09 mayo, 2011

Sin quiebras, depresión secular

Sin quiebras, depresión secular

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por Juan Ramón Rallo

Juan Ramón Rallo Julián es Director del Observatorio de Coyuntura Económica del Instituto Juan de Mariana (España).

La zona del euro tiene un problema de solvencia, no de liquidez. Sus dificultades no proceden de que haya una colusión de especuladores que les estén restringiendo el crédito a los países de la periferia, sino de que esa periferia no puede pagar las obligaciones que ya ha contraído. La deuda pública griega alcanza el 150% del PIB y la deuda bancaria irlandesa el 800%; la moribunda economía portuguesa es incapaz de generar las rentas que se requieren para hacer frente a sus no muy desproporcionados pasivos; y por último está España, que constituye un explosivo cóctel de los tres problemas anteriores: deuda pública creciente, deuda bancaria expuesta al ladrillo y un aparato productivo colapsado y con cinco millones de parados.

Los PIGS hemos tomado prestado durante demasiados años demasiado crédito barato procedente de Francia y Alemania para ejecutar demasiadas malas inversiones: hipertrofia del Estado en Grecia, hinchazón de una colosal burbuja inmobiliaria en Irlanda y España o mantenimiento comatoso de una economía que debía reestructurarse en el caso de Portugal. Nuestros políticos no deberían de mirar a Zúrich en busca de gnomos conspiradores, sino a los agujeros financieros de sus propios bancos, empresas, familias y administraciones públicas.

Pero claro, si de agujeros se trata, todo el tinglado que ha montado la UE para salvar a los países periféricos pierde casi todo su sentido. El famoso fondo de rescate no está pensado para recapitalizar a las naciones insolventes, sino para refinanciar su impagable endeudamiento. Es decir, la UE no está tratando de resolver quién se come las muy ciertas pérdidas milmillonarias de la periferia, sino que se limita a comprar tiempo.

¿Tiempo para qué? Pues para ver si con un recorte del gasto por aquí, una subida de impuestos por allá y una reforma laboral por el otro lado, estos países logran sanear sus presupuestos, volver a crecer y así tener la opción de devolver el dinero que se les prestó.

Fantástico plan que entraña un problema, uno sólo: mientras la Unión Europea siga refinanciándolos, ninguno de ellos tendrá que apretarse seriamente el cinturón ni, en última instancia, será capaz de volver a crecer. Al cabo, si resulta urgente que todos estos países se desapalanquen no es sólo para recuperar unos niveles de solvencia sobre los que puedan demandar de nuevo crédito: el motivo fundamental es que deben reestructurar sus economías para volver a generar riqueza.

Las malas inversiones que engendró en España la orgía crediticia de la última década siguen ahí: cientos de miles de viviendas vacías, capacidad excedentaria en bienes de consumo duradero, tamaño desproporcionada de la banca y del sector público. Todos esos recursos, que deberían estar dedicándose a otras cosas dentro de la economía (por ejemplo, a desarrollar una potente industria exportadora), sobreviven con la respiración asistida de los rescates europeos.

Sólo la apertura de un proceso de quitas forzará a gobiernos y agentes privados a reajustarse, permitiendo reconstruir la economía sobre bases sólidas. Un rescate permanente sólo nos condenaría a un estancamiento secular; no nos conduciría a la recuperación española del 96, sino a la depresión japonesa de los últimos 20 años. Los rescates nunca salen más baratos, pues evitan que muera lo viejo y que nazca lo nuevo.

Argentina: El nacionalismo es un recurso renovable

Argentina: El nacionalismo es un recurso renovable

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por Martín Krause

Martín Krause es Académico Asociado del Cato Institute y Profesor de Economía y secretario de investigationes de ESEADE (Argentina).

El nacionalismo no se agota, siempre tiene una veta para explotar esa supuesta antinomia entre “nosotros” y “ellos”, los otros, los extranjeros. Aún en países como la Argentina donde hay muy pocos “criollos” y todos hemos descendido de los barcos.

Curiostamente, disfrutamos del éxito de argentinos en el exterior y repudiaríamos con firmeza que ellos fueran discriminados o que alguna cuota dejara a Ginóbili, Messi o Tévez fuera de sus equipos. También solemos ser cosmopolitas, absorbemos la cultura del mundo y podemos hacer ídolos de extranjeros sin importar su origen (Enzo Francescoli, ¡Marcelo Salas aún siendo chileno!, ¡Los Rolling Stones aun siendo ingleses!)

