26 agosto, 2011

Imagen y autoimagen de la policía de la ciudad de México

Opinión y debate
Elena Azaola Garrido
*

Uno de los temas que ha recibido muy poca atención en la literatura especializada es el que se refiere a la imagen que de sí mismos tienen los policías, tema que, sin embargo, consideramos relevante para poder entender, en el lenguaje y con las categorías que el policía emplea, desde qué lugar el policía se mira a sí mismo y se siente visto por los demás. Nos ha parecido también importante explorar si ha habido o no cambios en la manera como ellos miraban a la policía antes de ingresar y como se miran una vez dentro de la institución, así como en la manera en que se sienten vistos y miran a los ciudadanos desde su función. Consideramos que este conjunto de miradas son importantes en la medida en que nos dicen mucho acerca de la manera como el policía se siente situado frente a los demás, de los límites que percibe en su quehacer como consecuencia de su imagen y de la forma como todo ello incide en su actuación.

Al recabar la opinión de los policías sobre estos temas intentamos objetivar, por un lado, la manera como se perciben a sí mismos y como sienten que los demás los perciben, lo que es también una forma de abordar la manera en que se relacionan a partir de que hacen suya la identidad como policías. Desde este punto de vista constituye también un intento por relacionar o por integrar un aspecto de la dimensión subjetiva (la auto-percepción) con otros de la realidad objetiva (las relaciones con diversos agentes o sectores). Ambas dimensiones, como sabemos, se encuentran siempre presentes, interactúan y se condicionan mutuamente.

En los siguientes incisos, exploraremos, así, en primer término, la auto imagen del policía y, en los siguientes, la manera como miran y se sienten mirados por los ciudadanos, por su familia y por su entorno más inmediato. Por último veremos la imagen que tienen de la institución en la que prestan sus servicios.

a) Auto imagen

En su mayoría, los testimonios siguientes pretenden responder a la pregunta ¿cómo veían a la policía antes de haber ingresado a la institución y cómo la ven, o se ven a sí mismos como policías, ahora?

“Policía”, el sólo oír esta palabra me dejaba un mal sabor de boca… consideraba que estos personajes sólo se dedicaban a robar y a extorsionar a las personas que tenían la mala fortuna de caer en sus manos. Seis años después de estar del otro lado, no ha cambiado mucho mi concepción de la policía, justificaciones sobran, unas muy válidas, otras no tanto, lo cierto es que la policía no funciona como debiera.


Antes de ingresar a la policía la opinión que yo tenía de los elementos policiales era la imagen de abuso, prepotencia y deshonestidad. Las motivaciones que he tenido en mis 21 años de servicio, siempre han sido con el deseo de ser un día parte del cambio de imagen del policía, de erradicar en lo posible al policía abusivo, prepotente y sin valores que tanto daño le hace al ciudadano y a la institución.

El concepto que yo tenía de la policía es el que la mayoría de la gente tiene y que tristemente no es muy bueno. Siempre pensé que el elemento policial abusaba de su autoridad y carecía de criterio para manejar muchos asuntos, que lejos de salvaguardar nuestra integridad física y material, se encuentra al asecho de poder quitarnos un dinero con el pretexto de que “le voy a echar la manita”, lo que se le conoce como la famosa mordida… pero decidí incorporarme a las filas de la policía, más por necesidad que por gusto. Mi forma de ver a la policía ha cambiado porque me di cuenta que en realidad no todo es malo y que una minoría de elementos echan por el suelo el trabajo y el esfuerzo de muchos compañeros.

Antes de ingresar a la policía, para mí era la última alternativa de empleo, ya que me parecía algo muy bajo y penoso. La primera vez que me uniformé, pensaba que el ciudadano me iba agredir o que causaría burla… Entonces no había cambiado mucho la imagen que tenía del policía, del que se hace valer por su uniforme, agresivo… pero ahora que soy yo quien desempeña el oficio, me doy cuenta que debo ser yo quien representa la más elevada expresión del orden dentro de la sociedad…

Yo soy policía, uno de los más de 35 mil elementos con que cuenta esta institución, me siento muy orgulloso de serlo y, en honor a la verdad, toda mi estabilidad económica y el bienestar de mi familia se lo debo a este noble trabajo.

Cuando eres policía, quieres que todo el mundo se entere, ya sea portando el uniforme, trayendo la pistola en el cinturón, el carro sin placas o tomando bebidas alcohólicas en la vía pública para que pasen las patrullas y no te digan nada simplemente por ser compañero.

