20 mayo, 2011

La indignación de la izquierda zombi

EN CLAVE DE SOL

La indignación de la izquierda zombi

Por Santiago Navajas

La izquierda está muerta y enterrada. Ideológica e intelectualmente hablando. Pero aún se agita, convulsa y compulsiva. Como si fuera un zombi agusanado que de tumbo en tumbo todavía puede producir desastres allá por donde va chocando, desprendiendo el olor fétido de lo que lleva mucho tiempo caducado.

Ese hedor se espesa en la figura viejuna de Gadafi, un mártir para Hugo Chavez, o en la silueta más entrañable pero no por ello menos obsoleta de Stéphane Hessel, best seller de la papilla ideológica que es capaz de consumir en estos momentos la izquierda a falta del carácter indómito y el músculo filosófico que un día la caracterizó. En lugar de comunismo revolucionario, consumismo ideológico.

Este último éxito de crítica y público entre los que David Mamet denomina "izquierdistas descerebrados" (liberal braindead) es obra de un viejo luchador de la Resistencia francesa contra los nazis que ahora milita en la Resistencia altermundista contra el capitalismo, la globalización y la tiranía de los mercados. Con la pequeña diferencia de que los nazis lo metieron en Buchenwald mientras que los capitalistas de mercado lo van a hacer rico gracias a los millones de libros que está vendiendo. Quizás el mundo se esté dirigiendo hacia el desastre, pero al menos Hessel progresa adecuadamente al elegir sus enemigos. Algo es algo.

Hay quien sostiene que la izquierda y la derecha son hoy en día indistinguibles. Será porque la primera abandonó su principal marco teórico, el marxismo, entre los años 70 y los 80 gracias a la labor de zapa intelectual que emprendieron contra el lobby cultural dominante gentes como Popper, Aron, Berlin, Revel, Hayek o Friedman, y que Reagan y Thatcher hicieron emerger políticamente. Desde entonces la izquierda se refugia en la inanidad y la vacuidad de vagas apelaciones a ambiguos principios. Como cuando Zapatero explica a sus hijas que la diferencia entre la derecha y la izquierda es que la primera tiene los valores en la Bolsa mientras que la segunda los tiene depositados en el corazón (lo que no impide que cuando salen de puestos de responsabilidad –es un decir– públicos obtengan pingües salarios en las mismas empresas privadas cotizadas en Bolsa que tanto proclaman despreciar, como Felipe González o últimamente Pedro Solbes).

Y es en nombre de los valores y principios del corazón por lo que Hessel titula su sermón a la parroquia juvenil izquierdista con un imperativo moral a la indignación. Pero ¿a la indignación en nombre de qué y en qué dirección, para conseguir qué? En el mejor de los casos, la proclama de Hessel anima a la indignación por la indignación, a la rabieta infantil, una salida tan pobre y estéril como la apatía o la indiferencia. En el peor, lo que se adivina es la típica, rancia y refutada receta estatista de matices dictatoriales:

Una organización racional de la economía asegurando la subordinación de los intereses particulares al interés general.

Y una generalización de la desobediencia al poder político cuando éste es ejercido por sus adversarios.

La democracia le parece fantástica, aunque sólo merece su respeto cuando rema a favor de su ideología. Pero es que cuando se trata de izquierdistas como Hessel hay que tener precaución cuando emplean palabras como democracia o república, porque están pensando en las democracias o repúblicas populares, en las de Cuba y Venezuela, que son las que les motivan, no en las liberales o burguesas, que son en las que cómodamente viven. Hessel carga y clama contra "el poder del dinero" y la "dictadura internacional de los mercados financieros" con una retórica que pretende asimilar, siguiendo una vieja táctica de Willy Münzenberg, el liberalismo y el nazismo. Y es que no han dimitido del dogma marxista de que la culpable de todos los males sociales es la maligna institución de la propiedad privada y el mecanismo más perverso para crear riqueza y libertad, la competencia. En lugar de propiedad privada, Hessel propone la estatización, y en lugar de competencia en el mercado, dirigismo estatista.