Pero todo ese cosmopolitismo se derrumba cuando nos plantean que podemos perder un cierto recurso muy nuestro, que nos lo pueden sacar y que si no hacemos algo seguramente nos lo van a sacar. Ya se ha estado planteando esto con respecto al agua, agitando el fantasma que extranjeros se la van a llevar, tal vez en barcos que transporten los gigantescos glaciares.

Ahora le toca el turno a la tierra y el gobierno, apelando a esa fibra nacionalista, envía un proyecto al Congreso para limitar la venta de tierras a extranjeros. Según éste los propietarios de otras nacionalidades no podrán superar el 20% del total de tierras rurales a nivel nacional, el que se estima en 40 millones de hectáreas. De ese total una nacionalidad en particular no podría superar el 30% y ninguno, persona física o jurídica, podría acceder a la propiedad de más de mil hectáreas en el corazón agropecuario del país: la pampa húmeda.

Es de esperar que países vecinos y amigos como Uruguay o Brasil no pongan límites a las inversiones de argentinos en esas tierras, las que se han multiplicado en los últimos años a partir del castigo a la producción que han significado los elevados impuestos a las exportaciones. Pero el punto central es: ¿cuál puede ser el problema que la tierra pase a propiedad de un extranjero? Ninguno de ellos actuaría en forma muy diferente a un propietario local.

El mercado asigna los recursos escasos a sus usos más valiosos a partir del cálculo económico que se puede realizar en una economía monetaria gracias a la existencia de los precios. Un propietario de tierra en Argentina y en cualquier lugar del mundo se plantea esta pregunta: ¿qué debo hacer con esta tierra? Se le presentan distintas alternativas. Supongamos que dadas las condiciones naturales de esa tierra sean las siguientes: sembrar soja, lino, trigo, cebada, maíz, girasol, arándanos, o criar vacas para carne, para tambo o caballos de polo.

Para determinar lo que va a hacer el propietario evalúa los precios posibles de cada producto y los precios que consisten en sus costos de producirlos y elegirá aquella actividad que le resulte más rentable. Esos precios, además, sin que el productor tenga que pensar en ello, han transmitido la información acerca de las preferencias de los consumidores y las ofertas de otros productores. Por ejemplo, poco agricultores argentinos sabían mucho de lo que pasaba en China, donde la apertura económica al capitalismo generaba un aumento notable de los ingresos: empezaron a comer mucho más de lo que comían antes. Esto se tradujo en un aumento de la demanda de soja y el precio reflejó esa circunstancia; los productores respondieron con alta eficiencia.

¿Qué es lo que haría un propietario extranjero? Pues lo mismo. Es más, supongamos que John McIntire, escocés, es propietario de tierra en Argentina. ¿Haría algo muy distinto que José Pérez, bisnieto de españoles, pero nacido y criado en Trenque Lauquen? Es más, supongamos que el Sr. McIntire solicita la ciudadanía argentina, y la obtiene por supuesto, ¿qué cambiaría?

Este país da la bienvenida a los extranjeros. Es más, a muchos de ellos los dejamos ocupar las tierras públicas urbanas, ¿por qué no podrían otros extranjeros comprar, no ya ocupar a la fuerza?

Aquí es, además, donde el “carácter internacional del capital” comienza a jugar a favor de las preocupaciones de quienes promueven este proyecto. Desde esos mismos sectores políticos se señala que el “capital no tiene bandera”, etcétera. Pues bien, eso quiere decir que John McIntire va a tomar decisiones sobre su tierra igual que José Pérez, no va a tomar en cuenta los intereses nacionales de Escocia en su cálculo económico, lo que les podría generar alguna preocupación estratégica.

Es más, dado el carácter abierto de la sociedad argentina, es bastante probable que Mr. McIntire termine en poco tiempo disfrutando los mejores asados, tomando mate y siguiendo a su club local favorito. De esta forma lo sumamos, y él seguramente nos aportará su gaita, su música y su conocimiento de la destilación de un buen whisky.

Por último, en el caso que el escocés le compre a Pérez, no solamente el recurso tierra seguirá administrado en forma muy parecida a la de antes, ya que su uso no depende de la nacionalidad del dueño, sino que, además, Pérez cuenta ahora con una suma de dinero importante, para la cual solamente tiene dos opciones: ahorrar/invertir o consumir. Si la consume estaría haciendo lo que el mismo gobierno promueve. Si ahorra e invierte nos estaría haciendo un favor a todos, ya que generaría mayor producción en alguna otra área, más puestos de trabajo.

