08 agosto, 2011

Es el gasto


El viernes por la tarde, Standard & Poor’s (S&P) degradó la calificación crediticia de Estados Unidos y esta pasó de AAA a AA+. Como nosotros y otros conservadores advertimos, las reducciones del gasto en el acuerdo negociado por el presidente Obama para elevar el límite de la deuda eran inadecuadas y S&P reaccionó como se predijo, solo que más rápidamente. Ni Moody’s ni Fitch, otras dos agencias de calificación, han rebajado la deuda federal todavía, pero no están dando perspectivas mucho más alentadoras.

Décadas de excesos del gasto y del sobreendeudamiento por parte del gobierno federal han dañado la imagen de solvencia de Estados Unidos. Congreso tras Congreso y presidente tras presidente, el gobierno federal se gastó cada centavo que entraba —y encima pidió prestado más de $14 billones— para tratar de mantener contentos a los votantes a quienes el gobierno hizo promesas que no podía darse el lujo de pagar. Y el gobierno siguió traspasando la carga de las facturas por pagar a las futuras generaciones.

Bien, el futuro ha llegado y es sombrío. Nuestra economía está debilitada, millones de americanos carecen de trabajo y Estados Unidos está metido tan profundamente en deudas que hemos perdido nuestro buena reputación crediticia. Nuestra nación necesita reducir el gasto federal –incluyendo nuestros siempre crecientes programas de derechos a beneficios— hacia un presupuesto balanceado mientras se mantiene nuestra capacidad para proteger a Estados Unidos sin subir los impuestos. Ese es el sólido camino hacia una economía más fuerte con un gobierno más pequeño y más empleos reales.

La primera reacción de la Casa Blanca a estas noticias fue echarle la culpa a la propia S&P, alegando que sus cálculos eran erróneos mientras los voceros señalaban los anteriores fallos de calificación de S&P. Sin embargo, corregir los cálculos no corrigió el problema y S&P siguió adelante con su rebaja. El debate sobre la credibilidad de S&P no acierta en el punto más importante y que está ahí a la vista y paciencia de todos: El proyectado gasto deficitario justificadamente despierta dudas sobre la calidad del crédito de Estados Unidos.

No podemos perder tiempo matando al mensajero, es imposible hacer caso omiso del mensaje en sí: Es el gasto.

Múltiples congresos y presidentes han creado programas insostenibles de derechos a beneficios. Autoridades de ambos partidos y elegidas por el pueblo, durante muchas décadas han ayudado a empujarnos más y más hacia este punto. Pero la última oportunidad de empezar a corregir el problema antes de que ocurriera el perjuicio al crédito de Estados Unidos fue durante el reciente debate sobre el límite de la deuda.

Lamentablemente, el presidente Obama y los progres del Senado se rehusaron a permitir reformas en programa alguno de derechos a beneficios y se negaron a hacer recortes sustanciales en otros gastos federales a no ser que pudiesen subir los impuestos a Estados Unidos. Los conservadores acertadamente se resistieron a aumentar los impuestos, que es una receta para el desastre durante una ralentización económica. El acuerdo resultante de la Ley de Control Presupuestario aportó poco en la parte de reducción de gasto y mucho en la parte del aumento del endeudamiento siendo esto fue la última gota que costó a Estados Unidos su alta calificación crediticia. El presidente Obama y sus aliados progres del Capitolio derrumbaron el crédito de América.

La Casa Blanca dice que su “gran oferta de acuerdo” centrada en aumentos de impuestos habría impedido la rebaja, pero todavía no nos han dicho qué había en tal “oferta”. Incluso tras casi tres años que llevan ya los demócratas del Senado sin presentar un presupuesto, el presidente Obama ofreció al pueblo americano retórica y lucha de clases en vez de soluciones y liderazgo responsable.

Otros progresistas se destacaron este fin de semana por culpar al movimiento Tea Party por lo de S&P, con el senador John Kerry (D–MA) yendo tan lejos como para llamarlo “la rebaja del Tea Party” en el programa Meet the Press, de la cadena NBC. Un ex asesor de Obama, David Axelrod, se hizo eco de este coordinado libreto en el programa Face the Nation. Además de proclamar delante de todos que los progres no tienen soluciones, este argumento pasa por alto los hechos.

La principal preocupación del Tea Party es la salud fiscal de nuestra nación. Si no fuera por la positiva influencia del Tea Party, el Congreso todavía estaría gastando, poniendo más impuestos y pidiendo más dinero prestado con poca consideración por la carga que está haciendo recaer en las futuras generaciones. Hace solo unos meses, el presidente Obama estaba exigiendo una extensión del límite de la deuda que denominó “limpia”, o sea sin condiciones, que le permitiera seguir endeudándose sin hacer recortes del gasto.