Antes pensaba que el policía estaba bien protegido, que tenía todo el apoyo y el respaldo de los jefes superiores; que el policía era lo máximo y que lo respetaban por representar una autoridad. Ahora sé que nadie respeta ni valora el trabajo de un policía, tampoco lo quieren aunque todos necesiten de él, ni es apoyado por los superiores.

Mi padre es diferente. Gracias a él yo podía confiar en todo aquel uniformado que perteneciera a nuestra policía, pues me mostró siempre el lado bueno de su profesión. Desafortunadamente, hasta que trabajé en un sector vi de cerca la prepotencia, la violencia innecesaria, el tráfico de influencias y otras cosas de algunos compañeros. Indiscutiblemente, la imagen que tenía de la corporación, cambió mucho.

Antes de pertenecer a la institución, tenía el pensamiento de que ser policía era denigrante y un empleo que no correspondía al sacrificio que había hecho para estudiar el bachillerato. Cuando era estudiante, los policías eran el centro de los malos comentarios, burlas y la base de muchas bromas relacionadas con la corrupción, la ineptitud y la ignorancia. Cuando veía policías en la calle, nunca significaban seguridad, sino más bien me inspiraban desconfianza. Sin embargo, la necesidad de ingresos económicos me orilló a vencer mis prejuicios y causé alta en el regimiento montado.

Inicialmente tenía un concepto deplorable y ruin de la policía, tal vez porque nunca los había tratado o por la mala fama de corrupción y prepotencia que de ellos tenía, pero viviendo en carne propia las inclemencias y arbitrariedades que un buen policía enfrenta, me doy cuenta de lo equivocado que estaba.

En mi época de estudiante, blasfemábamos en contra del sistema gubernamental diciendo de los policías que eran unos gorilas, analfabetas, lacayos del gobierno, seres sin sentimientos y arbitrarios. En la actualidad he observado que no se puede generalizar, ya que existen compañeros muy brillantes con amplios conocimientos técnicos y culturales, con una gran ética y categoría humanista, con gran habilidad y entrega en el servicio, así como también existen policías carentes de escrúpulos y educación, que se escudan en el uniforme para hacer de las suyas, denigrando el uniforme que portan.

Estoy entusiasmado de poder participar y presentar mis ideas, siendo éste el único medio que se me ha abierto para poder exponer lo orgulloso que me siento de ser policía y el coraje y la impotencia que siento cuando, sin razón, somos criticados por una sociedad que piensa y cree que los derechos sólo son aplicables a ellos y no a los policías, quienes deben aceptar vejaciones e insultos sin que puedan defenderse ya que para ello se les paga.

Ser policía significa ser una carga para toda la gente y ser el estandarte político de los candidatos que hacen compromisos que no van a poder cumplir.

Los testimonios anteriores contienen una gran cantidad de elementos que nos permiten tener una idea acerca de cómo se ven y se sienten vistos los policías por los demás. Algunos de los rasgos que fueron mencionados, son: rateros, abusivos, prepotentes, ignorantes, sucios, alcohólicos, corruptos, rudos, drogadictos y agresivos. Aunque no todas las respuestas mencionan estos rasgos, si se mira el conjunto, quizás predominan quienes antes de ingresar tenían una imagen muy negativa de la policía. En algunos casos esta imagen se modificó por una más positiva después de haber ingresado. Sin embargo, son tal vez mayoría quienes sólo han podido matizarla, aunque también hay otros que refieren que no se modificó la imagen negativa que tenían sino que se corroboró al haber ingresado a la institución.

Quizás es obligado formular la pregunta ¿qué tipo de relaciones pueden establecerse a partir de la posición en la que el policía queda situado por la imagen que tiene de sí mismo? O, también, ¿cómo logra desempeñarse portando dicha imagen? Intentaremos responder estas interrogantes en los siguientes incisos.

b) Imagen de los ciudadanos

Una vez que el policía ha dicho cómo se mira a sí mismo y se siente mirado por los demás, veremos a continuación cómo mira a los ciudadanos o qué es lo que desearía responderles acerca de la imagen que han construido sobre la policía.1

Todos, desde el más alto político hasta el más sencillo de los ciudadanos, tienen al policía como su escudo para esconder las cosas malas que ellos realizan. Nos llaman corruptos cuando en realidad el corrupto es el ciudadano que al infringir una ley o un reglamento, lo primero que hace es ofrecernos dinero para salir de su problema.

Antes había más respeto para el policía, ojalá hubiera un artículo o una cláusula dirigida a la sociedad para que nos respetaran. No he visto una sanción a la sociedad cuando nos faltan al respeto.

