A aquellos que invirtieron en fondos de Madoff, en sellos de Forum y Afinsa o incluso en pagarés de Nueva Rumasa no hace falta que nadie les explique lo que quiere decir esto.
Para el común de los mortales, valga una sucinta definición: se trata de aquellas prácticas financieras por mor de las cuáles se promete a los inversores una determinada rentabilidad sin que el destino real de sus fondos la pueda justificar en ningún caso, de modo tal que son los nuevos aportantes de liquidez los que, con su dinero, permiten a los promotores de la idea cumplir con el retorno prometido, alimentando de este modo la “credibilidad” y bondad de su actividad y atrayendo nuevos recursos de incautos.
Una estructura que funciona bien mientras fluye el efectivo pero que deviene insostenible cuando éste se seca. ¿Conocen una cosa que responde al nombre de Seguridad Social? Pues no se aleja mucho en su formulación actual de reparto a esta realidad. Sobre ella volveremos al final de este post.
Pues bien, sabemos que las ayudas acordadas con los tres países anteriormente mencionados cumplen con una doble condición: establecimiento de medidas estructurales que les permitan corregir los desequilibrios que les condujeron a su precaria situación, por una parte, y devolución del principal más intereses, fijados a un nivel sustancialmente inferior al exigido por el mercado, por otra.
Teóricamente así uno mejora y al otro no le cuesta. Miel sobre hojuelas.
Sin embargo, más allá de la finalidad “bancaria” de parte de ella, y que bien concebida en Estados Unidos se has probado como rentable,dos son las paradojas que rodean esta financiación.
- por una parte, la nueva deuda va a ser utilizada para… hacer frente a vencimientos inminentes de deuda, esto es: para cumplir con el rendimiento prometido con anterioridad a otros tenedores de sus bonos. ¿Les suena?
- no solo eso, con fuertes tensiones internas de tesorería que amenazan la cohesión social, una parte mayor o menor de la misma irá destinada a hacer frente a los pagos corrientes de las respectivas administraciones internas. ¿Les pitan ya los oídos?
- la imposibilidad matemática de que con medidas draconianas de actividad puedan las naciones afectadas lograr los superávits primarios que necesitan para cuadrar sus cuentas;
- y la incapacidad temporal, debido a sus largos periodos de maduración, de que las reformas estructurales rindan los frutos que de ellas se esperan en el plazo necesario.
Caben dos últimas consideraciones.
- Volviendo al caso de la Seguridad Social, es evidente que los fraudes piramidales lo son por naturaleza, dando igual el ánimo fraudulento o el carácter público del defraudador. El efecto, en cualquier caso, viene a ser el mismo, siendo esto lo que realmente importa, el quebranto patrimonial de más o menos afectados. Otra cosa es que, mientras la rueda siga girando no nos importe, en la infantil creencia de que no nos tocará. Pero lo que es insostenible por naturaleza, siempre termina por caer (paréntesis: de ahí que esa sea una reforma, la del estado del bienestar, que no admita demora).
- El caso europeo, mona vestida de seda, es exactamente igual pero con plazos más perentorios que impone la cruda experiencia de los datos recurrentes. Un esquema llamado a terminar regular que se podía haber solucionado de otra manera, desde la más simple estructura de avales con una permanencia en el tiempo vinculada a determinados hitos estadísticos (libertad de gobierno interior, mismo objetivo, sin desembolso dinerario) a una definitiva armonización fiscal con plasmación financiera en los deseados eurobonos.
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