07 agosto, 2011

Canta, ¿dónde está la farlopa?

Canta, ¿dónde está la farlopa?

La policía encuentra menos cocaína que nunca, pero España sigue a la cabeza en consumo y tránsito. ¿Cómo y por dónde entra?

GUILLERMO ABRIL Y DANIEL BORASTEROS

Se localizó la llegada, el 29 de noviembre, al puerto de Vigo, del contenedor número MWMU-6422XXX-0, que venía declarado en manifiesto para la empresa XXXXX, SL, con domicilio en Mos (Pontevedra) y como exportadora la empresa XXXXX, LTDA, de Santa Marta (Colombia). En el 'bill of boarding' se declaraba como mercancía "bananas verdes frescas".

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Informe sobre la cocaína

DOCUMENTO (PDF - 2,68Mb) - 07-08-2011

"Un puerto es un lugar corrupto. Hay cámaras, pero... se estropean", dice un agente de Aduanas

Mandos policiales creen que África ha acumulado droga para mantener el precio estable y saciar la demanda europea

Informe interno sobre la operación 21/2010 de la Unidad de Análisis de Riesgos (UAR) del puerto de Vigo. 24 enero de 2011.

Sabes ya por qué estás aquí? Dinos dónde está la farlopa.

La mañana del 18 de diciembre de 2009, el ahora testigo protegido T/001/219/09 se encontraba en el interior de una furgoneta. Las manos atadas con cinta aislante. La cabeza, cubierta con una capucha. Recibiendo puñetazos, palos y patadas en el cuerpo y en los genitales, según su relato. La cara se la dejaron intacta:

-Canta, ¿dónde está la coca?

Lo desnudaron. Uno de los "cinco o seis" agresores le agarró de los testículos mientras le obligaba a palpar el filo de una navaja. Para que sintiera de cerca el riesgo de que se los rebanaran. Le preguntaron por un compañero de oficina y por el jefe de la empresa para la que trabajaba, una agencia de aduanas que tramita el paso de contenedores y mercancía en el puerto de Algeciras, el de mayor tráfico de España. Le hablaron de un contenedor procedente de Bolivia. Él recordó haberlo despachado unos días atrás. Y que traía lamas de tarima flotante. Poco más. O eso dijo. Le respondieron que estaban pensando en traer también a su hija para preguntarle a ella dónde estaba "la farlopa" de ese contenedor. Le ataron una brida alrededor del dedo corazón de la mano izquierda y otra en el dedo gordo del pie izquierdo. Lo colocaron de pie y le sujetaron el cuerpo y la pierna entre varios y le advirtieron: "No te muevas". Notó cómo el tajo de un hacha le amputaba de cuajo el dedo gordo del pie izquierdo desde la primera falange. El índice le quedó colgando. Le siguieron golpeando y preguntando por el contenedor de origen boliviano. Cayó al suelo. Lo volvieron a sentar. Luego, oyó una conversación en la que hablaban de liarle cinta aislante alrededor de la cabeza para evitar que salieran fluidos. Al dispararle, se entiende. Le colocaron un arma cerca de la sien, obligándole a palparla con la mano. Oyó cómo cargaban la pistola. Suplicó de rodillas que no lo mataran. Y entonces lo dejaron descansar. Le preguntaron por otro contenedor que llegaría desde Bolivia. Le dieron los datos. Le dijeron que lo despachase, ofreciéndole una suma de dinero. Él dijo que lo haría gratis. Le bastaba con que le dejaran libre. Lo hicieron. En casa contó que había tenido un accidente. En el hospital, que se había cortado mientras podaba un abeto (se acercaba la Navidad).

Tardó más de un año en denunciar los hechos a la policía. Lo hizo el pasado marzo. Su declaración figura entre las diligencias de una operación reciente de la Unidad de Drogas y Crimen Organizado de la policía (UDYCO), mediante la que se desarticuló una banda de paleros (los que roban a los narcotraficantes). Casper, célebre previamente por el robo de los cuadros de las hermanas Koplowiz, y su grupo criminal, a quienes las diligencias atribuyen la brutal paliza, se habrían hecho con aquel contenedor por el que preguntaban. Pero la droga venía escondida y no eran capaces de localizarla. O quizá otros se la hubieran llevado antes.