Si nos hemos de tomar en serio el escrito de Hessel, tenemos que concluir que lo que él y los que le jalean pretenden es resucitar la economía dirigida de tipo soviético. Si, en cambio, consideramos que todo es un bluf editorial de la industria progresista –el esnobismo pseudorrevolucionario, el radicalismo refinado y el izquierdismo de salón–, los millones de libros vendidos se reducen a mucha pulpa desperdiciada y a la inmortal teoría del general Velasco Alvarado, jefe del socialismo militar peruano de los años setenta:

El gobierno revolucionario de las Fuerzas Armadas no es ni comunista ni capitalista, sino todo lo contario.

La máscara de viejecito bondadoso termina por desprenderse del todo cuando Hessel señala lo que le parece la peor ignominia del siglo XXI. ¿Las violaciones de los derechos humanos en las dictaduras comunistas que todavía asuelan el mundo, de Cuba a China pasando por Corea del Norte? ¿La represión política, cultural y económica que en nombre de Alá es una constante en casi todos los países de dominio cultural islámico? Nada de eso. Lo peor de lo más horrible de lo inasumible le parece a nuestro indignado y provecto resistente que es... Israel. La única democracia en una zona de iluminados hitlerianos y sátrapas medievales, una democracia en la que se defienden los valores de la Ilustración y el liberalismo, en la que los homosexuales pueden manifestarse sin miedo a ser asesinados y las mujeres pueden vestir bikini en lugar de burkini, le parece a Hessel el principal motivo para la indignación.

Tiene la mala suerte el hombre de citar como principal apoyo para su denuncia del presunto comportamiento genocida del Estado de Israel el informe de Richard Goldstone para la ONU, ya que recientemente el mencionado juez se ha desmarcado de las conclusiones que defendió en su momento, señalando la radical diferencia entre las intenciones de un Estado legítimo y democrático como Israel y una organización terrorista como Hamás.

Pero ni la ONU ni Hessel permitirán que la realidad estropee sus tesis en contra de la democracia liberal, el respeto a los derechos humanos y la racionalidad económica. De una forma torticera y sibilina, Hessel justifica el terrorismo de izquierdas como hizo su maestro Sartre, al que invoca para justificarlo bajo la apariencia de matizarlo. Carlos Semprún Maura ya desactivó en La Ilustración Liberal a los sinvergüenzas políticos que como Bernard-Henri Lévy o ahora Hessel tratan de edulcorar y falsificar el compromiso existencialista de Sartre con el terrorismo como método de acción política. Y es que aunque Hessel subraya en negrita que la no violencia es el camino que debemos aprender a seguir, su rechazo al terrorismo se basa en la conveniencia estratégica, no en su rechazo moral y político:

En la noción de eficacia, es precisa una esperanza no violenta.

Su desapego del mundo ilustrado en sus vertientes política –la democracia liberal– y económica –el capitalismo– también alcanza a la tercera pata que sostiene el Occidente de la civilización: la ciencia y la tecnología. Agotada la utopía izquierdista que les hacía situarse de forma equidistante entre la Unión Soviética y los Estados Unidos, Hessel se refugia ahora en la utopía reaccionaria ecologista que se basa en el miedo como metodología para manipular a las masas y la parálisis para lograr su propósito de destruir al sistema. Lo llaman "equilibrio sostenible", que se conseguiría poco menos que parando todo el sistema productivo, para lo que necesitan hacer creer a la población lo que sigue:

El pensamiento productivista, impulsado por Occidente, ha llevado a una crisis en la que es precisa una ruptura radical con la precipitada carrera del crecimiento, en el dominio financiero pero también en el dominio de las ciencias y la técnicas (...) la aventura humana sobre un planeta que puede llegar a ser inhabitable para el hombre.

Este intento de manipulación mediante la propagación de un miedo difuso a una catástrofe universal es un manido recurso vinculado al milenarismo que las organizaciones ecologistas están usando desde hace décadas. Por ello no resulta extraño que TVE, la televisión estatal al servicio de los intereses ideológicos del gobierno de turno, ponga a disposición de Hessel un programa como Informe Semanal que le sirva de espacio promocional, en el que solo se escuchen las voces a favor de sus tesis, sin que nadie le ponga en cuestión sus ramalazos a favor de la "ambición social" de la Unión Soviética, Cuba o la RDA, mientras que cuando cita a sus enemigos menciona a Hitler o a Franco pero no a Stalin o a Castro.

