27 mayo, 2011

Liberalismo versus anarcocapitalismo

Liberalismo versus anarcocapitalismo

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En el presente trabajo Jesús Huerta de Soto* explica por qué el programa del liberalismo clásico es teórica y prácticamente imposible, y por qué el único sistema de cooperación social plenamente compatible con la naturaleza del ser humano es el anarcocapitalismo.

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Introducción

El pensamiento liberal teórico y político se encuentra en esta primera década del siglo XXI en una encrucijada de trascendental importancia. Aunque la caída del Muro de Berlín y del socialismo real a partir de 1989 parecieron anunciar “el fin de la historia” (en la tan infeliz como rimbombante expresión de Francis Fukuyama), lo cierto es que hoy, y en muchos aspectos más que nunca, impera por doquier el estatismo y la desmoralización de los amantes de la libertad. Es urgente y se hace preciso, por tanto, un “aggiornamento” del liberalismo, es decir, una profunda revisión y puesta al día del ideario liberal a la luz de los últimos avances de la Ciencia Económica y de la experiencia acumulada en los últimos acontecimientos históricos. El punto de partida fundamental de esta revisión consiste en reconocer que el liberalismo clásico ha fracasado en su intento de limitar el poder del estado y que hoy la ciencia económica está en disposición de explicar el por qué este fracaso era inevitable. A su vez, la teoría dinámica de los procesos de cooperación social impulsados por la empresarialidad que da lugar al orden espontáneo del mercado se generaliza y convierte en todo un análisis del sistema anarcocapitalista de cooperación social que surge como el único sistema verdaderamente viable y compatible con la naturaleza del ser humano.
En el presente artículo se analizan con detalle estas cuestiones junto con una serie de consideraciones complementarias de tipo práctico y de estrategia científica y política. Además, se aprovecha el análisis contenido en el mismo para aclarar determinados malentendidos y errores de interpretación que a menudo suelen plantearse.
El error fatal del liberalismo clásico El error fatal de los liberales clásicos radica en no haberse dado cuenta de que el programa del ideario liberal es teóricamente imposible pues incorpora dentro de sí mismo la semilla de su propia destrucción, precisamente en la medida en que considera necesaria y acepta la existencia de un estado (aunque sea mínimo) entendido como la agencia monopolista de la coacción institucional.
Por tanto, el gran error de los liberales es de planteamiento: piensan que el liberalismo es un programa de acción política y doctrina económica que tiene por objetivo limitar el poder del estado, pero aceptándolo e incluso considerando necesaria su existencia. Sin embargo, hoy (en la primera década del siglo XXI), la Ciencia Económica ya ha puesto de manifiesto: (a) que el estado no es necesario; (b) que el estatismo (aunque sea mínimo) es teóricamente imposible; y (c) que, dada la naturaleza del ser humano, una vez que existe el estado es imposible limitar su poder. Comentaremos por separado cada uno de estos aspectos.

El Estado como ente innecesario

Desde el punto de vista científico, solo desde el equivocado paradigma del equilibrio puede llegar a pensarse que exista una categoría de “bienes públicos” en los que, por darse los requisitos de oferta conjunta y no rivalidad en el consumo, se justificaría prima facie la existencia de una agencia monopolista de la coacción institucional (estado) que obligara a todos a financiarlos.
Sin embargo, la concepción dinámica del orden espontáneo impulsado por la función empresarial que ha desarrollado la Escuela Austriaca de Economía ha echado por tierra toda esta teoría justificativa del estado: siempre que surge una situación (aparente o real) de “bien público”, i.e. de oferta conjunta y no rivalidad en el consumo, surgen los incentivos necesarios para que el ímpetu de la creatividad empresarial la supere mediante las innovaciones tecnológicas, jurídicas y los descubrimientos empresariales que hacen posible la solución de cualesquiera problemas que pudieran plantearse (siempre y cuando el recurso no sea declarado “público” y se permita el libre ejercicio de la función empresarial y la concomitante apropiación privada de los resultados de cada acto de creatividad empresarial). Así, por ejemplo, el sistema de faros marítimos fue durante mucho tiempo de titularidad y financiación privada en el Reino Unido, lográndose por procedimientos privados (asociaciones de navegantes, precios portuarios, control social espontáneo, etc.) solventar el “problema” de lo que se considera en los libros de texto de economía “estatistas” el caso más típico de “bien público”. Igualmente, en el lejano oeste norteamericano se planteó el problema de la definición y defensa del derecho de propiedad de, por ejemplo, las reses de ganado en amplísimas extensiones de tierra, introduciéndose paulatinamente diversas innovaciones empresariales (“marcaje” de las reses, vigilancia continua por “cow-boys” a caballo armados y, finalmente, el descubrimiento e introducción del alambre de espino que, por primera vez, permitió la separación efectiva de grandes extensiones de tierra a un precio muy asequible) que solucionaron los problemas conforme se iban planteando. Todo este flujo creativo de innovaciones empresariales se habría bloqueado por completo si los recursos hubieran sido declarados “públicos”, excluidos de la propiedad privada y gestionados burocráticamente por una agencia estatal. (Y así, hoy en día, por ejemplo, la mayoría de calles y carreteras están cerradas a la introducción de innumerables innovaciones empresariales – como el cobro de precio por vehículo y hora, la gestión privada de la seguridad, de la polución acústica, etc. – y ello a pesar de que la mayoría ya no plantean problema tecnológico alguno, pues dichos bienes han sido declarados “públicos” imposibilitándose así su privatización y gestión creativa empresarial).
Además, a nivel popular se piensa que el estado es necesario porque se confunde la existencia del mismo (innecesaria) con el carácter imprescindible de muchos de los servicios y recursos que hoy (malamente) oferta (casi siempre so pretexto de su carácter público) con carácter exclusivo. Los seres humanos observan que hoy en día las carreteras, los hospitales, las escuelas, el orden público, etc., son proporcionados en gran (sino en exclusiva) medida por el estado, y como son muy necesarios, concluyen sin más análisis que el estado es también imprescindible. No se dan cuenta de que los recursos citados pueden producirse con mucha más calidad y de forma más eficiente, barata, y conforme con las cambiantes y variadas necesidades de cada persona, a través del orden espontáneo del mercado, la creatividad empresarial y la propiedad privada. Además, caen en la trampa de creer que el estado es también necesario para proteger a los indefensos, pobres y desvalidos (sean “pequeños” accionistas, consumidores de a pie, trabajadores, etc.) sin entender que las supuestas medidas de protección sistemáticamente tienen el efecto, como demuestra la teoría económica, de perjudicar en cada caso precisamente a aquellos a los que se dice proteger, por lo que desaparece también una de las más burdas y manidas justificaciones de la existencia del estado.
Decía Rothbard que el conjunto de los bienes y servicios que actualmente proporciona el estado se dividen, a su vez, en dos subconjuntos: el de aquellos que hay que eliminar y el de aquellos que es preciso privatizar. Es claro que los bienes citados en el párrafo anterior pertenecen al segundo grupo y que la desaparición del estado, lejos de significar la desaparición de carreteras, hospitales, escuelas, orden público, etc., implicaría su provisión, con más abundancia, calidad y a un precio más asequible (siempre  en comparación con el coste real que vía impuestos actualmente pagan los ciudadanos). Además, hay que señalar que los casos históricos de caos institucional y desorden público que puedan señalarse (por ejemplo, en muchas ocasiones durante los años previos y durante la Guerra Civil en la Segunda República española, u hoy en día en amplias zonas de Colombia o en Irak) se deben al vacío de provisión de estos bienes creado por los propios estados que ni hacen con un mínimo de eficiencia lo que en teoría deberían hacer según sus propios seguidores, ni dejan hacer al sector privado y empresarial, pues el estado prefiere el desorden (que, además, parece legitimar su presencia coactiva con más intensidad) a su  desmantelamiento y privatización a todos los niveles.
Es especialmente importante entender que la definición, adquisición, transmisión, intercambio y defensa de los derechos de propiedad que articulan e impulsan el proceso social, no requieren de una agencia monopolista de la violencia (estado). Y no sólo no la requieren sino que, por el contrario, el estado siempre actúa pisoteando múltiples títulos legítimos de propiedad, defendiéndolos de forma muy deficiente y corrompiendo el comportamiento individual (moral y jurídico) de respeto a los derechos de propiedad privada ajena.
El sistema jurídico es la plasmación evolutiva que integra los principios generales del derecho (especialmente de propiedad) compatibles con la naturaleza del ser humano. El derecho, por tanto, no es lo que el estado decide (democráticamente o no), sino que está ahí, inserto en la naturaleza del ser humano, aunque se descubra y consolide jurisprudencial y, sobre todo, doctrinalmente de forma evolutiva (en este sentido consideramos que el sistema jurídico de tradición romana y continental, por su carácter más abstracto y doctrinal, es muy superior al sistema anglosajón del common law, que surge de un desproporcionado respaldo del estado a las decisiones o fallos judiciales que, a través del “binding case”, introducen en el sistema legal todo tipo de disfunciones provenientes de las circunstancias e intereses particulares que preponderan en cada proceso). El derecho es evolutivo y consuetudinario y, por tanto, es previo e independiente del estado y no requiere para su definición y descubrimiento de ninguna agencia monopolista de la coacción.
Y el estado no sólo no es preciso para definir el derecho. Tampoco lo es para hacerlo valer y defenderlo, y esto debe resultar especialmente obvio en los tiempos actuales, en los que el uso – incluso, paradójicamente, por muchos organismos gubernamentales –de empresas privadas de seguridad, está a la orden del día.
No puede pretenderse que expongamos aquí con detalle cómo funcionaría la provisión privada de los que hoy se consideran como “bienes públicos” (aunque el no saber a priori cómo solucionaría el mercado infinidad de problemas concretos es la objeción ingenua y fácil de aquellos que prefieren el statu quo actual so pretexto de que “más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”). De hecho, no pueden conocerse hoy las soluciones empresariales que un ejército de emprendedores daría a los problemas planteados – si se les dejase hacerlo –. Pero lo que hasta los más escépticos han de reconocer es que “lo que hoy ya se sabe” es que el mercado, impulsado por la empresarialidad creativa, funciona y precisamente lo hace en la medida en que el estado no interviene coactivamente en su proceso social. Y que las dificultades y conflictos siempre surgen precisamente allí donde no se deja que se desarrolle libremente el orden espontáneo del mercado. Por eso, los teóricos de la libertad (y con independencia del esfuerzo realizado desde Gustav de Molinari hasta hoy imaginando cómo funcionaría la red anarcocapitalista de agencias privadas de seguridad y defensa patrocinadoras cada una de ellas de sistemas jurídicos más o menos marginalmente alternativos) nunca deben de olvidar que precisamente lo que nos impide conocer cómo sería un futuro sin estado (el carácter creativo de la función empresarial), es lo que nos da la tranquilidad de saber que cualquier problema tenderá a ser superado al dedicarse a su solución todo el esfuerzo y la creatividad de los seres humanos implicados (Kirzner 1985, 168). Ahora bien, gracias a la Ciencia Económica no sólo sabemos que el mercado funciona, también sabemos que el estatismo es teóricamente imposible.