El policía tiene mucha responsabilidad… tiene que soportar todo tipo de presiones de la ciudadanía que se siente agredida por el simple hecho de ver el uniforme. Ya nos ven con recelo aun antes de que hagamos algo. Uno tiene que absorber todo el resentimiento de la ciudadanía por toda la mala imagen que tiene uno.

La ciudadanía nos exige a nosotros y yo estoy molesto con la ciudadanía porque se queja, por ejemplo, de que yo soy un borracho pero ellos mismos no empiezan por cambiar las cosas. La corrupción no es sólo de la policía, también del ciudadano que está dispuesto a dar. Son las necesidades las que generan la corrupción. La ciudadanía no nos apoya, nos grita, nos apedrea…

Desearía que la sociedad nos dejara de estigmatizar por nuestro origen humilde. En verdad es cierto que carecemos de una posición económica, pero en cambio nos sobra un gran espíritu de lucha y el valor suficiente para dar la vida por alguien a quien no conocemos.

Nosotros los policías, además de enfrentarnos a la diaria prepotencia del ciudadano en la calle, nos encontramos inmersos en problemas de prepotencia, corrupción y despotismo por parte de nuestros propios compañeros de trabajo y por nuestros superiores, siendo de esta manera doblemente atacados…. Así como el ciudadano se queja del policía, también nosotros nos quejamos del ciudadano porque hay algunos que se acercan no sólo para insultarnos y agredirnos, sino incluso para pedirnos dinero porque dicen que para eso estamos, para ayudarlos. Somos rechazados y vistos como enemigos de la población, socialmente tenemos que padecer la desconfianza y el desprecio de la población.

Los medios de comunicación invaden y perjudican nuestra esfera moral, presentándonos como objetos de la risa de nuestros conciudadanos, mostrándonos como entes ligados a la corrupción y borrando de tajo el esfuerzo que yo y muchos miles de compañeros hacemos por borrar la mala imagen que arrastramos de otras generaciones.

Cuando uno trata de poner el orden, lo insultan a uno. No saben lo que es estar 8 horas parado en un crucero…. Hay gente loquita en la calle que nos insulta sin razón. A veces se tiene uno que poner al tú por tú con la gente y, aun cuando el ciudadano agreda, siempre tiene la razón. A veces hay que gritarle a la gente.

Las ventajas que tenemos hacía la sociedad son casi nulas porque al policía lo pitorrean, lo manejan como policía panzón, mosquiento, cuete, con un garrote… así lo dibujan siempre. Es el representante digno de la sociedad cochina, corrompida, es el mal ejemplo. En otros lados lo respetan y entonces aquí sí tenemos ganas de vengarnos de esa sociedad porque nosotros somos representantes de esa sociedad y me ponen con una representatividad así… de vergüenza.

Somos la escoria para la sociedad porque dicen que estamos maleados y corruptos, y no se considera que salimos de esa misma sociedad y somos tan corruptos como ella. La sociedad entera ha perdido los valores… No nos da pena hablar ante una sociedad más corrompida que nosotros, que se pasa por el arco del triunfo las leyes, que se perdona al 50% o al 60% de los que cometen delitos y que defiende su derecho a violar las normas.


Ante la mirada de los policías, también los ciudadanos aparecen como prepotentes, corruptos o incapaces de respetar las normas. Como si los policías sintieran que han sido colocados en el lugar de chivos expiatorios, por lo que les tocaría purgar las faltas que otros cometen. Su molestia se hace visible de diversas formas. Se sienten menospreciados, ridiculizados, abusados, e inclusive algunos refieren tener deseos de venganza en contra de los ciudadanos. Otros adoptan una actitud resignada como si no les quedara otra opción o como si estuvieran obligados a tolerar los malos tratos que reciben de los ciudadanos.

En cualquier caso, pareciera que su relación con los ciudadanos, por lo menos en abstracto, estaría en principio marcada, si no por el enfrentamiento, por lo menos por el temor a los insultos, el desprecio o los malos tratos. Pareciera que cada vez que sale a la calle el policía tendría que estar dispuesto a librar varias batallas: contra la delincuencia, los accidentes y el desorden, por un lado, pero también contra los ciudadanos propensos a insultarlo o ridiculizarlo, por el otro. Desde ese lugar, no parece que el policía quede situado en una posición que le permita estar en condiciones de poder brindar a los ciudadanos protección, seguridad. Y ello tanto desde la manera como se percibe a sí mismo el policía, como, quizás, desde la cual es percibido por el ciudadano. 2

c) Imagen de su familia y de su entorno social inmediato

Los testimonios siguientes abordan la manera como el policía percibe y se siente percibido, en tanto que policía, por su familia y por su entorno social más cercano: los amigos, los vecinos, etc.

