14 mayo, 2011

¿Qué esta haciendo Obama con relación a Libia y Siria?

¿Qué esta haciendo Obama con relación a Libia y Siria?

El error capital del presidente Obama en su posición actual respecto del régimen sirio radica en adherir al concepto occidental de exigir a un líder como Assad suscribir un código moral y ético. Este debate, ni siquiera existe en el mundo árabe y no funcionará jamás con el presidente sirio.


Por George Chaya

La incoherencia de lo que se califica como “doctrina Obama” ante las movilizaciones en los países árabes se ha puesto en evidencia ante la total y absoluta indiferencia frente a los mas de 8 mil detenidos y centenares de desparecidos junto a la masacre de mas de medio millar de manifestantes sirios y esto constituye una desvergonzada posición del inquilino de la Casa Blanca.

No siempre estoy de acuerdo con las publicaciones del Washington Post, pero comparto la opinión del periódico sobre el silencio y la inacción del presidente Obama en lo relativo a la violencia y la represión desatada por el régimen sirio por un lado y la orden de eliminar al terrorista Bin Laden por otro. Esta posición no solo es escandalosa, es completamente vergonzosa y repudiable bajo cualquier parámetro de defensa de la vida humana. Máxime lo es, después que el presidente Obama dijera el mes pasado que el dictador libio Muammar Khadafi debía irse y que si no lo hacia, entonces se aplicaría la fuerza para quitarlo del poder luego de obtener la autorización de la ONU y los acuerdos correspondientes con la OTAN y la Liga Árabe.

Según se maneja el presidente Obama, tengo la convicción que las acciones sobre Libia y el régimen de Gaddafi no fueron un intento de aplicar “el poder americano”, más bien ha sido el último episodio de una cadena de hechos para el olvido de parte de su administración. Este episodio demostró claramente la disminución y perdida de poder estadounidense en el mundo árabe, además ha sido la prueba fundamental de como la administración Obama deteriora la imagen del liderazgo de los EE.UU. en el tablero político internacional.

Durante el pasado mes de abril, el presidente Barack Obama pidió ayuda para el pueblo libio a la comunidad internacional, pero hasta el día de hoy guarda un irritante silencio ante la masacre del pueblo sirio. Libia es una dictadura personalista y férrea, pero pareciera que Siria no lo es para la visión del presidente americano. Lo cierto es que el régimen sirio ha sido una amenaza directa para los intereses estadounidenses por los últimos 30 años. Damasco ha sido conocido durante mucho tiempo como el Club Med para el terrorismo internacional y muchos grupos radicales tienen sus oficinas y centrales de operaciones allí. Siria es el mas estrecho y cercano aliado de Irán y ha ayudado a organizaciones consideradas terroristas por los EE.UU. y la Unión Europea como Hizbullah en Líbano y Hamas en Gaza quienes han actuado siempre apoyados por Damasco para mandar a pique cualquier posibilidad de acercamiento, dialogo y tratado de paz definitivo en la región.

También según la propia administración estadounidense, durante la Operación Libertad para Irak, tanto Siria como Irán proporcionaron apoyo y favorecieron el tránsito de yihadistas que fueron a Irak a matar soldados norteamericanos, todo ello sumado a los esfuerzos de Siria por construir una planta nuclear con ayuda de Corea del Norte, cuya neutralización demando de un ataque aéreo israelí en 2007. El ejército sirio ocupo durante 30 años el Líbano hasta que la revolución de los Cedros (luego del asesinato del ex primer ministro Rafik Hariri) obligó su retirada del país, pero aun así y luego de que sus tropas fueran evacuadas, Siria ha continuado desestabilizando Líbano por medio de asesinatos de líderes libaneses democráticos y opuestos a Damasco. No obstante, ahora que los levantamientos de la calle árabe llegaron a Siria no podemos dejar de preguntarnos ¿qué va hacer al respecto el presidente Obama?, la respuesta es que probablemente no hará mucho, al igual que hizo poco para apoyar a los disidentes en Irán cuando tomaron las calles en 2009, después de todo, la Secretaria de Estado Hillary Clinton nos ha dicho siempre (que ella misma tuvo la oportunidad de comprobar) que el dictador Bashar al-Assad es considerado en muchos círculos como un "reformista".

La gran pregunta es ¿Por qué el presidente Obama esta premiando con su silencio a un gobierno que todavía sigue siendo patrocinador del terrorismo sin conseguir absolutamente nada a cambio? Probablemente la respuesta a esta pregunta saldrá a la luz en el mediano plazo, pero los EE.UU. deberían apoyar los movimientos pro-democracia en Líbano, Siria, Irán y otros lugares del Oriente Medio no sólo con palabras sino con hechos y acciones concretas. Cuando un presidente estadounidense dice que un dictador se tiene que ir, la comunidad internacional y el mundo libre tendrán que hacer que eso suceda y no cabe ninguna duda que el presidente sirio, Bashar al-Assad, es un dictador que debería reformarse, llamar a elecciones libres y transparentes en Siria y luego irse. Nadie dice que debe ser derrocado, pero si debe poner punto final a su conducta de ahogar en sangre las protestas democráticas de su pueblo.