Por qué el estatismo es teóricamente imposible

La teoría económica de la Escuela Austriaca sobre la imposibilidad del socialismo se generaliza (Huerta de Soto 1992, 151-153) y convierte en toda una teoría sobre la imposibilidad del estatismo, entendido como el intento de organizar cualquier parcela de la vida en sociedad mediante los mandatos coactivos de intervención, regulación y control procedentes del órgano monopolista de la agresión institucional (estado). Y es imposible que el estado cumpla sus objetivos coordinadores en cualquier parcela del proceso de cooperación social en que pretenda intervenir, incluyendo especialmente los ámbitos del dinero y la banca (Huerta de Soto, 1998), del descubrimiento del derecho, de la impartición de Justicia y del orden público (entendido como la prevención, represión y sanción de los actos criminales), por los siguientes cuatro motivos:
(a) Por el enorme volumen de información que necesitaría para ello y que sólo se encuentra de forma dispersa o diseminada en los millones de personas que cada día participan en el proceso social.
(b) Dado el carácter predominantemente tácito y no articulable (y, por tanto, no transmisible de forma inequívoca) de la información que necesitaría el órgano de intervención para dar un contenido coordinador a sus mandatos.
(c) Porque la información que se utiliza a nivel social no está “dada” sino que cambia continuamente como consecuencia de la creatividad humana, siendo obviamente imposible transmitir hoy una información que sólo será creada mañana y que es la que necesita el órgano de intervención estatal para que mañana pueda lograr sus objetivos; y
(d) Sobre todo porque el carácter coactivo de los mandatos del estado, y en la medida en que sean cumplidos e incidan con éxito en el cuerpo social, bloquea la actividad empresarial de creación de esa información que es precisamente la que necesita como “agua de mayo” la organización estatal de intervención para dar un contenido coordinador (y no desajustador) a sus propios mandatos.
Además de ser teóricamente imposible, el estatismo genera toda una serie de efectos distorsionadores periféricos muy dañinos: fomento de la irresponsabilidad (al no conocer el estado el coste real de su intervención actúa de forma irresponsable); destrucción del medio ambiente cuando éste es declarado bien público y se impide su privatización; corrupción de los conceptos tradicionales de Ley y Justicia que pasan a ser sustituidos por los de mandato y justicia “social” (Hayek 2006, 25-357); corrupción mimética del comportamiento individual que cada vez se hace más agresivo y respeta menos la moral y el derecho.
Este análisis nos permite concluir también que si en la actualidad determinadas sociedades prosperan ello no es por el estado sino, precisamente, a pesar de él (Rodríguez Braun, 1999), pues todavía muchos seres humanos conservan la inercia del comportamiento pautado sometido a leyes en sentido material, siguen existiendo parcelas de mayor libertad relativa y el estado suele ser muy ineficiente a la hora de imponer sus forzosamente torpes y ciegos mandatos. Además, incluso hasta los incrementos más marginales de libertad generan notables impulsos de prosperidad, lo que ilustra hasta qué punto podría avanzar la civilización si pudiera desembarazarse de la rémora del estatismo.
Finalmente, ya hemos comentado el espejismo que afecta a todos aquellos que identifican al estado con la provisión de los bienes (“públicos”) que hoy (costosa y malamente) proporciona, concluyendo erróneamente que la desaparición del estado implicaría necesariamente la desaparición de sus preciados servicios, y ello en un entorno de continuo adoctrinamiento político a todos los niveles (y, especialmente, a
través del sistema educativo que ningún estado, por razones obvias, quiere dejar de controlar), de imposición totalitaria de los criterios “políticamente correctos”, y de racionalización autocomplaciente del statu quo por parte de una mayoría que se niega a ver lo obvio: que el estado no es sino una entelequia constituida por una minoría para vivir a costa de los demás, a los que primero explota, luego corrompe y después compra con recursos ajenos (impuestos) “favores” políticos de todo tipo.