En el mismo programa publicitario y de propaganda, el un día respetado Informe Semanal, entrevistan a otro zombi de la izquierda, el socialista Jean Ziegler, un clásico en la defensa de los sistemas económicos colectivistas que en los años ochenta formaba parte de la tendencia prosoviética en el seno de la Internacional Socialista. De ahí que cuando lo nombraron "ponente especial sobre el derecho a la alimentación" en la Comisión de Derechos Humanos de la ONU defendiese el "quitar al mercado el establecimiento de los precios agrícolas", lo que contribuyó a que millones de seres humanos se murieran de hambre. Pero, como Hessel, Ziegler es uno de esos embajadores permanentes que por cuenta del erario público se permiten el lujo de pontificar un festival de buenas palabras y una mermelada de buenos sentimientos con los que empedrar el infierno.

Francia es aún el país del mundo donde más gente se encuentra dispuesta a entonar la Internacional. Al final del mal razonado y peor escrito sermón, el venerable anciano Hessel se nos aparece como un pastiche del mago de Oz que, tras su apariencia de viejecito inocentón y lleno de buenos sentimientos, sólo revela un fraude. Y es que Hessel debería, antes de predicar, repartir trigo. Es decir, aplicarse a sí mismo la indignación que con tanto desparpajo e irresponsabilidad va esparciendo. Una indignación roma y fofa, en el mejor de los casos, irresponsable y narcisista, en el peor. Como suele pasar con los sermones, al final no tenemos sino una monserga.

El liberalismo integral de Mario Vargas Llosa

PASIÓN POR LA LIBERTAD'

El liberalismo integral de Mario Vargas Llosa

Por Esperanza Aguirre

Mario Vargas Llosa es, sin duda, uno de los escritores más extraordinarios de la literatura universal. La concesión, por fin, del Premio Nobel en 2010, ante la aceptación general de la crítica y de sus millones de lectores, no ha sido más que la confirmación pública y solemne de que se trata de uno de los más grandes novelistas de la historia. Y, desde luego, de la historia de la literatura en español, donde puede colocarse en la estela de Cervantes, junto a un Galdós, por ejemplo.

Desde que en 1959 publicó los relatos de Los jefes hasta El sueño del celta, con el que nos maravilló el pasado otoño, Mario Vargas Llosa no ha parado de inventar historias con las que nos ha seducido, de crear personajes con los que nos ha emocionado y de retratar pasiones humanas en las que, con frecuencia, nos hemos visto reflejados. En definitiva, en estos más de 50 años de escritura, con una constancia admirable y con una dedicación envidiable, Mario Vargas Llosa ha ido elaborando una obra literaria que asombra y seduce a cuantos se acercan a ella.

Pero su actividad intelectual no se ha limitado a crear esos personajes que ya son inmortales o a contar esas historias apasionantes que llenan sus novelas. Como estricto hijo de su tiempo, como les ha ocurrido a la inmensa mayoría de los escritores desde el "J'accuse" de Zola a favor del denigrado capitán Dreyfus, Mario Vargas Llosa también se vio impelido a dar testimonio de sus convicciones políticas desde casi los inicios de su carrera literaria. Y como también una notable mayoría de esos escritores, Mario Vargas Llosa empezó sus manifestaciones políticas al lado de los defensores de posiciones marxistas, revolucionarias y, por qué no reconocerlo, totalitarias. No es extraño, por eso, el entusiasmo con que saludó y apoyó la Revolución cubana. En eso no hacía más que lo mismo que casi todos los intelectuales de Occidente llevan haciendo desde que el diabólico Willi Münzenberg ideara, allá por los años veinte y por encargo de Lenin, la identificación de los artistas y los creadores con la revolución, soviética, por supuesto. Esa identificación de los intelectuales con posturas totalitarias, por aberrante que hoy pueda parecernos, se sigue dando, y ahí están, de vez en cuando, las listas de abajofirmantes que o bien defienden posturas inequívocamente colectivistas o bien atacan con saña cualquier propuesta liberal.