Lo concreto es que el error capital del presidente Obama en su posición actual respecto del régimen sirio radica en adherir al concepto occidental de exigir a un líder como Assad suscribir un código moral y ético. Este debate, ni siquiera existe en el mundo árabe y no funcionará jamás con el presidente sirio, la elaboración de un contrato social o la legitimidad derivada del voto popular en una democracia conocida como se la entiende en el mundo libre no resiste ningún análisis en la visión que tiene de si mismo el régimen sirio.

Barack Obama debe comprender que la práctica del juego político según es entendida por el presidente Assad, nace y adquiere entidad desde una única posición que no es otra que desde la fuerza. Si el Premio Nóbel de la paz no puede entender esto, su política beneficiara en poco a Occidente y a su propio país en aquella región del planeta y deberá estar dispuesto a pagar el precio político de sus acciones en el largo plazo.

Por qué sabía Pakistán que podía ocultar a Osama

Por qué sabía Pakistán que podía ocultar a Osama

Si fuera una película, la multitud congregada coreando "¡USA! ¡USA!" en los exteriores de la Casa Blanca tendría razón: ¡El malo de la película está muerto! ¡Ganamos! Fin. Pero el panorama se extiende más allá de la convención del celuloide.
La mayoría de los paquistaníes son pobres, analfabetos y simpatizantes de Al Qaeda
La mayoría de los paquistaníes son pobres, analfabetos y simpatizantes de Al Qaeda

Por Mark Steyn

Como mis viejos amigos del Spectator londinense señalaban la mañana del pasado lunes, la exclusiva de la muerte de Osama bin Laden la di a conocer yo: "Osama bin Laden está muerto, dice Mark Steyn". Fue en la edición del Spectator del 29 de junio de 2002, lo que resultó ser un poquito prematuro. Me apresuré demasiado, casi como la señora de Osama en Abbottabad, pero por nueve años.

Siendo honesto, tampoco es que una discrepancia chiquitita de casi una década sea el único problema de mi exclusiva. Gran parte del artículo del Spectator se dedicaba a los supuestos habituales del Enemigo Público Número Uno -- lo de las cavernas, lo de la diálisis, lo de las distantes zonas tribales paquistaníes que la Inteligencia occidental no tenía ninguna posibilidad de infiltrar a menos que conociera al primo del jefe de la aldea, etc. Todas estas premisas proliferaron hasta hace unos días, cuando salió a la luz que Osama, tres esposas y 13 hijos llevaban casi media década residiendo en un inmueble construido al coleto ubicado en un municipio a un tiro de piedra de la Academia General Militar Paquistaní. ¿Un brunch todos los domingos con un par de Generales en su mesa reservada en el Hilton Abbottabad? ¿Huevos a la Benedictina, sin jamón por supuesto?

El final aplazado de Osama es testimonio de lo que Estados Unidos hace bien -- tropas de élite, muy bien entrenadas, equipadas con un nivel de sofisticación tecnológica con la que ningún otro país puede rivalizar. Todo lo demás que rodea al suceso (incluyendo la gestión de la noticia por parte de la Casa Blanca, tan marcada por los tropiezos que hay que empezar a plantearse siniestramente si tanta incompetencia no tendrá algo de intencional) encarna lo que Estados Unidos hace mal. Pakistán, nuestro "aliado", oculta y protege no sólo a Osama, sino también al mulá Omar y a Zawahiri, y lo hace con la certeza de que no va a pagar ningún precio por su traición -- sabedor en la práctica de que su doble juego militar seguirá estando financiado por el contribuyente estadounidense.

Si fuera una película, la multitud congregada coreando "¡USA! ¡USA!" en los exteriores de la Casa Blanca tendría razón: ¡El malo de la película está muerto! ¡Ganamos! Fin. Pero el panorama se extiende más allá de la convención del celuloide. Según la versión con más butacas vendidas, la muerte de Osama bin Laden es apenas un murmullo, al tiempo que las atenciones que le fueron dispensadas por la institución paquistaní nos dicen algo profundo acerca de la debilidad de la superpotencia y la incapacidad a la hora de alterar el guión. Bin Laden dijo célebremente que cuando la gente ve un caballo débil y un caballo fuerte, escoge de forma natural el caballo fuerte. Meterle una bala entre los ojos es buena forma de hacerle saber cuál de los papeles interpreta. Pero la rutina del caballo fuerte y el caballo débil es tan cuestión de percepción como de otros factores. El 12 de septiembre de 2001, el General Musharraf estaba reunido "cuando mi secretario militar me informó de que el secretario de estado de los Estados Unidos, el General Colin Powell, estaba al teléfono. Le dije que llamara más tarde". Los pusilánimes del Departamento de Estado no estaban de humor para el numerito "me estoy lavando el pelo" de Musharraf, y, cuando fue conducido al aparato, fue informado de que la administración Bush iba a "devolver a Pakistán a la Edad de Piedra a bombazos" si no hacían todo lo que lo que los americanos querían. Musharraf llegó a la conclusión de que América hablaba en serio.