La imposibilidad de limitar el poder del estado: su carácter “letal” en combinación con la naturaleza del ser humano

Una vez que existe el estado es imposible limitar la expansión de su poder. Es cierto que, como indica Hoppe, determinadas formas políticas (como la monarquía absoluta, en la que el Rey-propietario será ceteris paribus más cuidadoso a largo plazo para “no matar a la gallina de los huevos de oro”) tenderán a expansionar su poder e intervenir algo menos que otras (como la democracia, en la que no existen incentivos efectivos para que alguien se preocupe por lo que acaezca más allá de las próximas elecciones). También es cierto que, en determinadas circunstancias históricas, ha dado la impresión de que la marea intervencionista se había, hasta cierto punto, contenido. Pero el análisis histórico es incontrovertible: el estado no ha dejado de crecer (Hoppe, 2004). Y no ha dejado de crecer porque la mezcla del estado,  como institución monopolista de la violencia, con la naturaleza humana es “explosiva”. El estado impulsa y atrae como un imán de fuerza irresistible las pasiones, vicios y facetas más perversas de la naturaleza del ser humano que intenta, por un lado, evadirse a sus mandatos y, por otro, aprovecharse del poder monopolista del estado todo lo que pueda. Además, y especialmente en los entornos democráticos, el efecto combinado de la acción de los grupos privilegiados de interés, los fenómenos de miopía gubernamental y “compra de votos”, el carácter megalómano de los políticos y la irresponsabilidad y ceguera de las burocracias generan un cóctel peligrosamente inestable y explosivo, continuamente zarandeado por crisis sociales, económicas y políticas que, paradójicamente, son siempre utilizadas por los políticos y “líderes” sociales para justificar ulteriores dosis de intervención que, en vez de solucionar, crean y agravan aún más los problemas.
El estado se ha convertido en el “ídolo” al que todos recurren y adoran. La estatolatría es, sin duda alguna, la más grave y peligrosa enfermedad social de nuestro tiempo. Se nos educa para creer que todos los problemas pueden y deben ser detectados a tiempo y solucionados por el estado. Nuestro destino depende del estado y los políticos que lo controlan deben garantizarnos todo lo que exija nuestro bienestar. El ser humano permanece inmaduro y se revela contra su propia naturaleza creativa (que hace ineludiblemente incierto su futuro). Exige una bola de cristal que le asegure no sólo conocer lo que va a pasar sino además que cualesquiera problemas que surjan le serán solucionados. Esta “infantilización” de las masas se fomenta de forma deliberada por los políticos y líderes sociales pues así justifican públicamente su existencia y aseguran su popularidad, situación de predominio y capacidad de control. Además una legión de intelectuales, profesores e ingenieros sociales se suman a esta arrogante borrachera del poder.
Ni siquiera las iglesias y denominaciones religiosas más respetables han sido capaces de diagnosticar que la estatolatría es hoy en día la principal amenaza al ser humano libre, moral y responsable; que el estado es un ídolo falso de inmenso poder al que todos adoran y que no consiente que los seres humanos se liberen de su control ni tengan lealtades morales o religiosas ajenas a las que él mismo pueda dominar. Es más, ha logrado algo que a priori podría parecer imposible: distraer sinuosa y sistemáticamente a la ciudadanía de que él es el verdadero origen de los conflictos y males sociales, creando por doquier “cabezas de turco” (el “capitalismo”, el ánimo de lucro, la propiedad privada) a las que culpar de los problemas y dirigir la ira popular, así como las condenas más serias y rotundas de los propios líderes morales y religiosos, casi ninguno de los cuales se ha dado cuenta del engaño ni atrevido hasta ahora a denunciar que la estatolatría es la principal amenaza en el presente siglo a la religión, a la moral y, por tanto, a la civilización humana1.
Así como la caída del Muro de Berlín en 1989 fue la mejor ilustración histórica del teorema de la imposibilidad del socialismo, el fracaso mayúsculo de los teóricos y políticos liberales a la hora de limitar el poder del estado ilustra a la perfección el teorema de la imposibilidad del estatismo y, en concreto, que  el estado-liberal es en sí mismo contradictorio (por encarnar un estado-coactivo aunque sea “limitado”) y teóricamente imposible (pues aceptada la existencia del estado es imposible limitar el crecimiento de su poder). En suma, que el “estado de derecho” es un ideal imposible y una contradicción en los términos tan flagrante como la que supondría referirse a “la nieve caliente, a una puta virgen, a un esqueleto obeso, o a un cuadrado circular” (Jasay 1990, 35), o como en la que caen los “ingenieros sociales” y economistas neoclásicos cuando se refieren a un “mercado perfecto” o al denominado “modelo de competencia perfecta” (Huerta de Soto 2007, 347-348).

El anarcocapitalismo como único sistema posible de cooperación social verdaderamente compatible con la naturaleza del ser humano

El estatismo es contrario a la naturaleza del ser humano pues consiste en el ejercicio sistemático y con carácter monopolista de una coacción que bloquea en todas las parcelas en donde incide (incluyendo las correspondientes a la definición del derecho y al mantenimiento del orden público) la creatividad y la coordinación empresarial que son precisamente las manifestaciones más típicas y esenciales de la naturaleza humana. Además, como ya hemos visto, el estatismo fomenta e impulsa la irresponsabilidad y corrupción moral al desviar la conducta humana hacia la utilización privilegiada de los resortes del poder político, en un entorno de ignorancia inerradicable que impide conocer qué costes genera cada acción estatal. Estos efectos del estatismo surgen siempre que exista un estado aunque se intente por todos los medios limitar su poder, objetivo éste que es imposible de lograr y que hace del liberalismo clásico una utopía científicamente irrealizable.
Es pues, ineludible superar el “liberalismo utópico” de nuestros predecesores los liberales clásicos que, por un lado, pecaron de ingenuos al pensar que el estado podría ser limitado y, por otro, de falta de coherencia, al no asumir hasta sus últimas consecuencias las implicaciones de su propio ideario. Hoy, por tanto, ya bien entrado el siglo XXI, se hace prioritario asumir la superación del liberalismo clásico (utópico e ingenuo) del siglo XIX, por su nueva formulación verdaderamente científica y moderna que podemos denominar capitalismo libertario, anarquismo de propiedad privada o, simplemente, anarcocapitalismo. Y es que no tiene sentido que los liberales sigan diciendo las mismas cosas que hace ciento cincuenta años cuando en pleno siglo XXI, y a pesar de la caída del Muro de Berlín hace ya casi veinte años, los estados no han dejado de crecer y cercenar en todos los ámbitos las libertades individuales de los seres humanos.
El anarcocapitalismo (“libertarianism” en inglés) es la representación más pura del orden espontáneo del mercado en el que todos los servicios, incluyendo los de definición del derecho, justicia y orden público,  son proporcionados a través de un proceso exclusivamente voluntario de cooperación social que se convierte así en el objeto central de investigación de la Ciencia Económica moderna. En este sistema ninguna parcela se cierra al ímpetu de la creatividad humana y de la coordinación empresarial, potenciándose la eficiencia y la justicia en la solución de los problemas que puedan plantearse, eliminándose de raíz todos los conflictos, ineficiencias y desajustes que genera toda agencia monopolista de la violencia (estado) por el mero hecho de existir. Además, el sistema propuesto elimina los incentivos corruptores del ser humano que genera el estado, impulsando por contra los comportamientos humanos más morales y responsables, e impidiendo el surgimiento de ninguna agencia monopolista (estado) que legitime el uso sistemático de la violencia y la explotación de unos grupos sociales (los que en cada momento mejor controlen los resortes del poder estatal) por otros (aquellos a los que no queda más remedio que obedecer).
El anarcocapitalismo es el único sistema que reconoce plenamente la libre naturaleza creativa del ser humano y su capacidad continua para asumir comportamientos pautados cada vez más morales en un entorno en el que, por definición, nadie puede arrogarse el derecho de ejercer con carácter monopolista ninguna coacción sistemática. En suma, en el anarcocapitalismo todos los proyectos empresariales pueden probarse si obtienen con carácter voluntario el apoyo suficiente, por lo que son múltiples las posibilidades creativas de solución que pueden idearse en un entorno dinámico y siempre cambiante de cooperación voluntaria.
La progresiva desaparición de los estados y su paulatina sustitución por un entramado dinámico de agencias privadas, por un lado patrocinadoras de diferentes sistemas jurídicos y, por otro, prestadoras de todo tipo de servicios de seguridad, prevención y defensa constituye el contenido más importante de la agenda política y científica así como el cambio social más trascendental que habrá de verificarse en el siglo XXI.