¿Dónde está la coca? En 2009 se produjo lo que un mando del Grupo de Respuesta Especial contra el Crimen Organizado (GRECO) llama "el cambio de paradigma". Aquel año, la policía española, en colaboración con la italiana, logró dar dos golpes clave contra el corazón del narcotráfico tradicional en España. Los bautizaron como Operación Tabaiba y Operación Giga. Detuvieron a cerca de 70 personas. Se aprehendieron casi 10 toneladas de droga. Descabezaron la principal red de lancheros y transportistas gallegos, vinculada con la Camorra. Les confiscaron sus bienes. Y aún se sigue desmadejando el entramado con el que blanqueaban el dinero. Poco antes, a finales de 2008, había muerto en accidente de moto una de las jóvenes promesas del narco gallego, Manuel Abal Feijoo, alias Patoco, el mejor piloto de planeadoras de la ría de Arosa desde los años noventa. Otro golpe del destino. Desde entonces, la cocaína llega por goteo. Un flujo constante. En pequeñas cantidades. En 2010, el 80% de las aprehensiones de cocaína estuvieron relacionadas con el envío de contenedores, según fuentes policiales. La droga ha perdido velocidad y glamour. Ya no hay persecuciones de lanchas entre bateas. Ni abordajes en alta mar. O no con la frecuencia de antes -siempre cae algún velero en verano-. Los fardos ahora viajan en buques mercantes procedentes de Sudamérica. Los capos colombianos manejan los entresijos de la importación a través de sus delegados comerciales, afincados en Madrid. Y el precio del género se ha disparado, al menos en Galicia, pasando en dos años de 22.000 a unos 37.000 euros el kilo al por mayor, según fuentes policiales. Coca hay. Pero cuesta bastante encontrarla.

Un mando de la Unidad de Análisis de Riesgo (UAR) del puerto de Vigo relata cómo él y sus compañeros estuvieron "una semana oliendo a plátano" después de pasar dos meses entrando y saliendo de un contenedor con bananas colombianas. "Le dimos 40 vueltas. No la encontrábamos. Pero sabíamos que había cocaína. Las escuchas lo confirmaban". La empresa importadora se había constituido en 2007 y tenía por objeto social la enseñanza. Su actividad económica había sido prácticamente nula. Y nunca antes había realizado importaciones. Olía raro. Pasaron la carga por el escáner del puerto. Agujerearon los palés. Husmearon en cada hendidura. Nada. Sin droga no hay delito. Así que jugaron sus cartas: avisaron a la importadora de que iban a destruir la carga, fingiendo que se había echado a perder por un problema de refrigeración. Nerviosos con la noticia, los supuestos empresarios acabaron cometiendo un desliz al teléfono. En una conversación intervenida, mencionaron que igual podrían recuperar "las paletas" y aquello fue suficiente: la cocaína apareció dentro de unas finas barras insertadas en los listones de los palés. En las dependencias de aduanas aún guardan alguna tablilla. "Obra de un artesano", dice el jefe de la UAR sosteniendo una. Venían 60 kilos de droga. Una minucia si se compara con los grandes golpes en alta mar de otros tiempos. "Pero hoy por hoy no hay barcos". Quizá se tratara de una prueba. El ensayo de una nueva ruta. O solo una pequeña parte del aluvión.

