Según una encuesta a profesores universitarios de EE.UU., Friedrich Hayek se encuentra entre los cuatro economistas más influyentes del siglo pasado. Basta repasar sus contribuciones científicas a diversos campos de la economía, presentadas en más de 130 artículos y 25 libros para comprender la decisión, apuntando además sus otros aportes a la filosofía política, la antropología jurídica, la historia, el derecho y otras ciencias sociales. La brillante carrera académica de Hayek concluye con el primer Premio Nobel a un defensor de la economía de mercado, al cual luego siguieron otros como Milton Friedman, James M. Buchanan o Edmund Phelps.
Hayek, sin embargo, es una figura polémica y anti-popular en Latinoamérica, y no lo es sólo por su crítica científica al socialismo o al Estado de Bienestar, sino por su supuesta crítica a la democracia, su apoyo permanente a las dictaduras, y en particular su apoyo a Augusto Pinochet.
Este artículo busca tratar esta temática sensible en Hayek, para lo cual deberemos apoyarnos en sus propias palabras, para ver qué grado de verdad hay en las acusaciones que recibe y entender mejor su posición.
Hayek y la democracia
Hayek fue un demócrata. Es cierto, criticó la “democracia de masas”, la “democracia ilimitada”, entendida como aquella situación en la que una persona o un grupo de personas elegidas por la mayoría del pueblo, pueden atentar contra la vida, la libertad individual y la propiedad de las minorías.
Pero defendió una “democracia limitada”, donde las mayorías eligen al gobierno, el que luego debe regirse mediante reglas, una Constitución, una República, las que deben preservar los derechos fundamentales de todos, incluso los que no eligieron al gobierno en cuestión.
En este sentido, tomo una selección de tres párrafos de una entrevista que compartió con Álvaro Alsogaray en Buenos Aires en 1977:
“Lo que usted llama ‘democracia de masas’ es lo que yo he denominado ‘democracia’ o —mejor dicho— ‘gobierno con poderes ilimitados’. Esto quiere decir que los gobiernos surgidos de una mayoría electoral, por una deformación del concepto de democracia, se consideran investidos de una autoridad sin límites y de un poder discrecional prácticamente absoluto para hacer todo lo que consideran conveniente hacer. El problema surge de que se da por supuesto que en una democracia los poderes de la mayoría deben ser ilimitados, y que un gobierno con poderes ilimitados debe usarlos para asegurar los intereses de esa mayoría. El gobierno se verá así forzado, para asegurarse el apoyo continuado de esa mayoría, a hacer uso de sus poderes ilimitados en favor de intereses especiales, esto es, de los grupos que la componen, tales como comerciantes, sindicatos, habitantes de regiones particulares, etc. Esto es especialmente visible en el terreno económico, en el cual el gobierno se verá obligado a intervenir para complacer a los grupos de la mayoría que se desean que se haga una excepción a su favor. En tales condiciones, un partido político que espera alcanzar y mantener el poder apenas tendrá más opción que la de utilizar sus poderes para comprar el apoyo de los grupos particulares. En la práctica esto significa que incluso un estadista íntegramente consagrado al interés común de todos los ciudadanos se encontrará en la necesidad constante de satisfacer intereses especiales, porque solamente así podrá retener el apoyo de la mayoría que necesita para conseguir lo que es realmente importante para él”.
[...] “Cualquier gobierno en las condiciones que hemos comentado intervendrá en la economía no porque la mayoría sea ‘intervencionista’ sino porque el partido que lo apoya no retendría la mayoría si no comprara el apoyo de grupos particulares con la promesa de ventajas especiales. Desde hace algún tiempo estoy convencido de que lo que amenaza a la economía de mercado no es únicamente el deliberado intento de las diversas especies de colectivistas para reemplazarla por un sistema planificado, ni tampoco las consecuencias de las nuevas y erróneas políticas monetarias: las instituciones políticas que prevalecen en el mundo occidental producen necesariamente un impulso en esa dirección, el cual tan solo puede detenerse o evitarse cambiando esas instituciones. Yo he llegado tardíamente a estar de acuerdo con Schumpeter, quien sostuvo hace treinta años que había un conflicto irreconciliable entre la democracia y el capitalismo, salvo que no es la democracia como tal, sino las formas particulares de organización democrática —consideradas ahora como las únicas formas posibles de democracia—, lo que producirá una expansión progresiva del control gubernamental sobre la vida económica, aun cuando la mayoría del pueblo desee conservar una economía de mercado”.
[...] “Creo que ese problema no es sólo de ustedes [los latinoamericanos]; en mi opinión abarca a todo el mundo occidental. La democracia que durante más de cien años hemos conocido en Gran Bretaña se apoyaba en tradiciones muy arraigadas de preeminencia de los derechos individuales y de limitación de los poderes del Estado. En la medida en que esas tradiciones se han ido abandonando durante las últimas décadas, también ese país ha comenzado a experimentar los conflictos analizados”.