Conclusión: implicaciones revolucionarias del nuevo paradigma

La revolución contra el “Ancienne Règime” protagonizada en los siglos XVIII y XIX por los viejos liberales clásicos encuentra hoy su continuidad natural en la revolución anarcocapitalista del siglo XXI. Afortunadamente hemos descubierto el porqué del fracaso del liberalismo utópico y la necesidad de su superación por el liberalismo científico; y sabemos que los viejos revolucionarios erraron y pecaron de ingenuidad al perseguir un ideal imposible de alcanzar que abrió, además, las puertas a lo largo del siglo XX a las mayores tiranías estatistas que se han conocido en la historia de la humanidad.
El mensaje del anarcocapitalismo es netamente revolucionario. Revolucionario en cuanto a su objetivo: el desmantelamiento del estado y su sustitución por un proceso competitivo de mercado constituido por un entramado de agencias, asociaciones y organizaciones privadas. Revolucionario en cuanto a sus medios especialmente en los ámbitos científico, económico-social y político.
(a) Revolución científica:
Especialmente en el ámbito de la ciencia económica que se convierte en la teoría general del orden espontáneo del mercado extendido a todas las áreas sociales. Incorporando, además, por contraste y oposición, el análisis de los efectos de descoordinación social generados por el estatismo en cualquier parcela en que incida (incluyendo las del derecho, la justicia y el orden público). Y también el estudio de las diferentes alternativas de desmantelamiento del estado, de los procesos de transición y de las formas y efectos de la privatización integral de todos los servicios que hoy se consideran “públicos”, constituye un campo prioritario de investigación para nuestra disciplina.
(b) Revolución económica y social:
No podemos siquiera intuir los inmensos logros, avances y descubrimientos humanos que podrán alcanzarse en un entorno empresarial totalmente libre del estatismo. Incluso hoy, y a pesar del continuo acoso gubernamental, ya empieza a desarrollarse en un mundo cada vez más globalizado una civilización desconocida con un grado de complejidad inabarcable e incontrolable por el poder del estatismo que alcanzará una expansión ilimitada una vez logre desembarazarse completamente del mismo. Y es que la fuerza de la creatividad de la naturaleza humana es tal que termina aflorando incluso por los resquicios más estrechos que dejan los gobiernos. Y en cuanto los seres humanos vayan adquiriendo una mayor conciencia de la naturaleza esencialmente perversa del estado que les coarta y de las inmensas posibilidades que cada día se frustran cuando éste bloquea la fuerza impulsora de su creatividad empresarial se multiplicará el clamor social en pos de la reforma, el desmantelamiento del estado y el avance hacia un futuro que hoy nos es del todo desconocido pero que habrá de elevar la civilización  humana a cotas que hoy ni siquiera podemos imaginar.
(c) Revolución política:
Por cuanto la lucha política del día a día pasa a tener una importancia subsidiaria a lo indicado en (a) y en (b). Es cierto que siempre habrán de apoyarse las alternativas menos intervencionistas en clara alianza con el esfuerzo de los liberales clásicos en pos de la limitación democrática del estado. Pero el anarcocapitalista no se queda en esa labor pues sabe y debe hacer mucho más. Sabe que el objetivo final es el desmantelamiento total del estado y ello impulsa toda su imaginación y acción política en el día a día. Los avances incrementales en la buena dirección son, sin duda, bienvenidos pero sin caer jamás en un pragmatismo que traicione el objetivo último de lograr el fin del estado que, por razones pedagógicas y de influencia popular siempre ha de perseguirse de forma sistemática y transparente2(Huerta de Soto, 1997).
Así, por ejemplo, formarán parte de la agenda política anarcocapitalista hacer que los estados sean cada vez sean más pequeños y tengan cada vez menos poder; que a través de la  descentralización autonómica y municipal a todos los niveles, el nacionalismo liberal, la reintroducción de las ciudades-miniestados, y de la secesión [Huerta de Soto (1994) (2002)] se bloquee la dictadura de las mayorías sobre las minorías y de forma creciente los seres humanos “puedan votar más con los pies que con las urnas”; que puedan, en suma, asociarse a nivel global y por encima de las fronteras para lograr los más variados fines al margen y fuera de los estados (organizaciones religiosas, clubes privados, redes de internet, etc.) (Frey, 2001).
Por otro lado, debe recordarse que las revoluciones políticas no tienen por qué ser sangrientas. Esto es especialmente cierto cuando las mismas resultan del necesario proceso de educación y maduración social, así como del clamor popular y del deseo generalizado de acabar con el engaño, la mentira y la coacción que impiden realizarse al ser humano. Así, por ejemplo, básicamente incruentas fueron la caída del Muro de Berlín y la Revolución Checa que acabó con el socialismo en el este de Europa. Y mientras se llega a este importante resultado final deben utilizarse todos los resortes pacíficos 3 y legales4 que permitan los sistemas políticos actuales.
Se abre, pues, un futuro apasionante, en el que continuamente se descubrirán múltiples nuevos caminos que, en consonancia con los principios esenciales, nos permitirán avanzar en pos del ideal anarcocapitalista. Futuro que aunque hoy nos pueda parecer lejano, en cualquier momento puede ser testigo de pasos de gigante que incluso sorprendan a los más optimistas. ¿Quién fue capaz de predecir tan solo cinco años antes, que en 1989 se desmoronaría el Muro de Berlín y con él todo el comunismo del este de Europa? La historia ha entrado en un proceso acelerado de cambio que, aunque nunca se detendrá, sí que abrirá un capítulo totalmente nuevo cuando el género humano, por primera vez en la historia moderna, logre desembarazarse definitivamente del estado y reducirlo tan solo a una oscura reliquia histórica de trágica memoria.

Apéndice gráfico y breve comentario sobre la tradición anarquista española

En el presente gráfico se representan los diferentes sistemas políticos y la evolución natural de unos a otros clasificados en función de su carácter más o menos estatista y más o menos respetuoso con la propiedad privada.
Se constata cómo el inicial movimiento revolucionario (utópico y erróneo) de los liberales clásicos contra el Antiguo Régimen cae en el pragmatismo de aceptar el estado y abre las puertas a los totalitarismos socialistas (comunismo y fascismo-nazismo). La caída del socialismo real da entrada a la socialdemocracia que hoy impera por doquier (pensamiento único).
La segunda etapa, aún pendiente, de la fracasada revolución liberal (por el error e ingenuidad de los liberales clásicos) consiste precisamente en la evolución hacia el anarcocapitalismo.
Una de las consecuencias del fracaso de la revolución liberal fue la aparición del comunismo libertario, unánimemente denostado y perseguido por el resto de sistemas políticos (y en especial por los más de “izquierdas”) precisamente por su carácter antiestatista. El comunismo libertario es también utópico pues al no aceptar la propiedad privada se ve abocado a utilizar la violencia sistemática (i.e., “estatal”) en contra de la misma cayendo en una contradicción lógica irresoluble y bloqueando el proceso social empresarial que impulsa el único orden anarquista científicamente concebible: aquel constituido por el mercado libertario capitalista. La tradición anarquista en nuestro país es de rancio abolengo. Sin olvidar sus grandes crímenes (en todo caso cuantitativa y cualitativamente inferiores a los de comunistas y socialistas) y las contradicciones en los que incurrió, constituyó, especialmente durante la España de la Guerra Civil, un experimento (abocado al fracaso) que tuvo en su momento gran respaldo social y que, al igual que sucedió con la vieja revolución liberal, tiene hoy su segunda gran oportunidad en la superación de sus errores (carácter utópico del anarquismo que niega la propiedad privada) y en la asunción del orden de mercado como única y definitiva vía hacia la supresión del estado. Si los anarquistas españoles del siglo XXI son capaces de hacer suyas estas enseñanzas de la teoría y de la historia muy probablemente España de nuevo sorprenderá al mundo (esta vez de forma general y definitiva) impulsando la vanguardia teórica y práctica de la nueva revolución anarcocapitalista.

