21 agosto, 2011

La niña de las campañas

En el PAN, Vázquez Mota es como la pitufina: está sola, rodeada de seres extraños azules que parecen sacados del mismo molde y que tienen Papá Pitufo.

Vianey Esquinca

Josefina Vázquez Mota se ha convertido en la precandidata incómoda para el PAN, primero, porque no está en lo que los publicistas llaman el “top of mind”, ni del presidente Felipe Calderón, que espera que su gallo salga del gabinete, ni de las cúpulas panistas. Ella tiene el apoyo de muchos diputados y varios de sus correligionarios de alcurnia, pero eso todavía no es suficiente para ganar la elección interna blanquiazul.

El problema es que, mientras en el PAN es como la pitufina: está sola, rodeada de seres extraños azules que parecen sacados del mismo molde y que no tienen madre, sino sólo padre (papá Pitufo), su posicionamiento en la población en general ha ido aumentando.

Sin embargo, como muy bien apuntó Ivonne Melgar en su columna Retrovisor, sus detractores han comenzado a centrar sus críticas en su tono meloso, en su emocionalidad y en su deseo de agradar. Estos comentarios, aparentemente superficiales, podrían ser más peligrosos y destructivos de lo que sus asesores han calculado, porque aunque en las encuestas, unánimemente, la gente responda que México sí está preparado para tener a una mujer como presidenta, la verdad es que detrás de esa respuesta políticamente correcta existe un sector muy grande de la población —tanto hombres como mujeres— que piensa lo contrario.

Si bien ya hoy no es necesario dejarse las cejas cerradas a la Frida Kahlo, ni tener aspecto andrógino o comportarse como marimacho para abrirse paso en la política, desafortunadamente hay muchas personas que piensan que una mujer no va a tener los suficientes pantalones para enfrentar los problemas del país y que, cada 28 días, el Estado entrará en riesgo de alguna crisis social o política.

Entonces, enfatizar su fragilidad y cursilería como estrategia de ataque no es tan frívolo como parece; incluso puede ser un medio muy eficaz para envenenar a los panistas más conservadores. Es sintomático que muchas mujeres que podrían simpatizar con la precandidata por una cuestión de género, se hayan sumado a las críticas por el exceso de sacarina, ya que sienten que esto enfatiza una imagen de la mujer que no las representa.

Además, la estatura y la extrema delgadez de la panista le dan un aire de vulnerabilidad y, a veces, su tono de voz y lo empalagoso de sus mensajes hacen pensar que es Heidi, la niña de las montañas —en su caso, de las campañas—, y no la líder de los panistas en la Cámara de Diputados, la que está hablando.

Por ejemplo, cada vez que la entrevistan y le preguntan sobre alguna crítica o algún conflicto interno dentro de su partido, responde con el mismo tono de voz quebrado, diciendo que ella quiere construir, no confrontarse, que la vía es el diálogo y no las críticas estériles. A veces parece que va a cantar la canción de Candy Candy: “Si me buscas, tú a mí, me podrás encontrar, yo te espero aquí, éste es mi lugar. Si quieres reír, descubre la alegría de soñar un mundo de aventuras sin igual, junto a mí, a tu amiga Josefina”.

No se trata de que la precandidata abandone su feminidad, que tome testosteronas para que se le engruese la voz o que contrate como asesora a Paquita la del Barrio para volverse más agresiva. Tampoco de responder agresiones o caer en provocaciones, sino de reflejar una imagen de una mujer real y no etérea, capaz de defender sus puntos de vista con pasión y fortaleza y no con respuestas sacadas del manual del perfecto candidato. No caer en el discurso fácil que utiliza la esperanza, el amor y solidaridad como elementos discursivos, pero que suenan a libro de autoayuda.

Vázquez Mota tiene las credenciales, la sagacidad y la inteligencia para convertirse en la candidata de su partido; no cualquiera puede poner en su biografía que es una sobreviviente de Marta Sahagún, de Elba Esther Gordillo y del machismo panista. Lo que único que tiene que recordar es que la campaña en su contra enfatizará estos aspectos y que está en precampaña para la Presidencia de la República, y no para dirigir el Club de los Optimistas. Lo que debería hacer es contratar a Lupita D’Alessio para que le diga cómo ser “suave como gaviota pero felina como una leona, tranquila y pacificadora, pero al mismo tiempo irreverente y revolucionaria”.

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