La “democracia ilimitada” en Argentina y Chile
Ejemplos de esta “práctica democrática” abundan en la historia de la humanidad, siendo Adolf Hitler el máximo representante, quien luego de ser elegido democráticamente avasalló la vida, la libertad individual y la propiedad de millones de personas.
En Latinoamérica, esta “democracia ilimitada” estuvo representada por ejemplo con Juan Domingo Perón en Argentina y Salvador Allende en Chile, siendo este último acusado por casi dos tercios de los diputados (63,3 %) “de veinte violaciones concretas a la Constitución y las leyes, entre las cuales destacaban amparar grupos armados, torturar, detener personas ilegalmente, amordazar la prensa, manipular la educación, limitar la posibilidad de salir del país, confiscar la propiedad privada, formar organismos sediciosos, violar las atribuciones del Poder judicial, el Congreso y la Contraloría, y todo ello de manera sistemática y con el fin de instaurar en Chile ‘un sistema totalitario’, es decir, una dictadura comunista”.
Tanto Juan Domingo Perón como Salvador Allende fueron sustituidos en el gobierno por dictaduras militares. En ambos casos, los sucesores decidieron terminar con la amenaza comunista, para lo cual llevaron adelante las mismas restricciones a las libertades individuales que criticaron en sus predecesores, sumando a ello, una larga lista de violaciones de los derechos humanos y desaparecidos.
Y aquí surge la pregunta clave. Si el liberalismo se define como “un sistema filosófico, económico y político, que promueve las libertades civiles” y “se opone a cualquier forma de despotismo”, ¿por qué un “neoliberalismo” habría apoyado al régimen de Pinochet?
Friedman y Pinochet
Comparto con Enrique Ghersi que “[e]l término “neoliberalismo” es confuso y de origen reciente. Prácticamente desconocido en EE.UU., tiene alguna utilización en Europa, especialmente en los países del este. Está ampliamente difundido en América Latina, África y Asia. Sin embargo, esta difusión tiene poco que ver con su origen histórico. Forma parte del debate público que se produce en tales regiones, en el que la retórica —que es una ciencia autónoma— tiene un rol protagónico para darle o quitarle el sentido a las palabras”.
Sin embargo, entiendo que “neoliberales”, según diversos autores, serían Milton Friedman y Friedrich Hayek, lo cual me habilita a hablar del pensamiento de ambos y su relación con Pinochet.
Es conocida ya la historia de que Pinochet consultó a Milton Friedman por ciertas recomendaciones de política económica. En tal sentido, Friedman viajó con su esposa a Chile en abril de 1975, y sólo unos días después escribió una carta muy difundida, en la que explicó cuáles eran los dos problemas centrales de ese país. “El problema económico fundamental de Chile tiene claramente dos aristas: la inflación y la promoción de una saludable economía social de mercado. Ambos problemas están relacionados: cuánto más efectivamente se fortalezca el sistema de libre mercado, menores serán los costos transicionales de terminar con la inflación”. Seguido a esto, se detallaron las ocho medidas que el gobierno debía tomar.
Desde lo moral, ¿debió Friedman aconsejar a Pinochet? Sus defensores afirman que Friedman guardaba la esperanza de que sus ideas inspiraran una transformación económica en Chile que fortaleciera a la clase media, quien luego reclamaría un retorno a la democracia.
Pero, ¿de dónde proviene la conexión entre Hayek y Pinochet?
Hayek y Pinochet
Investigué un poco el tema, y me encontré con un interesante artículo de Carlos Rodriguez Braun, señalando que Hayek “ni una línea dejó escrita en apoyo a Pinochet, y en cambio las escribió a miles condenando de modo tajante las dictaduras de derechas e izquierdas”.
Dicho artículo recibió al poco tiempo una respetuosa respuesta crítica de Juan López Torres, Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga, quien nos recuerda unas declaraciones de Hayek al diario chileno El Mercurio del 12 de abril de 1981, en las que dijo: “Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente”.
Primera pregunta: ¿Dijo esto Hayek? Efectivamente. Una lectura completa de la entrevista así lo demuestra y finalmente disponemos de ella, gracias al esfuerzo del Institut Hayek.
Segunda pregunta: ¿En qué contexto lo dijo? Lo dijo en el contexto de la guerra fría, tiempos en los cuales surgieron varias dictaduras en Latinoamérica, especialmente en el cono Sur, y tiempos en los que Hayek visitó Chile y Argentina, entre varios otros países.
En esta entrevista en el diario El Mercurio, Hayek se definió como enemigo del Estado de Bienestar y la Justicia Social, y se mostró preocupado por los poderes discrecionales del Estado y los privilegios que otorga, lo cual sabía, lo convertían en una figura anti-popular.