Una década más tarde, volvemos al 10 de septiembre. Si Washington llama a Islamabad como llamó hace una década, los paquistaníes les agradecerán la llamada cortésmente y les dirán que ya hablaremos en seis meses, día arriba o día abajo. Ellos creen tenerle tomada la temperatura a la superpotencia -- que Estados Unidos está encantado de gastar montones de dólares en sistemas tecnológicamente avanzados que pueden llegar a cualquier punto del planeta pero no tiene realmente las agallas para cambiar la realidad sobre el terreno. Eso se traduce en que de vez en cuando, mientras tus yihadistas más buscados pasan la noche viendo "Mira Quién Baila", de repente Robocop cae del cielo, echa la puerta abajo y hay que prepararse para reunirse con las vírgenes. Pero aparte de eso, dentro de la panorámica, en el día a día, totalmente desapercibidas, las cosas seguirán su camino.

En el otoño de 2001, hablando de la caída de los talibanes, Thomas Friedman, el cerebro de la casa en el New York Times, ofrecía este análisis en dibujos animados:

"A pesar de todo el revuelo sobre los alabados combatientes afganos, es una guerra entre los Picapiedra y los Supersónicos - y ganan los Supersónicos y los Picapiedra lo saben".

Pero ¿y si no? Los Picapiedra se replegaron a sus cavernas, esperaron un tiempo, y una década más tarde los Supersónicos andan desesperados por negociar su marcha.

Cuando se trata de analogías instructivas, prefiero Jartum a los dibujos animados. Si América tardó una década en consumar la venganza por el 11 de Septiembre, Gran Bretaña tardó 13 años en vengar su derrota en Sudán en 1884. Pero, después de que Kitchener matara a los yihadistas del momento en la Batalla de la ciudad de Omdurman en 1897, removió Roma con Santiago para encontrar a su líder Mahdi, le cortó la cabeza y se la quedó como souvenir. Los sudaneses captaron el mensaje. Los británicos no dejaron moverse una mosca hasta que dieron la independencia seis décadas más tarde -- y en la práctica, la población local luchó por el Rey y por un país "imperial distante" como valientes tropas británicas en la Segunda Guerra Mundial. Aún más sorprendente, generaciones de escolares ingleses conocieron de la novedad del cráneo del Mahdi liquidado usado como pisapapeles por Lord Kitchener como una historia inspiradora de la grandeza nacional.

Hoy esas no abundan. Es difícil imaginar la chola de Obama colgando como atractivo centro en el banquete del Organizador de la Comunidad del Año en la Casa Blanca el año que viene, y es totalmente imposible imaginarse a los "educadores" de América enseñando la historia con aprobación. De manera que, al mismo tiempo incluso que damos todo tipo de explicaciones de que nuestros problemas con este tal bin Laden no tienen nada que ver con el islam, nada de nada, ni se le ocurra, simultáneamente nos apresuramos a asegurar al mundo musulmán que no hay que preocuparse, le dispensamos un funeral islámico de 45 minutos totalmente respetuoso con el musulmán religioso.

Ése es el motivo de que los peces gordos pakistaníes protegieran al enemigo mortal de Norteamérica y de que supieran que podían hacerlo con impunidad. Bin Laden era un saudí con mosca, y de esos hay muchos financiando tal o cual cosa del sur de Asia a los Balcanes pasando por Dearborn, Michigan. Han ido repartiendo sus petrodólares por el mundo occidental comprando todo lo que necesitaban, desde pequeñas mezquitas a departamentos "de Estudios de Oriente Medio" de universidades importantes. En comparación con sus compatriotas, Osama estaba derrochando su dote. En aquel largo artículo del Spectator, escribí: "El del hijo es solamente un modelo curiosamente avanzado del tonto útil -- una crítica vertida de forma rutinaria contra Bush pero mucho más aplicable en realidad a Osama, que cogió la fortuna de su padre y la metió en un agujero del suelo literalmente".

Mucha política estadounidense fue detrás. Una década más tarde, nuestras tropas recorren Afganistán "ganando corazones y mentes" y siendo abatidas por los mismos policías y los mismos soldados que hemos pasado años entrenando. En el frente nacional, cada aeropuerto municipal tiene al menos una docena de agentes de la Agencia de Seguridad del Transporte oliendo la ropa interior de escolares. Mientras tanto, en las Naciones Unidas, en la Unión Europea, en la Organización de la Conferencia Islámica, en las "Revoluciones Facebook" de la "primavera árabe", la islamización del mundo sigue adelante: Millones de musulmanes apoyan el objetivo de bin Laden -- la sumisión del mundo occidental al islam -- pero a diferencia de él, ellos entienden que estrellar aviones de pasajeros contra edificios es totalmente innecesario para lograrlo. ¿Ganarán los Supersónicos de altos vuelos con cacharros tecnológicos en el mundo de los Picapiedra? Los paquistaníes están muy seguros de conocer la respuesta a eso.