Cuando me encontraba a mis vecinos que habían sido mis amigos de la infancia, algunos me decían ‘policía corrupto’, y esto aun cuando algunos de ellos se dedicaban al robo de transportistas por lo cual están actualmente purgando una condena en prisión.

Mi madre y hermanos se sienten muy orgullosos de que yo haya escogido esta profesión que, para otros, puede ser la de rateros con placa… Ellos sí conocen la realidad, opinan diferente y me defienden ante algunos comentarios con mala intención de parte de otros familiares y vecinos que se sienten agredidos por mi trabajo. Yo quiero y defiendo con todas mis fuerzas a mi trabajo ya que por él he logrado satisfacciones que en ningún otro trabajo hubiera logrado.

La familia es la única que comprende al policía, es la que nos da ánimo, se enorgullece de nuestra labor, es la que nos da las fuerzas necesarias para seguir adelante. Es la única que entiende y comparte el sacrificio que implica continuar preparándonos para sobresalir y vivir mejor.

Habría que ver lo difícil que es para nuestros hijos ser hijos de un policía… les cuesta mucho trabajo ser aceptados.

Es vergonzoso cuando nos paramos, por ejemplo, en la fiesta del día del padre en la escuela de nuestros hijos y que les digan ¿tu papá es policía? ¿y roba?… Eso preocupa: que avergüencen a nuestros hijos.

Cuando pude ingresar a la policía me sentí feliz porque lograba cumplir un anhelo. Al pasar el tiempo, mi ánimo se fue decrementando al concienciarme de la verdadera realidad de un policía mexicano, puesto que a través de los comentarios de mis amigos, vecinos y familiares, y aún de los medios masivos de comunicación, sólo se habla de la prepotencia y la corrupción del policía.

Los familiares de mi novia no aprobaron por completo nuestra relación desde que supieron que mi profesión era la de policía. Según ellos, éramos unos rateros, prepotentes, que abusábamos de nuestra autoridad, siendo que así como hay malos elementos, también habemos buenos que queremos salir adelante.

A mi hija de cinco años le gusta mi trabajo y sueña con vivir en un mundo de paz y tranquilidad y, aunque no me ha dicho que quiere ser policía, sé que algún día estará orgullosa de ser hija de una policía. Yo seguiré trabajando en esta gran ciudad por mi familia que sí cree que existe un buen policía.

Con mi familia mi experiencia ha sido muy triste ya que piensan que, por el hecho de ser policía, hago cosas que son denigrantes y malas. Con mis vecinos, en cambio, he tenido el agrado de romper con el tradicional policía que llega a su casa borracho y agrediendo a medio mundo. Llevo una buena relación y soy tomado en cuenta por ellos.

No cabe duda que trabajar en la policía genera opiniones muy encontradas aun dentro de la propia familia y entorno social. Basta con recordar cómo mis conocidos empezaron a preguntarme si podía conseguirles cartuchos, armas o drogas, como si mi trabajo fuera precisamente lo que combato. He tenido vivencias tan contrastantes como tener que responder al mismo tiempo a dos familiares que me preguntaban, por un lado, cuántos delitos había frustrado y, por otro, cuánto dinero había ganado en mordidas durante el día anterior.

El hecho de que en el entorno más cercano al policía circulen las mismas imágenes y estereotipos que hemos descrito en los incisos anteriores, es quizás lo que nos permite corroborar que se trata de imágenes ampliamente difundidas y compartidas por múltiples actores sociales. No obstante que los policías refirieron distintas actitudes por parte de la familia y los amigos, quizás lo más frecuente es que, con el tiempo, obtengan el apoyo y la compresión por parte de la familia mientras que las dudas y las críticas permanezcan entre los amigos. Varios testimonios refirieron dificultades para relacionarse con amigos fuera del ámbito policial y en algunos casos trazaron mundos polarizados donde policías y civiles difícilmente pueden entenderse. Más extremos son quizás los relatos de las dificultades que tienen que vencer en ocasiones sus hijos para reconocerse y ser aceptados como hijos de policías. Como si, de nueva cuenta, se les descalificara en forma unánime y pertenecer a la policía fuera, de entrada, motivo para avergonzarse.