"Los contenedores llevan toda la vida", dice el inspector jefe José Antonio Rodríguez San Román, de la sección de Cocaínicos de la Brigada Central de Estupefacientes. Una vía rentable en tiempos de transición y sequía. Entre los estupas suelen manejar una máxima: "Si hay gallegos, hay barcos". También funciona al revés. Ya no hay barcos, pero la droga ha de seguir su curso. Entrar en el circuito europeo, con más de cuatro millones de consumidores, el doble que hace 10 años. Un mercado negro que ronda los 23.000 millones de euros y del que España es el "principal punto de acceso", según el último Informe Mundial de Drogas de la ONU. Pero también el que mayores aprehensiones realiza, en torno al 60% de las europeas. Aunque los datos no cuadran. En 2010, los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado se incautaron de 25,2 toneladas de cocaína. La mitad que hace cinco años. El patrón se ha repetido en toda Europa. Y nadie tiene muy claro qué ocurre. Algo se escapa. "El trabajo de inteligencia criminal revela que el flujo podría haber caído, pero que no se detuvo", según el informe. "Esto incrementa la posibilidad de que los traficantes hayan modificado sus técnicas". Todos parecen preguntarse lo mismo: ¿dónde está la coca? En el despacho del inspector jefe San Román hay un mapa de África colgado en la pared. Tamaño folio. Varios países de la costa occidental han sido rebordeados a mano. Para no olvidarlos. Dice: "Las cifras solo reflejan lo que se coge. No lo que ha entrado. Las incautaciones han bajado porque se ha trabajado bien. Y también porque han buscado otras rutas: los países del Este; y algunas repúblicas...", emite un sonido nasal mientras busca la palabra exacta, "... permeables en África".

En algún momento entre 2003 y 2004, los narcotraficantes colombianos experimentaron con nuevos caminos a Europa. Para evitar el trazado directo a Galicia, y el envío tradicional con parada en las Azores o en Canarias, abrieron la autopista 10, que recorre el paralelo 10 desde América hasta África, el trayecto más corto para atravesar el océano. Con salida desde el Caribe y Venezuela, donde "han llegado a apagar las luces del puerto", según un mando del GRECO, formando un pasillo oscuro para que zarpen los barcos. Una vez en África, todo se transforma en una cuestión monetaria. En palabras de un jefe de la UDYCO: "Allí, el que paga tiene vía libre". La corrupción y la connivencia de los Gobiernos con el narcotráfico y el terrorismo -"ambos capítulos se entrelazan"- se han convertido en dos de las principales preocupaciones en la lucha contra el crimen organizado. La cocaína destroza lo que encuentra a su paso. Hace poco, varios mandos policiales participaron en Madrid en unas jornadas sobre crimen organizado a las que asistieron 20 colegas de África occidental. Existe cooperación. Pero la falta de medios la dificulta: "Imposible llegar a nada con algunos de estos países".

Un informe confidencial sobre Guinea Bissau, escrito en mayo de 2011 por el enlace en la Embajada española, señala: "No existe ninguna fuente oficial que pueda aportar datos ni estadísticas sobre alijos. Las dependencias policiales no tienen luz eléctrica. Sus funcionarios se encuentran en huelga por el impago de salarios. El Ejército controla de facto el país. Existen comunicados de prensa en los que se citan operaciones, pero nadie tiene certeza sobre su veracidad. El trabajo de campo es imposible. Los contenedores llegan al puerto, controlado por el Ejército, y también a los aeropuertos y pistas privadas situadas en las islas del país: de las 88 que hay solo 20 están habitadas". Algunos mandos policiales creen que África ha ido acumulando droga para mantener el precio estable y satisfacer la demanda europea. Como una inmensa caleta. Aunque el almacenaje cuesta dinero y el producto "va perdiendo calidad". La coca, según la policía, estaría dando el salto en contenedores o en embarcaciones. Hay evidencias de que han aprovechado la ruta del hachís, cruzando Marruecos. El informe confidencial añade otra hipótesis: "Hay vuelos que van a Lisboa repletos de pasajeros que viajan con gran cantidad de maletas". Pero al puzle le faltan piezas. "La ruta africana nunca termina de explotar", dice un mando de la lucha contra el narco. "Está muy sobada", dice otro. En un reciente informe de SOCA (la agencia británica contra el crimen organizado) recibido en la UDYCO en Madrid, se asegura que África estaría "a la baja". Lo cuenta una de las personas con acceso a la inteligencia: "Se está produciendo una diversificación de rutas".