Errores y responsables del desempleo

Crisis

Errores y responsables del desempleo

Alberto Recarte

Los Gobiernos de Rodríguez Zapatero son responsables de la actual situación de la economía española, pero conviene delimitar esa responsabilidad para que tenga que responder de sus decisiones y no de las de otros Ejecutivos anteriores.

8. La integración en el euro: los errores y los acontecimientos inesperados

En 1998, el Gobierno de Aznar, con el apoyo de toda la oposición y, sobre todo, del PSOE y de los partidos nacionalistas, toma una decisión trascendental para España. Decide cumplir los criterios de Maastricht no porque fueran positivos –que lo eran– para la economía española, sino para integrarse, desde un primer momento, en la Unión Monetaria. Olvidando que las razones del fracaso del Sistema Monetario Europeo seguían vigentes.

a) El primer error

España seguía padeciendo un paro abrumador, el euro tenía problemas en su estructura interna y nada garantizaba que los gobiernos españoles fueran a cumplir los objetivos de déficit, ni que la inflación española fuera a ser semejante a la de nuestros principales competidores. Era, de hecho, imposible, pues la estructura económica de España era muy poco productiva. En los 24 años anteriores, todo el aumento de la productividad se había conseguido reduciendo el número de trabajadores ocupados, no aumentando la productividad de toda la economía. Un error en el que incurrió no sólo el Gobierno español, sino los de todos los países que se integraron sin tener economías suficientemente sólidas, en un intento de forzar una unión política por la vía espuria de la economía, de una moneda única y de un Banco Central Europeo con competencia muy limitadas.

b) El segundo error

Un segundo error fue hacer también política con los sindicatos. La actividad sindical desde la transición hasta 1994 había puesto todo tipo de obstáculos a la modernización de la economía española. El PSOE de Felipe González se enfrentó a los sindicatos y aunque el Gobierno ganó todas las batallas perdió la guerra, porque nunca se atrevió a hacer la reforma definitiva del mercado de trabajo y porque intentó recuperar el apoyo popular, erosionado en su pelea con los sindicatos, mediante políticas expansivas del gasto público que se tradujeron en grandes déficits públicos. Los sindicatos perdieron todo su prestigio cuando se hizo evidente que sus posiciones, opuestas a cualquier reforma en el mercado de trabajo, eran responsables del desempleo del 24,5% de la población, así como los Gobiernos del PSOE, pues su intento de recuperar votos por la vía del gasto público y el déficit y la acumulación de deuda pública fue determinante del crecimiento de la inflación y de la pérdida de competitividad de la economía.

A esos sindicatos, derrotados, les ofreció un pacto el primer Gobierno de Aznar. El PP no haría la reforma del mercado de trabajo si los sindicatos aceptaban modificaciones menores en la legislación laboral, como fijar los salarios en función de la inflación esperada por el Gobierno, con la salvedad de que los salarios se ajustarían si el objetivo de inflación se sobrepasaba en cada mes de noviembre. El Gobierno del PP, en su afán de volver a ganar las elecciones y ser considerado como un Gobierno de centro, cometió ese segundo error, que resultó fatal para la competitividad de la economía; con un agravante: que toda la economía quedó indexada a la inflación a través del sistema de convenios colectivos, que era tan cáncer entonces como ahora.

Esos dos errores, cometidos simultáneamente, son imperdonables desde el punto de vista de la política económica. Podríamos haber estado en la Unión Monetario Europea, pero hacerlo sin la reforma de la negociación colectiva y del resto del mercado de trabajo fue una irresponsabilidad que hoy seguimos pagando. Era una irresponsabilidad, porque nada garantizaba que nuestra inflación, históricamente mucho más alta que la de Alemania, Francia y los países europeos más avanzados, fuera a reducirse hasta su nivel de forma permanente. El Gobierno ni siquiera consideró que el pacto con los sindicatos debería tomar como referencia la inflación del conjunto de la Unión Monetaria. Era seguro que una integración en el euro en esas condiciones significaría la pérdida progresiva de competitividad de la economía española. Pero esta evidencia fue ignorada por la inmensa mayoría de los políticos y, aún peor, de los economistas españoles, que consideraron que, por fin, por influencia exterior, por decisiones tomadas en Bruselas, la economía española saldría de su atraso histórico, se crearía empleo, se reduciría el paro y, en unos años, seríamos como Alemania. Mágicamente, sin conflictos, sin necesidad de que nadie se manchara las manos en España.

c) La primera circunstancia negativa: los tipos de interés y las facilidades crediticias

A esos dos errores se sumaron tres circunstancias fatales. La primera, la política de bajos tipos de interés y de facilidades para el apalancamiento de Greenspan, que fue imitada por los principales bancos centrales, incluido el Banco Central Europeo. Los bajos tipos de interés del euro resultaron ser, al cabo del tiempo, un "shock externo asimétrico" para los países miembros de la Unión Monetaria.