Un rasgo que, sin embargo, nos llamó la atención especialmente en las autobiografías, es la importancia fundamental que los policías atribuyen a los lazos familiares. Sus relatos giran en muchas ocasiones en torno de los integrantes de su familia, por más que refieran que las largas jornadas les impiden una mayor convivencia. Queda claro, asimismo, que frente a un panorama en el que se sienten ampliamente cuestionados, las más de las veces dicen encontrar apoyo y aceptación en el ámbito familiar. La familia se convierte muchas veces en la que le da sentido a su trabajo y la que le otorga un reconocimiento que otros actores le niegan. Ello no quiere decir que las relaciones dentro del ámbito familiar sean siempre armónicas o exentas de problemas, sino sólo que ante la mirada de los policías la familia ocupa un lugar fundamental.

d) Imagen de la institución

Los testimonios siguientes se refieren a la manera como los policías miran a la institución que pertenecen, y se miran a ellos mismos como parte de la institución, en relación con otras instituciones semejantes del país y del mundo.

En cuanto a instituciones internacionales, siento que no hay comparación porque estamos muy por debajo de cualquiera que podamos mencionar, no es por menospreciarnos pero debemos tomar nuestro lugar, tratando de superarnos y de ser mejores para algún día poder contarnos entre las mejores policías del mundo.

La SSP se encuentra a la altura de los mejores cuerpos de seguridad pública del mundo, lo que nos hace falta es mayor capacitación para optimizar el servicio, apoyo legal dentro de nuestras funciones y mejorar la calidad de vida de los policías mediante salario y prestaciones.

Considero que en las corporaciones policíacas de nuestro país existen grandes rezagos, no sólo económicos, para adquirir toda una infraestructura que nos permita estar mejor equipados, capacitados, ser profesionales para combatir la delincuencia; sino también rezagos culturales, de conciencia, de compromiso, de lealtad y de honradez. Siento que en el ámbito mundial, la creación de una policía altamente capacitada en México está todavía en desarrollo. Primeramente se necesita cortar de tajo la corrupción que daña todo lo que toca y, si a eso le agregamos una capacitación de calidad, un buen salario y un trato digno por parte de toda la sociedad y los mandos superiores, obtendremos una policía de las mejores del mundo.

A la policía de otros países se les exige trabajo, buenos resultados, honradez y lealtad, es decir, un compromiso social para con los ciudadanos y su familia. Caso contrario, en nuestro país los resultados muchas veces se maquillan, sólo se exigen por cuestiones políticas o porque el partido opositor presiona demasiado.


Los testimonios que aparecen en este apartado contrastan con los de los anteriores pues muestran que al mismo tiempo que se reconocen algunas deficiencias en la institución que la colocan en desventaja en relación con instituciones semejantes en otros países, existe también un innegable orgullo de pertenecer a la corporación. A tal punto es así que numerosos testimonios subrayan lo que consideran sus mejores cualidades: el valor, la entrega, el espíritu policial que, ante su mirada, les permite compensar las deficiencias sobre todo materiales y colocarlos a la par de otras policías en el mundo.

Es como si, al mirarse desde este ángulo, olvidaran las imágenes en las que aparecían devaluados, menospreciados, criticados por la sociedad. Sería entonces como si se tratara de dos rostros distintos, dos caras de una misma moneda que no se podrían tocar, poner en contacto: de un lado la imagen donde aparecen devaluados, de otro, la imagen en que aparecen idealizados.

* Doctora en Antropología Social, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios Superiores de Antropología
Social (CIESAS). Consejera de la CDHDF.
** Fragmento tomado de: Azaola Garrido, Elena, “Imagen y autoimagen”, en Imagen y autoimagen de la policía de
la ciudad de México, primera edición, México, Ediciones Coyoacán, FLASUD-SSP-CIESAS, 2006, pp. 102-116.

Notas al pie de página:

1 Por lo que toca a cómo miran los ciudadanos a la policía, una encuesta levantada sobre el desempeño de la policía por el diario Reforma a una muestra representativa de la población de adultos del Distrito Federal en abril de 2004, arrojó los siguientes resultados: en una escala de 0 a 10, los ciudadanos dieron a los policías 4.8 en honestidad; 5.0 en capacidad; 4.5 en rapidez de respuesta ante el delito; 5.5 en el trato que dan a los ciudadanos y 5.2 en valentía. Entre los ciudadanos que habían tenido algún contacto con la policía, 59% había quedado insatisfecho y 36% señaló que la policía le había pedido dinero. Asimismo, del total de entrevistados, 37% dijo tener un respeto escaso o nulo por los policías. En: Rafael Ruiz Harrell, “Policía criminal”, Reforma, 6 de junio de 2005.

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