En fin, el uso de un recurso no cambia porque uno lo llame “tierra”, otro lo llame “tierra” pero tenga otro pasaporte, otro lo llame “terre”, “land”, “terra” o “ziemia”.

Apple supera a Google

Apple supera a Google como la marca más valiosa del mundo

D.B.

Apple ha conseguido arrebatar a Google el puesto de marca más valiosa del mundo, un privilegio que el buscador ostentaba desde hace cuatro años. Movistar y Santander son las dos únicas marcas españolas en el top 100 mundial 'Brandz', elaborado por la agencia Millward Brown, propiedad del gigante publicitario WPP.

Este informe valora la marca de la manzana en 153.285 millones de dólares, un 84% más que el año anterior. La valoración de Google ha caído un 2% en el último ejercicio, hasta 111.498 millones, según el estudio.

El podio de las tres marcas más valiosas lo completa otra empresa tecnológica estadounidense, IBM, con un valor de marca en 2011 de 100.849 millones, un 17% más.

La lista continúa con McDonald's, Microsoft, Coca-Cola, AT&T y Marlboro, hasta llegar al noveno lugar donde aparece la primera marca no estadounidense: la operadora China Telecom. El último lugar del top ten es para el gigante industrial General Electric.

Google había copado el primer puesto de esta lista desde que se publicó por primera vez, en 2006.

España
La primera marca española es Movistar, que agrupa todos los servicios de Telefónica. Aparece en el vigésimo primer lugar, con un valor de marca de 27.249 millones de dólares (ver gráfico).

La compañía española es la tercera marca europea en la lista, tras otros dos grandes grupos de telecomunicaciones del Viejo Continente, Vodafone (12º) y Deutsche Telekom (19º). Hay que destacar que Telefónica sitúa también a su otra marca, 02, en el top 100. La marca de la operadora en Europa (fuera de España) aparece en el puesto 77º.

La otras marcas española presentes en el ránking son Santander y Zara. La entidad presidida por Emilio Botín se sitúa en el puesto 77º, con un valor de marca de 11.363 millones de dólares, un 37% menos que en el ejercicio anterior,

Santander, que ha realizado un gran esfuerzo para reforzar su marca a través de patrocinios deportivos como la Fórmula 1 o la Copa Libertadores de fútbol, es el tercer banco europeo en la lista, sólo superado por los británicos HSBC y Standard Chartered.

El primer banco es el ránking es el Banco Industrial y Comercial de China (ICBC), que se sitúa en undécimo lugar con un valor de marca de 44.440 millones de dólares. Entre los estadounidenses destaca Wells Fargo, en decimosexta posición.

Por su parte, Zara ocupa el 86º lugar, con un valor de marca de 10.335 millones de dólares y lejos de su gran rival H&M, que ocupa el 62º puesto.

China y Brasil, potencias emergentes
La presencia del ICBC y de China Telecom es los primeros lugares es un reflejo de la pujanza de la que ya es la segunda economía del mundo. China ha situado a doce de sus marcas en el top 100.

Ocho de las diez marcas más valiosas de Asia son de este país. Además de las ya citadas, China Construction Bank, Baidu, China Life Insurance, Bank of China, Agricultural Bank of China y Tencent. Entre ellas se cuelan las japonesas Toyota y NTT Docomo.

La lista también refleja la pujanza de un país que concentra la atención de inversores de todo el mundo: Brasil. El país que acogerá el Mundial de Fútbol de 2012 y los Juegos Olímpicos de 2016 ha situado a tres de sus marcas entre las cien más valiosas del mundo.

Se trata del gigante energético Petrobras (que es también la más valiosa de Latinoamérica, en el puesto 61º) y los bancos Itaú (90º) y Bradesco (98º).

Facebook sube como la espuma
Dos compañías de Internet son las que han disparado más el valor su marca en el último año. Se trata de Facebook y la china Baidu. La red social por excelencia se ha situado en el puesto 35º con un valor de marca de 19.102 millones de dólares, un 247% más que hace un año.

Por su parte, el buscador online chino Baidu aparece en el lugar 29º con un valor de marca de 22.555 millones, un incremento del 141% respecto al ejercicio anterior.

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