Los economistas más opuestos al euro señalábamos como un peligro para los países miembros que ocurriera un fenómeno externo que afectara de una forma radicalmente diferente a sus economías. Recuerdo que, yo al menos, mencionaba factores como una nueva subida de los precios del petróleo o algún otro que afectara a nuestra industria automovilística o a nuestro turismo, los sectores más importantes de nuestra estructura productiva. Cuando se produce un shock de esas características podía ocurrir que la política monetaria común no fuera la conveniente para todos los miembros. Eso es lo que ocurrió con los tipos de interés y las facilidades crediticias que, mantenidos muy laxos durante casi diez años, provocaron crecimientos del crédito completamente diferente entre los países miembros del euro y, en consecuencia, las tensiones inflacionistas fueron igualmente diferentes entre los mismos.

En Alemania no tuvieron un efecto significativo, pues esos tipos de interés, aunque bajos, eran superiores a la inflación. Lo mismo ocurrió en Francia, en Holanda y Bélgica. En Italia, los tipos eran demasiado reducidos, pero no provocaron ninguna reacción especial, porque la economía italiana tenía problemas internos que le impedían crecer.

En España los resultados fueron espectaculares a corto y destructivos a largo plazo. Esos tipos de interés, junto con el convencimiento de que la integración en la Unión Monetaria hacía irrelevante el desequilibrio del sector exterior –opinión mantenida, nuevamente, por la inmensa mayoría de los economistas– provocaron un enorme aumento del crédito interno, que comenzó a crecer ininterrumpidamente a ritmos del 20% anual acumulativo. Y ese aumento de la circulación monetaria provocaba que nuestra inflación fuera superior a la de Alemania y a la del conjunto de los países miembros de la Unión Monetaria.

d) La segunda circunstancia negativa: el crecimiento del sector de la construcción

El segundo de los fenómenos inesperados fue que el sector que más creció en España y más empleo creó fue el de la construcción. Por razones de todo tipo, por experiencias históricas, por desconfianza en todo tipo de activos financieros y por la carencia de viviendas acumulada en el pasado, los españoles creyeron que las inversiones más seguras eran las que se hacían en el sector inmobiliario. Lo que era cierto en un comienzo, en 1999, cuatro años después, en 2003, se había convertido sigilosamente en una operación especulativa nacional de alto riesgo. Una operación en la que participaron, impulsándola, los bancos nacionales y los extranjeros. Una operación que era, sólo, una repetición de lo que estaba ocurriendo en Estados Unidos, Reino Unido e Irlanda.

Nadie reaccionó en los Gobiernos de Aznar ni en los del PSOE de Rodríguez Zapatero a partir de 2004. La única decisión que tomó el Banco de España fue obligar a constituir una provisión genérica en la banca para cuando el ciclo expansivo de la construcción se terminara.

e) La tercera circunstancia negativa: 6 millones de inmigrantes en diez años

El tercer acontecimiento inesperado fue que la demanda de mano de obra para construir era tan grande que en España, a pesar de la tasa de paro del 14% alcanzada en 2000, no había oferta de trabajo suficiente. En el año 2000 comenzaron a llegar grandes contingentes de inmigrantes. En 1998 apenas había 500.000 inmigrantes viviendo en España, la mitad de ellos nacionales de países miembros de la Unión Europea. En 2008 su número alcanzaba los 5 millones y en la actualidad superan los 6 millones. Una inmigración tan alta –de hecho suponía el 50% del total de los trabajadores españoles ocupados en 1994– era una revolución política, económica y laboral. Esos inmigrantes permitieron que el empleo en el sector de la construcción, en las industrias dependientes del mismo y en los servicios necesarios, se multiplicara. A su vez, la demanda de bienes de consumo e inversión de esa población añadida de 6 millones de personas multiplicaron los beneficios de las empresas establecidas y dispararon los ingresos de todas las Administraciones Públicas. Para financiar la incorporación de casi cinco millones de trabajadores a la economía eran necesarios capitales y créditos bancarios, que se encontraron en el sistema financiero nacional y en los extranjeros, que no veían riesgo en esa actividad. España, como país, se endeudó para financiar ese esfuerzo masivo de incorporación de mano de obra, de construcciones de todo tipo y de aumento de la capacidad de producción de todos los sectores.