Así, el Vargas joven de los años cincuenta y sesenta fue, tal y como se decía en el argot político de la época, un "compañero de viaje" de los movimientos comunistas de Europa y de América Latina. Como lo fueron tantos, como lo fueron casi todos.

La brutal invasión soviética de Checoslovaquia en agosto de 1968 comenzó a arrancarle la venda de los ojos y el caso de Heberto Padilla, con la siniestra farsa de aquella "autocrítica" en La Habana de la primavera de 1971, le hizo romper para siempre con el marxismo, el socialismo, el estatismo y el colectivismo, en los que había creído como posibles soluciones para los males de, sobre todo, los países de América Latina.

Supongo que esta ruptura tuvo que ser dolorosa porque siempre es doloroso abandonar una cofradía, en la que encuentras amparo y compañía y donde te ofrecen respuestas predeterminadas para todo, y salir a la intemperie, donde sólo cuentas con tu inteligencia y con tu decidida voluntad de elaborarte tú mismo las respuestas para todas las cuestiones políticas que se te planteen. Pero eso es lo que hizo Mario Vargas Llosa, salir a la intemperie. Y así, aunque le costó romper con amistades antiguas, recibir las críticas sectarias de muchos y comprobar en su propia carne cómo se las gastan los hijos de Willi Münzenberg con los que abandonan ese redil del progresismo, donde no caben ni la disidencia ni el pensamiento verdaderamente crítico, Vargas Llosa inició un itinerario intelectual y político que me atrevo a afirmar que no tiene igual en la historia de los escritores del último siglo.

Mario Vargas Llosa, desde los años setenta del siglo pasado hasta nuestros días, ha dedicado muchas horas y muchos esfuerzos de su trabajo intelectual a elaborar un pensamiento político para dar respuesta al problema central al que se enfrenta cualquiera que se preocupe por el bien común, y que no es otro que mostrar cuál es el mejor camino para alcanzar el máximo desarrollo y bienestar en una sociedad y en un país. Y a esa tarea de búsqueda de las mejores soluciones ha dedicado desde entonces toda su portentosa inteligencia y su proverbial disciplina intelectual y literaria para expresar y comunicarnos sus reflexiones con una claridad y una nitidez extraordinarias.

Para elaborar su pensamiento político, Vargas Llosa ha tenido que luchar, en primer lugar, con su propia condición de novelista. Porque, como muy bien explica en este ensayo Mauricio Rojas al comentar el libro de Mario Vargas Llosa La verdad de las mentiras, todo escritor, en sus novelas, siempre expresa alguna acusación contra lo existente y, con frecuencia, imagina soluciones que se emparentan con lo utópico. Y la experiencia nos ha demostrado cumplidamente que allá donde aparece una utopía como móvil de la política siempre se esconde el germen del totalitarismo. Alertado de ese peligro, el peregrinar de Vargas Llosa para construir su pensamiento político al margen de dogmas, de tópicos o de prejuicios, lo inició con la ayuda de sus dos principales armas intelectuales: leer y escribir.

Ya está universalmente aceptado que Mario Vargas Llosa es uno de los más grandes escritores de la historia. Además, yo añadiría que también es uno de los mejores lectores de todos los tiempos. De su excepcional capacidad para analizar textos literarios y a sus autores nos ha dejado innumerables muestras. Ahí están sus deslumbrantes ensayos sobre el Tirant lo Blanc de Joanot Martorell o sobre la obra de autores como Gabriel García Márquez, Gustave Flaubert, Victor Hugo, José María Arguedas, Azorín, Juan Carlos Onetti y hasta Corín Tellado.

Pues bien, esa extraordinaria capacidad para profundizar en todo lo que lee y, después, sorprendernos con unos análisis siempre iluminadores, Mario Vargas Llosa la empezó a utilizar, a partir de los años setenta, para analizar e interpretar también todos aquellos autores que el canon marxista-progresista en que se había movido hasta entonces tenía en un peculiar e inquisitorial índice de libros y autores prohibidos: Adam Smith, Karl Popper, Raymond Aron, Jean-François Revel, Isaiah Berlin o Friedrich Hayek. Porque Vargas Llosa empezó entonces a leer a esos clásicos del liberalismo y empezó a leerlos con una insobornable honradez intelectual, desechando cualquier prejuicio y con todo su espíritu crítico en estado de alerta. Y, al mismo tiempo que los leía, su profunda honestidad intelectual lo llevó, desde el primer momento, a escribir sobre lo que leía y a transmitirnos todos los análisis que esas lecturas le sugerían con la brillantez y la claridad que le caracterizan.

