12 agosto, 2011

"Los republicanos huelen sangre en carrera presidencial"

Análisis & Opinión

Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia), El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

Bajo este título, los periodistas Chris Cillizza y Aaron Blake, en una columna publicada en The Washington Post (10.08.2011), comentan ciertos datos relacionados con las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos.

Hay una tradición norteamericana: buscar la reelección presidencial por una vez. Lo intentaron varios presidentes con diferentes resultados; lograron ser reelectos los presidentes Ronald Reagan, William Clinton y George W. Bush, mientras otros, como Jimmy Carter y George Bush (padre) fracasaron en el intento. Ahora, nadie duda de que el presidente Barack Obama vaya a buscar un segundo período.

En este tiempo -señalan los comentaristas- el presidente Obama ha capeado una serie de golpes económicos que lo habrían debilitado ya que, según datos de The Washington Post y del Pew Research Center, entre el porcentaje de respaldo al mandatario y al precandidato republicano Mitt Rommey, habría ahora un empate técnico.

En el partido gobernante también hay efervescencia: “los demócratas se han quejado fuertemente porque Obama ha regalado demasiado en los compromisos con los republicanos sobre las reducciones de impuestos de Bush, el presupuesto federal y el techo de la deuda”, aunque -advierten los autores de la nota- esto no ha erosionado la base partidaria que respalda al presidente. En efecto: sólo el “32% de los demócratas dice que les gustaría un desafió interno a Obama, un cambio estadísticamente insignificante desde el otoño pasado”.

En cuanto a América Latina, es poco probable que haya cambios significativos en un posible segundo período del presidente Obama. Ciertamente el interés norteamericano por la región, ha decaído desde la gestión de George W. Bush. Los intentos de recuperar presencia y mejorar las relaciones -especialmente con los países de la ALBA liderados por Venezuela- no han prosperado.

Se afirma que los datos reflejan un creciente sentimiento entre los republicanos de que si se nomina (como candidato) a alguien que pueda mantener el foco en Obama, se podría batir al presidente en las elección venideras. Este crecimiento muestra un cambio en la anterior percepción pesimista de los estrategas republicanos de hace nueve meses. Se piensa ahora que los republicanos podrían ganar la carrera presidencial.

Por otro lado -se dice-, pese a las protestas del ala radical demócrata por el reciente acuerdo sobre el techo del endeudamiento norteamericano, no se piensa en un contendor de Obama en su propio partido, puesto que, si hubiera esa posibilidad, ya habría aparecido un candidato serio a tomar en cuenta. Esto sugiere -como afirman Cillizza y Blake- que “Obama no es realmente vulnerable a un reto principal de su izquierda”, es decir que en la izquierda demócrata no hay ninguna corriente que lo desafíe en una primaria en el año 2012.

Tampoco en el Congreso hay la percepción de que haya una tendencia definida. A pesar de que él tiene en las encuestas un bajo índice de aprobación, los electores en diversos estados de la Unión parecen bastante dispuestos a enviar a sus propios miembros del Congreso por dos años más. “Según un nueva encuesta USA hoy/Gallup, 54% de las personas dijo que sus miembros del Congreso merece la reelección, frente a 34% que dice que no merecen”. Esto sobrepasa la tendencia de los últimos cinco años. “Esto es algo que a menudo vemos en los sondeos; incluso las personas que desprecian al Congreso mantienen el respaldo por sus congresistas, separando sus problemas de los del país” (Cillizza y Blake).

¿Qué se puede esperar de la continuidad, por otros cuatro años, de la administración de Barack Obama? Frecuentemente, en el segundo período, los presidentes norteamericanos muestran con mayor claridad su tendencia. Ya no tienen que pensar en la reelección. Es verdad que, en esa circunstancia, su partido si tiene interés en una exitosa campaña electoral que le dé continuidad en el gobierno. Sin embargo, la influencia del presidente, en esto, se sobrepone a ese interés partidario. Se ha esperado en el mundo que el presidente cumpla con sus promesas preelectorales: acabar con las guerras de Irak y Afganistán, y cerrar la cárcel establecida para terroristas en Guantánamo. Sin embargo, esto en el plano interno no tiene la misma relevancia. Las batallas políticas más encarnizadas se libran por otros asuntos -ciertamente percibidas por los ciudadanos como de mayor importancia-, como la reforma del sistema de salud, fieramente combatida por los republicanos.

En cuanto a América Latina, es poco probable que haya cambios significativos en un posible segundo período del presidente Obama. Ciertamente el interés norteamericano por la región, ha decaído desde la gestión de George W. Bush. Los intentos de recuperar presencia y mejorar las relaciones -especialmente con los países de la ALBA liderados por Venezuela- no han prosperado. Ante la pregunta de que si la administración de Obama haría algo para lidiar con los regímenes inusualmente agresivos contra Washington –no ha sido la excepción Obama como blanco de acusaciones y ataques verbales-, la respuesta habitual, incluida la de la secretaria de Estado, Hilary Clinton, es que esto no representa un a peligro para su seguridad. Esperan, entonces, que el deterioro de los “boliviarianos”, por ejemplo, cambie las cosas para beneficio de mejores relaciones estadounidenses con esos países. Para Estados Unidos, hay otras preocupaciones importantes: la crisis económica, las relaciones con Europa, el desafío de Irán, el problema israelí-palestino, el crecimiento económico chino, la emergencia de los países llamados emergentes, entre los que indudablemente se cuenta Brasil.

En una eventual administración republicana, probablemente predominará la tendencia a enfrentar con mayor fuerza los embates de los gobiernos afiliados al ALBA. Con Cuba, el futuro dependerá de cuán dispuesto esté el régimen castrista a una apertura democrática.

Sin contar a los “bolivarianos” de Hugo Chávez, que se debaten en la incertidumbre por la grave enfermedad del caudillo, el régimen del presidente Evo Morales es el que con mayor decisión marcha a establecer un modelo radical; el del cambio hacia el socialismo del siglo XXI.

Ha avanzado en establecer mecanismos para perpetuarse en el poder y para lograr la captura del poder judicial como pieza clave para reprimir judicialmente a quienes discrepan con el gobierno. Hay una creencia generalizada de que, si cae Chávez, habría un efecto dominó precipitando la caída de sus socios, entre ellos Evo Morales. Esta situación obligaría a la administración Obama a una muy prudente política, lo que seguramente incidiría en la campaña electoral.

Nuevamente estamos en tiempos de cambio, esta vez con el agregado de la ya larga preocupación por la salud económica de Estados Unidos que puede afectar a muchos.

En la región la incógnita persiste: ¿cuáles serán esos cambios? Definir el nuevo curso de la política hemisférica ya no depende de un solo país. Será lo que resulte de la impredecible actitud de los actores que tienen que ver con el futuro cercano de la sociedad internacional.

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