.
- El desempleo entre los jóvenes de 16 a 19 años está en un asombroso 24 por ciento.
- Prácticamente sin ingresos generados y con ahorros menguantes, los desempleados están en peores condiciones para poder hacer frente al alza de los precios del combustible y los alimentos, claramente no tienen acceso al crédito y muchos soportan una deuda hipotecaria que excede el valor de sus viviendas.
Estos y otros muchos factores hablan de una realidad desagradable e inusual para EEUU. El país ahora tiene un problema de desempleo que es grande en magnitud y cada vez más estructural en su naturaleza. Las consecuencias son multifacéticas e implican una angustia personal inmediata, crecientes tensiones sociales y políticas, pérdidas económicas y presiones presupuestarias.
Erosión de las capacidades productivas
Esto es mucho más que un problema para el aquí y ahora. Un paro alto e inextricable tiene serias consecuencias negativas a largo plazo que amenazan con volverse exponencialmente peores. Esto es una crisis muy seria.
Sólidas investigaciones internacionales demuestran que cuanto más tiempo se está desempleado, más cuesta conseguir un trabajo. Esto erosiona la base de habilidades de una economía y mina sus capacidades productivas a largo plazo.
Y si el desempleo es particularmente profundo entre los jóvenes, como sucede hoy en día, un alto porcentaje de los parados corre el riesgo de no volver a encontrar un puesto de trabajo.
Sin duda, la Gran Recesión desatada por la crisis financiera global contribuyó a agravar esta situación preocupante. Desafortunadamente, el problema es mucho más profundo, ya que se venía gestando desde hacía bastante tiempo.
Resultado del apalancamiento en la Edad de Oro
En su origen, la crisis de empleo de EEUU es el resultado de muchos años de desinversión en recursos humanos y en sectores sociales. El sistema educativo estuvo rezagado respecto del progreso registrado en otros países. Las iniciativas de reciclaje laboral han sido deplorablemente inadecuadas.
La movilidad laboral viene registrando una caída. Y se ha dedicado una atención insuficiente a mantener una adecuada red de Seguridad Social.
Estas realidades se vieron empañadas por la locura que caracterizó a la Edad de Oro del apalancamiento, el crédito y el derecho de endeudamiento previa al 2008 en EEUU, que alimentó un auge gigantesco pero insostenible en la construcción, la vivienda, el ocio y el comercio minorista. La creación de puestos de trabajo resultante, aunque temporal, adormeció a los responsables de las políticas hasta caer en la complacencia sobre lo que realmente estaba sucediendo en el mercado laboral.
Cuando el auge se convirtió en un descalabro prolongado, las ineficiencias de la situación laboral a más largo plazo se volvieron visibles a los ojos de cualquiera que se preocupara por mirar, y son alarmantes.
Abandonado a su propia mecánica, el problema del desempleo de EEUU se agudizará. Esto ampliará la ya importante brecha existente en el país entre los que tienen y los que no. Socavará las capacidades y la productividad del mercado laboral.
Acentuará las cargas impuestas a la cantidad cada vez menor de personas que permanecen en la fuerza laboral y tienen empleo. Y hará que resulte aún más difícil encontrar una solución a medio plazo para la dinámica de deuda pública y déficit que es cada vez peor en Washington.
Obligación de rápidas maniobras
El Gobierno estadounidense tiene poco tiempo que perder si quiere evitar un problema de desempleo más prolongado y arraigado. Debe tomar medidas ahora para abordar las causas del problema a través de programas plurianuales que van desde la reestructuración educativa y el reciclaje de los trabajadores hasta una mejora de la productividad y una reforma del sector de la vivienda.
Y debe hacerlo al mismo tiempo que protege mejor a quienes están desempleados desde hace mucho tiempo, gran parte de los cuales tienen escasa responsabilidad por sus aprietos actuales, alguna vez impensables y desafortunadamente de largo recorrido.
Ya es hora de que EEUU se despierte y se enfrente a su crisis de desempleo de un modo integral. Como sabe cualquiera que alguna vez haya tenido un trabajo insoportable, apagar el despertador y taparse la cabeza con la sábana no es la solución.
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