Así, a través de sus artículos y de sus ensayos, Mario Vargas Llosa ha ido describiendo la evolución de su pensamiento político desde su ruptura con cualquier vestigio de colectivismo hasta el liberalismo en el que acabó desembocando su apasionante y arriesgada trayectoria de honesto intelectual que indaga, sin prejuicios, en lo más hondo de los asuntos.

El objetivo cumplido de este libro de Mauricio Rojas es, precisamente, describir esa trayectoria que ha llevado a Vargas Llosa a ser beligerante en la defensa de unos valores y principios que considera irrenunciables: el Estado de Derecho, los derechos humanos, la democracia, la tolerancia, la propiedad privada, la economía de mercado y todo lo que hace posible la existencia de la creación más única y valiosa de la civilización occidental: la libertad individual, como el propio Rojas nos señala en su libro.

La defensa a ultranza del capitalismo y de la economía de mercado ha convertido a Vargas Llosa en una de las bêtes noires más odiadas y denostadas por los que aún militan en las ruinas de los caducos y siniestros movimientos comunistas y sus aledaños. Y, en justa contrapartida, también lo ha convertido en una de las personalidades más admiradas y queridas por todos los que siempre vamos a anteponer la libertad de los individuos a cualquier raison d’État.

Como todos sabemos, su adhesión, racional y razonada, al liberalismo no ha sido sólo una toma de postura meramente teórica. Mario Vargas Llosa en 1990 creyó que tenía un compromiso con su país y descendió al terreno del juego político para optar a la presidencia de Perú. Era el paso que le faltaba para completar su ejemplar trayectoria política. Frente a tantos intelectuales de los países desarrollados y ricos que, desde el confort de la gauche divine de la sociedad occidental, predican el colectivismo marxista como panacea para los países pobres, Vargas Llosa bajó a la arena política peruana para presentarles a sus compatriotas un proyecto abierto, liberal y alejado de todo intervencionismo. Y bajó al difícil ruedo de la política con la honestidad y la sinceridad por banderas, sin recurrir a promesas populistas ni a declaraciones demagógicas, es decir, sin mentir a sus posibles electores. Aquel rasgo de coraje político al que le llevaron su honradez intelectual y el amor a su primera patria se saldó con un fracaso político y, al mismo tiempo, con un rotundo éxito humano y con una riquísima experiencia, que, con la brillantez de siempre, nos contó en ese apasionante y seductor libro que es El pez en el agua. Un libro que explica en primera persona muchos de los hitos de esa evolución política que Mauricio Rojas analiza aquí. El pez en el agua es un libro que todos los políticos –y, en especial, los que como yo nos consideramos liberales– debemos leer para comprender que la verdadera victoria moral en unas elecciones es mantenerse fiel a los propios principios y valores, y no caer ni en promesas falsas ni en halagos demagógicos.

Mauricio Rojas, en este libro que expone con extraordinaria brillantez la evolución política de Mario Vargas Llosa, ha querido dedicar un largo y profundo capítulo a la importancia que en esa evolución ha tenido el hecho de ser latinoamericano y de haber vivido con intensidad y apasionamiento las convulsiones políticas de ese continente en las últimas décadas. Probablemente es en la aplicación concreta a la política latinoamericana donde mejor se comprende la evolución ideológica y política de nuestro Premio Nobel. Ya en 1984, en el prólogo de su emocionante Historia de Mayta, Mario Vargas Llosa confiesa que hubo unos años, los de su primera juventud, "en que, en América Latina, se hizo religión la idea, entre impacientes, aventureros e idealistas (yo fui uno de ellos), de que la libertad y la justicia se alcanzarían a tiros de fusil". Pues bien, como explica Rojas siguiendo a Vargas Llosa, "en América Latina se han probado todos los sistemas sociales, menos el de la libertad integral". Y a criticar todos los sistemas de raigambre más o menos totalitaria que con frecuencia han embelesado a los países de la América hispana, y a defender la libertad como raíz de las políticas más eficaces para lograr esa justicia y ese progreso que tantas veces se les ha vedado a los latinoamericanos, ha dedicado Vargas Llosa muchos de sus mejores escritos políticos. Y es curioso constatar que el más cosmopolita de los grandes escritores de América, el que vive igual de a gusto en Madrid, Londres, París, Nueva York que en Lima, es, al mismo tiempo, el que más se ha manchado las botas en la política concreta de su país. En este sentido, las páginas del libro de Mauricio Rojas dedicadas al pensamiento político de Vargas Llosa sobre América Latina son imprescindibles. Como creo, con nuestro autor, que es imprescindible que esos países sigan la senda de la libertad, de la sociedad abierta, de la economía de mercado y del Estado de Derecho y eviten para siempre los caudillismos, la demagogia, los mesianismos y, por supuesto, los totalitarismos en todas sus formas.