f) Las consecuencias

El ciclo expansivo de la economía española fue provocado por estos dos errores internos –la entrada prematura en un euro mal diseñado y la renuncia a reformar el mercado de trabajo–, junto con las tres circunstancias analizadas: los bajos tipos de interés y las facilidades crediticias durante diez años, el afán de los españoles por invertir en edificaciones y la llegada incontrolada de 6 millones de inmigrantes, de los que casi 5 millones se integraron en el mercado de trabajo. Este ciclo se centró en la creación de empleo en el sector de la construcción, así como en el industrial y el de servicios ligados al primero, junto con el del sector público, que incrementó sus efectivos para prestar todo tipo de servicios, necesarios e innecesarios. El resto del crecimiento del empleo se produjo en sectores en los que el aumento de la demanda de bienes y servicios de una población que había pasado de 40 a 47 millones lo hacían necesario. Ese tipo de crecimiento económico era poco productivo, porque el sector de la construcción y el de la industria y los servicios dependientes del mismo son poco productivos y aún menos lo es el del sector público.

9. Los efectos del estallido de la burbuja en el empleo

Los excesos de inversión en el sector de la construcción y en el sector inmobiliario crearon una burbuja, en cantidad y precio, que fue financiada inicialmente con los ahorros de las empresas y familias españolas y, posteriormente, con su endeudamiento, facilitado por el sistema financiero nacional y la banca extranjera. El proceso, en este sentido, fue similar al experimentado por Estados Unidos, Reino Unido e Irlanda. Lo único que diferencia a España es su magnitud, pues el grueso del crecimiento económico tuvo lugar por la expansión del sector de la construcción y las inversiones del sector inmobiliario, junto con el que se derivó del crecimiento de la población residente en España en ese tiempo. El otro efecto inducido, propiamente español, es el crecimiento de los empleados de las Administraciones Públicas, que creían que sus ingresos fiscales se mantendrían en el tiempo, sin darse cuenta de que se trataba de ingresos extraordinarios irrepetibles.

El estallido de la burbuja ha provocado grandes pérdidas a las familias, las empresas y los bancos, nacionales y extranjeros, que han financiado la expansión de los sectores directamente implicados. El proceso de reconocimiento de esas pérdidas por parte del sector financiero, que probablemente superarán los 200.000 millones de euros, no concluirá hasta, al menos, 2013.

Las consecuencias inevitables del estallido de esa burbuja son la pérdida de empleo, los problemas de solvencia del sistema financiero, el aumento del paro hasta los 5 millones de personas y las dificultades para financiar el sector público. Un sector que tiene que hacer frente a un exceso de personal y de prestaciones comprometidas con la población, como las ayudas a los desempleados, lo que provoca déficits de gran magnitud y el aumento de la deuda pública.

En 2011 concluirá, previsiblemente, el ajuste laboral en los sectores de la construcción, el inmobiliario, en el de servicios y en el industrial dependientes del primero y estará en marcha el ajuste en el empleo público del conjunto de las Administraciones Públicas. También estará avanzada la corrección del empleo en el sector financiero, que aumentó sus efectivos, sus oficinas y sus servicios generales como si el crédito a la economía española fuera a seguir creciendo indefinidamente como en el periodo 2000-2007. Igualmente se producirán, todavía, ajustes en las empresas de todos los sectores económicos que hayan invertido demasiado con créditos bancarios, confiando en el mantenimiento del ciclo alcista y que ahora no pueden soportar la falta de financiación derivada del ajuste en los balances del sector financiero.

No sería imposible que la economía española terminara en 2012 con un empleo total de entre 17,6 y 18,1 millones de personas y un desempleo, en ausencia de emigración, de entre 4,9 y 5,3 millones de personas.

10. Las responsabilidades políticas

Todo ese proceso ayuda a delimitar las responsabilidades de los partidos políticos, los sindicatos y los sucesivos Gobiernos. Es evidente la responsabilidad de los Gobiernos de Aznar, incrementada cuando el decreto-ley de reforma moderada del mercado de trabajo de 2002 fue retirado por razones electorales tras una fallida huelga general. Es evidente la continua responsabilidad de los sindicatos, incapaces de comprender que los privilegios de los sindicatos verticales del franquismo son incompatibles con una economía de mercado totalmente abierta al exterior.

Los Gobiernos de Rodríguez Zapatero son también responsables de la actual situación de la economía española, pero conviene delimitar esa responsabilidad para que tenga que responder de sus decisiones y no de las de otros Ejecutivos anteriores.

  1. En la campaña electoral para las elecciones de 2004 el PSOE acusaba al PP, con razón, de mantener un sistema productivo que descansaba excesivamente en el sector de la construcción. Pero cuando alcanzó el Gobierno incrementó las ayudas fiscales para la compra de viviendas, echando leña al fuego que alimentaba la burbuja inmobiliaria.