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NOTAS
*Catedrático de Economía Política, Universidad Rey Juan Carlos, Madrid. Web: www.jesushuertadesoto.com, correo: huertadesoto@dimasoft.es. El presente artículo es la versión escrita de sendas conferencias del mismo título pronunciadas respectivamente en la Universidad de Verano de la Universidad Rey Juan Carlos (Aranjuez, viernes 6 de julio de 2007) y en la Universidad de Verano de la Universidad Complutense (San Lorenzo de El Escorial, lunes 16 de julio de 2007). En ellas se oficializa mi “ruptura” teórica y política con el liberalismo clásico, que queda superado en la natural evolución hacia el anarcocapitalismo que ya insinuaba claramente en mi intervención de Septiembre de 2000 en Santiago de Chile ante la Asamblea General de la Mont Pèlerin Society, en una ponencia compartida con James Buchanan y Bruno Frei. (Huerta de Soto 2002, 239-245).

1. Quizás la principal excepción más reciente esté incluida en la brillante biografía sobre Jesús de Nazaret publicada por Benedicto XVI. Que el estado y el poder político sean la encarnación institucional del Anticristo debe resultar obvio para cualquiera con mínimos conocimientos de historia que lea las consideraciones del Papa sobre la más grave tentación que puede hacernos el Maligno: “El tentador no es tan burdo como para proponernos directamente adorar al diablo. Sólo nos propone decidirnos por lo racional, preferir un mundo planificado y organizado, en el que Dios puede ocupar un lugar, pero como asunto privado, sin interferir en nuestros propósitos esenciales. Soloviev atribuye un libro al Anticristo, El camino abierto para la paz y el bienestar del mundo, que se convierte, por así decirlo, en la nueva Biblia y que tiene como contenido esencial la adoración del bienestar y la planificación racional” (Ratzinger 2007, 66-67). En el mismo sentido, pero mucho más rotundo, destaca Redford (2006).
2. Prueba de la creciente importancia que está adquiriendo el capitalismo libertario en la actual agenda política es, por ejemplo, el artículo publicado con el título “Libertarians Rising” en la sección de Ensayos de la prestigiosa revista Time, 29 de octubre de 2007, p. 112 (Kinsley 2007).
3. Nunca deben olvidarse las prescripciones de nuestros escolásticos del Siglo de Oro español sobre los estrictos requisitos que ha de reunir un acto de violencia para ser “justo”: 1º haber agotado todas las vías y procedimientos pacíficos posibles; 2º ser defensivo (frente a actos concretos de violencia) y jamás agresivo; 3º proporcional en cuanto a los medios utilizados (por ejemplo, el ideal de la independencia no vale la vida o libertad de un solo ser humano); 4º evitando, en todo caso, que se produzcan víctimas inocentes; 5º con posibilidades de éxito (lo contrario sería un suicidio injustificable). Sabios principios a los que yo añadiría la participación y financiación exclusivamente voluntarias. Todo acto de violencia que vulnere alguno de estos principios queda automáticamente deslegitimado y se convierte en el peor enemigo del objetivo que se dice se desea alcanzar. Por último, debe traerse aquí a colación toda la teoría del tiranicidio del Padre Juan de Mariana (Mariana, 1599).
4. Como indicaba Rothbard no puede recomendarse el ir contra la “legalidad” (básicamente de mandatos administrativos) vigente pues en la inmensa mayoría de los casos no compensa en cuanto a los costes.

Seasteading: A la conquista del océano

Seasteading: A la conquista del océano

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Escrito por Albert Esplugas del Instituto Juan de Mariana. Parte1. A la conquista del océano y Parte2. Problemas en alta mar, sobre esta iniciativa para incrementar la competencia de gobiernos estableciendo comunidades marinas autónomas y permanentes para permitir la experimentación y la innovación con diversos sistemas sociales, políticos y legales. Al final se incluye la respuesta de Patri Friedman del Seasteading Institute -origen de la propuesta- a la Pregunta sobre la oposición del Estado hacia ciudades soberanas creadas en el mar.

A la conquista del océano

La familia Friedman parece llevar el liberalismo un paso más allá con cada generación. Milton, Nobel de economía, dedicó su vida a la defensa de un mercado libre y un Estado pequeño. Su hijo David, profesor de economía y derecho, cree que un mercado libre no necesita de un Estado, ni pequeño ni grande. Patri, hijo de David, opina lo mismo que su padre, pero aspira a llevarlo a la práctica creando comunidades privadas allí donde no llega (todavía) la jurisdicción del Estado: alta mar.
Patri Friedman es escéptico con el proselitismo liberal y el activismo político. Cree que es utópico pensar que podemos convencer a la mayoría de la población para que voten a un partido liberal que reforme el sistema de arriba a abajo. Utópico e innecesario. ¿Por qué intentar persuadir a todo el mundo cuando podemos agruparnos los que estamos de acuerdo y crear nuestra propia comunidad? El problema, claro, es que los Estados tienen jurisdicción sobre todo el suelo del planeta, y los intentos pasados de crear una comunidad liberal en tierra firme han fracasado.
En los 70 Mike Oliver, empresario de Nevada, intentó crear la República de Minerva en un conjunto de arrecifes en el sudoeste del Pacífico, a 260 millas del pequeño reino de Tonga. Oliver hizo construir terreno sólido sobre los arrecifes, pero Tonga reaccionó tomando la colonia por la fuerza. Durante los años siguientes Oliver se alió con movimientos separatistas en dos islas de las Bahamas y Nuevas Hébridas pero la aventura terminó con la detención de varios nativos rebeldes.
En los 90 un grupo de emprendedores randianos negoció con varios gobiernos la compra o arrendamiento de una parcela de tierra para crear su particular Quebrada de Galt: Laissez Faire City (éste es el anuncio que publicaron en The Economist en 1995). Estuvieron cerca de cerrar un acuerdo con Perú por el arrendamiento de 300km2 de tierra, pero no llegó a materializarse. Luego algunos de sus integrantes crearon una comunidad en el ciberespacio protegida por encriptación con el objeto de comerciar y realizar otras actividades al margen del Estado. El proyecto también fracasó, por problemas internos.
Ha habido más intentos fallidos y otros que están en letargo indefinido. Para Friedman estos fracasos ilustran el problema de las barreras de entrada al “mercado de sistemas políticos”. Si las barreras de entrada a este “mercado” fueran bajas (si no implicaran una ingente inversión, derramamiento de sangre y una probabilidad tan baja de éxito) habría más competencia entre Estados y más experimentación con nuevos sistemas políticos, lo que redundaría (como en cualquier otro mercado) en instituciones más eficientes. Friedman llama a este escenario “geografía dinámica”, y alude a la idea de su padre de que los gobiernos se comportarían de forma muy distinta si las familias vivieran en caravanas y pudiera huir fácilmente de la opresión estatal.
Friedman cree que sí es posible superar las barreras de entrada al mercado de sistemas políticos, pero no en tierra firme. La soberanía de los Estados termina a 12 millas de la costa, en el océano. Luego existen jurisdicciones parciales sobre zonas de pesca, recursos marinos etc. pero es concebible establecer plataformas flotantes u otras instalaciones artificiales en las Zonas Económicas Exclusivas o en aguas internacionales, donde al principio sería necesario comprarbanderas de conveniencia a los países que propusieran la mejor oferta.
Patri Friedman, que trabajaba para Google, se interesó por el seasteading o colonización del mar después de leer el manuscrito de Wayne Gramlich, un ex ingeniero de Sun Microsystems amante de la ciencia ficción. En 2008 ambos fundaron el Seasteading Institute, una organización dedicada a promover las condiciones para que la colonización del mar sea una realidad, en oposición a hacerla realidad desde la organización misma. El instituto tiene como objetivo desarrollar iniciativas con un coste elevado y externalidades positivas (investigar, entender el marco legal, proporcionar ideas, promocionar el proyecto etc.), que sirvan de apoyo a los esfuerzos descentralizados de miles de empresas, organizaciones sin ánimo de lucro, comunidades e individuos. El instituto también contempla la posibilidad de operar la primera comunidad flotante con la expectativa de que tenga un efecto catalizador.
Patri Friedman cree que el seasteading tiene varias ventajas sobre los demás intentos de crear comunidades liberales. En primer lugar, no requiere la captura de un territorio reclamado por alguna jurisdicción nacional. En segundo lugar, no requiere de una extraordinaria inversión inicial como otros proyectos que se han quedado en el tintero (el Freedom Ship, el Aquarious Project) ni del concurso de mucha gente. Friedman es partidario de una aproximación “incrementalista”: la colonización del mar puede empezar con plataformas familiares y embarcaciones cerca de la costa que experimenten con soluciones a los distintos problemas técnicos, de organización, etc. antes de adentrarse en aguas internacionales. Las estimaciones de costes para un hotel/complejo recreativo en alta mar son de 258 dólares el metro cuadrado, más barato que el precio actual del suelo en la zona de la bahía de San Francisco. Con el tiempo, conforme el seasteading despierte interés y aumenten las oportunidades de negocio, pueden construirse instalaciones más complejas que provean una variedad de servicios.
En tercer lugar, Friedman es consciente de que el proyecto debe tener atractivo económico, y con ese fin el instituto mantiene relaciones con diversas compañías que podrían rentabilizar la colonización marítima. Por ejemplo SurgiCruise, una empresa de turismo médico flotante que busca financiación para ofrecer servicios sanitarios fuera del marco regulatorio de Estados Unidos. Si los estadounidenses vuelan a México, India o Tailandia para conseguir tratamientos más baratos, ¿por qué no iban a estar dispuestos a desplazarse a 12 millas de la costa? Friedman también está en contacto con cadenas hoteleras, empresas del juego, compañías de acuicultura, marinas y bibliotecas de datos que quieren eludir las leyes de copyright. En cuarto lugar, no es un proyecto que esté restringido a liberales. Puesto que se trata de experimentar con nuevos sistemas políticos y organizativos el seasteading puede seducir también a grupos ecologistas, religiosos o de otro tipo.
En la actualidad hay algunos ejemplos de “viviendas en el mar” en forma de casas flotantes próximas a la orilla, barcos y cruceros, o plataformas petrolíferas. El Seasteading Institute hadiseñado y patentado un complejo de oficinas y de recreo que se ubicaría en aguas internacionales en la costa de California y que, entre otras cosas, podría ofrecer servicios médicos más baratos que en el continente. Todas las patentes que el instituto presenta son para usodefensivo, no para restringir que los demás utilicen sus diseños. En verano de 2009 está previsto un “festival del autogobierno” (Ephemerisle) en la bahía de San Francisco, que se desplazará a aguas internacionales. La idea es que con el tiempo el festival crezca en tamaño, duración y frecuencia y acabe siendo un evento permanente. El instituto está diseñando también una plataforma unifamiliar espaciosa y confortable que pueda servir de segunda (o primera) residencia y que pueda incorporarse a estos festivales. En un futuro este tipo de embarcaciones podrían acoplarse a marinas en alta mar estableciendo ciudades permanentes.
El Seasteading Institute ha suscitado bastante interés en la prensa y Patri Friedman está muy activo dando conferencias en distintos países. Según Brian Doherty, que ha escrito sobre el instituto en Reason, la iniciativa ha congregado a menos iluminados de lo habitual y ha llamado la atención a inversores y gente seria. Peter Thiel, el millonario (y liberal) cofundador de eBay, donó al instituto medio millón de dólares el año pasado.
A Friedman le gustaría llegar a ver la idea hecha realidad algún día pero admite que incluso considerando los escenarios más optimistas probablemente puedan pasar décadas antes de que pueda decir “he cambiado el mundo”. Esperemos que llegue a verlo, él y nosotros.