Además, Hayek volvió a remarcar la distinción que señalamos arriba sobre la democracia: “Desafortunadamente, en estos tiempos las democracias están concediendo demasiado poder al Estado. Esta es la razón por la cual soy muy cuidadoso de distinguir entre ‘democracias limitadas’ y ‘democracias ilimitadas’. Y obviamente mi elección es por las democracias limitadas”.
“En algunos países, las mayorías son capaces de convertirse en grupos discriminatorias que favorecen a ciertas personas en detrimento de otras. Para mí se trata de democracias ilimitadas. Por otro lado, la democracia limitada debe ser capaz de dar a los propios grupos de contribuyentes las mismas posibilidades que al resto”.
No sólo eso, en esta entrevista Hayek distingue también las tradiciones que inspiraron a Norte América y América del Sur. América del Sur no se inspiró en la línea liberal clásica británica, como fue el caso de EE.UU., sino sobre el máximo poder gubernamental. “Creo que América del Sur fue excesivamente influenciada por el tipo de ideologías totalitarias”.
Ahora, ¿qué podemos decir sobre la cita en cuestión? Traducir la pregunta y la respuesta completas puede arrojar algo de luz, incluso para quienes conozcan la obra de Hayek y no hayan tenido la oportunidad de leer esta entrevista:
“¿Qué opinión, desde su punto de vista, debemos tener de las dictaduras? Bueno, yo diría que estoy totalmente en contra de las dictaduras, como instituciones a largo plazo. Pero una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición. A veces es necesario que un país tenga, por un tiempo, una u otra forma de poder dictatorial. Como usted comprenderá, es posible que un dictador pueda gobernar de manera liberal. Y también es posible para una democracia el gobernar con una total falta de liberalismo. Mi preferencia personal se inclina a una dictadura liberal y no a un gobierno democrático donde todo liberalismo esté ausente. Mi impresión personal —y esto es válido para América del Sur— es que en Chile, por ejemplo, seremos testigos de una transición de un gobierno dictatorial a un gobierno liberal. Y durante esta transición puede ser necesario mantener ciertos poderes dictatoriales, no como algo permanente, sino como un arreglo temporal”.
Mirando los hechos desde el presente, Friedman y Hayek tuvieron cierta razón: Aun con ciertos problemas propios de otro Estado de Bienestar, Chile transformó su economía, abandonó la dictadura, recuperó la democracia y se encamina a ser el primer país desarrollado de Latinoamérica.
Pero desde mi punto de vista Hayek fue demasiado ingenuo. Al decir que “una dictadura puede ser un sistema necesario para un período de transición” se puede interpretar que justificó la dictadura, y esto es justificar las restricciones a las libertades individuales que siempre criticó, además de los desmanes por todos conocidos que provocó la dictadura militar.
¿Por qué señalo cierta ingenuidad en Hayek? Porque la entrevista siguió, y cuando Renée Sallas consultó a Hayek por otros ejemplos de “dictaduras de transición”, Hayek contestó con el caso de Konrad Adenauer y Ludwig Erhardt en Alemania Occidental, un modelo de transición que está muy lejos de las prácticas ejercidas por la dictadura chilena.
No extrañará al lector mi intuición de que Hayek ignoraba lo que ocurría entonces en Argentina y Chile. Y es que las dictaduras de ambos países controlaban los medios y hasta el pueblo mismo ignoró algunos años más lo que ocurría realmente.
Reflexión final
Hayek pensaba que la democracia por sí misma, aislada, ilimitada, era un problema, y debemos coincidir con él. Esto no implica volver a las dictaduras que tantas vidas costó en Latinoamérica. Implica que debemos rodear a la democracia de otras instituciones como la Constitución, la división de poderes, reglas fiscales y monetarias, que permitan controlar el avance del Estado sobre las libertades individuales.
Concluyo señalando seis puntos que se deducen de lo dicho más arriba. 1) Hayek era un demócrata. Criticó la democracia de masas o democracia ilimitada, pero no a la democracia limitada. 2) Hayek se preocupó en toda su obra científica de filosofía política por las minorías que estaban siendo aplastadas durante esos mismos procesos democráticos, como fueron los casos de Perón en Argentina y Allende en Chile. Sus preocupaciones científicas hoy siguen siendo material de estudio a través del Public Choice o el Análisis Económico de la Política. 3) Hayek no estaba de acuerdo con las dictaduras a largo plazo. 4) Hayek fue ingenuo al avalar la dictadura de Pinochet como una transición hacia la economía de mercado y la democracia limitada. 5) Hayek fue siempre un defensor de la vida y las libertades individuales. Posiblemente no sabía lo que estaba pasando en Chile, y mucho menos habría justificado los asesinatos o los desaparecidos. 6) Como prueba del punto anterior, al hablar Hayek de una transición hacia una economía de mercado con democracia limitada, tenía en mente lo ocurrido en Alemania Occidental.
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