De la lectura de este libro y de la lectura de las miles de páginas en las que Mario Vargas Llosa ha dado cuenta de la evolución de su ideas políticas me queda una última lección, la de no rehuir jamás el debate ideológico con los que mantienen posiciones diferentes a las mías. Justo como ha hecho siempre Vargas Llosa. Y dada la coincidencia de mis ideas políticas con las suyas, estoy segura de que, con frecuencia, utilizaré los argumentos que él ha sido capaz de articular para defender la libertad con una contundencia y una brillantez inigualables.

China dispara sus compras y se convierte en el primer inversor de oro

China dispara sus compras y se
convierte en el primer inversor de oro

El gigante asiático alimentó el rally hasta máximos históricos del oro. Las compras desde China se duplicaron en el primer trimestre, hasta convertirse ya en el primer inversor mundial de oro, superando a India.

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El último informe del Consejo Mundial del Oro sitúa a China al frente de otro ránking mundial. En el primer trimestre su demanda de metal precioso ascendió hasta las 90,9 toneladas, superando las 85,6 toneladas de India.

La demanda del gigante asiático se duplicó con creces respecto a las 40,7 toneladas del primer trimestre del año pasado.

De acuerdo con el Consejo Mundial del Oro, el 64% de las compras de oro de China tenían como destino su uso para joyería, el 27% como inversión, y el 6% para la industria.

El atractivo por el oro como inversión llevó el pasado mes de febrero a Industrial & Commercial Bank of China (ICBC) a ofrecer a sus clientes la compra de piezas de oro, desde 10 hasta 1.000 gramos. Sólo en las seis últimas semanas del primer trimestre este programa sumó compras de 1,8 toneladas, según el Consejo Mundial de Oro.

Ventas en la apertura de Wall Street

Ventas en la apertura de Wall Street

Tal y como apuntaban los futuros la principal bolsa del mundo arranca la última jornada de la semana con tono bajista. Los inversores hacen caja tras dos días consecutivos de subidas, aprovechando que no hay referencias macro relevantes. LinkedIn sigue de enhorabuena y sube otro 10%.

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En los compases iniciales de la negociación el Dow Jones de industriales se deja un 0,2%, hasta 12.581 puntos, mientras que el selectivo Standard & Poor´s 500 recorta un 0,25%, hasta 1.340 puntos. El índice tecnológico Nasdaq Composite cae un 0,16%, hasta 2.818 puntos.

La inyección de moral que supuso para el mercado la mejora en del paro semanal se diluye hoy y deja paso a la prudencia. Los inversores optan por la cautela y por hacer algo de caja tras dos días de avances. Sin referencias macroeconómicas en la agenda las noticias empresariales copan la actualidad y centran la atención de los inversores.

Además de los resultados corporativos el protagonista de la sesión será de nuevo LinkedIn. Tras subir casi un 110% el día de su estreno en bolsa la red social se prepara para otra jornada de avances. Sus acciones suben más de un 10% en la apertura y confirman que el interés de los inversores por las redes sociales va en aumento. Facebook y Twitter se frotan las manos.