Problemas en alta mar

En el anterior artículo, A la conquista del océano, explicaba en qué consiste la colonización del mar que promueve Patri Friedman y su Seasteading Institute. La idea es crear comunidades en el océano que escapen a la jurisdicción del Estado, experimentando con nuevos sistemas políticos y disfrutando de libertades que los gobiernos no respetan en tierra firme. Friedman opina que los intentos de crear comunidades liberales en el pasado fracasaron por no emplear una estrategia incrementalista (Freedom ShipAquarious Project) o reivindicar parcelas de tierra que ya están bajo la jurisdicción de algún Estado (República de MinervaLaissez Faire City). Alta mar es el salvaje oeste de nuestro tiempo.
En este artículo destacaré las principales objeciones a la iniciativa de Friedman y algunas contra-réplicas, no siempre convincentes.
¿De dónde obtendrán la energía las plataformas marinas? ¿No se balancearán con el oleaje? ¿Qué sucede si algún ocupante se pone enfermo? ¿No son un blanco fácil para los piratas? Friedman recuerda que más de 30 millones de personas anualmente ya viven en ciudades flotantes en forma de cruceros con energía, comida, servicios diversos y protección contra las olas por precios tan bajos como 60 dólares la noche. Solo en aguas estadounidenses hay 1500 plataformas de gas y petróleo. El concepto de la ciudad flotante, por tanto, no es ciencia ficción. Los ingenieros del Seasteading Institute están adaptando los diseños existentes a los objetivos del proyecto colonizador, que implica nuevos retos en materia de confort, estabilidad y seguridad.
En cuanto a los piratas, ellos también hacen análisis de costes/beneficios: ¿por qué atacar plataformas con gente armada dispuesta a defender su hogar cuando puedes atacar barcos de carga de una corporación, con pocos tripulantes, escasamente armados y nada dispuestos a arriesgar su vida por un cargamento que no es suyo? Friedman arguye que las plataformas, siendo residenciales, serán más parecidas a un crucero que a un buque de carga, lo cual significa más peligro y menos recompensa para los criminales. Las plataformas tampoco son vendibles o utilizables como lo es un barco capturado, y frente a armas de poca envergadura (estamos hablando de piratas, no de un ejército) su defensa es análoga a la de un castillo de hormigón.
Hay, no obstante, dos críticas fundamentales al seasteading de las que no está claro que el proyecto salga indemne. La primera la formula Mencius Moldbug: para ir a vivir a una plataforma en medio del océano no basta con que seas un apasionado de la libertad, tienes que ser un apasionado del mar. Hasta que no construyan plataformas capaces de albergar aeropuertos con vuelos regulares los habitantes de las colonias estarán tan aislados como las comunidades dispersas en el interior de Alaska. ¿Quién está dispuesto a emigrar a Alaska? Una de las principales dificultades a las que se enfrenta el Free State Project es reclutar a liberales dispuestos a dejar atrás su casa, su trabajo, sus amigos etc. para desplazarse a otro territorio. El seasteading tiene el mismo problema al cuadrado, pues demanda de los partícipes un sacrificio aún mayor. No solo se trata de ir a vivir a una plataforma apartada, sino que además es en un medio físico distinto al que hay que adaptarse, y no dispondrá de la mayoría de comodidades de la vida moderna, al menos al principio.
Según la aproximación incrementalista de Friedman no es necesario un desplazamiento masivo como el que exige el Free State Project, basta que haya unas decenas de pioneros que sean seguidos por otros cientos a tiempo parcial (segundas residencias, vacaciones etc.) y luego por más gente a tiempo completo, conforme las comunidades crezcan y las plataformas dispongan de más servicios. La colonia en alta mar puede resultar atractiva a quienes desean experimentar con nuevos sistemas sociales o quieren disfrutar de servicios singulares gracias a su estatus exclusivo (hospitales desregulados con precios más baratos, casinos no sujetos a impuestos, consumo legal de drogas etc.). Pero aún así es necesaria una masa crítica de pioneros, y hasta ahora el proyecto parece haber llamado más la atención de apasionados de la tecnología que de amantes del mar. Como advierte Moldbug, un buen test para cualquier proyecto de “evasión” es su habilidad para atraer a gente normal y razonable, cuya visión del proyecto no es excesivamente romántica o ideológica.
La segunda crítica la han expresado numerosas voces: aunque la jurisdicción de los Estados termine en la actualidad a 10 kilómetros de la costa, no tolerarán que surjan comunidades que amenacen su legitimidad o su fuente de ingresos. Pueden permitirse el lujo de ignorar la iniciativa mientras no tenga repercusión, pero si llega a tener visos de éxito pondrán su maquinaria de propaganda en marcha para convencer a la sociedad de que las comunidades seasteading son sectas peligrosas o libertinas que hay que eliminar. A la derecha se la puede asustar acusando a las colonias de ser factorías de marihuana o refugios de terroristas. A la izquierda basta decirle que son paraísos fiscales con libre mercado irrestricto que drenan recursos a su Estado del Bienestar. Los colonos tendrían a la mayoría de la sociedad en su contra.
En realidad, no es tan simple. Hoy existen numerosos paraísos fiscales y países con leyes laxas en materia de drogas blandas, prostitución, eutanasia etc. y su soberanía ha sido respetada por los demás Estados. No obstante, sí se está ejerciendo presión sobre los paraísos fiscales para que suspendan el secreto bancario y armonicen sus impuestos y regulaciones. Si la mayoría de Estados grandes se sienten legitimados para someter así a pequeñas naciones soberanas con más motivo intentarán sojuzgar a comunidades privadas que supongan una amenaza, aunque se ubiquen en alta mar. Una posibilidad para los colonos sería aliarse con empresas o grupos de interés poderosos que pudieran dotar de legitimidad al proyecto, influir en la sociedad o presionar al Estado. Por ejemplo, si en una plataforma o en un navío en la costa californiana se ofrecieran servicios sanitarios al margen de las leyes estatales la American Medical Association (AMA) seguramente pediría la ilegalización del navío o la prohibición de que entrara en puertos americanos. Pero si la colonia se asocia con una compañía de cruceros o de seguros médicos podría adquirir más legitimidad e influencia para contrarrestar el poder de la AMA.
Patri Friedman argumenta que no hay que dar a los Estados excusas para que les invadan. Por ejemplo, sería obviamente insensato permitir que grupos terroristas o guerrillas blanqueen dinero en la colonia, producir drogas para exportarlas a países donde son ilegales, o investigar o fabricar armas de destrucción masiva. Pero es probable que al Estado le basten excusas mucho más espurias para intervenir y la única forma de evitar una confrontación sea replicando su estructura y marco legal con ligeras diferencias, echando por tierra la aspiración de Friedman de experimentar con leyes y sistemas políticos.

