25 agosto, 2011

El mínimo común en Washington

El mínimo común denominador, utilísimo en matemáticas, es desastroso en política. Lleva a extremos. El mínimo en política está en los extremos, derecho en el republicano, izquierdo en el demócrata. En el extremo hay invariablemente menos gente que en el resto de un partido, por eso el extremo es mínimo. Es gente que se hace escuchar en todos lados, por eso el extremo es común. Así predomina.

Dejarse llevar por el mínimo común lleva a gobiernos del extremo, por el extremo y para el extremo. Son gentes que confunden extremismo con pureza. Resultan extremistas queriendo ser puros. La moderación política es anatema para ellos. Atienden a los recalcitrantes, basan su estrategia y acción en sus extremos. Creen que así sirven al pueblo. Si atender al pueblo es prestar atención a quienes más bulla hacen, entonces los extremistas van a ser atendidos siempre.

No es constructivo moldear la política de un partido para apaciguar a sus extremistas, pero así ocurre. Falta sensatez. El Partido Demócrata necesita sensatez en temas sociales y el republicano sensatez en materia de impuestos. Ambos necesitan líderes que digan y hagan lo que sienten y piensan, no lo que vaya a satisfacer a sus extremos.

Un personaje así es Ron Paul. No rinde pleitesía a quienes alzan la voz en busca de atención. Quiere acabar con el impuesto federal al ingreso personal. Quiere un Estados Unidos que intervenga menos en el mundo. También quiere legalizar la marihuana. ¿Me explico? No estoy de acuerdo en todo lo que él quiere, pero a Ron Paul no le importa lo que yo piense. Dice las cosas como las ve y no como cree que otros quisieran que las diga.

El liderazgo demócrata busca acallar su ultraizquierda y el republicano su ultraderecha. Michelle Bachmann responde a la ultraderecha republicana al mismo tiempo que limpia su historial para no ofender al resto. Renunció a su iglesia, una que dice que Benedicto XVI es el anticristo. Recuerden a Obama y el reverendo Wright. Esta es Michelle y su propio reverendo. Obama acabó rechazando a Jeremiah Wright y fue tan oportunista en eso como lo es ahora la señora Bachmann distanciándose de su iglesia. Camufla su fundamentalismo religioso en temas como el homosexualismo para no ofender a gays y lesbianas que podrían votar por ella.

La ultraizquierda demócrata rechaza cualquier intento de reducir las prestaciones del Medicare y el Seguro Social a pesar de que van a quebrar el tesoro público. Los “beneficios” del estado nos están matando.

La ultraderecha republicana patalea cada vez que se intenta que los ricos paguen más impuestos. Dicen que los ricos crearan empleos con lo que ahorren. Eso no lo hará nadie porque la industria manufacturera prácticamente ha desaparecido de aquí. Se la llevaron los mismos ricos a lugares donde la mano de obra es más barata que aquí. Mataron la gallina de los huevos de oro. Los consumidores, sin empleo, no pueden darse el lujo de comprar los bienes baratos que traen de fábricas en el extranjero. Toca ahora apretarse los cinturones, reducir lo que se da al necesitado y recaudar más de los pudientes, reducir la ayuda exterior y controlar el gasto militar. Eisenhower advirtió sobre el peligro que representa el complejo militar-industrial a los recursos del estado. Los gobiernos de hoy rinden pleitesía a esa advertencia disfrazando el costo de sus aventuras militares. Lo han logrado financiando a crédito nuestras incursiones en Irak, Afganistán, Libia y demás.

Las acciones militares deben efectuarse con el sacrificio de la generación que las ejecuta, no el de generaciones futuras. Eliminando las guerras a crédito se elimina gran parte del déficit. Lo mismo con la ayuda exterior. Washington regala dinero que no tiene. Somos el primer deudor del mundo. Todo lo que damos al exterior es prestado, todo. ¿Quién en su sano juicio se presta para regalarle a otros?

La Casa Blanca habla de reforma migratoria con miras a conseguir el voto latino. Los republicanos hablan de grandes fuentes de empleo para asegurar el voto de una clase media bajo asedio. No se va a hacer ni lo uno ni lo otro. No habrá ni reforma migratoria ni creación masiva de empleos, pero de eso hablan con miras a las elecciones mientras rinden culto a sus extremos en política impositiva y gasto social.

Falta sensatez, realismo y verdad. No es posible que los partidos continúen arrastrados por sus extremos. No es posible pero eso es lo que ocurre en ambos partidos, controlados por el mínimo más común en ellos. De esta manera el país continúa a la deriva mientras los líderes discuten a quién darle y a quién quitarle. ¡Como si fuese a quedar algo para dar al fin del camino que andamos hoy!

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