Por sectores, las minoristas acaparan miradas con GAP y Barnes & Noble. La primera sufre un severo castigo pese a anunciar una mejora del 23% en su beneficio neto del primer trimestre. La rebaja que ha aplicado a sus previsiones de beneficio como consecuencia del impacto negativo que está teniendo en sus márgenes de negocio la subida del precio del algodón no ha gustado a los inversores. que La compañía ha recortado sus expectativas de beneficio por acción (bpa) de cara al conjunto del año hasta un rango de entre 1,4 y 1,5 dólares, frente a los entre 1,88 y 1,93 dólares que había pronosticado en febrero. Sus acciones se un 18% en Wall Street.

En la otra cara de la moneda se sitúa Barnes & Noble, con una revalorización cercana al 30% en la apertura. La compañía se dispara en bolsa tras la oferta de compra de 1.020 millones de dólares que Liberty Media ha puesto sobre la mesa para adquirir la cadena de tiendas de libros nueve meses después de que esta se pusiera a la venta.

Una situación bien distinta sufre Aeropostale (-19%), que cae en la apertura después de sufrir una reducción más del 50% en su beneficio neto. Las ventas comparables de la cadena minorista mermaron un 7%. Mejor la han ido las cosas a Autodesk (-3,6%), con un beneficio trimestral de 69,3 millones de dólares y un bpa de 29 centavos.

Una lección valiosa de los escándalos sexuales

Una lección valiosa de los escándalos sexuales: las élites también se equivocan

La relación entre poder, dinero y sexo ilícito es antigua y, cada cierto tiempo, la actualidad nos proporciona algún nuevo capítulo en el que se combinan estos ingredientes. El desenlace también es clásico y suele consistir en el escarnio y caída de la figura pública en cuestión. Pero quizá se pueda ir un poco más allá y extraer alguna lección positiva de estos incidentes.

Esta misma semana, varias noticias de este tipo han ocupado los titulares. Las que más atención han concrentrado han sido la presunta agresión sexual del ya ex director gerente del FMI, Dominique Strauss-Kahn y el hijo secreto del ex gobernador de California, Arnold Schwarzenegger.

Nada nuevo bajo el sol

La primera ha tenido un alcance mayor que la segunda, habida cuenta de que el galo todavía ocupaba su puesto al frente de la institución internacional cuando los hechos se hicieron públicos. De hecho, el impacto de la detención de Strauss-Khan todavía se deja sentir y están haciendo zozobrar la cúpula del FMI e, incluso, a la zona euro. Y las negociaciones por hacerse con las riendas del organismo prometen ser agitadas.

También ha sido comentada la confesión realizada ayer por el antiguo consejero delegado de RBS, Fred Goodwin, sobre el affaire que mantuvo con una empleada del banco británico y la enorme cantidad de dinero que destinó a tapar dicho idilio.

En el mismo saco se puede incluir la "fiesta de incentivos" con prostitutas que organizó una filial de la aseguradora Munich Re y que se destapó ayer. Y no es preciso hurgar mucho en la memoria para recordar casos como el de Berlusconi, Spitzer o Clinton.

Sin pedestales

El columnista de MarketWatch David Callaway, encuentra una moraleja detrás de todos estos sucesos, en los que los inversores pueden encontrar "lecciones valiosas". "El culto a los héroes en la época actual de oráculos financieros, donde una sola palabra de nombres como Buffett, Soros, Gross o Paulson pueden convulsionar los mercados y determinar las decisiones de inversión, es casi siempre equivocado", afirma.

En su opinión, el normal que un cargo de responsabilidad o una trayectoria exitosas confiera de credibilidad a una persona, pero no hay que olvidar que tienen vidas privadas que en general el público desconoce y que quizás estén muy lejos de la imagen que proyectan. "Pueden ser peatones imprudentes, insiders, predadores sexuales o simplemente estúpidos".

Callaway advierte de la "sensación de vacío" y de "tomadura de pelo" que inunda a aquellos que tomaron sus palabras o acciones como referente y recomienda evitar los "pedestales", ya que las cosas no siempre son lo que parecen.

"Pocos de nosotros, si es que hay alguno, somos exactamente como nos mostramos al exterior", explica, y lo mismo sucede con cualquier personalidad pública. "Eso es lo que los inversores necesitan recordar siempre a la hora de seguir consejos", concluye.

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