Pregunta sobre la oposición del Estado

¿Cuál es su estratégia para hacerle frente ante el inevitable hostigamiento por parte de las naciones, como los EEUU, ante la creación de estados soberanos independientes cerca a los mares reclamados por éstas naciones? Formulada a Patri Friedman por un lector de Anarquista 101, Francisco Leon.
Responde Patri Friedman:
Hemos tenido algunos cuestionamientos acerca de la posible oposición por parte de los Estados al proyecto de ciudades maritimas liberales (Seasteads). Primero que todo, los Seasteads no serán naciones soberanas. Lo que queremos es consolidar una autonomía de-facto, no un reconocimiento formal por parte de otros estados. Desde un punto de vista legal, éstas comunidades Seasteads existirán como navíos inependientes que ondearan la bandera de la conveniencia.
Esas posición legal provee un buen grado de libertad dentro de las Zonas de Exclusividad Económica dentro de los países, y por supuesto mucha mayor libertad en aguas internacionales. Por supuesto, los gobiernos no siempre respetan los acuerdos, y existe la posibilidad de que ellos nos ataquen de todas formas.
Si un pais potencia con un gran poderío militar quisiera bombardearnos en el mar, simplemente no podríamos deternlo. De hecho estaremos en la misma situación de la mayoría de los países – 20 de los cuales ni siquiera tienen ejércitos, y muy pocos tienen el poder suficiente para confrontar a un país como EEUU.
Aunque los Seasteads podrán armarse y defenderse de los piratas, en realidad serémos muy dependientes de las relaciones armónicas con otros países las cuales tendrán que ser de beneficio mutuo (Tu ganas/Yo gano), y que éstas naciones pierdan el interés en conquistar mas territorios. Para manear el riesgo, necesitamos hacer muchas cosas, pero básicamente tendrémos que evitar cometer cualquier acto que desate el enojo con las naciones poderosas existentes, como los EEUU. Los Seasteads necesitan respetar la soveranía de otras naciones – Por ejemplo, estos no podrían atentar contra las legislaciones de esos países, sin importar que tan estúpidas y absurdas sean sus leyes. Podríamos ayudar a la gente a escapar de esas leyes perversas, y quizas en un futuro esto sea motivo de respuesta por parte de estos estados. Pero por nada del mundo debemos meternos en problemas con estas naciones y si se nos viene un conflicto militar, no habrá chance de salir victorioso.
El gobierno generalmente se ensañaría con nosotros por las siguientes causas: Derechos humanos, violaciones, tráfico de drogas, Banca Anónima (??), desarrollo de armas de destrucción masiva etc.
Los Seasteads que realmente estén dispuestos a asumir el riesgo de comprometerse con ciertos aspectos de su libertad ( la libertad de construir bombas nucleares por ejemplo ) entonces asumirán las consecuencias del ataque de los gobiernos poderosos.
Por eso, la opinión pública es muy importante aquí. Si los ciudadanos en tierra continental votan para que estos Seasteads sean desmantelados, sus políticos tendrán un incentivo para hacer lo que ellos quieren. Lidiar con esta problemática es parcialmente lo que hacemos. Entonces desarrollar industrias del vicio como la prostitución es una muy mala idea. Es también un asunto de Relaciones Públicas y Educación. Buenas relaciones públicas crearán una situación donde la gente se identificará con éste movimiento, sobretodo ahora que los gobiernos democráticos no son capaces de responder a las demandas de la gente y ocasionan inconformismo todo el tiempo.
Si el equipo de relaciones públicas del movimiento Seasteading puede asegurar que las personas que estén conformes con su gobierno aún pueden identificarse con este movimiento, entonces los seasteads estarán cada vez mas lejos de estar en la mira del gobierno federal.
Crear valor para aquellos que están en tierra será también importante. Si la gente le encuentra utilidad a estos proyectos, ellos no querrán enviarnos misiles. El mundo es actualmente manejado por vejetes ricachones. Tecnología médica de avanzada será muy útil para esta demografía. De esa manera, tener la mejor tecnología y servicios médicos serán un motivo de defensa de los seasteads. Si nosotros pactamos con los senadores, ellos serán nuestros mejores aliados en el senado. Dicho todo esto, los riesgos aún se mantienen.
No habrá una autoridad central controlando todo lo que hacen los Seasteads, y el comportamiento estúpido de alguno pondrá al resto en riesgo considerable. De nuevo, esta es una de las metas de las Relaciones Públicas — Una organización como el Seasteading Institute pueda actuar como portavoz de los buenos seasteads y aislarse de los malos seasteads.
La violencia por parte de los gobiernos hacia los Seasteads es un riesgo muy real. He dicho que es el único riesgo que tiene el potencial de destruir por completo la iniciativa del proyecto del seasteading, no es simplemente que lo retrase o desestimule su crecimiento. No digo que sea inevitable, y si hay cosas que podemos hacer para reducir tal riesgo.
Tengamos en cuenta que los Estados están maniatados por la opinión pública, y éstos nos atacarían siempre y cuando no se arriesguen a perder votos. Esto hace de las Relaciones Públicas un asunto de extrema prioridad en el largo plazo y significa que tendremos que hacer sacrificios de ser necesario. Mas que todo, debemos evitar hacer lo que sea que enoje a los gobiernos. Si tan solo hubiera una sospecha de que exportamos drogas o apoyamos al terrorismo, no sobreviviremos por mucho tiempo. Esto haría también riesgosas las actividades como la banca anónima digital en la medida que esto pueda ayudar a financiar al terrorismo o lavar dinero de las drogas. Debemos evitar también las principales industrias del pecado (apuestas ilegales, consumo de sustancias prohibidas y prostitución).
Debemos ser capaces de ver que simplemente los estados siempre le harán la vida dificil a aquellos que usan el mar por razones políticas. El gobierno británico ha implantado leyes que prohíben hacer propaganda en radio pirata, pero ellos no han lanzado una campaña militar contra eso. Mientras que a los barcos del juego y apuestas que rondan cerca de las costas de EEUU les han dado cacería sin piedad. La lección parece ser que hay que hacer cosas que el votante promedio encuentre aceptables. Esos son los límites de nuestra libertad, pero aun nos quedará mucha libertad para disfrutar. Algunos países son mas agresivos que otros, y nosotros podríamos establecernos cerca de los países mas amigables. Ubicarnos cerca de muchas naciones (como en el mar mediterráneo) podría ayudar a que disminuya la intención de atacarnos.