  2. El Gobierno no analizó, o no instruyó, como podía, al Banco de España para que evitara la concentración de créditos en el sector inmobiliario y en el de la construcción. Una decisión que habría reducido el tamaño de los excesos. Sin duda, a la vista de la información que hoy tenemos, había conciencia entre los inspectores del Banco de España de la gravedad potencial de la situación. No se les hizo caso, ni por el propio Banco de España, ni por el Ministerio de Economía ni por el Gobierno porque, de haberlo hecho, se habría puesto fin al proceso de expansión de la economía española. Y a la llegada de millones de inmigrantes que buscaban trabajo en nuestro país.

  3. El Gobierno es responsable de seguir gastando dinero público hasta mayo de 2010, como si nada hubiera pasado, a pesar del estallido, en agosto de 2007, de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos y en el resto de los países desarrollados que habían incurrido en los mismos errores. El Gobierno es responsable de haber seguido aprobando leyes que comprometían dinero público para el futuro en el periodo 2008-2010, como si los ingresos fiscales estuvieran asegurados.

  4. El Gobierno es responsable de negar, hasta mayo de 2010, la existencia de una crisis que tenía que afectar, necesariamente, a la solvencia del sector financiero y a la situación de las propias Administraciones Públicas.

  5. El Gobierno es responsable, junto con el Banco de España, de no haber aprovechado 2008 y 2009 para recapitalizar con dinero público el sistema financiero, en una fase en la que todos los países afectados lo hicieron, sin que sufriera el crédito exterior de ninguno de ellos. El nivel de incompetencia del Gobierno llegó al extremo de proclamar en 2008 que España tenía el sistema financiero más sólido del mundo y que, tras sobrepasar a Italia en renta per capita nos aproximaríamos rápidamente a los niveles de Francia.

  6. El Gobierno de Rodríguez Zapatero es responsable de confundir a las autonomías respecto a su capacidad de gasto hasta 2010. En 2009 se les transfirieron 20.000 millones de euros más de los que les correspondían por su participación en IRPF, IVA e Impuestos Especiales, porque el Gobierno operaba sobre la base de que la crisis económica era sólo una "ligera desaceleración" y creía, o quería creer, que los ingresos impositivos no se verían afectados. Las autonomías, y los ayuntamientos, beneficiados también por transferencias extraordinarias, creyeron que su capacidad de gasto total sostenible era mucho mayor y procedieron a contratar nuevo personal, además de aumentar el gasto corriente y las inversiones. En conjunto, esa responsabilidad del Gobierno se concreta hoy en que las autonomías deben devolver 25.000 millones de euros a la Administración Central, los ayuntamientos 5.000 millones de euros y el conjunto de las Administraciones deberían reducir su personal en, al menos, 300.000 personas, que es el incremento del personal del sector público entre 2007 y 2010.

  7. El Gobierno de Rodríguez Zapatero es responsable de que todas las reformas llevadas a cabo desde mayo de 2010 sean insuficientes. En particular, es responsable de la lentitud en recapitalizar el sistema financiero y en poner límites al gasto de las autonomías. Y es responsable de no haber hecho la reforma de la negociación colectiva, imprescindible para que la economía española vuelva a crecer.

  8. El Gobierno de Rodríguez Zapatero no es responsable, en cambio, del populismo del PP, que se ha opuesto con argumentos demagógicos a las limitadas reformas aprobadas hasta la fecha.

A propósito de la edad de jubilación

PENSIONES

A propósito de la edad de jubilación

Por Michelle Malkin

Es hora de actualizar la edad de jubilación, pasarla por el siglo XXI. Si los 40 son los nuevos 20, y los 50 los nuevos 30, ¿por qué no deberían los 70 ser los nuevos 65?

La última vez que los políticos marearon la perdiz a cuenta de la edad de jubilación, el presidente era Ronald Reagan y la generación de los 70 llevaba pañales. Desde entonces, la esperanza de vida ha crecido un lustro... y sigue subiendo, mientras que la edad de jubilación tradicional, fijada hace ocho décadas, sólo en tiempos recientes ha empezado tímidamente a subir, hasta los 67 años, en tanto que la jubilación anticipada, fijada hace cuatro décadas, permanece anclada en los 62.

Simplemente, no hay motivo alguno para que el trabajador del siglo XXI trabaje en función de expectativas de los años 30 y reglamentos de los años 70. Vivimos más tiempo, estamos más tiempo en activo y, por lo general, desempeñamos trabajos mucho menos exigentes en términos físicos.

Las razones para la puesta al día son múltiples. Por ejemplo, porque así lo demandan las necesidades demográficas, fiscales y actuariales. Como vienen advirtiendo desde hace tanto los expertos, el número de trabajadores jóvenes que financian la Seguridad Social no deja de caer. Se trata de un fenómeno global. Así, según The Economist, y dado que cada vez es menor la tasa de fecundidad, para el año 2050 en EEUU habrá sólo 2,6 trabajadores por pensionista; las cifras para Francia, Alemania e Italia son aún peores: 1,9, 1,6 y 1,5, respectivamente.