Como señala nuestro colega, el Dr. J. D. Foster en su experto análisis de la rebaja del viernes, el debate sobre el límite de la deuda fue de substantivas ideas presentadas por los conservadores contra la vacía retórica política de los progres:

En el curso de las negociaciones sobre el límite de la deuda, los republicanos del Congreso trataron incansablemente de que el presidente y los demócratas del Senado se tomaran en serio lo de la reducción del gasto. Todo lo que Obama y el líder de la mayoría del Senado, Harry Reid (D-NV), pudieron hacer fue darle a la matraca de los simbólicos aumentos de impuestos a los ricos, a las empresas petroleras y se les dio por atacar los aviones corporativos. Para ser claros, a pesar de la peligrosa situación de las finanzas de la nación, el único objetivo del presidente era ideológico y simbólico: Incluso si los republicanos hubiesen cedido en el asunto del aumento de los impuestos, que sabiamente se negaron a hacer, el aumento de la recaudación habría sido insignificante en comparación con los recortes de gastos que son necesarios. El presidente jugó a politiquear aunque la calificación crediticia del país se fuera al garete – y eso es justamente lo que sucedió.

El presidente Obama, los progres del Congreso y sus aliados creen que si seguimos en silencio sobre nuestro futuro fiscal, entonces los mercados y las agencias crediticias no se darán cuenta de cuán peligroso es nuestro futuro. Y así, hemos tenido que oír a los comentaristas y políticos progres decir que el debate es una “crisis fabricada” — como si todo estuviera perfecto si extendemos más cheques en blanco. El problema del sobreendeudamiento y del exceso del gasto federales era y es real, como reflejan la degradación del crédito y las reacciones del mercado. El Congreso y el presidente deben arreglar el problema y arreglarlo ya.

Los progres esta semana tratarán de igualar aumentos de la recaudación con subidas de impuestos. Pero simplemente esos no son los hechos. Los ingresos del gobierno aumentan cuando hay mayor crecimiento económico y más contribuyentes en la fuerza laboral. Ese crecimiento económico es imposible con aumentos de impuestos que matan el empleo y con mayor regulación. Elevar los impuestos de los contribuyentes que ingresan $250,000 o más es un golpe para emprendedores, propietarios de pequeños negocios e inversionistas, retrasando así el crecimiento económico todavía más.

En los próximos 10 años, una vez que la economía se recupere, la recaudación se aproximará rápidamente y superará, su promedio histórico del 18.5% del PIB, mientras se proyecta que el gasto saltará de su promedio histórico del 20.3% hasta el 26.4% del PIB. El gasto gubernamental se incrementará un 22% con el presidente Obama en el cargo.

Sin embargo, este fin de semana algunos progres hicieron llamamientos a favor de más deuda y más déficit en el nombre de más “estímulo”. El viernes por la tarde, Christina Romer, ex asesora económica de Obama, dijo que el primer y fracasado estímulo que ella ayudó a diseñar debería haber sido mucho mayor y defendió otro nuevo y mayor estímulo diciendo: “Lo que quiero ahora es más”.

Esto es, más de lo que el presidente Obama nos dio en el pasado: infructíferos programas de nuevo gasto. Esto nos daría un problema más grande, no una solución. Con Estados Unidos y el mundo atenazados por la ralentización económica, necesitamos iniciativas que creen crecimiento económico y restauren el crédito de Estados Unidos. No necesitamos más gobierno.

Tan mal como está la situación en el país, comenta Foster, las consecuencias para la crisis global financiera pueden ser aún peores.

No obstante, en la actual economía global, la degradación de la calificación crediticia de Estados Unidos puede ser catastrófica. Antes de la rebaja, Europa ya estaba al borde del precipicio. La semana pasada, las bolsas europeas cayeron un 10%, su peor pérdida semanal desde noviembre de 2008. La crisis de deuda soberana de Europa —engendrada desde hace mucho— que había sido disimulada, sin éxito, solo hace unas pocas semanas atrás por sus líderes, está llegando al punto de ebullición y amenaza llevarse por delante no solamente a los peores actores, como Grecia y Portugal, sino también algunos de los pilares de la Unión Europea, como España e Italia.

No podemos mejorar las condiciones económicas nacionales o globales haciéndonos más parecidos a Europa. Estados Unidos haría mejor adoptando mejores ideas.

La Fundación Heritage ha presentado su plan fiscal, “Para Salvar el Sueño Americano”, que balancearía el presupuesto en diez años bajaría nuestro ratio deuda-PIB al 30% (del 100% que alcanzó la semana pasada). Lo lograría mediante una reforma responsable del Seguro Social, Medicare, Medicaid y del código tributario.

Como concluye su argumentación Foster:

Una serie de profundas reformas graduales puede recabar el apoyo de ambos partidos y mejorar sustancialmente la sostenibilidad de estos programas y las finanzas de la nación. El presidente debe liderar a su partido para que, unidos con los republicanos en el Comité Selecto Conjunto para la Reducción del Déficit, adopten estas reformas y estar dispuestos a aprobarlas, ahorrando mucho más que los sugeridos $1.2 billones y mucho antes del 23 de noviembre. El objetivo de la nación, del presidente y del Comité de Investigación es claro: Reducir el gasto –incluyendo muy en particular los programas de derechos a beneficios— en busca de un presupuesto equilibrado que al mismo tiempo proteja a Estados Unidos y no aumente los impuestos. Hecho correctamente, esto llevaría al crecimiento económico, más empleo, menos gobierno y el recuperación de la calificación crediticia del país. Lo podemos lograr.

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