Partidos libertarios: Agenda política y apoyo anarquista

Partidos libertarios: Agenda política y apoyo anarquista

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Esta es una Introducción al libertarismo publicada por The Future of Freedom Foundation. Al final se incluye una nota editorial de este sitio, Anarquista 101.
El libertarismo es una filosofía política que mantiene que el ser humano debe tener la libertad de hacer lo que quiera con su propia vida, siempre y cuando su conducta sea pacífica. Por lo tanto, los libertarios bogan porque, mientras uno se abstenga de asesinar a los demás, de violarlos, de robarlos, de defraudarlos, de invadir su propiedad y de cometer algún otro acto violento contra ellos o contra su libertad o su propiedad, el Estado debe dejarlo tranquilo. Efectivamente, los libertarianos creen que uno de los propósitos principales del Estado consiste en enjuiciar y en castigar a las personas antisociales que inician la fuerza contra los demás.

¿Qué implica en la política este llamado “principio de la no agresión”?

Cada persona debe tener la libertad de participar en cualquier proyecto económico sin tener que pedir permiso del Estado o que soportar sus ingerencias. Por ende, los libertarios nos oponemos a las leyes que exigen licencias para poder llevar los negocios y a los reglamentos económicos de la actividad comercial. Los libertarios además creemos que cada persona tiene el derecho de quedarse con lo que se gana y de decidir por sí misma lo que vaya a hacer son su propio dinero: gastarlo, invertirlo, ahorrarlo, acapararlo o dárselo a otros.
Ello quiere decir necesariamente que los libertarios preconizamos el mercado libre, el que es sencillamente un proceso mediante el cual los seres humanos actúan entre sí de manera pacífica para el beneficio mutuo.

¿Cómo se aplican los principios libertarios a los problemas del mundo real? – Agenda para los partidos libertarios

La enseñanza: Los libertarios proponemos la separación total de las escuelas y del Estado, lo cual implica la abrogación de las leyes que exigen la asistencia de los niños a las escuelas, así como de los impuestos para mantener las escuelas públicas. En otras palabras, proponemos dar fin a toda ingerencia estatal en la enseñanza. De tal modo existiría un mercado completamente libre para la enseñanza, en el cual el consumidor podría decidir cuál es el mejor medio para enseñar a sus hijos y los empresarios (tanto los de las empresas comerciales como los de las organizaciones benéficas) podrían satisfacer las necesidades del consumidor.
El Seguro Social: La abolición inmediata del Seguro Social, el que no es más que un programa coactivo en el que los más viejos pueden robar a los más jóvenes. Como hemos dicho, cada ser humano tiene el derecho a quedarse con sus propias ganancias. Si uno no se prepara para la jubilación, tiene que depender de los actos de caridad y de la buena voluntad de su familia, de sus amigos, de la iglesia y de los demás miembros de la comunidad. Los libertarios mantenemos que es inmoral el emplear el Estado para tomar de otros lo que no nos pertenece.
La asistencia pública: La abrogación inmediata de todos los programas de asistencia pública, no sólo por inmorales sino también por motivo de los aspectos nefastos de la beneficencia estatal. Cada persona tiene el derecho a sus propias ganancias y nadie tiene el derecho de quitárselas contra su voluntad. Además de lo cual, nadie se vuelve una persona más moral porque el Estado le haya quitado su dinero para dárselo a otro. Finalmente, la asistencia estatal crea un sentido de dependencia y la falta de esperanza en el que la recibe.
Las leyes antidrogas: La guerra contra las drogas, que ya ha durado varios decenios, es inmoral y ha resultado ser sumamente perjudicial. Cada persona tiene el derecho de hacer cosas autodestructivas, siempre y cuando su conducta sea pacífica. La narcomanía debería tratarse como un problema social, médico y psicológico y no criminal. La legalización de las drogas pondría fin de un solo golpe a los narcotraficantes y al gansgsterismo del narcotráfico, así como a la violencia que se ve relacionada con la guerra antidrogas: los robos y los atracos que resultan de los precios astronómicos que los que toman drogas han de pagar en el mercado negro para poder costear sus hábitos.
El  IVA y el impuesto sobre la renta: Que se eliminen para que el pueblo pueda gozar de los frutos de su esfuerzo y decidir por sí mismo lo que vaya a hacer con sus ganancias.
El control de las armas de fuego: El pueblo tiene el derecho de resistir la tiranía de su propio Estado y de protegerse de la violencia de los criminales privados.
El medio ambiente: El Estado es el mayor agente destructor del medio ambiente. Efectivamente, si seguimos la pista de los problemas del medio ambiente, nos damos cuenta que la mayor parte de ellos se debe a la propiedad pública de los recursos, y no a la propiedad privada. La solución radica en privatizar la propiedad pública en el grado mayor posible.
El cuidado médico: La crisis en el cuidado médico, especialmente relativa a los costos cada vez más altos, se debe a la ingerencia extensa del Estado en el cuidado médico: los programas de Medicare y de Medicaid y las leyes que exigen que los que vayan a proporcionar el cuidado médico obtengan licencias del Estado. Estos programas y estas leyes todas conspiran para aumentar el costo del cuidado médico y deberían abrogarse para poder establecer un mercado completamente libre en el cuidado médico.
La inmigración: Los libertarios nos oponemos a todos los controles sobre el libre movimiento de bienes y personas, tanto en el marco doméstico como en el internacional. El ser humano posee el derecho de viajar y de buscar una vida mejor. Sin embargo en la actualidad quizás este es el único punto discutido de esta agenda, otros libertarios preconizan que una migración controlada es consistente con una politica libertaria, por el derecho de exclusión de los individuos y la seguridad interna de sus comunidades (N. del E.).
Relaciones exteriores: Los libertarios estamos en contra de la asistencia a los países extranjeros y de participar en sus guerras. El gobierno debería limitarse a proteger al país de las invasiones y no debería entrometerse en los asuntos de los demás países.
Libertades civiles: Los libertarios preconizamos fuertemente la Primera Enmienda (la prohibición a que existan leyes sobre la libertad de culto, expresión, reunión, etc) y los aspectos procesales del proceso de ley, tales como el derecho de no tener que someterse a los registros e incautaciones arbitrarias y, en los casos criminales, el derecho a la representación legal, al aviso y la audiencia y al juicio por jurado.

Editorial de Anarquista 101

Hablemos del apoyo anarquista. Es importante que los anarcocapitalistas participen en algún nivel de estas iniciativas políticas en vez de aislarse, puesto que el objetivo minarquista de limitar y reducir el Estado es condición necesaria -aunque no suficiente- para caminar ordenadamente hacia la anarquía.
Una vez acordado este punto los anarquistas debieran incluir en el programa de acción de la plataforma partidista el rechazo -expreso o tácito, el lirismo es lo de menos- del concepto de “soberanía del Estado”, lo que en la práctica significa: el derecho de los rebeldes, disidentes y/o anarquistas a separarse del Estado por vía pacífica, progresiva o inmediata, principalmente por medio de la creación de ciudades libres y dinero privado. Después de todo, minarquistas y anarquistas podemos vivir -al menos teóricamente- juntos, aunque separados.
A modo de conclusión, la batalla moral e intelectual para determinar el rumbo de nuestros países y nuestro destino, se libra entre los que preconizan la libertad — los libertarios — y los que favorecen el control estatal de las actividades pacíficas — los “estatistas.”

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