El dibujo español se traslada al marco Europeo. El último informe de Europol (abril de 2011) contiene varias palabras clave. Las dos primeras son "diversificación" y "contenedores", por este orden. "España sigue siendo un importante almacén y un centro de distribución secundaria", afirma. Pero menciona la aparición de dos nuevos escenarios hacia el Este. En los Balcanes se ha detectado la presencia del narco mexicano. Moldavia se ha convertido en un centro de abastecimiento. A Bulgaria llegan cargamentos procedentes de Latinoamérica, pasando por África occidental y Turquía. Y el Mar Negro es ya una realidad como punto de tránsito. El otro agujero queda más al norte: se han detectado contenedores con cocaína en los países bálticos, a pesar de que apenas cuentan con consumidores allí. Un territorio virgen e inexplorado. Muy próximo al mercado ruso. "El patrón de inteligencia no está claro", reconoce Europol. La droga dispara en todas direcciones. En pequeñas cantidades. Oculta entre la fruta, mezcladas con tejidos, diluidas en vino. Aprovechando las "oportunidades por el desarrollo de la logística comercial y la infraestructura del transporte", dice el informe.

"Primero envían algún contenedor de prueba. Uno o cinco. Siempre asumen que van a perder algo", explica un jefe de cocaínicos. La droga en origen no supera los 2.000 euros el kilo. Antes de tocar tierra española ronda los 5.000. Una vez coronada, su precio se multiplica por siete. Y otra vez por tres en el proceso de corte. Si la pierden, tampoco les va la vida. Ya llegará más. "Es una forma de diversificar riesgos", repiten los mandos policiales. Quien abre la ruta se compromete a repetir si la coca no llega. "En Algeciras, en Valencia, en Vigo... Se llegan a pagar 300.000 euros por hacer la vista gorda en el puerto", dice Carlos R. Cadiñanos, jefe del grupo de drogas de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil. Puede ser un director de la Terminal de Cargas, como el del puerto de Barcelona, José Mestre, detenido el verano pasado por la UDYCO y puesto en libertad el pasado julio. O un sargento de la Guardia Civil, como el jefe del destacamento del puerto de Marín (Pontevedra), detenido en julio de 2009. Según el mando policial que dirigió la operación: "Le dio un infarto en prisión".

Hay otra opción más limpia, el gancho ciego, en la que la importadora desconoce que están usando sus contenedores para meter droga. Los funcionarios de Aduanas del puerto de Vigo sonríen con ironía: "Un puerto, por definición, es un lugar corrupto. Tenemos cámaras, pero... se estropean". La droga sigue llegando a poquitos. Y generando un curioso excedente de fruta.

Una mañana de abril, un par de agentes descargaban cajas de piñas en el patio de la UDYCO. En su despacho, uno de los comisarios regalaba una pieza de fruta a quien se la pidiera. Estaban maduras. Nadie había sabido qué hacer con ellas. Ni siquiera sus importadores, una empresa cuyos primeros y únicos pinitos en el negocio tropical se redujeron a la recepción de tres contenedores con 3.000 cajas de piñas en Valencia. El último traía 215 kilos de cocaína. Sus pasos los seguían los GRECO de Alicante desde su pequeña oficina en ninguna parte. Esperando a culminar la Operación Histórico durante el traslado vigilado de la droga a una nave industrial. Alerta por si había "tiros". A última hora se les había cruzado un asunto feo. Un conocido grupo de paleros, a las órdenes de un tal Casper, había sido detectado vigilando la misma nave. Nadie sabe dónde obtuvieron la información. Según las escuchas realizadas a la banda, se les oye mencionar como fuente a "un santo" (un soplón). Las diligencias aseguran que ese "santo" podría ser un empleado de Aduanas.

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