Este sistema es absolutamente insostenible, a no ser que se acometan reformas estructurales. Tenemos que ponernos las pilas –funcionarios incluidos, por supuesto–. Los americanos ya no podemos sentirnos con derecho a disfrutar de entre 20 y 30 años de pensión subvencionada, pensión que a menudo cobramos durante muchos más años de los que estuvimos cotizando.

El aumento de la edad de jubilación –la general y la anticipada– hará que se amplíen los años de cotización, lo que alimentará el crecimiento económico y aliviará nuestra crisis de deuda implícita. Ciertos grupos de presión de la tercera edad se inquietan porque, dicen, la población activa actual no será capaz de soportar vidas laborales más largas. Que pregunten a Betty White, a Joan Rivers o a Helen Mirren.


El experto Andrew Biggs, del American Enterprise Institute, ha escrito:

La mejor prueba de que los americanos del futuro podrán trabajar durante más tiempo es, quizá, que ya hicieron lo propio los americanos del pasado. Pese a que su salud era peor que la nuestra, que vivían menos y se desempeñaban en trabajos más exigentes en lo físico, el americano medio de 1950 no cobraba la pensión hasta los 68,5 años. En 1950, más del 20% de los americanos trabajaba en puestos físicamente exigentes; hoy sólo lo hace alrededor del 8%. Aunque la economía de servicios de esta hora, tan tecnificada, puede suponer un reto para los trabajadores mayores, es difícil imaginar que las cosas fueran más fáciles cuando la generalidad de los americanos trabajaba en fábricas o explotaciones agrícolas.

Como han destacado muchos partidarios de la reforma, el primer ciudadano americano en disfrutar de una pensión, Ida May Fuller, recibió casi 23.000 dólares tras pagar menos de... ¡25 dólares! Al paso que vamos, mis hijos y las hijas de Obama jamás verán un solo centavo de lo que van a cotizar –a la fuerza, no lo olvidemos–. Cuando perciban sus primeros sueldos ya estarán hasta arriba de deudas. Lo que estamos haciendo es condenar a las generaciones futuras a no tener la menor opción de invertir el dinero que se les detraerá de las nóminas de forma automática. Los holgazanes y demagogos de Washington no están "ganando el futuro": se lo están llevando crudo.

El "desconcertante" apoyo de Ben Laden a las protestas

PERO NO LAS DE LIBIA, SIRIA, YEMEN...

El "desconcertante" apoyo de Ben Laden a las protestas de Egipto y Túnez

El último mensaje de audio que grabó muestra su apoyo a las protestas populares que han recorrido Oriente Medio, lo que ha desconcertado a Washington.

Según un funcionario de EEUU a la CNN, en la grabación póstuma el líder de Al Qaeda habla de las protestas populares en Egipto y Túnez, pero no menciona los alzamientos en Libia, Siria o Yemen, pese a que, según las autoridades, el mensaje se produjo a finales de abril.

El funcionario, que habló en condición de anonimato, consideró "desconcertante" que el terrorista "se subiera de repente al vagón de las protestas populares" meses después de su comienzo en febrero, y que sólo mencionara algunos de los países afectados. En cualquier caso, algunos analistas han apuntado la posibilidad de que los Hermanos Musulmanes puedan llegar a hacerse con el poder en estos países.

La Casa Blanca anunció en las últimas horas que el terrorista también tenía una "extensa colección" de vídeos pornográficos en su residencia en Pakistán.

La omisión de toda mención al alzamiento contra el líder libio, Muamar el Gadafi, a quien Ben Laden despreciaba públicamente, es un "enigma", consideró la fuente, que se pregunta por qué "no trató de inspirar" a Al Qaeda en el Magreb Islámico, el brazo de la red en esa región.

El respaldo de Ben Laden a las revueltas contrasta con la idea expresada en los últimos meses por el Gobierno de Barack Obama, convencido de que el triunfo de las protestas sin recurrir a la violencia representaba un "extraordinario golpe" a Al Qaeda, en palabras del secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates.

La última grabación de Ben Laden, que acostumbraba a comentar sucesos de actualidad y a emitir amenazas a Washington mediante vídeos y mensajes sonoros, fue hallada entre el material incautado por los militares estadounidenses en su residencia de Abottabad (Pakistán).

Es el segundo mensaje del terrorista que se difunde después de su muerte el pasado 2 de mayo, ya que pocos días después la página web islamista Shamikh1 publicó un texto elaborado por él, en el que amenazaba de nuevo al presidente estadounidense.

"Juro por Alá, que ha levantado el cielo sin columnas, que ni Estados Unidos ni quienes viven en Estados Unidosvan a soñar con la seguridad antes de que la vivamos en Palestina y antes de la salida de todos los Ejércitos infieles de los territorios de Mahoma", señalaba Ben Laden en ese mensaje.

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